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8.11.21

No más pobreza: mandato popular y determinación política

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Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

Es posible solucionar la pobreza, existen los recursos y el talento para hacerlo. Es necesario un mandato popular que lo exija electoralmente y la determinación política para cumplirlo. Las formas para lograrlo varían según las circunstancias de cada situación y territorio (ofrecemos un ejemplo entre tantos otros).

Es inaudito sostener que no alcanzan los recursos cuando para ciertos propósitos abundan y para esta prioridad ética, social y económica escasean. Toca desenmascarar drenajes y sesgos encubiertos que explican esta canallada. 

Eliminar la pobreza está lejos de ser una fantasía como los dominadores quieren hacer creer. Es que la pobreza no es un fenómeno natural imposible de controlar sino el resultado de un rumbo y una forma de funcionar que sectores poderosos han impuesto. Resolver la pobreza exige articular un mandato popular expresado electoralmente y una firme determinación del gobierno electo para cumplirlo sin hesitación y con toda la requerida habilidad.

Veamos primero formas de solucionar la pobreza y luego cómo asegurar su financiamiento.

Desmontar lo que genera pobreza

La pobreza es el resultado de una diversidad de factores en un contexto de concentración de la riqueza y el poder decisional. Grupos minoritarios se apropian de los excedentes que la entera sociedad genera dejando a la intemperie a crecientes mayorías. Quienes están en situación de pobreza e indigencia son los más castigados, no acceden a trabajos e ingresos dignos, viven o sobreviven con todo tipo de faltantes. Si fuesen debidamente asistidos, lejos de ser una carga para la sociedad, se transformarían en una de las columnas vertebrales de un mejor país.

Solucionar la pobreza hace parte de desmontar el proceso concentrador de la riqueza y de las decisiones. Esto es, no se resuelve un problema que deriva de la dinámica sistémica a través de programas especiales descolgados de soluciones también sistémicas. En un proyecto de país que cuide a todos y proteja el medio ambiente puede resolverse la pobreza y la indigencia con acciones descentralizadas de carácter masivo. No son suficientes proyectos demostrativos por más que sus resultados y lecciones enriquezcan las políticas públicas. Se trata de erradicar las situaciones de pobreza con toda la contundencia y envergadura que tamaño desafío exige. El objetivo no es de largo plazo sino de alrededor de 5 años, solucionando cada año no menos del 20% del universo de la pobreza.

El abordaje sistémico de desmontar los mecanismos concentradores y liberar las democracias que han sido capturadasfue analizado en artículos anteriores. En estas líneas ponemos el foco en acciones complementarias específicamente orientadas a los segmentos empobrecidos de nuestras sociedades. Por cierto que no hay una sola modalidad de intervención y lo que vale es la diversidad de enfoques y medidas. Colaboramos analizando algunos, de muchos otros, significativos aspectos:

i)                    Generar trabajo e ingresos. Si se tratase de movilizar productivamente a toda la población en situación de pobreza, habrá que establecer un programa masivo de alcance nacional. Esto exige ofrecer algunos lineamientos estratégicos comunes y facilitando que puedan adoptarse diversas modalidades de asistencia por territorio. Proponemos una dirección conjunta del Estado (nacional, provincial y/o municipal) y de las organizaciones sociales de la economía popular. Planteamos la combinación de varios frentes de intervención: establecer desarrolladoras de emprendimientos asociativosque incluyan sectores en situación de pobreza, conformar fideicomisos especializados en invertir en esos emprendimientos y asegurar que participe la banca solidaria para financiar capital de trabajo. 

ii)                   Facilitar el acceso a vivienda digna a través de masivos proyectos habitacionales y de lotes con servicios en espacios urbanizados provistos con agua potable, red de gas y electricidad, espacios comerciales y de pequeña industria, entre otros. Esto puede encararse tanto para ciudades intermedias y poblados semi-rurales como para grandes áreas metropolitanas, movilizando urbanistas, arquitectos, ingenieros, trabajadores sociales de diversas universidadescon la consigna de no imponer soluciones estereotipadas sino ajustadas a las necesidades y aspiraciones de las comunidades.

iii)                 Proveer salud y educación gratuita de excelencia para todos los sectores medios bajos y populares en situación de pobreza. Un espacio estratégico con foco no sólo en importantes medidas reparadores sino también en la crítica área preventiva con múltiples medidas como son, por ejemplo, saneamiento ambiental, centros de salud, sana nutrición escolar, guarderías infantiles, asistencia a alumnos rezagados, esparcimiento barrial y escolar.  

