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9.8.21

Octubre de 2022: Brasil, Amazonas, Mundo

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Por Jean Wyllys (*)

"La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos". Esta sentencia de Marx es muy cierta para Brasil.

El peso de los muertos es, en este caso, una historia de crueldad y depredación, que pesa sobre muchos y beneficia a unos pocos, en buena parte infligida por extranjeros que vinieron a arrasar la selva amazónica, el 60% de la cual, o unos 1,56 millones de kilómetros cuadrados, está dentro de las fronteras de Brasil. Si en 1541, el conquistador Francisco de Orellana borró todos los nombres indígenas que celebraban las particularidades locales para imponer la palabra homogeneizadora "Amazonas" (que sugiere la naturaleza salvaje femenina que hay que domar), este nombre de intenciones extractivistasadquirió su espantosa forma posmoderna cuando pasó a designar a la "empresa tecnológica malvada número 1"[1], fundada por el hombre más rico del mundo.

Entre Orellana y Bezos, los intentos de saqueo del Amazonas han incluido las locuras de El Dorado, los barcos transportados por las montañas (desmantelados, por el barón del caucho del Perú Carlos Fermín Fitzcarrald y enteros por el obsesionado cineasta Werner Herzog), un fastuoso teatro de ópera de la Belle Époque completo con 198 lámparas de araña en Manaos, y las 5.509 millas cuadradas de Fordlandia, la colonia del caucho de Henry Ford, su "obra civilizatoria" y un fracaso épico en el río Tapajós.

Estos grandiosos proyectos se han cobrado y se siguen cobrando un terrible coste en vidas humanas, como se detalla en las más de 7.000 páginas del RelatórioFigueiredo de 1967. Perdido "en un incendio" el año en que apareció y "redescubierto" sin hacer mucho ruido en 2012, este documento detalla la realidad de los crímenes que se esconden detrás de antiguas y modernas fantasías rapaces y que implican la connivencia del Servicio de "Protección" del Indio: los ricos terratenientes que atacaron a la tribu de los Craos y mataron a un centenar de personas; el ataque aéreo con dinamita que masacró a los indios Cintas Largas; los Maxacalis, a los que los terratenientes dieron aguardiente y cuyos pistoleros dispararon hasta matarlos cuando estaban borrachos; los indios Nhambiquera, masacrados con ametralladoras; dos tribus Patachós exterminadas con inyecciones de viruela; la tribu Beiços-de-Pau, asesinada con alimentos contaminados con arsénico; y los indios Paraná que fueron torturados triturando los huesos de sus pies. Tras una investigación oficial, 134 responsables*** fueron acusados de más de 1.000 crímenes, pero ninguno fue encarcelado. En resumen, todos los proyectos extractivos han conllevado trabajo esclavo, estafas de tierras, masacres, sicarios y una enorme ruina medioambiental.

Y ahora el presidente Jair MessiasBolsonaro afirma que las tribus indígenas quieren "robar" el Amazonas, que las organizaciones ecologistas están incendiando deliberadamente la selva para hacerle quedar mal, y que quiere "abrir" la selva para la minería, la ganadería y los proyectos hidroeléctricos, todo ello en interés de sus dos grupos de apoyo clave, los cristianos evangélicos y la agroindustria. Cree que es "una pena que la caballería brasileña no fuera tan eficiente como los americanos que exterminaron a los indios". Si se quiere desbancar a Bolsonaro en 2022, los candidatos que quieran romper con el pasado que tanto oprime en el presente tendrán que evitar lo que advertía Marx, y que Bolsonaro sigue utilizando en su propio beneficio destructivo, es decir, conjurar "espíritus del pasado... tomando prestados sus nombres, lemas de batalla y trajes para presentar esta nueva escena de la historia del mundo con un disfraz de larga tradición..."

Una reciente encuesta citada por The Rio Times sitúa al expresidenteLuizInácio Lula da Silva, del Partido dos Trabalhadores (PT), a la cabeza de la carrera presidencial de 2022 con el 49% de intención de voto, 26 puntos porcentuales por delante de Bolsonaro. A poco más de quince meses de las elecciones, los candidatos del cambio tendrán que presentar una plataforma política clara para demostrar a los ciudadanos que realmente pretenden ayudar a Brasil a salir de la pésima tradición de las generaciones muertas y presentes. Dado que unos once millones de adultos son analfabetos, tendría que centrarse en unos pocos puntos clave y -dado que los evangelistas han intentado matar la cultura popular- utilizar todo tipo de medios de base como la música, el teatro (¿un renacimiento del Teatro do Oprimido de Boal, quizás?), el arte y los grafitis para transmitir el mensaje. Cuatro puntos estrechamente interconectados podrían representar un cambio real: el Amazonas; el freno al poder de los cristianos fundamentalistas (la "neo-pentecostal narco-milicia"); los derechos LGBTI como parte de un enfoque general sobre los derechos humanos; y una renta básica universal.

El Amazonas, que representa un tercio de las selvas tropicales de la Tierra y alberga alrededor del 10% de todas las especies vegetales y animales, es el origen del término "biodiversidad". Los científicos no están de acuerdo con afirmaciones como la muy publicitada de Emmanuel Macron de que esta produce el 20% del suministro de oxígeno del mundo, pero subrayan que al absorber cerca del 15% del dióxido de carbono atmosférico (equivalente a la mitad de las emisiones de combustibles fósiles de Europa) es un poderoso factor de mitigación del cambio climático. Y los incendios y la deforestación en el Amazonas, alimentados por Bolsonaro, están añadiendo rápidamente dióxido de carbono a la atmósfera. Hoy, el planeta está "atrapando el doble de calor" respecto a lo que sucedía solamente 14 años atrás. El Amazonas es un problema brasileño que afecta a toda la vida en la Tierra.

