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1.11.21

Flujos y reflujos: La coyuntura econo´mica y el movimiento obrero mundial (hace 100 años)

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Por Leon Trotsky (*)

El mundo capitalista entra en un peri´odo de ascenso industrial. Los booms se alternan con las depresiones. Una ley orga´nica de la sociedad capitalista.

El actual boom de ninguna manera indica el establecimiento de un equilibrio en la estructura de clase. Una crisis frecuentemente favorece el surgimiento de estados de a´nimo anarquistas y reformistas entre los trabajadores. El boom ayudara´ a unificar a las masas trabajadoras*.

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Los si´ntomas de un nuevo ascenso de la marea revolucionaria se esta´n haciendo evidentes en el movimiento obrero europeo. Es imposible pronosticar si traera´ consigo las gigantescas olas que lo inundan todo. Pero no hay ninguna duda de que la curva del desarrollo revolucionario esta´ evidentemente en ascenso.

El peri´odo ma´s cri´tico en la vida del capitalismo europeo se dio en el primer an~o de la postguerra (1919). Las ma´s altas manifestaciones de lucha revolucionaria en Italia (jornadas de septiembre de 1920) ocurrieron en un momento en que los picos ma´s agudos de la crisis poli´tica en Alemania, Inglaterra y Francia pareci´an estar ya superados. Los acontecimientos de marzo de este an~o en Alemania fueron un eco retrasado de una e´poca revolucionaria que habi´a pasado, y no el comienzo de una nueva. A principios de 1920, el capitalismo y su estado, habiendo consolidado sus primeras posiciones, pasaban ya a la ofensiva. El movimiento de las masas trabajadoras asumio´ un cara´cter defensivo. Los partidos comunistas se convencieron de que estaban en minori´a, y en ciertos momentos pareci´an aislados de la abrumadora mayori´a de la clase trabajadora. De aqui´ la llamada "crisis" de la III Internacional. En el momento actual, como ya he afirmado, el punto de inflexio´n se puede ver con toda claridad. La ofensiva revolucionaria de las masas trabajadoras esta´ creciendo. Las perspectivas de lucha se esta´n extendiendo cada vez ma´s.

Esta sucesio´n de estapas es el producto de causas complejas de diferente orden: pero en sus cimientos, brota de los agudos zigzags de la coyuntura econo´mica que refleja el desarrollo capitalista de la postguerra.

Las horas ma´s peligrosas para la burguesi´a europea ocurrieron durante el peri´odo de desmovilizacio´n de las tropas, con el retorno de los soldados engan~ados a sus casas y con su reasignacio´n en los panales de la produccio´n. Los primeros meses de la postguerra engendraron grandes dificultades que contribuyeron a agravar la lucha revolucionaria. Pero las camarillas dominantes se rectificaron a tiempo y llevaron adelante una poli´tica gubernamental y financiera a gran escala, disen~ada para mitigar la crisis provocada por la desmovilizacio´n. El presupuesto estatal continuo´ manteniendo las proporciones monstruosas de la e´poca de guerra; muchas empresas se mantuvieron en operacio´n artificialmente; muchos contratos se prolongaron para evitar el desempleo; se alquilaron departamentos a precios que haci´an imposibles reparar los edificios; el gobierno subsidio´ de su propio presupuesto la importacio´n de pan y de carne. En otras palabras la deuda nacional se fue amontonando, la moneda se hundio´, los cimientos de la economi´a fueron totalmente socavados, todo con el propo´sito poli´tico de prolongar la ficticia prosperidad industrial y comercial de los an~os de guerra. Esto dio a los ci´rculos industriales dirigentes la oportunidad de renovar el equipamiento te´cnico de las empresas ma´s grandes y reconvertirlas a la produccio´n de tiempos de paz.

