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27.9.21

Primarias verdes en Francia, futuro negro para la izquierda

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Por Elizabeth Duval (*)

Dos candidatos se juegan el liderazgo de los ecologistas, que aclarará (o no) el panorama hacia las presidenciales de los socialistas de Anne Hidalgo y de la Francia Insumisa de Mélenchon.

El 19 de septiembre se comunicaron los resultados de la primera vuelta de las primarias del espectro ecologista francés: se clasificaron Yannick Jadot y Sandrine Rousseau, con un 27 y un 25%; otros dos candidatos quedaron alrededor de un 22%. La división no es cosa menor, pero es que las primarias verdes tienden a la sorpresa. Vamos con anécdotas. En 2001, Alain Lipietz ganó las primarias, pero fue revocado como candidato por su partido al declarar que tarde o temprano habría amnistía para los nacionalistas corsos, como era "inevitable en todo conflicto político". En 2011, cuando se presentó Nicolas Hulot, sólo faltó la guillotina: los compañeros verdes lo presentaban como un paracaidista llegado "desde los platós de la cadena TF1", "con una imagen indisociable de las multinacionales que han sido sus mecenas durante años". Luego fue ministro de Macron, por más que después renunciara, así que quizá no estaban del todo equivocados. En 2017 no hubo presidenciable verde: Yannick Jadot, que en esta ocasión vuelve a presentarse, se retiró para apoyar la candidatura de Benoît Hamon. El socialista del 7%, a saber, el gran fracaso.

En las elecciones europeas de 2019, Europe Écologie Les Verts -a partir de ahora solamente "los verdes"- quedó como tercera fuerza, con un 15% de los votos: los ecologistas podían presumir de ser hegemónicos en el campo de las izquierdas, divididas en tres o cuatro, si contamos con los comunistas, que se presentaron quedando por debajo de la barrera del 5%; los medios hablaron de una ola verde europea que empezaba a dibujarse. En 2020, las elecciones municipales parecieron confirmar al menos una parte del mensaje: los verdes, solos o en coalición, consiguieron las alcaldías de ciudades como Lyon, Burdeos, Estrasburgo o Poitiers, además de participar en las listas electorales victoriosas de París, Montpellier o Marsella. 

La historia así contada parece un sueño ecologista. Hay otra parte. O dos, o tres más. La primera noticia es que la Agrupación Nacional -es decir, el Frente Nacional, para quienes no se enteraron de su lavado de cara y cambio de nombre: en el cartel que lleva ahora Le Pen, el partido ni siquiera aparece, y sólo se habla de las libertades, las libertades queridas; eso nos trae otras reminiscencias más sórdidas- quedó en el primer puesto y salió victoriosa de aquellas elecciones europeas. No sucedió lo mismo en las elecciones regionales y municipales, por una magia muy francesa: la del sistema electoral a dos vueltas. Segunda doblez: el Partido Socialista, desaparecido tras el fracaso de Hamon en las últimas presidenciales, sacó pecho por todas las regiones que logró conservar aquella noche, beneficiándose de la prime au sortant, a saber, "más vale pájaro en mano que ciento volando". Los socialistas, por pasar de una irrelevancia absoluta en las últimas presidenciales a salvar los muebles en las regionales y municipales, consideran que vuelven a ser ellos los que mandan en la izquierda... y denuncian al resto por ser woke. 

Este es el contexto de las primarias de los verdes en Francia, al cual convendría añadir dos experiencias más: por un lado, la declaración ansiosa de Jean-Luc Mélenchon a finales de 2020, herido él -y herida la Francia Insumisa- por lo cerca que estuvo de llegar a la segunda vuelta en 2017, y creyéndose aún capaz de reagrupar tras de sí a la izquierda como en aquella elección, sin tener en cuenta todos los desarrollos posteriores; por el otro, el fracaso vivido en la región de Isla de Francia, su equivalente a la Comunidad de Madrid, donde la derecha arrasó en segunda vuelta contra una coalición de los ecologistas y la izquierda. Esa derrota, si bien la victoria era improbable, deja un mal sabor de boca a toda tentativa de unión, y demostró bruscamente que la suma de tres a veces no va más allá -o incluso se queda por debajo- de la enumeración de sus partes. Los comunistas -con una relación muy ambivalente con la Francia Insumisa- ya tienen a su propio candidato, Fabien Roussel, que compra el discurso sobre seguridad de la derecha. Posdata: Arnaud Montebourg, antiguo ministro socialista, también ha lanzado su candidatura, hablando de "la remontada francesa", después de años como emprendedor de miel, tratando de unir a soberanistas "de ambas orillas". Quien no se consuela es porque no quiere. 

