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4.10.21

Retorno al presente: espacios globales, naturaleza salvaje, crisis pandémica (y 2) (II)

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Por Davide Gallo Lassere (*)

En la contribución anterior ("Bienvenidos al pasado.."), el autor asumía el análisis de Andreas Malm, a propósito del Capitaloceno y del vínculo entre capitalismo y energías fósiles, a partir de una perspectiva a

Capitaloceno, contrapoderes y transición socioecológica

El cambio climático y la pandemia de Covid-19 constituyen dos expresiones heterogéneas de la crisis ecológica epocal en curso. A diferencia de las crisis sociales, económicas y políticas que golpean de manera recurrente las sociedades capitalistas, la crisis ecológica no sigue una tendencia cíclica sino exponencial. La subsunción capitalista desenfrenada de la naturaleza produce siempre más efectos virulentos de retorno, los cuales están comprometiendo los presupuestos mismos sobre los cuales se funda la búsqueda de la ganancia. El teórico eco-marxista James O'Connor define tal proceso como "segunda contradicción", vale decir, aquella constricción estructural que empuja a la acumulación del capital a destruir las condiciones materiales naturales que aseguran su reproducción (13).

Según Malm, que comparte tal definición, hemos entrado en una época de emergencia crónica, en la cual los Estados estarán obligados a intervenir masivamente para hacerse cargo de la salud de la fuerza de trabajo y los consumidores. A tal propósito, la pandemia ha sido una circunstancia emblemática que muestra qué cosa pueden hacer los gobiernos cuando la supervivencia de las poblaciones está amenazada, llegando incluso a tomar decisiones que han determinado las hiperprofundas crisis tanto de la demanda como de la oferta global. Lamentablemente, las medidas extraordinarias adoptadas para limitar las pérdidas -de una magnitud jamás vista en tiempos de paz-, han intervenido sobre los síntomas de la crisis, distrayendo la atención de sus causas profundas.

Para salir de la gravedad de la situación en curso, tenemos necesidad por el contrario de una estrategia opuesta, que asuma como objetivo los factores que alimentan la crisis ecológica, y no la simple gestión más o menos eficaz de sus consecuencias deletéreas. Para Malm, una intervención de este tipo y dimensión sería auténticamente revolucionaria y repondría en el orden del día el gesto típico de los bolcheviques, los cuales, bien al medio de la Primera Guerra Mundial, tuvieron la capacidad de transformar la crisis de los síntomas en crisis de las causas, vale decir, la fuerza de invertir la guerra imperialista entre las grandes potencias mundiales en guerra civil revolucionaria.

La singularidad de la revolución del 1917 consistió, en efecto, en una intervención que probó concientemente confrontar la civilización así como se había manifestado hasta aquel momento, poniendo fin de tal manera al imperialismo y a la explotación de clase. Este es el legado filosófico-político e histórico-universal todavía reactivable del Octubre soviético. Más allá de sus conquistas concretas y de su degeneración estalinista, la toma del Palacio de Invierno insertó un proceso de auto-trascendencia inmanente de la modernidad, inauguró una dinámica de autosuperación, signada tanto por rupturas como por rescates de su herencia.

El "leninismo ecológico" que Malm auspicia debe entonces ser comprendido como un archivo donde buscar fuentes de inspiración, y no como una "afiliación partisana" (14). Esto implica, en primer lugar, un agudo sentido de la coyuntura. En la época del Capitaloceno realmente desplegado, dice Malm citando al colectivo inglés Salvage, "la política debe devenir enteramente una política del desastre" (15). Si bien sus espirales desastrosas afligen de modo combinado y desigual las diferentes regiones del mundo y las diferentes capas de la sociedad, la crisis actual es ya eminentemente trágica y está destinada a devenir siempre más trágica. Es este sentido de la urgencia el que empuja a Malm a declarar dos necrológicas (16): para la socialdemocracia y para el anarquismo. Y es tal urgencia la que orienta su perspectiva política hacia el "comunismo ecológico de guerra", antes que a un simple Green New Deal.