Pero este boom ficticio choco´ ra´pidamente contra el empobrecimiento generalizado. La industria de bienes de consumo fue la primera en estancarse debido a la capacidad extremadamente reducida del mercado, y monto´ ra´pidamente las primeras vallas de superproduccio´n que ma´s tarde obstruyeron la expansio´n de la industria pesada. La crisis asumio´ proporciones sin precedentes y formas no vistas hasta entonces. Habiendo comenzado a principios de la primavera del otro lado del Atla´ntico, la crisis se propago´ a Europa a mediados de 1920, y alcanzo´ su punto ma´s profundo en mayo de 1921, o sea el an~o que esta´ llegando a su fin.

Por tanto, para el momento en que la crisis industrial y comercial de postguerra se estableci´a de forma abierta e inconfundible (luego de un an~o de prosperidad ficticia), el primer asalto elemental de la clase trabajadora contra la sociedad burguesa ya estaba en sus etapas finales. La burguesi´a pudo mantener sus posiciones por medio de maniobras y engan~os, haciendo concesiones, y en parte ofreciendo resistencia militar. El primer asalto proletario fue cao´tico -sin ninguna idea ni objetivos poli´ticos definidos-, sin ningu´n plan, sin ningu´n aparato dirigente. El curso y el resultado de este asalto inicial demostro´ a los trabajadores que cambiar su suerte y reconstruir la sociedad burguesa era una tarea mucho ma´s complicada que lo que podri´an haber pensado durante las primeras manifestaciones de protesta de postguerra. Relativamente homoge´nea en lo incipiente de su estado de a´nimo revolucionario, las masas trabajadoras de alli´ en adelante comenzaron a perder muy ra´pidamente su homogeneidad, establecie´ndose entre ellas una diferenciacio´n interna. El sector ma´s dina´mico de la clase trabajadora, y el menos ligado a las tradiciones pasadas, luego de aprender por experiencia propia la necesidad de claridad ideolo´gica y de unidad organizativa, se aglutino´ en el Partido Comunista. Luego de los fracasos, los elementos ma´s conservadores o menos conscientes retrocedieron temporariamente de sus intenciones y me´todos revolucionarios. La burocracia sindical saco´ provecho de esta divisio´n para recuperar sus posiciones.

La crisis comercial e industrial de 1920 estallo´ en la primavera y en el verano, como ya se dijo, en un momento en que las mencionadas reacciones poli´ticas y psicolo´gicas ya se habi´an instalado en el seno de la clase trabajadora. La crisis incuestionablemente aumento´ la insatisfaccio´n entre grupos obreros considerables, provocando aqui´ y alla´ manifestaciones tempestuosas de insatisfaccio´n. Pero luego del fracaso de la ofensiva de 1919, y con la consiguiente diferenciacio´n que tuvo lugar, la crisis econo´mica no pudo ya por si´ misma restaurar la unidad necesaria en el movimiento, ni hacer que e´ste asumiera el cara´cter de un nuevo y ma´s resuelto asalto revolucionario. Esta circunstancia refuerza nuestra conviccio´n de que los efectos de una crisis sobre el curso del movimiento obrero no son todo lo unilaterales que ciertos simplistas imaginan. Los efectos poli´ticos de una crisis (no so´lo la extensio´n de su influencia sino tambie´n su direccio´n) esta´n determinados por el conjunto de la situacio´n poli´tica existente y por aquellos acontecimientos que preceden y acompan~an la crisis, especialmente las batallas, los e´xitos o fracasos de la propia clase trabajadora, anteriores a la crisis. Bajo un conjunto de condiciones la crisis puede dar un poderoso impulso a la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras; bajo un conjunto distinto de circunstancias puede paralizar completamente la ofensiva del proletariado y, en caso de que la crisis dure demasiado y los trabajadores sufran demasiadas pe´rdidas, podri´a debilitar extremadamente, no so´lo el potencial ofensivo sino tambie´n el defensivo de la clase.