¿Quiénes se han presentado a las primarias? Eran cinco candidatos. El primero, favorito según los sondeos, pero que ha pasado de un 60% de intención de voto entre simpatizantes a cosechar sólo el 27% en las primarias, es Yannick Jadot. Se ha dicho que Macron quiere ficharlo para el Gobierno que surja de las próximas elecciones. Aunque sea el "moderado", aunque se señale un presunto greenwashing, Jadot intenta llevar una seriedad muy clásica a su discurso, hablando de una ecología "de combate y de soluciones"... pero asume perfectamente, como dijo en el debate de Médiapart, cuestiones como la nacionalización temporal de empresas de sectores estratégicos -como la energía- para desarrollar planes verdes. El marco francés es distinto. Será moderado, pero no es ni de lejos un neoliberal. Los verdes no van hoy con las derivas de Daniel Cohn-Bendit, y tampoco se parecen tanto a la tendencia de los alemanes de querer juntarse de vez en cuando con la derecha. Incluso él insiste recurrentemente, en una vertiente muy francesa, en la soberanía y la soberanía energética, hablando de la necesidad de no depender ni de Rusia ni de las petromonarquías del Golfo. Ahí queda. 

Éric Piolle, alcalde de Grénoble, que tenía buena parte del apoyo estructural del ala de izquierdas del partido -y que ahora irá a Sandrine Rousseau-, más cercano a los insumisos que a los socialistas -caso inverso al de Jadot-, ha quedado laminado por la aparición de Sandrine Rousseau, una de las grandes sorpresas de estas primarias. Profesora en la Universidad de Lille y economista, Rousseau abandonó el partido de los verdes en medio de un escándalo de acoso sexual por parte del político ecologista Denis Baupin, con declaraciones enmarcadas dentro del contexto del #MeToo francés; Rousseau, que ya era militante ecologista y una figura importante del partido, se alejó de él para centrarse más en la lucha feminista. La unión entre ambos puntos se ha convertido en su bandera durante estas primarias: la lucha ecofeminista. Explicó, al principio de uno de los debates televisados, que el motivo principal por el que se presentaba a las primarias era para vengar "la humillación" que había sufrido por parte de Macron, y que no solamente la afectaría a ella, sino a todas las mujeres: la nominación de Gérard Darmanin, antiguo ministro de la Función Pública, como ministro del Interior del Gobierno de Jean Castex... es decir, la nominación de un político investigado por presuntos acosos y abusos sexuales a la cabeza del ministerio encargado de la gestión de ese mismo caso. Darmanin respondió hace poco a las declaraciones de Rousseau amenazando con difundir mensajes privados de años atrás, que habrían tenido lugar cuando él era ministro de Función Pública y Rousseau una candidata posible a la dirección del Instituto regional de administración de Lille.

Recapitulemos, para ver un poco mejor el escándalo que se monta: un ministro del Gobierno amenaza a una candidata a las primarias con quebrar la ley para difundir unos mensajes privados que tuvieron lugar antes de que las acusaciones hacia ese mismo ministro fueran publicadas. Entre declaración y declaración que provoca la rabia de la derecha, con mensajes sobre la interseccionalidad y mucha cercanía con los insumisos, Rousseau ha monopolizado buena parte de la discusión pública durante las primarias de los verdes. Tomen nota: si gana, por sus posicionamientos radicales, la extrema derecha intentará decir que han sido ellos quienes la han colocado ahí a través de una campaña de trolleo. No querrán que nadie se crea sus méritos propios, ni su capacidad para entenderse con los demás candidatos de la izquierda. 