Para el investigador y activista sueco, los años 10 de nuestro siglo han sepultado toda suerte de variante reformista así como toda pretensión de renunciar a la leva estatal, abriendo las puertas a un realismo político intransigente que considera el poder del Estado como un instrumento imprescindible para la transformación social. En cuanto al abandono de los proyectos socialdemócratas, el gradualismo y la proyectualidad de largo plazo hacen parte de una época superada. Nos encontramos ya en el interior de un horizonte temporal que vuelve ingenua y obsoleta la esperanza en un lento mejoramiento de las condiciones de vida sobre la base del diálogo social y del compromiso entre los polos antagonistas de la sociedad. El agotamiento de los gobiernos progresistas latinoamericanos, la experiencia de Syriza en Grecia y de Podemos en España, y lo fallido de las campañas electorales de la izquierda socialista en el Reino Unido y en los Estados Unidos son la prueba. Esto no significa que estas fuerzas no tengan más un rol posible; al contrario, ellas deben ir simplemente más allá de si mismas si quieren sobrevivir a la agudización del enfrentamiento en acto a partir del 2008.

Igualmente condenadas a la irrelevancia están, según Malm, el horizontalismo y el antiestatalismo maximalista y de las llamadas izquierdas extraparlamentarias, relegadas al olvido de la historia no solo por el reforzamiento y la radicalización del enfrentamiento post-crisis del neoliberalismo, sino sobre todo por los desafíos puestos por la Covid-19 y todavía más por el calentamiento climático. El balance de las primaveras árabes, de las ocupaciones de las plazas durante el ciclo Occupy, de las huelgas feministas, de los movimientos antirracistas y por la justicia ambiental y climática, o de las numerosas sublevaciones populares desde el 2018-2019, está hecho de luces y sombras, y nos invita a rever las posiciones que toman firmemente distancia de la máquina estatal. Un cierto grado de hard power aparece en los hechos como necesario para parar rápidamente la deforestación salvaje, prohibir la extracción brutal de recursos naturales o reconvertir las multinacionales del capital fósil; un grado mínimo de centralización y verticalidad parece inevitable para atender a las necesidades de sociedades complejas y diferenciadas, partiendo por la salud pública. En otros términos, lo público no puede ser inmediata y enteramente sustituido por lo común.

Sin comentar todas estas tomas de posición, que ameritarían una discusión más profunda, pero teniéndolas siempre en mente sobre el fondo, nos limitaremos en las líneas que siguen a analizar las tesis de Malm desde la perspectiva de un confronte constructivo. Queremos dirigirle dos críticas que intentan concluir sobre una puesta en cuestión dialéctica de su leninismo ecológico.

Ante todo, nos parece que su investigación de una vía maestra hacia el realismo político, adolece de interrogar aquella forma-Estado que debería poner en juego medidas así radicales. ¿De cuál Estado estamos hablando? ¿Del Estado nación como lo hemos conocido en el siglo XIX y XX? ¿Solamente de una gran potencia estatal, o de cualquier Estado en general? También: ¿de un Estado aislado, que procede en un proceso solitario, o quizás "el comunismo ecológico de guerra en un solo país" es una contradicción en los términos? ¿Se precisa tomar en consideración una suerte de coalición o alianza interestatal? Si es así, ¿sobre cuáles bases: geográficas, políticas, o las dos juntas? ¿Y con cual objetivo, un Green Comintern, un Green Breton Woods? En este caso, ¿qué rol podrían jugar las instituciones internacionales, trasnacionales o supranacionales?

El potencial del arsenal de Estado y su autonomía relativa respecto a los intereses inmediatos del capital, han estado bajo los reflectores durante la primera fase de la pandemia. Si solamente las esferas estatales detentan el poder de realizar rápidamente y sobre la escala planetaria los objetivos macro-económicos y macro-políticos de una verdadera transición socioecológica, las cuestiones de la gobernanza global, de la soberanía en el siglo XXI, de la así llamada violencia legítima en un mundo multipolar, de la planificación/dislocación de los recursos en la época de las plataformas globales digitales, no pueden quedar sin respuesta.