Hoy, en retrospectiva, para ilustrar este pensamiento, habri´a que formular la siguiente proposicio´n: si la crisis econo´mica con sus manifestaciones de desempleo e inseguridad masivos hubiera seguido directamente a la terminacio´n de la guerra, la crisis revolucionaria de la sociedad burguesa hubiera sido de un cara´cter mucho ma´s agudo y profundo. Precisamente, con el objetivo de evitar esto, los estados burgueses limaron las aristas de la crisis revolucionaria por medio de una prosperidad financiera especulativa, esto es, posponiendo la inevitable crisis comercial e industrial por doce o dieciocho meses, al costo de desorganizar ma´s au´n sus respectivos aparatos financieros y econo´micos. En razo´n de esto, la crisis se volvio´ todavi´a ma´s profunda y aguda: en cuanto a los ritmos, sin embargo, no coincidio´ ya con la turbulenta oleada de desmovilizacio´n, sino que tuvo lugar en el momento en que e´sta ya habi´a cedido, en un momento en que uno de los campos estaba sacando balance y extrayendo las lecciones, mientras que el otro estaba atravesando una fase de desilusio´n y sufriendo las consecuentes divisiones. La energi´a revolucionaria de la clase trabajadora se replego´ sobre si´ misma y encontro´ su expresio´n ma´s clara en los imperiosos esfuerzos por construir el Partido Comunista. Este inmediatamente se expandio´ hasta llegar a ser la fuerza mayor en Alemania y Francia. Al pasar el peligro inmediato, el capitalismo, habiendo creado artificialmente un boom especulativo en el curso de 1919, se aprovecho´ de la crisis incipiente para desalojar a los trabajadores de aquellas posiciones (la jornada de 8 horas, los aumentos de salarios) que los capitalistas se habi´an visto obligados a cederle previamente como forma de autopreservacio´n. Peleando en batallas de retaguardia, los trabajadores retrocedieron. Las ideas de conquistar el poder, de establecer repu´blicas sovie´ticas, de llevar adelante la revolucio´n socialista, naturalmente se debilitaron en sus mentes al tiempo que se encontraron obligados a luchar, no siempre con e´xito, para mantener sus salarios tan si quiera en el mi´sero nivel al cual habi´an descendido.

Alli´ donde la crisis econo´mica no asumio´ el aspecto de sobreproduccio´n y agudo desempleo, sino que retuvo en cambio (como en Alemania) la forma profunda de remate del pai´s y degradacio´n del nivel de vida de los trabajadores, la energi´a de la clase, dirigida a aumentar los salarios para compensar el poder de compra declinante del marco, se pareci´a a los esfuerzos de un hombre tratando de atrapar su propia sombra. Como en otros pai´ses, el capitalismo alema´n paso´ a la ofensiva: las masas laboriosas, aunque resistiendo, retrocedieron en desorden.

Fue precisamente en medio de esa situacio´n general que ocurrieron los acontecimientos de marzo de este an~o en Alemania. En esencia, todo se reduce a esto: que el joven Partido Comunista, lleno de pa´nico ante el evidente reflujo de la oleada revolucionaria en el movimiento obrero, hizo una apuesta desesperada para aprovechar la accio´n de uno de los destacamentos del proletariado que au´n manteni´a la dina´mica anterior, con el propo´sito de "electrizar" a la clase trabajadora y de hacer todo lo posible porque las cosas avanzaran, y precipitar la batalla decisiva.

El III Congreso Mundial de la Comintern se reunio´ cuando au´n estaba fresca la impresio´n de los acontecimientos de marzo en Alemania. Luego de un cuidado ana´lisis, el Congreso evaluo´ en toda su importancia el peligro inherente a la falta de correspondencia entre la ta´ctica de la "ofensiva", la ta´ctica de la "electrizacio´n" revolucionaria, etc. -y los procesos muchos ma´s profundos que estaban teniendo lugar dentro de la clase trabajadora de acuerdo con los cambios y giros de la situacio´n econo´mica y poli´tica.

Si hubiera habido en Alemania en 1918 y 1919 un Partido Comunista comparable en cuanto a fuerza a aque´l que existi´a en marzo de 1921, es muy probable que el proletariado hubiera tomado el poder ya en enero o marzo de 1919. Pero no habi´a tal partido. El proletariado sufrio´ una derrota. De la experiencia que saco´ de esta derrota, nacio´ el Partido Comunista. Una vez puesto en pie, si e´ste hubiera intentado actuar en 1921 de la misma forma en que el Partido Comunista deberi´a haber actuado en 1919, hubiera sido reducido a an~icos. Es exactamente esto lo que dejo´ claro el u´ltimo Congreso Mundial.

