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4.10.21

Desmintiendo los mitos del liberalismo (I)

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Por Alexander Zevin (*)

Marx llamó una vez a The Economist "la tribuna de la aristocracia financiera". Como revista dominante entre los liberales de élite, ha jugado un papel importante en la formación y promoción de la ideología del liberalismo, siguiendo sus cambios y continuidades, desde su fundación en 1843 hasta hoy dia.

 

Alexander Zevin, profesor asistente de historia en la City University of New York y editor de New Left Review, publicó recientemente un nuevo libro, Liberalism at Large: The World According to 'The Economist, que estudia la historia del liberalismo a través de la mirada de The Economist. Recientemente, en un episodio del podcast de Tribune, A World To Win, Grace Blakeley entrevistó a Zevin para hablar de la historia de la ideología liberal, si esta se encuentra en crisis y hacia dónde se dirige el orden mundial basado en reglas liberales.

Grace Blakeley: ¿Qué es el liberalismo?

Alexander Zevin: Mi libro rechaza algunas ideas sobre lo que es el liberalismo para llegar a una mejor definición. A lo que estoy respondiendo son estas ideas de que el liberalismo comienza en el siglo XVII con John Locke y sus ideas y teorías políticas o con Adam Smith en el siglo XVIII en La riqueza de las naciones y cosas por el estilo.

Sostengo en este libro que el liberalismo en realidad emerge y debe entenderse en el contexto histórico del período posterior a las guerras napoleónicas. Es el momento en Europa, España y luego en Francia, en que la gente se describe a sí misma por primera vez como 'liberal'. Tenemos que hablar de qué es el liberalismo en virtud de esa autodescripción. Cuando usamos ese momento como punto de partida, vemos muy claramente que se trata de una reacción a varios acontecimientos, uno de los cuales es la eliminación de los viejos regímenes en Europa para que surja una nueva forma de política de clase media.

Por un lado, esta política está en contra del absolutismo, quiere un gobierno responsable, quiere elecciones, al menos en un cierto sentido y para determinadas personas, y quiere derechos constitucionales y cosas así. Pero, por otro lado, los artífices de este nuevo orden social se asustan pronto de las masivas movilizaciones populares. Es en esta suerte de espacio intermedio en que comienza el liberalismo.

También es el momento en que el capitalismo industrial de verdad se pone en marcha. Son las cosas en las que la gente piensa cuando se trata de formar un gobierno limitado, establecer controles y contrapesos y un gobierno responsable, pero también es este fenómeno que solo puede surgir realmente a principios del siglo XIX, cuando los liberales se enfrentan a desafíos como la demanda del voto de la gente común, la expansión del capitalismo y lo que eso significa para la gobernabilidad y la economía.

Desde esa perspectiva, algo así como el argumento de que los neoliberales en la década de 1980 vieron la democracia como un impedimento para la introducción de las políticas económicas que querían es en realidad una tensión que ha sido inherente al liberalismo desde sus inicios: la tensión entre democracia, representación democrática y los intereses del capital. ¿Es eso correcto?

Exactamente. Una de las cosas que se olvidaron durante la Guerra Fría y también hoy en día es la idea de que lo liberal y la democracia van de la mano; que existen cosas llamadas democracias liberales, que vivimos en ellas y que es imposible separar estas dos cosas.

De hecho, históricamente, los liberales no fueron demócratas. Idearon muchas estrategias diferentes para tratar de limitar el voto a aquellos con educación o aquellos que pagaban una cierta cantidad de impuestos sobre la renta o la propiedad, todo tipo de formas ingeniosas de diseñar límites constitucionales a la capacidad de voto de la clase trabajadora, o sea de la chusma.