Por amor al realismo, el esbozo de una teoría del Estado aparece entonces necesario para anclar un tal propósito a una perspectiva que se quiera realmente estratégica. Tanto más que la instauración de un estado de emergencia crónico puede desembocar en la institución de un Leviatán, o peor aún de un Behemoth climático (17). El Estado no puede ser tratado como una forma dada tal y como es, homogénea y transhistórica, so riesgo de tropezar con una "impolítica" de la transformación social. Y sobre tal punto, el hilo rojo que atraviesa la tercera parte de "El murciélago y el capital" muestra algunos fallos en varias ocasiones.

Pese a su gran atención a y su participación activa en los movimientos ecologistas (18), el realismo político del Malm de esta obra parece oscilar entre dos escollos, opuestos pero especulares. De un lado, este parece apostar teleológicamente sobre un punto de ruptura histórico determinado por la crisis climática. Como la nube porta consigo la tempestad, el global warming porta consigo la fuerza de impacto necesaria para imprimir un giro radical en el curso de la historia. Allí donde se esperaría un esbozo de una teoría del sujeto, Malm delega todo el "trabajo sucio" a la autonomía de la naturaleza, y no a la de las subjetividades que se oponen al business as usual.

En su culminación, el avance objetivo del cambio climático terminará por garantizar la superación -más o menos sincronizada en los cuatro ángulos del planeta, como habrá sucedido con la pandemia- de aquel límite que amenaza la reproducción de la especie, obligando al Estado a intervenir. El crecimiento inexorable de las externalidades negativas producidas por el dominio feroz de la naturaleza constituiría la contradicción última, decisiva, de esta particular variante ecológica de la teoría del colapso, la cual no abre sin embargo mecánicamente (como el autor sabe demasiado bien) a los horizontes rojos (19).

Del otro lado, Malm parece deslizarse hacia el voluntarismo. En ningún punto nos dice quienes serán aquellos que maniobrarán las levas del comando estatal para conducirnos hacia el lado justo de la historia. Cuando esperaríamos adentrarnos en una teoría de la organización, nos reencontramos en vez en las manos de una indeterminada autonomía de lo político: como un deus ex machina, una vanguardia alimentada por la lección bolchevique comparecerá un buen día para conducir el asalto final al corazón mismo del Estado. Pese a su fuerza evocativa, la referencia a la revolución rusa permanece aquí limitada al comunismo de guerra, vale decir, a aquella fase bolchevique inmediatamente siguiente a la toma del  poder por parte del partido comunista. Sin embargo, no sólo nos encontramos bien distantes de una situación como aquella, sino que la insurrección del Octubre 1917 no fue ciertamente un relámpago en un cielo sereno, ella fue preparada por la derrota de 1905, por el antecedente signado por la sublevación de febrero de 1917, por el crecimiento de la auto-organización de masa en las fábricas, en los cuarteles, etc.

Lo que sorprende en esta exposición de Malm no es tanto su insistencia anti-idealista sobre el hecho que "no puede ser una ruptura limpia", sino la ausencia evidente de una teoría política de la transformación social, cuyos gérmenes sin embargo han enriquecido sus estudios historiográficos sobre el capital fósil y el Capitaloceno. Paradojalmente, el enfoque ultra-polìtico de este brillante panfleto sobre la Covid-19 no aferra los tres pilares de cualquier política: una teoría del Estado, una teoría del sujeto y una teoría de la organización.

¿Qué hipótesis, radicada sobre estos tres puntos, podemos sin embargo rescatar de un diagnóstico histórico análogo a aquel del mismo Malm? Quizás una zoonosis o el cambio climático terminarán por sepultar al capitalismo (y a la humanidad con él); y no obstante la enseñanza más valiosa de Lenin consiste precisamente en el  no confiar todo el poder a las crisis, y en el no transponer atemporalmente los contenidos de su política en otro contexto. Como sugiere el mismo Malm con su revalorización de la perspectiva leninista, lo que está todavía vivo de Lenin es ante todo su método.

