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13.9.21

Algo más que economía

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Por Esteban Valenti (*)

La política está determinada de manera fundamental por la economía. Es una sentencia que de muchas maneras ha sido expresada a lo largo de la teoría política e incluso de la historia de los últimos cuatro siglos.

Las grandes corrientes del pensamiento que influyeron de manera determinante en los procesos históricos en ese periodo, tienen su base y hasta su nombre en creadores y en las ideas con una determinante económica fundamental, la escuela clásica, el liberalismo, el marxismo, el keynesianismo. Incluso podemos llegar a la ya famosa frase del James Carville, estratega de la campaña electoral de la campaña electoral de Willian Clinton, "Es la economía estúpido"

Obviamente que estamos haciendo referencia  a algo mucho más profundo, al peso determinante que ha tenido la economía política en todos los grandes movimientos sociales, políticos y culturales y no a una anécdota electoral.

Algo ha cambiado en este siglo, para caracterizar y analizar los procesos nacionales y globales ya no alcanza con la economía política como elemento definitorio, se incorporó un nuevo factor de peso creciente, de la mano de los cambios tecnológicos, sociológicos y culturales a nivel global, que se están acentuando con la pandemia y que en algunos países alcanzó los máximos niveles.

La economía política ya no alcanza para interpretar nuevos procesos, con un fuerte impacto político, ideológico y cultura y a su vez económico que se están produciendo a nivel global, y en particular en los países occidentales. Las claves anteriores de interpretación ya son insuficientes y poco elaboradas para explicar la nueva realidad. Pero incluso en China el reciente proyecto de ley sobre la regulación de los gigantes de Internet y su impacto en los individuos, en sus adicciones, en sus gastos, demuestra que incluso en ese país es una preocupación creciente

Ya no alcanza con analizar la diferencia entre ricos y pobres, es decir las diferencias sociales, las relaciones entre el trabajo y el capital y las diversas formas de acumulación y de apropiación de la riqueza, la producción, el comercio, las finanzas.

Hay un segundo factor que se incorpora a las claves de interpretación de muchos procesos nacionales con impacto global, son las crecientes necesidades de afirmar la propia identidad personal, de redescubrir su pertenencia a través de manifestaciones crecientes de nacionalismos, de definiciones raciales, xenófobas, de sus rasgos culturales, pero con un elemento determinante: un individualismo predominante y con base tecnológica.

Este grupo de nuevos elementos, determina simultáneamente la necesidad de construir enemigos, de potenciar a los "otros" y eso se genera a partir de adherir a algo fácilmente y fuertemente reconocible, una identificación y una competencia a través del choque con el enemigo o los enemigos.

La radicalidad del choque en las redes, con una fuerte componente de anonimato, que paradojalmente busca afirmar la propia identidad, influye en mucha gente que se repliega, que no quiere estar sometida a esas tensiones, en esos duros choques de opiniones, sobre todo, sobre la política, sobre las vacunas, sobre el covid, el futbol o cualquier otro tema. Ese repliegue masivo es también parte de este proceso cultural.

La diferencia con otros periodos de la historia es que en el siglo XXI, los factores anteriormente enumerados - que han existido antes - ahora se identifican con una cultura mucho más individual, más personal, más sicológica y con crecientes componentes emocionales y el factor determinante es la nueva comunicación, la sensación de que todos por igual podemos ocupar un espacio fundamental y comparable en la comunicación, en la opinión, en brindar información. Podemos expresar nuestras frustraciones, nuestros odios, nuestras resistencias y decepciones a través de la redes y combatir nuestra propia batalla personal.

La economía es obligatoriamente un fenómeno, un proceso social, tanto en su práctica, como en sus teorías, mientras que estos nuevos factores pueden maquinarse a nuevos y feroces niveles de individualismo, que luego explotan en todos los planos de las sociedades.

Esa corriente ideológica y cultural, no solo tiene expresiones políticas muy claras, como por ejemplo Trump en los EE.UU. cuando gobernaba y ahora, Bolsonaro en Brasil, donde alcanzaron su máxima expresión, pero hay movimientos en diversos países de Europa, de América, de Asia y sobre todo fuertes corrientes sociales que en algunos casos se manifiestan políticamente. Es un cambio esencialmente cultural e ideológico y no solo socio-económico, como factor detonante.