Lo interesante es que los neoliberales abordan una cuestión (en un nuevo contexto, eso sí) en el que los liberales han pensado desde los albores del liberalismo. En cierto sentido, las democracias ya están bien establecidas en el momento en que voces neoliberales empiezan a tener eco, a principios de la década de 1980, pero hay nuevas formas y nuevos medios a su disposición para tratar de resolver problemas tales como redistribución y las demandas de derechos económicos, las cuales interferirían con el libre funcionamiento del mercado y con el mecanismo de precios, el cual, a su vez, sería fundamental para la libertad individual y el buen funcionamiento del capitalismo.

El título completo de su libro es Liberalism at Large: The World According to the Economist. ¿Por qué estudiar el liberalismo desde la perspectiva de una revista?

Es un proyecto extraño. Una de las razones por las que lo hice fue que quería cuestionar las formas convencionales de hablar sobre el liberalismo. En lugar de mirar el canon (Locke, Mill, Rawls, y otros liberales muy conocidos) me quedó claro que --al mirar una revista que, como en este caso, es fruto de un esfuerzo colectivo, sale cada semana y en realidad ha estado en el centro de los eventos de la actualidad mundial desde hace mucho tiempo, con editores que, aunque anónimos, han ocupado puestos importantes en el Tesoro, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, como Primeros Ministros, como Gobernadores del Banco de Inglaterra-- podría contar una historia de liberalismo que acomodara el concepto de cambio y transformación.

El liberalismo no siempre ha sido la misma cosa, porque siempre ha respondido a nuevos desafíos, nuevas amenazas, nuevos acontecimientos: The Economist tiene que responder a los eventos todas las semanas durante más de 175 años. Yo he pretendido definir el liberalismo de una manera mucho más flexible y también más contextual.

Pienso que hay algo un poco pesado o aburrido en los libros sobre periódicos, pero este no es un libro aburrido, creo yo. Esto es así porque en realidad no intento hacer una biografía de un periódico de forma convencional. El libro estudia la revista como un núcleo de intercambios e idas y vueltas intelectuales, de ideas, así como el resultado del conjunto de desafíos, crisis, debates que ocurren dentro del periódico y con el periódico y otros pensadores.

En cada capítulo, desde la década de 1840 hasta la actualidad, siempre ubico lo que está sucediendo dentro de The Economist, sus diversas posiciones, frente a pensadores clave a la izquierda o la derecha del liberalismo. En los años 1850-70, es un debate con John Stuart Mill. En los años 20, 30 y 40 del siglo XX, se da un debate con John Maynard Keynes. Mi libro hace cosas poco usuales y más divertidas de lo que podría pensarse, tratándose de una historia de un periódico.

Es muy interesante la forma en que estudias el liberalismo desde la perspectiva de esta revista. Si fueras a estudiar el liberalismo, como yo y muchos otros lo hicimos en nuestros cursos de filosofía política en la universidad, se hablaría de Locke y Mill para seguir hasta Rawls y de esta manera verías el desarrollo de este canon del pensamiento liberal.

Pero cuando observas el liberalismo en la práctica, como siempre ocurre con la aplicación de cualquier teoría, es muy diferente de lo que uno se imagina al estudiar el canon ideológico. Tú consideras esta diferencia entre teoría y práctica en el libro, mirando las tensiones desde diferentes perspectivas y durante un período de tiempo muy largo, usando evidencia excepcionalmente interesante de archivos y un montón de fuentes diferentes. Me preguntaba si podríamos repasar algunos de estos ejemplos de divisiones dentro del liberalismo, entre la práctica y la teoría del liberalismo, siendo el primero, por supuesto, el libre comercio.

En la mitología del liberalismo, se da por supuesto que el libre comercio es lo que distingue el liberalismo de sus competidores ideológicos y que los partidos liberales llevan siglos defendiendo el libre comercio de manera ininterrumpida. Pero hubo mucho más debate entre liberales de lo que se suele pensar sobre cómo debía funcionar el libre comercio, particularmente en el contexto del imperio.

La teoría del libre comercio era supuestamente una teoría de la paz y la buena voluntad: que con mayor intercambio comercial, habría interacciones más pacíficas entre las naciones. Aquí hay una idea que viene de la ilustración: que el comercio refinará los modales y formará la base de unas buenas relaciones entre personas de diferentes culturas y zonas geográficas.