Lenin como método, según la lectura autonomista, significa siempre adaptar la línea política a un análisis concreto de la coyuntura concreta, y un estudio minucioso de la composición social y política de las clases subalternas. Lenin deviene entonces el nombre de la forma organizativa a través de la cual las y los sujetos podrán interrumpir la continuidad de la explotación y del dominio capitalista en una situación específica. En este sentido, no podemos hacer referencia a Lenin sin un incesante aggiornamento, es decir, sin llevar constantemente "a Lenin más allá de Lenin" (20).

A este propósito, me parece que la multiplicación y la consolidación de contrapoderes permiten declinar la perspectiva política del leninismo ecológico de un modo más coherente: 1) con la fase histórica que estamos atravesando, 2) con la forma-Estado hoy dominante, 3) con la composición social y política emergida durante la ola de movilizaciones post-2008.

1) La composición espacio-temporal de los procesos de acumulación del capital es profundamente heterogénea. El multiverso capitalista produce, en efecto, una geografía y una temporalidad histórico-social muy variada. Lejos de uniformar los espacios, los períodos de grandes crisis, como aquel que ha caracterizado nuestros años 10, determinan efectos centrípetos que jerarquizan todavía más las diferentes regiones del mundo. Si la explosión de la pandemia ha creado un alineamiento parcial de ciertas condiciones objetivas sobre la escala planetaria, ella también y sobre todo ha reforzado las asimetrías sociales y regionales ya vigentes.

2) A partir de los años '70, el desarrollo de la acumulación del capital ha desposesionado ampliamente a la forma-Estado de su poder de regulación. La internacionalización de los procesos económicos (deslocalización de la producción, globalización de los intercambios, digitalización, intensificación y extensión de las cadenas logísticas); la emergencia intensificada de potencias multinacionales no estatales; el papel y extensión de los tratados de libre comercio y del derecho privado transnacional;  las presiones ejercidas por los dispositivos financieros transnacionales, etc., han roto la unidad del Estado: de su territorio físico, de su aparato institucional, de su modalidad de funcionamiento. Es sólo sobre el fondo de este cuadro socio-geográfico y económico-político real, que una teoría y una práctica del doble poder pueden hacerse un camino, entrecruzando una política de la autonomía y una política institucional. Dentro y contra los aparatos de Estado, fuera y en alternativa respecto a ellos, o fuera y contra.

3) La radicación, la difusión y la reproducción de centros de contrapoder en todos los nodos vitales del sistema hacen implosionar las oposiciones rígidas entre táctica y estrategia, o entre reforma y revolución, que caracterizaron al movimiento obrero. Doble poder, entonces, como cuadro de auto-organización permanente de los movimientos y de auto-gobierno de la sociedad, que se ramifica a través de una densa red de contrapoderes (21).

Un enfoque tal renuncia al Estado como terreno prioritario de una política de la emancipación, pero no invita de ninguna manera a desertar de este campo de batalla. Al contrario: tal enfoque mira a articular en conjunto horizontalidad y verticalidad, enraizamiento social/territorial y esferas institucionales, en la perspectiva de retomar y aggiornar la teoría y la práctica del doble poder. Aún en una forma embrionaria, es cuanto creemos haber visto a la obra con el estallido de la pandemia, y cuanto nos parece haya caracterizado, con sus puntos de fortaleza y debilidad, a los recién terminados años 10.

Pero es también la lectura que hacemos de otra obra reciente de Malm, "Cómo sabotear un gasoducto", en la cuál el autor reflexiona bajo la óptica de una pluralización de las prácticas, entretejiendo de un lado luchas ecologistas, luchas sociales y luchas decoloniales en el Norte y el Sur global, y del otro las diferentes formas de acción directa: manifestaciones, acampadas, ocupaciones, bloqueos, sublevaciones, huelgas (proletarias y precarias), sabotajes, etc. Es solamente partir de este cuadro que la cuestión del doble poder puede ser repuesta.

