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1.11.21

Reforma o revoluciĆ³n

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Por Michael Henkes (*)

Hace 130 años la socialdemocracia alemana decidía el Programa de Erfurt.

Hace 130 años, del 14 al 20 de octubre de 1891, el Partido Socialdemócrata de Alemania se reunió en Erfurt para celebrar su congreso. El "Programa de Erfurt" adoptado allí fue el programa oficial del SPD durante 30 años y caracterizó el debate político-teórico de la socialdemocracia (no solo alemana) durante décadas. Fue un programa no exento de contradicciones y ya contenía los gérmenes del abandono de la vía revolucionaria. Sin embargo, sería poco materialista deducir la trayectoria de la socialdemocracia alemana de su programa. El programa fue más bien un reflejo de la situación social y teórica del SPD después de las leyes socialistas. Como tal, probablemente es el programa de partido más progresista que ha producido la socialdemocracia alemana, puesto que se asentaba en gran medida sobre una base revolucionaria y debe ser apreciado en consecuencia.

Auge

Aproximadamente un año antes del Congreso de Erfurt, en septiembre de 1890, el SPD, entonces llamado Partido Socialista Obrero de Alemania (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschlands, SAP), volvió a ser legal. Durante doce años, las leyes socialistas obligaron al partido a trabajar en la clandestinidad. A pesar de esta represión, la socialdemocracia experimentó durante estos años un auge sin precedentes. La industrialización de Alemania, que había aumentado enormemente en esa época, creó una clase obrera numerosa y cada vez más segura de sí misma que se veía enfrentada a unas condiciones de vida miserables y a una superestructura plagada de reminiscencias de un orden feudal anacrónico. Este fue el contexto en el que el SAP se desarrolló como un partido de masas, llevando a cabo en 1889 la verdadera primera huelga de masas con más de 150.000 mineros, y aglutinando en 1890 a 1.427.000 votantes, convirtiéndose así en el partido con la base electoral más potente. Con August Bebel, Paul Singer y Wilhelm Liebknecht tenía tres "tribunos del pueblo" respetados más allá de la clase obrera, y con el Neue Zeit un órgano teórico de peso relevante. Varios diarios reforzaban su influencia. En resumen era, como escribió Wolfgang Abendroth, un partido con "una idea relativamente clara de su función histórica (y, por tanto, de su estrategia y su táctica)".

En su primer congreso legal del partido, celebrado en Halle en octubre de 1890, el SAP decidió llevar a cabo una revisión del programa del partido, así como cambiar su nombre por el de Partido Socialdemócrata de Alemania. Posteriormente, el ejecutivo del partido elaboró un primer borrador de programa duramente criticado por Friedrich Engels, quien, sin embargo, juzgó que este proyecto ya difería "muy favorablemente del programa anterior" y estaba "en conjunto, en su aspecto teórico, sobre la base de la ciencia actual".

Finalmente, se presentó al Congreso del partido un documento que constaba de dos partes. La primera parte, en forma de una detallada introducción teórica, era básicamente un borrador de Karl Kautsky: una breve exposición de los principales principios del análisis marxista del capitalismo, con fuertes paralelismos con el capítulo "Tendencia histórica de la acumulación capitalista" del final del primer volumen de "El Capital" de Karl Marx.

La segunda parte consistía en soluciones transitorias inmediatas. Aquí el partido tuvo que hacer malabarismos, por un lado, para encontrar verdaderas reivindicaciones transitorias en lugar de simples bagatelas reformistas pero, por otro lado, para no perder la legalidad que acababa de ganar (que realmente tenía que ser defendida, puesto que un derrocamiento revolucionario de la monarquía era impensable con las fuerzas disponibles). Esto se pone de manifiesto en la demanda de una república democrática: todo socialdemócrata era consciente que ésta era la siguiente etapa por la que había que luchar. Pero escribirlo exactamente así en el programa habría dado lugar a la ilegalización. El SPD la sorteó reivindicando el sufragio universal, también para las mujeres, al mismo tiempo que reforzaba los derechos del parlamento e instauraba un sistema de gobierno parlamentario; todo el mundo sabía que todo esto era incompatible con la monarquía alemana.

Ambas partes no estaban simplemente "una al lado de la otra" o acaso en una contradicción irreconciliable entre sí, como a los revisionistas les gustaba afirmar más tarde. Formaron una unidad dialéctica, si se quiere así, de reforma (soluciones transitorias) y revolución (introducción teórica). La primera era la toma de conciencia y la condición material necesaria (incluidos los derechos democráticos) para la revolución socialista.

Decadencia

Sin embargo, sería un error describir este programa como un "programa marxista revolucionario impecable". Porque en él se pone de manifiesto el punto de intersección en el que se produjo el comienzo del alejamiento progresivo del marxismo por parte del SPD. Como escribió Leo Schwarz en este periódico en el 125 aniversario del Programa de Erfurt, el veredicto esgrimido por los socialdemócratas después de 1945 y por los "neomarxistas", por el que el "marxismo de la Segunda Internacional" no tenía nada que ver con Marx es un auténtico disparate (escribe acertadamente que los revisionistas debían imponerse precisamente en contra y no con el programa de Erfurt). Sin embargo, como subraya Schwarz, es un error considerar el Programa de Erfurt de forma acrítica. En el propio programa, pero sobre todo en el comentario de Kautsky, "Das Erfurter Programm in seinem grundsätzlichen Teil erläutert" ("El programa de Erfurt explicado en su parte fundamental"), publicado un año más tarde, ya queda clara su concepción de la "necesidad natural" de la revolución: la revolución no llega como un producto posible (¡o simplemente no posible!) de decisiones y acciones políticas sobre la base de una tendencia histórico-material del capitalismo, sino como el destino del capitalismo según la ley natural.

Kautsky escribió en el Neue Zeit en diciembre de 1893: "La socialdemocracia es un partido revolucionario, pero no hacedor de revoluciones. Sabemos que nuestros objetivos solo pueden alcanzarse mediante una revolución, pero también sabemos lo poco que está en nuestras manos hacer esta revolución." De ello se deduce una evidente actitud de espera, de pasividad ante la "necesidad histórica", es decir, una política antirrevolucionaria. Precisamente aquella política que veía en la creación de una "mayoría obrera" en el parlamento la condición suficiente para esperar la revolución que se avecinaba. De ahí al reformismo no hay mucha distancia.

 

(*) Michael Henkes, escribe en junge Welt

Fuente: https://www.jungewelt.de/artikel/412134.geschichte-der-arbeiterbewegung-reform-und-revolution.html

Traducción: Jaume Raventós


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