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23.8.21

Un debate sobre el método del programa marxista (III)

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Por Matías Maiello, Rolando Astarita (*)

La Comuna, la destrucción del Estado y el gobierno obrero

En crítica a mis posiciones, Maiello explica cómo Marx y Engels corrigieron, a partir de la experiencia de la Comuna, el programa de El Manifiesto Comunista en lo que atañe al poder. Como bien dice Maiello, Marx y Engels llegaron a la conclusión de que no basta con tomar posesión de la maquinaria del Estado, ya que hay que destruir el Estado burgués. Con lo cual podemos completar las condiciones planteadas por Engels para las medidas de transición: para aplicarlas la clase obrera debe tomar el poder, con armas en la mano, y destruir el Estado burgués. Esto es precisamente lo que no dicen los trotskistas cuando presentan sus recetas-todo-soluciones. Peor todavía, dejan el asunto del poder -y la destrucción del Estado burgués- en la cómoda nebulosa del "gobierno obrero" (¿laborismo? ¿PT? Hace años ¿"gobierno PC - PS"?)

Control obrero y cooperativas obreras

De la misma manera que con el resto de las demandas transicionales, los trotskistas no explicitan en qué condiciones se puede aplicar el control obrero real, no burocrático. Es que el control obrero implica establecer un poder al interior de las empresas, en el corazón de la explotación capitalista. Lo cual vuelve a mostrar la vigencia de la condición "la clase obrera de pie y armada". ¿O de qué manera, si no, los trabajadores podrán contrarrestar a las bandas armadas promovidas por los capitalistas, y la represión del Estado en defensa del sacrosanto derecho de la propiedad privada? Pero los trotskistas, una vez más, evitan cuidadosamente referirse al asunto.

Sin embargo, el enfoque reformista burgués del control obrero no se manifiesta solo en lo que se calla y oculta. También emerge y brilla en la crítica que me hace Maiello. Es que presenta como ejemplo del control obrero las cooperativas formadas, en Argentina, en fábricas abandonadas por patrones (particularmente durante la crisis de 2001-02).

Pero contra lo que dice Maiello, esas cooperativas tuvieron poco y nada que ver con el control obrero. De hecho, ya las encontramos en el siglo XIX, y a ningún socialista se le ocurría por entonces que fueran casos de "control obrero", y menos bastiones obreros que apuntaran a la transición al socialismo. Recordemos que en El capital (tomo 3) Marx señala que luego de las crisis quedaban fábricas abandonadas por los patrones, algunas eran ocupadas por los obreros y se formaban cooperativas. Algo absolutamente compatible con el sistema capitalista. Marx valoró esas experiencias como una muestra de que se puede prescindir de los patrones, pero jamás se le ocurrió que eso pudiera iniciar algún proceso de subversión de las relaciones de propiedad burguesa. En Argentina, incluso, muchas de esas cooperativas estuvieron avaladas por instituciones del Estado y partidos políticos burgueses. Más aún, hubo casos en que los obreros despidieron a sus asesores socialistas para aceptar las formas de organización sugeridas y promovidas por abogados burgueses. En cambio, el control obrero, entendido como doble poder, apunta al corazón del dominio del capital. Por eso mismo es inestable, y no puede durar. El conflicto se debe resolver para un lado o para el otro, o triunfa el poder burgués, o el obrero. ¿Qué tiene que ver esto con cooperativas en algunas fábricas abandonadas por las patronales, en una situación de dominio burgués controlado?

Disparates tácticos, estrategia reformista

Contra lo que dice Maiello, el método transicional recomendado por Trotsky afecta profundamente la estrategia de los partidos trotskistas. Es que al proponer medidas transicionales como apropiadas a situaciones de dominio burgués estable, esos partidos se deslizan hacia un oportunismo reformista que termina impregnando el conjunto de su política (y si agregamos el estatismo y el nacionalismo, tenemos el peor de los refritos oportunistas). Es que si la clase obrera no está levantada y en armas, las medidas transicionales solo pueden ser aplicadas "desde arriba". Con lo cual se llega al resultado de partidos que se dicen marxistas exigiendo al Estado burgués que aplique medidas de transición al socialismo. A esto Maiello lo llama estrategia revolucionaria.