La discusio´n sobre la teori´a de la ofensiva estuvo estrechamente mezclada con la evaluacio´n de la coyuntura econo´mica y su futura evolucio´n. Los adherentes ma´s consecuentes a la teori´a de la ofensiva desarrollaron la siguiente li´nea de razonamiento: El mundo entero esta´ atrapado en una crisis que es la crisis de un orden econo´mico en descomposicio´n. Esta crisis indefectiblemente va a profundizarse y por lo tanto a revolucionar cada vez ma´s a la clase trabajadora. En vista de esto era superfluo que el Partido Comunista mantuviera un ojo vigilante sobre su retaguardia, sobre sus reservas principales; su tarea era tomar la ofensiva contra la sociedad capitalista. Ma´s tarde o ma´s temprano, el proletariado, bajo el la´tigo de la decadencia econo´mica iri´a en su apoyo. Este punto de vista no se expreso´ en el Congreso en e´sta, su forma ma´s definida, porque sus aristas ma´s filosas habi´an sido suavizadas durante las sesiones de la Comisio´n que tomo´ a su cargo la situacio´n econo´mica. La mera idea que la crisis industrial y comercial pudiera ceder el paso a un relativo boom fue considerada por los adherentes conscientes o semiconscientes de la teori´a de la ofensiva casi como centrismo. En cuanto a la idea de que el nuevo reanimamiento industrial y comercial podri´a no so´lo no actuar como freno sobre la revolucio´n, sino que por el contrario prometi´a impartirle nuevo vigor, no les pareci´a otra cosa que puro menchevismo. El seudo-radicalismo de los "izquierdistas" encontro´ una expresio´n retardada y bastante inocente en la u´ltima convencio´n del Partido Comunista alema´n, donde se adopto´ una resolucio´n en la cual, dicho sea de paso, yo fui objeto de una pole´mica individualizada, a pesar de haberme limitado a expresar el punto de vista del Comite´ Central de nuestro partido. Me reconcilio tanto ma´s fa´cilmente con esta minu´scula y anodina venganza de los "izquierdistas" porque de conjunto, la leccio´n del III Congreso Mundial no pudo menos que dejar su marca sobre todo el mundo, en primer lugar, sobre nuestros camaradas alemanes.

2

Hoy existen signos incuestionables de un quiebre en la coyuntura econo´mica. Los lugares comunes que se invocan, en el sentido de que esta crisis es la crisis final de la decadencia, de que la misma constituye la base de la e´poca revolucionaria, de que so´lo puede desembocar en la victoria del proletariado, tales lugares comunes no pueden obviamente, reemplazar al ana´lisis concreto del desarrollo econo´mico junto con todas las consecuencias ta´cticas que se desprenden del mismo. A decir verdad, la crisis mundial hizo un alto, tal como se ha dicho, en mayo de este an~o. Los si´ntomas de una mejora en la coyuntura se revelaron primeramente en la industria de bienes de consumo. A partir de alli´ la industria pesada se puso tambie´n en marcha. Hoy en di´a estos hechos son incontrovertibles y se reflejan en las estadi´sticas. No voy a presentar dichas estadi´sticas para no hacerle ma´s difi´cil al lector seguir la li´nea general del argumento (1).

¿Significa esto que se ha detenido la decadencia de la vida econo´mica del capitalismo? ¿Que esta economi´a ha recobrado su equilibrio? ¿Que la e´poca revolucionaria esta´ llegando a su fin? En absoluto. El quiebre en la coyuntura industrial significa que la decadencia de la economi´a capitalista y el curso de la e´poca revolucionaria son mucho ma´s complejas de lo que imaginan ciertos simplistas.

