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8.11.21

Los errores evitables de la pandemia y el pequeño argumento a favor de la ciencia abierta

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Por Dean Baker, ArjunJayadev (*)

La pandemia de la COVID-19 se encuentra de nuevo en un punto de inflexión, con el número de casos cayendo en picado en la mayor parte del mundo.

Puede que la pandemia actual esté en vías de quedar bajo control, pero tras millones de muertes que hubieran podido ser prevenidas, esta está lejos de ser una historia de éxito y ya es hora de analizar nuestros errores, especialmente en lo que respecta a nuestra gestión del conocimiento.

El número de infecciones de COVID-19 está disminuyendo en todo el globo: los números en EE. UU. están por fin bajando tras el golpe de la variante delta durante el último verano; India, el que puede que sea el país más afectado del mundo donde los casos alcanzaron los 400.000 diarios a comienzos de mayo, ahora informa algo más de 20.000 al día, lo que equivaldría a unos 5.000 en los Estados Unidos. En otros países del mundo encontramos descensos similares.

Este descenso mundial se debe a una combinación de la extensión de las vacunas y, puede que, de manera más importante, la inmunidad natural que surge tras muchas infecciones. De acuerdo con un artículo del New York Times, por ejemplo, el número de infecciones en la India a comienzos de mayo se acercaba con toda probabilidad a los 540 millones, cuando el conteo oficial estaba solo en 27 millones. Dado que en ese momento la pandemia estaba todavía en auge en el país, una extrapolación implicaría entre 750 y 800 millones de infectados, cerca del 60% de la población de la India.

Estas infecciones tan extendidas pueden ayudar a contener la pandemia, pero implican un conste humano terrible. Mientras que el número oficial de muertes ronda los 450.000, un estudio estima las muertes probables reales entre los 1,6 millones y los 6 millones de personas en áreas urbanas. Hay una historia similar a lo largo del mundo desarrollado: las cifras reales de infecciones y muertes exceden enormemente las ya devastadoras estadísticas oficiales.

El hecho de que se haya producido este número de muertes, incluso cuando el mundo está celebrando (con razón) el rápido desarrollo de vacunas eficaces, significa que hemos fracasado estrepitosamente a la hora de conseguir que estas vacunas se distribuyan ampliamente por todo el mundo. Lo más importante es que esto ha sido un fracaso de la voluntad política, no la falta de capacidad para producir y distribuir vacunas.

Una característica clave ha sido nuestro tratamiento de los conocimientos en torno al desarrollo y la producción de vacunas y medicamentos en general. Dado el coste continuado de la pandemia en todo el mundo, una política inteligente debería aspirar a maximizar la producción y difusión de vacunas y medicamentos. En cambio, hemos visto intentos atroces de limitar la difusión. 

Hace un año, Sudáfrica y la India propusieron una resolución en la Organización Mundial del Comercio para suspender las patentes y otras reclamaciones de propiedad intelectual de vacunas, pruebas y tratamientos mientras dure la pandemia. Desde entonces, los países ricos han emprendido un filibusterismo para bloquear cualquier acción.

La industria farmacéutica también afirma que el mundo en desarrollo carece de las sofisticadas instalaciones de fabricación necesarias para producir las vacunas Covid. Esto no es cierto, ya que India, Brasil, Sudáfrica y varios otros países en vías de desarrollo tienen instalaciones modernas que pueden utilizarse para producir vacunas.

Evidentemente, en el caso de algunas de las tecnologías más nuevas (como las vacunas de ARNm), dichas instalaciones no estaban disponibles de inmediato, pero es casi seguro que la puesta en marcha de dichas instalaciones habría sido posible si se hubiera actuado rápidamente con respecto a la resolución del pasado mes de octubre. Para algunas de las tecnologías más antiguas, entre las que se encuentran las vacunas de gran eficacia sin ARNm, existen capacidades, pero la protección de las patentes y la necesidad de conceder licencias limitan la producción incluso en la actualidad.