Para terminar, repito la pregunta

Muchas veces hice la siguiente pregunta: ¿puede explicar algún trotskista dónde y cuándo la táctica recomendada por Trotsky -la agitación transicional en escalera- tuvo éxito? Maiello dice que agitar, por caso, la consigna de control obrero, en una situación como la de hoy en Argentina, puede llevar al doble poder (real). Pues bien, pregunto, ¿puede Maiello mencionar algún caso en que haya ocurrido eso? Respondo: no puede porque no lo hubo. A pesar de los cientos de grupos trotskistas agitando la receta del control obrero en todo tiempo y lugar, es imposible encontrar un solo ejemplo exitoso de la táctica recomendada. ¿Es posible que sigan repitiendo la fórmula como si fuera una cuestión de fe?

Agrego que mi crítica no surge solo de lecturas sobre la historia del socialismo, y el movimiento obrero, sino también de mi historia personal. Milité en el trotskismo durante dos décadas. Viví y trabajé cantidad de campañas de agitación estructuradas en torno a esas "una o dos consignas", repetidas insistentemente. Hubo casos en que el partido se fortaleció incorporando algunos militantes, o acercando simpatizantes. Pero nunca vi que se desatara la esperada movilización en cadena ascendente, como la preveía Trotsky. Tuve también relación, y milité, con trotskistas de otros países distintos de Argentina. Nunca supe de alguna campaña de agitación transicional que hubiera dado los resultados esperados. Peor todavía, el elevado tacticismo centrado en consignas fomentó la despolitización, el vaciamiento teórico, e incluso el fraccionalismo. Es que si se considera que la clave de la revolución pasa por una consigna precisa, cualquier rasguño en materia de táctica se transforma en gangrena. No hay manera de evitar las infinitas divisiones, aunque se proclame a cada rato el deseo de unidad.

En cualquier caso, repito la pregunta. ¿Dónde y cuándo la táctica recomendada por Trotsky dio resultado?

https://rolandoastarita.blog/2021/08/03/programa-de-transicion-respuesta...

 

Sobre consignas en los primeros congresos de la Internacional Comunista

Orlando Astarita

En mi respuesta a la crítica del PTS sobre el programa de transición (aquí) sostuve que la Internacional Comunista, orientada por Lenin, no adoptó la política de la agitación transicional que luego recomendaría Trotsky. Recordemos que en 1938 Trotsky recomendó a sus partidarios agitar una o dos demandas transicionales (presentadas como recetas-solución a los males de los trabajadores), en situación de dominio más o menos normal de la burguesía, y sin explicitar sus condiciones de aplicabilidad. Mis críticos dicen que esta táctica ya estaba sugerida en los debates y resoluciones de los primeros cuatro congresos de la IC. En esta entrada demuestro que esta afirmación es insostenible. 

Primer Congreso de la IC

El Congreso fundacional de la IC se realizó en 1919 y estuvo atravesado por un marcado optimismo revolucionario. En noviembre de 1918 había triunfado la revolución democrática en Alemania, hecho que Lenin asimiló al "febrero ruso" de 1917, esto es, el prólogo inmediato de la revolución socialista. En otros países europeos había crisis, inestabilidad política e intensa agitación revolucionaria. Los bolcheviques estaban convencidos de que para el triunfo de la revolución obrera eran necesarios fuertes partidos comunistas, pero pensaban que bajo la influencia de la IC, y dada la intensificación de la lucha de clases, esa condición sería satisfecha. En el cierre del Primer Congreso de la IC Lenin decía: "La victoria de la revolución proletaria está asegurada en el mundo entero; la constitución de la república soviética internacional está en marcha". En consonancia con este diagnóstico, las resoluciones del Congreso trataron de la conquista del poder por la clase obrera; la dictadura proletaria basada en los consejos (soviets); la expropiación de la burguesía; y la socialización de los medios de producción. O sea, giraron en torno al "programa máximo".

Segundo Congreso

Un año y medio más tarde se realizó el Segundo Congreso. La ofensiva revolucionaria había sido detenida en Alemania-asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht- y la república húngara de los soviets había sido aplastada. En otros países la burguesía demostraba mayor capacidad de resistencia que la prevista por Lenin. Sin embargo, la situación todavía era muy inestable. Además, el Ejército Rojo estaba a las puertas de Varsovia, y Lenin y la mayoría de la dirección de la IC (pero no Trotsky) abrigaban la esperanza de que la intervención soviética desatara la revolución en Polonia.