Esta es la teoría de Richard Cobden, uno de los héroes de la Anti-Corn Law League, este famoso grupo que surge en las décadas de 1830 y 40 en Inglaterra en la lucha contra las Corn Laws, que eran mercantilistas y, como tales, mantenían altos los precios de los cereales en Inglaterra tras las guerras napoleónicas. Las clases medias las veían como un vestigio del privilegio aristocrático de la clase terrateniente. Junto con la idea según la cual si derogas las Corn Laws habrá una mayor prosperidad, también tienes la idea de que la derogación acabará con la guerra. Existe la idea de que la guerra es también un vestigio de la clase guerrera aristocrática o de una mentalidad bélica propia del Antiguo Régimen, que es fundamental para la teoría del comercio.

James Wilson, el fundador de The Economist, no es muy conocido, pero es una figura fascinante, que era de origen escocés e hijo de un fabricante textil. También promovió esta idea que acabo de describir. Lo que vemos en la década de 1850 es una división radical entre James Wilson y Richard Cobden y John Bright, la cual no se comprende en su justa dimensión ni en los estudios académicos sobre el libre comercio ni en The Economist. Pero es importantísimo que entendamos la corriente dominante del liberalismo tal y como surge en la década de 1850.

Para la década de 1850, les queda bastante claro a los directores de The Economist que, para que el libre comercio llegue a ser, como ellos esperaban, el sistema dominante de la economía mundial, dependerá de más que de una simple cuestión de comercio. Tienes que obligar a la gente a comerciar libremente, por así decirlo. Hay una serie de conflictos en el siglo XIX, que comienzan con la Guerra de Crimea, y luego se extienden a China con la Guerra del Opio, y luego también el levantamiento y la rebelión de la India, sobre los cuales The Economist toma posiciones que abogan por el uso de la fuerza para "romper renuencias ruinosas" (o "crack the cake of custom" como se decía en inglés) a fin de penetrar en lo que se veía como una "resistencia asiática" al libre comercio y el progreso.

Hay una dimensión moral y económica en el argumento: que esto requerirá el uso de la Royal Navy, el despliegue de tropas y la colaboración con otras potencias, como Francia, para abrir la economía mundial. También ves a James Wilson denunciar a Richard Cobden y John Bright en el Parlamento porque en ese momento él tiene un puesto en el Tesoro, en que crea políticas gubernamentales y obtiene préstamos para luchar en estas guerras. El papel de The Economist en este cambio dentro de Gran Bretaña y la política británica hacia una postura mucho más liberal-imperialista agresiva es uno de los hallazgos del libro.

Otra gran ruptura dentro del liberalismo fue el nacimiento del keynesianismo. El aumento del apoyo a una mayor intervención por parte del estado y el nacimiento de las instituciones de Bretton Woods a nivel internacional se presentaron como dos elementos de una gran transición que dividió el liberalismo y a los liberales entre izquierda y derecha, y el declive de los movimientos socialistas reales durante los últimos cuarenta años aproximadamente nos ha dejado con este eje que define izquierda y derecha en función de si se cree o no que el estado debería estar haciendo más o menos.

¿Hasta qué punto es una ruptura el nacimiento del keynesianismo, la política económica keynesiana y lo que a menudo se conoce en el Reino Unido como el consenso de posguerra, con el liberalismo del laissez-faire que vino antes, y cómo lo ve The Economist?

En el libro presento un debate entre Keynes y The Economist, y, al mirar este debate, vemos que Keynes cambia de opinión. Lo vemos discutiendo consigo mismo porque tantos de los valores de The Economist también son suyos. Es estudiante de Alfred Marshall, la figura principal de la economía neoclásica en Gran Bretaña, quien más que nadie creó el estudio de la economía en Gran Bretaña en un sentido científico moderno, en Cambridge. También es estudiante de Walter Layton, quien llega a ser editor de The Economist y trabaja con él en el gobierno durante las dos guerras mundiales. Existe un diálogo personal real entre ellos.