Es una mentalidad, una cultura que a partir de ese fuerte individualismo, atribuye sus avances, sus éxitos personales a sus méritos propios y sus fracasos y retrocesos a sus enemigos, a los "otros", que son fundamentales para alimentar su prédica permanente en las redes e incluso su lectura de los medios tradicionales de comunicación, entretenimiento e información. Y algunos que se han especializado en alimentar esa visión.

Se mueven en un círculo vicioso imprescindible para alimentar sus odios y sus frustraciones, porque es en definitiva la manera de alimentar su identidad y su ilusión que tienen la capacidad de combatir su batalla personal en Internet.

No se detienen ante nada, incluso ante la ciencia, considerada como otro de los instrumentos de los "otros", la pandemia y la batalla librada contra la vacunación por el covid 19 y sus mutaciones es la máxima expresión. Que los estados del sur y los más atrasados culturalmente en los Estados Unidos tengan porcentajes de vacunación de la mitad que los estados del norte del mismo país: o los millones de brasileros que apoyaron y apoyan el delirio anti covid de Bolsonaro, son las expresiones más claras de definiciones que no son circunstanciales, sino que incorporan una nueva clave obligatoria de lectura del mundo actual. Naturalmente que se basan en realidades culturales y sociales pre existentes, pero las potencian en sus peores componentes y le dan una dimensión que nunca antes tuvieron.

¿En cuántos países, en relación a los refugiados, a los diferentes, a la globalización y al odio a los "otros" estas corrientes de pensamiento y de acción están actuando?

Y no admiten solo una caracterización tradicional de derecha, existen mixturas rojo-pardas, en España, en Francia, en Italia, en Gran Bretaña, en Alemania, en Hungría, en Polonia y en muchos otros países. No son los populismo clásicos con una fuerte componente antidemocrática, tienen en su base ese individualismo emocional, esa búsqueda de una identidad propia enfrentada a otras identidades que si bien tienen sus antecedentes - no por cierto muy luminosos - en la historia, en particular del siglo XX, en este caso su base ideológica y cultural es diversa y no alcanza con encasillarla en la derecha.

Estas corrientes, lo han demostrado en Europa y en América se alimentan tanto de orígenes de derecha como de izquierda y producen climas culturales en sus sociedades donde se requiere de instrumentos muy refinados y atentos para su análisis, y no solo académico sino también político. Aunque la derecha les brinde el andamiaje para expresarse políticamente.

Analizando su desarrollo en el tiempo, estas formas de ver la realidad, estas sub culturas nunca son estáticas, se multiplican, porque generar enemigos es un proceso sicológico y emocional que genera su propia contrapartida, "otros", enemigos. Al populismo individualista y xenófobo, no siempre le responde el racionalismo o la fuerza de las corrientes históricas tradicionales. Pueden alimentarse capilarmente entre ellos mismos. Sus frustraciones, sus odios, sus ilusiones de estar afirmando su identidad exclusiva y no ser manipulados en algunos casos como una necesidad del propio mercado y su demanda y, en otros casos por fuerzas roji-pardas de amplio espectro que encuentran su terreno fértil para sus populismos reaccionarios y antidemocráticos.

Estas observaciones son el resultado de una observación que en particular he desarrollado desde hace tres años, que se intensificó con la pandemia y con procesos políticos en EE.UU. y Brasil, pero en particular sobre las ilusiones y los odios generados por las redes, que también han arrastrado a su terreno a muchos medios tradicionales, en particular de entretenimiento.

La tensión, el individualismo encapsulado y autorreferente, el odio hacia todos los otros, incluso algunos que no están muy lejanos, sino que simplemente no coinciden con las "verdades" y las "emociones" personales, no están siendo estudiados adecuadamente. Representan cambios en proceso a nivel global.

Requieren una atención no solo de la crónica, sino de la investigación de las ciencias sociales, de la moral de las nuevas formas de comunicación, porque el recorte de la libertad no es una opción, sería una victoria planetaria de esos individualismos fanáticos y peligrosos.

Las fuerzas culturales, políticas, sociales, necesarias para enfrentar esos procesos, que no siempre se expresan en partidos o movimientos, sino en profundas transformaciones regresivas en las sociedades, deberían ser lo más amplias posibles. Lo que está en juego es demasiado importante.

 

(*) Esteban Valenti. Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay


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