En consecuencia la IC caracterizó que se mantenía la ofensiva revolucionaria. Desde el punto de vista de la táctica, la resolución más importante posiblemente fue la referida a los sindicatos y comités de fábrica. En ella el Segundo Congreso planteó que las masas afluían a los sindicatos; que el movimiento huelguístico "adquiere cada vez más el carácter de un conflicto revolucionario entre la burguesía y el proletariado", y que la burocracia sindical "procura imponer a los obreros la política de las Comunas obreras, de los Consejos unidos de la Industria y trabar la expansión del movimiento huelguístico". Dada la crisis, todo movimiento huelguístico "puede poner la cuestión de la revolución delante de los obreros". El ascenso de las masas desarrollaba "la creación de organizaciones capaces de entablar la lucha por el renacimiento económico mediante el control obrero sobre la industria ejercido por medio de Consejos de Producción". "La tendencia a crear consejos industriales obreros está ganando a los obreros de todos los países". Los Comités de fábrica apuntan a ser "la verdadera organización de masas del proletariado"; y muy pronto se verían en la necesidad de establecer el control obrero "sobre las grandes ramas de la industria y aun sobre su totalidad".

Se trataba entonces de profundizar, mediante los comités de fábrica, la ofensiva revolucionaria. En ella los comunistas tenían el deber de "hacer resaltar ante los obreros, en todas las fases de la lucha económica, que esa lucha no será coronada por la victoria sino en la medida en que la clase obrera haya vencido a la burguesía... y que establecida su dictadura, se encargue de la organización socialista de su país". O sea, la IC lanza la consigna del control obrero, explicando la condición de la victoria de esa demanda, la toma del poder por la clase obrera. El antecedente más inmediato era la experiencia rusa posterior a febrero de 1917, cuando en muchas fábricas los obreros establecieron el control sobre la producción. 

Tercer Congreso

El Tercer Congreso, realizado en 1921, se desarrolla en un marco distinto a los precedentes. El Ejército Rojo había sido derrotado en Polonia. En Alemania el PC -con apoyo de la dirección de la IC, pero la oposición de Trotsky- había intentado un golpe revolucionario, que terminó en un desastre; decepcionados, miles de obreros dieron su espalda a los comunistas, y el Partido sufrió una fuerte represión. Además, en Rusia la crisis era tan grande, especialmente en el campo, que se impuso la necesidad de retroceder del comunismo de guerra (viraje a la Nueva Política Económica).

La IC reorienta su táctica para adecuarla a las nuevas condiciones. El Segundo Congreso por lo tanto determina que la tarea es "ganar la influencia en la mayoría de la clase obrera e involucrar a los obreros más activos en la lucha" (resolución "Las tareas más importantes del día"). Admite que la mayoría de la clase obrera estaba fuera de la influencia de los comunistas, de manera que la tarea revolucionaria pasaba por participar en las luchas cotidianas de las masas, además de realizar propaganda y agitación. Si bien en los dos años anteriores se había logrado separar sectores de los obreros de la influencia reformista y burguesa, la ofensiva revolucionaria había sido frenada por la burguesía.

A pesar de la importancia que había tenido en el Segundo Congreso la consigna de los comités de fábrica, en las resoluciones del Tercero no aparece un balance de cuánto habían avanzado, ni en qué medida habían establecido el control sobre la producción. De todas formas, el Tercer Congreso sostuvo que los comités de fábrica debían surgir como resultado de luchas arrancadas en torno a las necesidades elementales. Más precisamente, "los comités de fábrica podrán cumplir sus tareas solo si se establecen en el curso de la lucha por la defensa de los intereses económicos de las amplias masas trabajadoras y si tienen éxito en unir todas las secciones revolucionarias del proletariado...". En consecuencia, la IC vuelve a poner énfasis en el programa mínimo. "Los comunistas pueden mostrar a las masas atrasadas y vacilantes el camino a la revolución, y mostrar cómo los otros partidos están contra la clase obrera, avanzando un programa militante que urja al proletariado a luchar por sus necesidades básicas". La agitación, propaganda y trabajo político de los PC "deben empezar por entender que no es posible la mejora a largo plazo de la clase obrera bajo el capitalismo y que solo el derribo de la burguesía y la destrucción de los Estados capitalistas harán posible la transformación de las condiciones de vida de la clase obrera y la reconstrucción de la economía arruinada por el capitalismo" (énfasis agregado).