Consideraciones finales

La potencia de la naturaleza ha pasado al contrataque. La violenta perturbación de su autonomía ha terminado por desencadenar una pandemia que ha insertado, a su vez, una crisis sanitaria, social, económica y política extremadamente violenta. De frente a esta trágica situación, los Estados han proclamado su entrada en guerra: retórica bélica, leyes marciales y uso desplegado de las prerrogativas soberanas. El despliegue militar del poder soberano ha aparecido a la mayoría como una píldora amarga pero necesaria para enfrentar la emergencia en la que nos habíamos hundido. Sin embargo, "las pandemias no deben ser consideradas, en analogía con la guerra, como argumentos biológicos a favor de la centralización del poder".

Desde el inicio de la pandemia, los Estados no han sido capaces de pensar y de actuar "como un epidemiólogo". Un enfoque en términos de doble biopoder, para retomar la bella expresión de Alberto Toscano y Panagiotis Sotiris, nos parece proporcionar una alternativa preferible al "deseo de Estado" que ha emergido en cierta parte de la izquierda radical de todo el mundo. En sus contribuciones, Toscano y Sotiris han expuesto muy bien el potencial político de una perspectiva radicada en la esfera de la reproducción (salud, educación, cuidados), que contiene en sí las trazas de una contra-estrategia antagonista a la soberanía estatal y a la gobernanza neoliberal, y enteramente fundada en las luchas sociales y en sus saberes democráticos (22). ¿En qué medida tal orientación sería transcribible en el plano de la lucha contra el cambio climático y más en general contra la crisis ecológica? O, para poner de modo lapidario una cuestión decisiva a modo de conclusión: ¿cómo declinar una teoría y una práctica del doble poder ecológico a la altura de la catástrofe que viene?

Notas

[1]   A. Malm, La chauve-souris et le capital, La Fabrique, 2020, en particular el capítulo sobre el «comunismo de guerra ecológico», pp. 133-201 (ed en español: El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, Errata Naturae, 2021). Sobre la Covid-19 y el "deseo de Estado", cfr. A. Toscano, http://www.historicalmaterialism.org/blog/beyond-plague-state.

[2]   A. Malm, La chauve-souris et le capital, op. cit., p. 64.

[3]   Cfr. R. Wallace, Big Farms make Big Flu: Dispatches on Influenza, Agrobusiness, and the Nature of Science, Monthly Press, 2016 (ed. en español: Grandes granjas, grandes gripes. Agroindustria y enfermedades infecciosas, Capitán Swing, 2020). En Italia han sido publicados dos importantes textos de Wallace en simultáneo al estallido de la pandemia: https://www.infoaut.org/approfondimenti/da-dove-e-arrivato-il-coronaviru... y sobre todo https://www.infoaut.org/global-crisis/covid-19-e-i-circuiti-del-capitale (en español, ver distintas entrevistas a Wallace en medios alternativos, durante el transcurso de la pandemia, como https://www.sinpermiso.info/textos/el-negocio-agroalimentario-pondria-en-riesgo-millones-de-vidas-entrevista-a-rob-wallace, y https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/entrevista-rob-wallace-grandes-granjas-grandes-gripes?fbclid=IwAR34RVNoJj6vXZQTz6E5IF217l-iheNqKhgwNQ9WCVTpBaUXPpbB2XWPnuI ).

 [4]   D. Quammen, Spillover. Animal Infections and the Next Human Pandemic, W. W. Norton & Company, 2012, p. 21. La probabilidad de eventos pandémicos al inicio del siglo XXI era tan elevada que los epidemiólogos y y virólogos hablaban de NBO, the Next Big One. Quammen añadía en la época que "la diferencia entre HIV-1 y NBO podría ser, por ejemplo, la rapidez de acción: NBO podría ser rápido en matar cuanto el otro ha sido relativamente lento. La mayor parte de los nuevos virus trabajan a gran velocidad" (p.45). Y poco después aconsejaba prosaicamente: "tengamos bajo control a los animales salvajes, porque mientras nosotros los asediamos, cercamos, abatimos y exterminamos, ellos nos pasan las enfermedades" (p.48).