La dina´mica del desarrollo econo´mico esta´ representada por dos curvas de diferente orden. La primera curva, que es ba´sica, denota el crecimiento general de las fuerzas productivas, la circulacio´n de mercanci´as, el comercio exterior, las operaciones bancarias, etc. En su conjunto, esta curva se mueve hacia arriba a trave´s de todo el desarrollo del capitalismo. Expresa el hecho de que las fuerzas productivas de la sociedad y la riqueza de la humanidad han crecido bajo el capitalismo. Esta curva ba´sica, sin embargo, sube en forma desigual. Hay de´cadas en que aumenta tan poco como el grosor de un cabello, luego siguen otras de´cadas donde trepa bruscamente, so´lo para, ma´s tarde, durante una nueva e´poca, permanecer por largo tiempo en el mismo nivel. En otras palabras, la historia conoce de e´pocas de crecimiento brusco asi´ como otras de crecimiento ma´s gradual de las fuerzas productivas bajo el capitalismo. De esta forma, tomando el gra´fico del comercio exterior ingle´s, podemos establecer sin dificultad que el mismo muestra u´nicamente un crecimiento muy lento desde el final del siglo dieciocho hasta mediados del siglo diecinueve. Luego en un espacio de ma´s o menos veinte an~os (1851 a 1873) trepa muy velozmente. En la e´poca que sigue (1873 a 1894) permanece virtualmente sin cambios, y luego retoma su crecimiento acelerado hasta llegar a la guerra.

Si dibujamos este gra´fico, su curvatura ascendente y desigual nos dara´ un cuadro esquema´tico del curso del desarrollo capitalista como un todo, o en uno de sus aspectos. Pero nosotros sabemos que el desarrollo capitalista se da a trave´s de los asi´ llamados ciclos industriales, que comprenden una serie de fases consecutivas de la coyuntura econo´mica: boom, estancamiento, crisis, fin de la crisis, mejora, boom, estancamiento, y asi´ sucesivamente. Un ana´lisis histo´rico muestra que estos ciclos se siguen el uno al otro cada ocho o diez an~os. Si estuvieran colocados en el gra´fico, obtendri´amos, superpuestos sobre la curva ba´sica que caracteriza la direccio´n general del desarrollo capitalista, un conjunto de ondas perio´dicas que se mueven hacia arriba y hacia abajo. Las fluctuaciones ci´clicas de la coyuntura son inherentes a la economi´a capitalista, como los latidos del corazo´n son inherentes a un organismo vivo.

Un boom sigue a una crisis, una crisis sigue a un boom, pero en su conjunto la curva del capitalismo ha venido trepando en el curso de siglos. Claramente la suma total de booms tiene que haber sido mayor que la suma total de crisis. Sin embargo, la curva del desarrollo asumio´ un aspecto diferente en diferentes e´pocas. Hubo e´pocas de estancamiento. Las oscilaciones ci´clicas no cesaron. Pero puesto que el desarrollo capitalista en su conjunto siguio´ ascendiendo, de alli´ se desprende que las crisis pra´cticamente equilibraron los booms. Durante las e´pocas en las cuales las fuerzas productivas aumentaron con rapidez, las oscilaciones ci´clicas continuaron alterna´ndose. Pero cada boom obviamente empujaba la economi´a hacia adelante un trecho mayor del que retrocedi´a con cada crisis que se sucedi´a. Las ondas ci´clicas podri´an compararse con las vibraciones de una cuerda meta´lica, suponiendo que la li´nea del desarrollo econo´mico se asemejara a una cuerda meta´lica en tensio´n: en realidad, por supuesto, e´sta no es una li´nea recta, sino que su curvatura es compleja.