Se explicitan, por lo tanto, las condiciones sociales y políticas para el triunfo de esas demandas. Por eso también el Congreso afirma que la consigna, avanzada por los partidos centristas, de la socialización o nacionalización de las ramas más importantes de la industria "es un engaño, ya que no está vinculada a una demanda de victoria sobre la burguesía". Señala que "algunos centristas piensan que su programa de nacionalizaciones... está en línea con la idea de Lassalle de concentrar todas las energías del proletariado en una única demanda, usándola como palanca de la acción revolucionaria que entonces se desarrolla en lucha por el poder". En oposición a ese tipo de agitación, la IC afirmaba que "la acción revolucionaria debe organizarse en torno a todas las demandas levantadas por las masas, y estas acciones separadas gradualmente se fundirán en un movimiento poderoso por la revolución social". Se llama a los partidos Comunistas a ponerse al frente de la lucha de los desempleados. Además, debían crear organizaciones militares proletarias y grupos obreros de autodefensa para oponerse a los fascistas o bandas de rompehuelgas.

Señalo que Trotsky no presentó nada alternativo a estas decisiones de táctica política; en particular, no cuestionó la crítica de la IC a la táctica lassalleana de concentrar las energías en una única demanda (en 1938 recomendará esa política).

Cuarto Congreso

El Cuarto Congreso, en 1922, profundiza la orientación del Tercero. La consigna de este último, "hacia las masas", se concreta ahora en el llamado al frente único.

Se caracteriza ("Tesis del Frente Único") que la crisis económica del capitalismo sigue profundizándose, y que existe una fuerte ofensiva contra la clase obrera. Frente a esto, los obreros -incluidos los obreros socialdemócratas- empujan a la unidad. De manera que los partidos Comunistas debían luchar por la unidad de las masas en "la actividad práctica". La condición para esa unidad era la libertad de crítica a la socialdemocracia y el reformismo. Luego la Resolución pasa revista a la situación en los diferentes países -Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Checoslovaquia, EEUU- y para todos enfatiza en la unidad obrera para luchar por reivindicaciones elementales. La táctica del frente único pone en discusión si es correcto plantear que el frente único obrero se transforme en gobierno obrero; una discusión que no examinamos aquí. 

A su vez, en las "Tesis sobre la actividad comunista en los sindicatos", el Cuarto Congreso reconoce que, producto de la ofensiva capitalista y de la política de los socialdemócratas, el movimiento sindical ha perdido considerable fuerza en todos los países. La tarea es luchar por mantener la unidad sindical; y oponerse a los intentos de la burocracia de expulsar de los sindicatos a los comunistas. En las "Tesis sobre táctica del Comintern", se sostiene que "la táctica del frente unido permite a la vanguardia comunista liderar las luchas inmediatas de las masas obreras por sus intereses más vitales". También: "Toda lucha por lo demanda inmediata más limitada es una Fuente de educación revolucionaria, ya que es la experiencia de la lucha la que convencerá a la clase obrera de la inevitabilidad de la revolución y el significado del comunismo" (énfasis agregados).

El frente unido debe servir también para avanzar en la organización de las masas obreras: consejos de fábrica, comisiones de control de los obreros, comités de acción. El movimiento de los consejos de fábrica ocupa un lugar mucho más secundario en comparación con las resoluciones del Segundo Congreso. Se afirma que los consejos de fábrica son el pilar del movimiento de masas proletario y que "la lucha contra la ofensiva capitalista y por el control de la producción no tiene perspectiva a menos que los comunistas tengan una firme implantación en todas las fábricas y la clase obrera haya creado sus propias organizaciones de lucha en todas en ellas (consejos de fábrica, consejos obreros)".

Radek, las consignas transicionales y la postura de Trotsky

En ese Cuarto Congreso Radek -representante del ala de izquierda- planteó que en la era de la revolución social a escala mundial era necesario lanzar las reivindicaciones de transición, "que deben conducir a la clase obrera a la lucha, la cual solo tendrá por objetivo la dictadura cuando se haya profundizado y generalizado". Precisaba: "Nos distinguimos de todos los demás partidos obreros no solo por la consigna de la dictadura y el régimen de los soviets, sino también por las reivindicaciones de transición. Mientras que las de todos los partidos socialdemócratas no solo deben ser realizadas en el terreno del capitalismo, sino también para reformarlo, las nuestras sirven para luchar por la conquista del poder para la clase obrera, por la destrucción del capitalismo" (citado por Pierre Broué en La Révolution en Allemagne). O sea, Radek incorpora la agitación por el programa de transición, vinculándolo a la dictadura del proletariado y el régimen de los soviets. Se trataba del programa que aplicaría un gobierno revolucionario. Por eso, su planteo poco tenía que ver con la táctica de agitación transicional que Trotsky habría de proponer en 1938.