[5) A. Malm, La chauve-souris et le capital, op. cit., p. 61.

[6]   ibid, pp. 51- 54.

[7]   ibid, pp 54.

[8]   ibid, p. 91.

[9]   ibid, pp. 71- 78.

[10] Con ello se entiende la superficie necesaria a extraer, cultivar y ensamblar las partes que componen el producto terminado. En lo que hace a las asimetrías de poder, podemos extender esta consideración a las relaciones de clase: "ser muy rico significa tener los medios para pagarse las tierras y forestas tropicales", ibid. pp.76

[11] Ibid. Como escribe Malm a propósito de la malaria, "es la deforestación la que propicia al vector de la malaria, el mosquito: la luz del sol alcanza más fácilmente el suelo donde las larvas de mosquito se desarrollan; además, cuando la biodiversidad disminuye, los mosquitos encuentran menos predadores. Nigeria es el país que más sufre la difusión de la malaria a causa de la deforestación. Deforestación que está ligada principalmente a la exportación de madera y cacao. Estas mercancías son destinadas a los países del Norte: los consumidores que tienen el impacto más fuerte sobre la malaria son entonces los más grandes consumidores de cacao, los holandeses, los belgas, los suizos y los alemanes. En suma, los europeos tienen el chocolate y las ganancias, los africanos la malaria".

[12] Ibid, pp. 124- 132.

[13] Cfr. J. O'Connor, http://www.columbia.edu/~lnp3/second_contradiction.htm

[14] Ibid, pp. 174-175.

[15] Ibid, p 189.

[16] Ibid, pp. 135- 140.

[17] Cfr. J. Wainwright, G. Mann, Climate Leviathan, Verso, 2018, un excelente texto de filosofía política que interroga las transformaciones de la gobernanza global bajo la lente de la emergencia climática.

[18] Cfr. A. Malm, Comment saboter une pipeline, La Fabrique, 2020, un ensayo accesible y muy útil, que desde un punto de vista interno a los movimientos ecologistas propone una crítica de la fetichización de la no violencia.

[19] Cf. Zetkin Collective (del cual Malm es miembro), Fascisme fossile, La Fabrique, 2020. Cfr. también la espléndida conferencia pronunciada (en inglés) por Malm en SOAS poco después de la elección de Trump, Violent Past, Hot Present, Extreme Future,  https://www.youtube.com/watch?v=AcYMnVHzVWc

[20] Sobre la lectura autonomista de Lenin, ver Mario Tronti, Obreros y Capital, Akal, 2001, particularmente el capítulo "Lenin en Inglaterra"; Antonio Negri, La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre Lenin (en Los libros de la autonomía obrera, Akal, 2004).  De Negri sobre Lenin, ver en Euronomade (en italiano) algunas intervenciones preciosas:  Lenin dalla teoria alla pratica http://www.euronomade.info/?p=9675, y La questione Lenin in Italia anni '70 http://www.euronomade.info/?p=9656

[21] Sobre estos tres puntos, aquí apenas esbozados, retomamos los argumentos desarrollados más ampliamente en mi artículo Penser le capitalisme global: multiplication du travail, opérations du capital et contre-pouvoirs, Actuel Marx, https://www.cairn.info/revue-actuel-marx-2021-1-page-185.html

[22] De Sotiris véase https://criticallegalthinking.com/author/panagiotis-sotiris/ ; de Toscano http://www.historicalmaterialism.org/blog/beyond-plague-state . Sobre la teoría del doble poder, véase la estimulante cartografía de Toscano, After October, Before February: Figures of Dual Power, en F. Jameson, An American Utopia, Verso, 2016, pp. 211- 241; y también S. Mezzadra, B. Nielson, The politics of operations, Duke University Press, 2019, en particular pp. 209- 252.

 

(*) Davide Gallo Lassere participa en redes de investigación militante y es Doctor en Filosofía por la Universidad de París/Nanterre y la Universidad de Turín.

Fuente: http://www.leparoleelecose.it/?p=40711#_ftn22

Traducción: Diego Ortolani Delfino


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