Esta meca´nica interna del desarrollo capitalista a trave´s de la incesante alternancia de crisis y boom es suficiente para mostrar cua´n incorrecta, unilateral y anticienti´fica es la idea de que la actual crisis, a la vez que se agrava, deba prolongarse hasta que se establezca la dictadura del proletariado, independientemente de si esto sucede el an~o que viene, o en tres an~os o ma´s, a partir de hoy. Las oscilaciones ci´clicas, dijimos como refutacio´n a esto en nuestro informe y resolucio´n del III Congreso Mundial, acompan~an a la sociedad capitalista en su juventud, en su madurez y en su decadencia, exactamente como los latidos de su corazo´n acompan~an a un ser humano incluso hasta en su lecho de muerte. No importa cua´les puedan ser las condiciones generales, por ma´s profunda que pueda ser la decadencia econo´mica, la crisis econo´mica e industrial interviene barriendo las mercanci´as y fuerzas productivas excedentes, y estableciendo una correspondencia ma´s estrecha entre la produccio´n y el mercado, y por estas mismas razones abriendo la posibilidad del reanimamiento industrial.

El ritmo, la amplitud, la intensidad y la duracio´n del reanimamiento depende de la totalidad de las condiciones que caracterizan la viabilidad del capitalismo. Hoy puede decirse positivamente (lo dijimos hace un tiempo en las jornadas del III Congreso) que luego de que la crisis haya desmontado la primera valla, bajo la forma de precios exorbitantes, el incipiente reanimamiento industrial chocara´ ra´pidamente, bajo las actuales condiciones mundiales, contra otra gran cantidad de vallas: la ma´s profunda ruptura del equilibrio econo´mico entre Europa y EE.UU., el empobrecimiento de Europa Central y Oriental, la prolongada y profunda desorganizacio´n de los sistemas financieros, etc. En otras palabras, el pro´ximo boom industrial en ningu´n caso sera´ capaz de restaurar las condiciones para un futuro desarrollo que sea en alguna medida comparable a las condiciones de antes de la guerra. Por el contrario, es muy probable que despue´s de sus primeras conquistas, este boom choque contra las trincheras econo´micas cavadas por la guerra.

Pero un boom es un boom. Esto quiere decir una creciente demanda de mercanci´as, produccio´n en expansio´n, desempleo que se reduce, precios en ascenso y la posibilidad de salarios ma´s altos. Y, en las circunstancias histo´ricas dadas, el boom no reducira´ sino que por el contrario agudizara´ la lucha revolucionaria de la clase trabajadora. Esto se desprende de todo lo anterior. En todos los pai´ses capitalistas el movimiento obrero luego de la guerra alcanzo´ su pico ma´s alto y luego finalizo´, como hemos visto, en un fracaso ma´s o menos pronunciado y en una retirada, y en la desunio´n de las filas obreras. Con estas premisas poli´ticas y psicolo´gicas, una crisis prolongada, aunque sin ninguna duda hubiera aumentado el resentimiento de las masas trabajadoras (especialmente de los desocupados y los subocupados), sin embargo, simulta´neamente, hubiera tendido a debilitar su actividad, porque e´sta esta´ i´ntimamente ligada a la conciencia de los obreros de su rol irremplazable en la produccio´n.

El desempleo prolongado a continuacio´n de una e´poca de ofensivas y retiradas poli´ticas revolucionarias no trabaja en absoluto a favor del Partido Comunista. Por el contrario, cuanto ma´s tiempo perdura la crisis, ma´s amenaza con favorecer estados de a´nimo anarquistas en un ala y reformistas en la otra. Este hecho encontro´ su expresio´n en la ruptura de las agrupaciones anarcosindicalistas con la III Internacional, y de cierta consolidacio´n de la Internacional de Amsterdam y de la Internacional Dos y Media, en el agrupamiento temporario de los serratistas; la ruptura del grupo de Levi, etc. Por el contrario, el reanimamiento industrial esta´ destinado a aumentar, en primer lugar, la confianza en si´ mismas de las masas trabajadoras, minada ahora por los fracasos y por la desunio´n de sus propias filas; forzosamente tendera´ a fusionar a la clase obrera en las fa´bricas y plantas y aumentara´ el anhelo de unidad de accio´n militante.