El Congreso aceptó la propuesta de Radek, aunque ello no se reflejó en las resoluciones. En estas se hace mención a la posibilidad de que consejos de fábrica pudieran establecer formas de control sobre la producción y las condiciones laborales. Pero esto no se articula con un programa de transición. Tal vez eso explique por qué, en la literatura trotskista posterior, casi no se hizo mención de esta propuesta de Radek.

Por otra parte, en los escritos de 1922 referidos al frente único, Trotsky puso el acento en la necesidad de movilizar por demandas mínimas (véase, entre otros, "La cuestión del frente unido", febrero de 1922; sus informes sobre la cuestión francesa; su informe sobre el Cuarto Congreso de la IC de diciembre de ese año). No hay mención a programa de transición alguno. En su texto de febrero: "La lucha por los intereses inmediatos de las masas trabajadoras es siempre, en nuestra época de la gran crisis imperialista, el comienzo de una lucha revolucionaria". También: "... los trabajadores que no están en nuestro partido y que no lo entienden, quieren tener la posibilidad de luchar por el pan diario, por el pedazo de carne diario". "Nosotros, comunistas, proponemos una acción inmediata por el pan y la carne, te lo proponemos a ti y a tus dirigentes, a toda organización que representa una parte del proletariado".

En "Un programa de trabajo militante del Partido Comunista de Francia" (diciembre de 1922), sostiene que para organizar la resistencia del proletariado es necesario centrarse en la lucha por las ocho horas de trabajo; por mantener y aumentar la escala salarial existente; y por todas las demandas económicas. En el mismo sentido que las resoluciones de la IC, en el punto 4 sostiene que el partido "debe llevar a cabo una campaña de agitación activa entre los trabajadores por la creación de comités de fábrica, abarcando a todos los obreros, sin importar que estén organizados políticamente, o en sindicatos. El objetivo de esos comités de fábrica es introducir el control obrero sobre las condiciones de trabajo y producción". De nuevo, estamos lejos de un programa transicional. Es que el control obrero como medida de transición, supone la apertura de la contabilidad de las empresas, el control de ganancias y precios, la intervención obrera en el crédito bancario, la posibilidad de estatizar empresas (es el encadenamiento de medidas que solo se sostienen en relación unas con otras, y con poder social y político para aplicarlas). Con el agregado que a comienzos de los 1920 la consigna del control obrero de las condiciones laborales y de la producción había sido asumida por fuerzas reformistas para desviar los impulsos revolucionarios (en Italia en primer lugar).

En otro Informe, del 28 diciembre 1922, Trotsky insiste en que las consignas centrales en los países europeos son la lucha por las ocho horas y la escala de salarios. En ninguna parte recomienda ese tipo de "consignas solución" (del tipo "acabar la desocupación repartiendo las horas  de trabajo") que luego serían tan comunes en los partidos trotskistas.

Para concluir, destaco que en la tradición socialista jugaron un rol de primer orden la propaganda y la agitación -entendida esta como el arte de explicar a las masas dos o tres ideas. Y por lo tanto, la lucha en el plano teórico. Los primeros cuatro congresos de la IC evidencian ese criterio. En aquellos años a nadie se le ocurría que la militancia socialista pudiera reducirse a una monótona repetición de una o dos consignas-soluciones "transicionales". Menos todavía abstraídas de las condiciones políticas y sociales que hicieran posible su aplicación exitosa. Esta forma de presentar las cosas es reformismo pequeñoburgués, y del peor tipo. Una política que, además, promueve partidos carentes de base doctrinaria. De ahí que la obsesión natural en esas organizaciones sea la pesca de votos y el crecimiento cuantitativo. Lo que a su vez profundiza el menosprecio de la teoría, la despolitización y la incapacidad de responder con ciencia a los argumentos de los economistas y demás defensores del capitalismo (¿o creen que basta con repetir la receta de ocasión?). En este marco, tampoco es casual que en defensa de esas prácticas procuren desechar las tradiciones más genuinas del socialismo revolucionario.

https://rolandoastarita.blog/2021/08/08/sobre-consignas-en-los-primeros-...

 

(*) Matías Maiello. Sociólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas.

(*) Rolando Astarita. Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.


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