Esos candidatos son y eran los que proceden de Europa Ecología Los Verdes, centro del campo político ecologista en Francia. Vamos rápidamente con los outsiders, que han quedado fuera. Dedicaremos más atención a la que obtuvo el tercer mejor resultado. Delphine Batho es una buena noticia y también el relato de una transformación radical: fue la portavoz de campaña de François Hollande y luego su ministra de Ecología y Desarrollo Sostenible en 2012. Se rebeló contra el presupuesto que le habían asignado, juzgándolo demasiado pequeño para la tarea ecologista; fue expulsada del Gobierno. En el debate de Mediapart, le preguntaron por su compromiso frente a los lobbies, y si había sido recta con ellos: respondió que sí, y que precisamente por serlo la habían laminado. Es un caso curioso, curiosísimo, de una diputada ahora en el grupo mixto que se trae a su campaña incluso a anteriores macronistas... y lo hace bajo la bandera del decrecimiento. Todo su discurso -si bien lleva consigo tics republicanos parecidos al ataque a lo woke del Partido Socialista- se centra en la cuestión del decrecimiento y de los límites del desarrollo. Es una buena noticia, porque además es convincente y está muy preparada, sosteniendo interesantes debates con otros de los candidatos: por ejemplo, con la misma Sandrine Rousseau, sobre el aumento no del impuesto al carbón y la necesidad de hacer una transición ecológica que cuente con el pueblo y la clase trabajadora. O, por ejemplo, sobre las propuestas que salieron de la convención ciudadana sobre el clima... que no permitirían alcanzar la disminución del 65% de las emisiones de gas a efecto invernadero en 2030. En el debate de France Inter, parecía a ratos que los periodistas y moderadores querían humillar y atacar a los candidatos; en el de Mediapart, en cambio, logró hablarse de la PAC, de alianzas electorales y de muchas otras cuestiones.

Como apunte breve, el último candidato excluido, muy por debajo de todos los demás: Jean-Marc Governatori estaba dentro de las primarias por obligación judicial y su resultado fue tan mediocre como un trámite. Tuvo posturas que bordeaban la ola antivacunas que pasa ahora mismo por Francia. Y estuvo a punto, en otro de los debates, de declararse en contra del derecho a la blasfemia, además de ser el autor de catorce libros autopublicados... y definirse como "el político con el mejor curriculum vitae de Francia".

La primaria ecologista tuvo su primera vuelta entre el 16 y el 19 de septiembre y entre el 25 y el 28 tendrá la segunda. Nadie sabe qué saldrá de ahí, pero por la tendencia de los verdes podríamos atrevernos a afirmar que ganará Sandrine Rousseau. Las curvas vendrán después, cuando se conozcan todos los candidatos de la izquierda, entre una Anne Hidalgo ya declarada y con guiños ecologistas -pero sin demasiada repercusión todavía en los sondeos-, un Jean-Luc Mélenchon insistente y la incógnita verde. Lo que sucederá, como en el campo de la derecha, será a efectos prácticos una "elección primaria salvaje", en la cual algunos candidatos, si buscan hacerse los estrategas, desistirán de sus candidaturas según vayan orientando los sondeos de aquí a 2022. Yannick Jadot es el más cercano a los socialistas, pero ha afirmado una y otra vez que no se retirará como hizo en 2017: no parece tener intención de elaborar coaliciones. Sandrine Rousseau sí que ha coqueteado con la idea de una unión. A niveles prácticos, la opción que más posibilidades habría dejado abiertas sería la de Delphine Batho... pero ya está eliminada. Parece que, pase lo que pase, la izquierda francesa llegará a 2022 con tres candidaturas separadas. Rousseau dejaría una puerta abierta a que eso no sucediera. A partir de ahí, es cuestión de azar y de dados: ¿lograrán las primarias verdes en Francia aclarar el futuro negro para la izquierda? Misterio.

 

(*) Elizabeth Duval. Autora de 'Después de lo trans', 'Reina' y 'Excepción'.


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