Ya estamos observando los comienzos de este proceso. Las masas trabajadoras sienten que el terreno se afirma bajo sus pies. Esta´n buscando unir sus filas. Sienten claramente que la divisio´n es un obsta´culo para la accio´n. Se esta´n esforzando no so´lo para unificar su resistencia a la ofensiva que el capital descargo´ sobre ellas producto de la crisis, sino tambie´n para preparar una contraofensiva, basada en las condiciones del reanimamiento industrial. Esta crisis fue un peri´odo de esperanzas frustradas y de resentimiento, casi siempre de resentimiento impotente. El boom, a medida que se despliegue, suministrara´ una salida para esos sentimientos en forma de accio´n. Esto es lo que, precisamente, establece la resolucio´n del III Congreso, que hemos defendido:

"Pero si el ritmo del desarrollo aminora, y la actual crisis comercial e industrial fuera seguida por un peri´odo de prosperidad en una mayor o menor cantidad de pai´ses, esto en ninguna medida significari´a el comienzo de una e´poca 'orga´nica'. Mientras exista el capitalismo, las oscilaciones ci´clicas son inevitables. Las mismas acompan~ara´n al capitalismo en su agoni´a de muerte, de la misma forma que lo acompan~aron en su juventud y en su madurez. En el caso de que el proletariado se viera obligado a retroceder bajo la ofensiva del capitalismo en el curso de la presente crisis, inmediatamente retomara´ la ofensiva tan pronto como surja cualquier mejoramiento en la coyuntura. Su ofensiva [de lucha] econo´mica, que en tal caso seri´a inevitablemente llevada adelante bajo la consigna del desquite por todas los engan~os del peri´odo de guerra y por todo el saqueo y los abusos de la crisis, tendera´ a transformarse en una guerra civil abierta, asi´ como sucede con la actual lucha ofensiva".

La prensa capitalista esta´ celebrando a tambor batiente sus e´xitos en la "rehabilitacio´n" econo´mica y las perspectivas de una nueva e´poca de estabilidad capitalista. Este e´xito tiene tan poca base como los temores complementarios de los "izquierdistas" que piensan que la revolucio´n debe surgir del agravamiento ininterrumpido de la crisis. En realidad, mientras que la prosperidad comercial e industrial que se aproxima implica econo´micamente nuevas riquezas para los ci´rculos superiores de la burguesi´a, todas las ventajas poli´ticas sera´n para nosotros. Las tendencias hacia la unificacio´n dentro de la clase obrera son so´lo una expresio´n de la creciente voluntad de accio´n. Si los trabajadores esta´n exigiendo hoy que, en pos de la lucha contra la burguesi´a, los comunistas lleguemos a un acuerdo con los Independientes y con los socialdemo´cratas, ma´s adelante -en la medida que el movimiento crezca hasta alcanzar una amplitud de masas- estos mismos trabajadores se convencera´n de que so´lo el Partido Comunista les ofrece el liderazgo en la lucha revolucionaria. La primera oleada de la marea lleva hacia arriba a todas las organizaciones obreras, empuja´ndolas hacia un acuerdo. Pero el mismo destino aguarda a los socialdemo´cratas y a los independientes: sera´n alcanzados uno tras otro por las pro´ximas oleadas de la marea revolucionaria.

¿Significa esto -al reve´s de lo que piensan los partidarios de la teori´a de la ofensiva- que no es la crisis sino el pro´ximo reanimamiento econo´mico el que va a llevar directamente a la victoria del proletariado? Una afirmacio´n tan catego´rica seri´a infundada. Ya hemos mostrado ma´s arriba que no existe una interdependencia meca´nica, sino diale´ctica y compleja, entre la coyuntura y el cara´cter de la lucha de clases. Basta para comprender el futuro que estamos entrando en el peri´odo de reanimamiento muchi´simo mejor armados que lo que esta´bamos cuando entramos en el peri´odo de crisis. En los pai´ses ma´s importantes del continente europeo tenemos poderosos partidos comunistas. El quiebre en la coyuntura indudablemente nos abre la posibilidad de una ofensiva, no so´lo en el campo econo´mico, sino tambie´n en la poli´tica. Es una tarea inu´til dedicarnos ahora a especulaciones sobre hasta do´nde llegara´ esta ofensiva. Esta recie´n comienza, recie´n comienza a hacerse visible.