Las protecciones de la propiedad intelectual también plantean problemas más allá de las vacunas. A medida que se desarrollan nuevas tecnologías que combaten el COVID-19 (el antiviral Molnupiravir de Merck es un ejemplo), nuestro actual sistema de protección de patentes seguirá limitando el acceso más de lo necesario, incluso con posibles acuerdos de licencia. En estos casos, las patentes son lo único que se interpone en el camino: la capacidad de fabricar estos medicamentos que salvan vidas ya existe en muchas partes del mundo y la eliminación de las restricciones hará que estén disponibles en todo el mundo de forma mucho más barata.

Pero las patentes son sólo una parte del problema. El acceso a la tecnología sigue siendo igual de crítico. Las disposiciones de los ADPIC de la OMC se diseñaron para limitar la difusión de la tecnología al mundo en desarrollo. La resolución India-Sudáfrica pretendía sortear estas restricciones, pero, como se ha señalado ampliamente, gran parte de la tecnología necesaria estaba protegida por secretos industriales, no por patentes. Eso significaría que la suspensión de las patentes, por sí sola, sería poco beneficiosa para la difusión de la producción.

Los secretos industriales gozan de una protección amorfa en la ley, y para maximizar la producción y la distribución es necesario enfrentarse a ello. En julio, Corea del Sur anunció que tenía capacidad para fabricar mil millones de vacunas de ARNm de forma casi inmediata, pero que no había encontrado ninguna empresa dispuesta a compartir sus conocimientos de fabricación. Sin embargo, como señalaron tres investigadores en agosto, Estados Unidos podría invocar su Ley de Producción de Defensa (lo que ya ha hecho en la pandemia) y obligar a la transferencia de tecnología y conocimientos técnicos. Además, podría hacerlo de forma unilateral.

Un remedio adicional sería impedir los acuerdos de no divulgación (NDA) al menos en las tecnologías financiadas en gran medida por el sector público. Los NDA protegen los secretos industriales amenazando a cualquier empleado que revele información con graves demandas. Si se prohíben los NDA por ser una práctica anticompetitiva, las amenazas de las empresas a sus antiguos empleados para proteger sus secretos carecerían de sentido.

En general, y en una emergencia sanitaria mundial en particular, deberíamos intentar compartir la tecnología lo más ampliamente posible, no encerrarla detrás de los monopolios de patentes y otras protecciones. Una pandemia mundial debería haber sido una ocasión para que los científicos del mundo, incluidos los de China y Rusia, trabajaran colectivamente para afrontar un problema común.

El coste no sólo lo ha asumido el mundo en desarrollo. Al permitir que la pandemia se extienda en gran medida sin control en el mundo en desarrollo, le dimos la oportunidad de mutar en formas más resistentes a las vacunas que seguirán repercutiendo en los meses y años venideros. La variante delta se desarrolló en la India el pasado diciembre.

Puede que nunca sepamos si un despliegue más rápido de las vacunas y las pruebas generalizadas podrían haber contenido el COVID-19 antes de que se extendiera por todo el mundo, pero los costes humanos y económicos de esta propagación han sido enormes. Además, Estados Unidos y otros países ricos siguen sintiendo el impacto económico de la propagación en el mundo en desarrollo. Los cierres de fábricas en lugares como Vietnam y Malasia han sido un factor importante en las dificultades de la cadena de suministro que ahora son preocupaciones macroeconómicas. Hacer que el conocimiento esté disponible, sea mucho más fácil de desplegar y se comparta ampliamente no es simplemente un imperativo moral, sino que redunda en el interés general de todos, en todas partes.

 

(*) Dean Baker es economista senior del Centro de Investigación Económica y Política y profesor visitante de la Universidad de Utah.

(*) ArjunJayadev es profesor de Economía de la Universidad AzimPremji y economista principal del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico

Fuente:https://cepr.net/the-preventable-horrors-of-the-pandemic-and-the-short-case-for-open-research/?__cf_chl_jschl_tk__=pmd_xbPgICu1JiL5VjzXCoMzm6oBDlaXNumcaE2uX1HkrVM-1635672075-0-gqNtZGzNAqWjcnBszQgR

Traducción: Iovana Naddim


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