Desenmascarar la ausencia de recursos

Un engaño esgrimido por los dominadores es que no existen los recursos para hacer frente a programas realmente masivos como los propuestos. Les falta aclarar que no hay recursos si los excedentes que la sociedad produce son apropiados por codiciosas minorías que, además, los declaran sólo parcialmente para luego fugarlos a guaridas fiscales.

La población no tiene idea de la magnitud de ese drenaje y sus consecuencias. No se trata de centavos sino de miles de millones de dólares por año. Más que un simple robo es demoledora piratería, se evade gran parte de la riqueza que el país en su conjunto genera. Es un delito con gravísimos impactos: por de pronto, desfinancia al Estado en su responsabilidad de proveer la infraestructura social y productiva básica para el funcionamiento del país y, además, esteriliza la capacidad de invertir en la economía real con financiamiento genuino. Por eso unos pocos acumulan desaforadamente a expensas de sufridas mayorías. Es una fechoría antinacional la de apropiarse de lo que no les pertenece, ignorar su responsabilidad tributaria y luego fugar esos capitales mal habidos fuera del propio país que los generó.

Como si esa codicia no fuera suficiente, cuando esas minorías enfrentan situaciones de crisis, en lugar de reducir desigualdades imponen salvatajes para sus corporaciones. Ahí sí aparecen recursos "que no existían" para cubrir el pésimo manejo social, económico y ambiental de lo público que impusieron como dominadores. Cuando a esto se suma una pandemia sanitaria como la del coronavirus, las grandes empresas y corporaciones reclaman ayuda prioritaria del Estado como si la pandemia no golpease a todos y mucho más a poblaciones vulnerables. ¿Por qué se salva a los poderosos para seguir acumulando y no se prioriza a quienes pasan hambre y "no llegan a fin de mes"? Doloroso pero cierto, los poderosos imponen decisiones, los demás las sufren.

Así, un proyecto de país que cuide a todos y proteja el medio ambiente exige encarar decisivos frentes de actuación, evitar la apropiación oligopólica, eliminar la evasión y elusión tributaria, desmontar mecanismos de fuga de capitales, orientar buena parte del crédito a financiar a las pequeñas empresas y los emprendimientos asociativos de la economía popular, establecer una estructura impositiva progresiva (que paguen más los que más tienen en lugar de recargar con alta tributación al consumo popular y las exiguas ganancias de sectores medios bajos), reorientar el gasto público para cancelar deuda social y financiar proyectos estratégicos para el desarrollo nacional (no más obras gratuitas para sectores afluentes que pueden pagar contribución de mejoras), subsidiar a quienes más lo necesitan en lugar de a grandes empresas para sostener sus tasas de ganancia. Con estas y otras medidas "aparecerán" los recursos necesarios para solucionar pobreza e indigencia.

Todo este esfuerzo puede realizarse sin afectar negativamente a las cuentas fiscales, es decir sin generar de por sí el tan denunciado déficit fiscal. Vale administrar bien las finanzas públicas pero recordando a los mercaderes de la injusticia que esto no implica reducir el gasto social ni escamotear el financiamiento de proyectos estratégicos. Más bien, se resuelve recaudando los impuestos que se evaden, eluden y fugan al exterior. Es una solución factible que respeta las necesidades e intereses de los pueblos.

Toca siempre desenmascarar aquello que los dominadores encubren. Si no encubriesen sus intereses y privilegios, les sería mucho más difícil someter la voluntad popular. Lo saben muy bien, de ahí que se hagan con el control de medios, de usinas de pensamiento estratégico, incluso de algunos programas educativos, para manipular la opinión pública colonizando mentes y formateando subjetividades hasta el punto de convertir a quienes son víctimas en sus propios verdugos.   

 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur http://opinionsur.org.ar/wp/


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