Un sofista podri´a plantear la objecio´n de que si nosotros creemos que el reanimamiento industrial ulterior no necesariamente nos llevara´ directamente a la victoria, entonces comenzara´ obviamente un nuevo ciclo industrial, lo cual significa otro paso hacia la restauracio´n del equilibrio capitalista. En ese caso, ¿no se estari´a realmente ante el peligro del surgimiento de una nueva e´poca de recuperacio´n capitalista? A esto se podri´a contestar asi´: si el Partido Comunista no crece; si el proletariado no adquiere experiencia; si el proletariado no resiste en una forma revolucionaria ma´s audaz e irreconciliable; si no consigue pasar en la primera oportunidad favorable de la defensiva a la ofensiva; entonces la meca´nica del desarrollo capitalista, con el complemento de las maniobras del estado burgue´s, sin duda lograri´a cumplir su trabajo en el largo plazo. Pai´ses enteros sera´n arrojados violentamente a la barbarie econo´mica; decenas de millones de seres humanos pereceri´an de hambre, con desesperacio´n en sus corazones, y sobre sus huesos seri´a restaurado algu´n nuevo tipo de equilibrio del mundo capitalista. Pero tal perspectiva es pura abstraccio´n. En el camino especulativo hacia este equilibrio capitalista, hay muchos obsta´culos gigantescos: el caos del mercado mundial, el desbaratamiento de los sistemas monetarios, el dominio del militarismo, la amenaza de guerra, la falta de confianza en el futuro. Las fuerzas elementales del capitalismo esta´n buscando vi´as de escape entre pilas de obsta´culos. Pero estas mismas fuerzas elementales fustigan a la clase trabajadora y la impulsan hacia delante. El desarrollo de la clase trabajadora no cesa, incluso cuando e´sta retrocede. Porque, mientras pierde posiciones, acumula experiencia y consolida su partido. Marcha hacia adelante. La clase trabajadora es una de las condiciones del desarrollo social, uno de los factores de este desarrollo, y por sobre todas las cosas su factor ma´s importante, porque personifica el futuro.

La curva ba´sica del desarrollo industrial esta´ buscando rutas hacia arriba. El movimiento se torna complejo por las fluctuaciones ci´clicas, que en las condiciones de postguerra se parecen ma´s a espasmos. Es naturalmente imposible prever en que´ punto del desarrollo se producira´ una combinacio´n de condiciones objetivas y subjetivas tales como para producir un cambio revolucionario. Tampoco es posible prever si esto ocurrirá en el curso del actual reanimamiento, en su comienzo, o hacia su fin, o con la llegada de un nuevo ciclo. Es suficiente para nosotros comprender que el ritmo del desarrollo depende en gran medida de nosotros, de nuestro partido, de sus ta´cticas. Es de la mayor importancia tomar en cuenta el nuevo viraje en la economi´a que puede abrir un nuevo estadio en la fusio´n de las filas y en preparar una ofensiva victoriosa. Porque que el partido revolucionario comprenda que´ es lo que esta´ sucediendo, implica ya de por si´ un acortamiento de los tiempos y un adelantamiento de las fechas.

25 de diciembre de 1921

Notas:

*Publicado por primera vez en Pravda, Número 292, 25 de diciembre de 1921. Traducción especial del inglés para esta edición de la versión publicada en The First Five Years of the Communist International, Vol. 2, Ed. Monad Press, 1977, Nueva York, pág. 74.

(1) Remito a los lectores interesados en estas estadísticas al artículo del camarada Pavlovsky, Nº 10 de Communist International y a los artículos del camarada S.A. Faulkner en Ekonomicheskaya Zhizn (Nº 284, 285 y 286).(N. de L.T.)

 

(*) Leon Trotsky, socialdemócrata revolucionario, dirigente bolchevique y comisario de guerra del Ejército Rojo, opositor al estalinismo, del que fue una de las víctimas. Fundador de la IV Internacional, fue uno de los escritores más brillantes del movimiento socialista internacional.


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