También hay una frase famosa en The Economic Consequences of the Peace (en español, Las consecuencias económicas de la paz), en que Keynes habla sobre el mundo anterior a 1914 y se describe a sí mismo acostado en la cama leyendo sobre los precios de las acciones y sabiendo que la libra en su bolsillo, porque está respaldada por oro, es la misma en todas partes. No se necesita pasaporte para viajar. Tengo la sensación de que esta famosa frase, que es tan evocadora sobre cómo era el mundo eduardiano globalizado antes de que llegara la Primera Guerra Mundial y lo destrozara, en realidad describe a Keynes leyendo The Economist en la cama. The Economist es esa ventana al mundo de las altas finanzas y el capital globalizado en ese período antes de 1914.

En 1925, Gran Bretaña vuelve al patrón oro junto con el dólar estadounidense, y de esta manera impone una dura austeridad deflacionaria mientras que ya había habido austeridad durante varios años hasta ese momento. Después de 1925, The Economist y Keynes inician una lucha de ideas. Keynes comienza a cuestionar muchas de las suposiciones sobre el libre comercio que tenía hasta ese momento y a experimentar con ideas sobre un patrón oro flexible o comercio flexible e ideas sobre tarifas de ingresos y otras cosas por el estilo.

Sin embargo, sostengo que, hasta 1925, pero incluso posteriormente, The Economist y Keynes comparten ciertas suposiciones sobre, en particular, la importancia de la City de Londres para la posición de Gran Bretaña como potencia global en el mundo y la idea de la libra como moneda de reserva importante.

Al contar esta historia, reconozco que, sí, en efecto, hay desacuerdos fundamentales entre The Economist y Keynes, que de hecho son muy agudos a principios de la década de 1930. Keynes comienza a mantener que es necesario algo que podríamos llamar gasto deficitario, algo como crear un cierto nivel de inflación. Aunque muchos editores de The Economist son estudiantes de Keynes a estas alturas y están discutiendo sus ideas, la revista se resiste mucho a sus nuevas posturas, en parte porque temen cómo responderá la City de Londres a la idea de que las decisiones de inversión ya se van a tomar en otro lado. Quería abrir una serie de preguntas, debates, discusiones entre Keynes y la City de Londres y ciertas ideas sobre las finanzas, Gran Bretaña y el mundo.

Aquí también hay una pregunta más amplia sobre el vínculo entre el liberalismo y la economía como tema de estudio académico. Muchos de los primeros liberales eran economistas políticos. Las grandes preguntas que se hacían tenían que ver con el comercio, el interés nacional, las políticas soberanas. Alrededor de los años 60, se produjo el auge del keynesianismo. En los años 60 y 70, también vemos el nacimiento de la economía neoclásica, la síntesis keynesiana, que reúne parte de la economía política temprana y el pensamiento sobre los marginalistas junto con las ideas de Keynes, así como el surgimiento de la microeconomía y el modelado matemático. Ello va de la mano de la transición hacia el neoliberalismo. Estos cambios políticos parecen ir de la mano de los cambios económicas. En su opinión, ¿cuál es el vínculo entre ambos?

Ya que estoy pensando en el liberalismo, en lugar del neo u ordoliberalismo u otra de las variantes que surgen durante estas décadas a medida que la economía mundial cambia y se producen nuevas ideas, veo continuidad donde otros ven rupturas. Con David Edgerton, quien escribió un libro titulado The Rise and Fall of the British Nation, he tenido un intercambio productivo sobre hasta qué punto el año 1945 en realidad supuso un cambio fundamental en la economía política de Gran Bretaña, y hasta qué punto, digamos, el año 1979 fue también un momento crucial. Ciertamente, son rupturas tanto la elección del gobierno laborista en 1945 y los cambios que este hizo al estado de bienestar como luego la elección de Thatcher y la reversión de esas reformas.


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