Pero los comentarios de los políticos extranjeros tienen un tinte imperialista. Para el (entonces) senador Al Gore, "al contrario de lo que piensan los brasileños, el Amazonas no es su propiedad, nos pertenece a todos". John Major habló de una acción militar para imponer (su visión del) estado de derecho "sobre lo que es común a todos en el mundo" y, más recientemente, Emmanuel Macron trató de hacerse eco de Greta Thunberg con "Ourhouseisburning[2]". Naturalmente, un patriotero Bolsonaro replicó que "el Amazonas es nuestro". Sólo él decidiría la mejor política que no "sería gestionada por otros países". Al igual que los dictadores militares de las décadas de 1960 a 1980, él fomenta la ganadería, el monocultivo, la minería, la creación de nuevos puertos, las autopistas, las refinerías y las presas, todo ello con los medios violentos que sean necesarios porque su plan significa colonizar e "integrar" el Amazonas y su gente para servir a sus propios intereses. Bolsonaro (más jactancioso que irónico: "Ahora soy Nerón, incendiando el Amazonas") quiere convertir las tierras comunes, los biomas naturales y el hogar de los guardianes nativos de la selva, en tierras privadas de unos pocos. Todo y todos pueden ser destruidos para dar paso a sus planes, así que esto no es una cuestión de quién es "dueño" del Amazonas. Bolsonaro y sus secuaces son una amenaza para el Amazonas y para todo el planeta, sus bienes comunes humanos y no humanos.

Le apoyan sus incondicionales del grupo "Bala, Buey y Biblia", que no sólo es famoso por todo tipo de crímenes de odio violentos contra la comunidad LGBTI y las religiones afrobrasileñas, sino que también se dedica a la esclavitud, al lavado de dinero y al tráfico de drogas y personas, con conexiones con bandas criminales y pistoleiros, además de propagar el negacionismo científico que ha contribuido a las más de 500.000 muertes por COVID-19 en el país. Las diversas versiones del fundamentalismo religioso importado de Estados Unidos representan alrededor del 30% de la población y, a finales de 2019, los legisladores evangélicos ocupaban 195 de los 513 escaños de la Câmara dos Deputados de Brasil y, por tanto, tienen poder para influir en el debate nacional sobre todas las cuestiones sociales, incluido el Amazonas.

Sus ataques a los derechos sexuales, a esta parte esencial del ser humano, se deben menos a motivos pudorosos que políticos. Oponerse a tales ataques es peligroso. Según la ONG Global Witness, en Brasil son asesinados más activistas por los derechos humanos que en cualquier otra parte del mundo. En 2018, la política negra y queer Marielle Franco y su conductor, Anderson Pedro Gomes, fueron asesinados a tiros en Río de Janeiro, pocos días después de que ella publicara tuits denunciando asesinatos de la policía. Se cree que los asesinos son un grupo llamado la "Oficina del Crimen", que forma parte del Estado profundo. Las personas LGBTI son equiparadas a los animales y sus muertes violentas han "alcanzado un máximo histórico". No se trata sólo de homofobia, sino de una grave amenaza a los derechos humanos que equivale a crímenes contra la humanidad, porque predican la "in-dignidad" humana de cualquiera que no pertenezca a su rebaño, lo que significa impunidad, ya que están combatiendo el "mal". Y el mal incluye a los pueblos no cristianos del Amazonas. El historiador bíblico Brian Gordon LutaloKibuuka lo resume así: "al cooptar a los evangélicos para debilitar los valores relacionados con los derechos humanos en medio de una pandemia, Bolsonaro consiguió dar cierta credibilidad a la operación de la indignidad, ya que provocó una apariencia de validez moral del principio inmoral de destitución de los derechos fundamentales, especialmente el derecho a la vida frente a la pandemia del COVID-19."

Dado que a una parte tan grande de la población se le niega la dignidad, no es de extrañar que los estudios recientes muestren un aumento constante de la desigualdad y una disminución drástica de los derechos a la educación, a la seguridad social, la sanidad, la vivienda y la tierra, entre otros. Mientras tanto, los grandes bancos, las gigantescas corporaciones financieras y los mega-ricos no han sufrido la pandemia. Al contrario: en 2020 el número de millonarios brasileños aumentó mientras las condiciones de vida generales empeoraban. Si se quiere combatir la historia del país pasada y reciente de atropellos de vidas y de derechos humanos, el enfoque debe ser económico y explícitamente político, sobre la recuperación de la dignidad humana a través de la idea de los derechos humanos universales, especialmente el más esencial de todos: el derecho a la existencia. Quizá la única medida que puede hacerlo es la renta básica, una medida "antidesigualdad" que además aboliría, al menos estadísticamente, la pobreza, ya que, para que funcione correctamente, debe estar por encima del umbral de la pobreza. Es transversal y, por tanto, inclusiva, otra forma de pensar en la dignidad de los ciudadanos. En la definición de la Basic IncomeEarth Network; la renta básica es periódica, se paga a intervalos regulares y no como una subvención única; es un pago en efectivo, que permite a los beneficiarios decidir en qué lo gastan; se paga de forma individual y no, por ejemplo, a los hogares; se paga a todos, sin comprobación de recursos; y es incondicional, sin ningún requisito de trabajar o demostrar la voluntad de trabajar.

Puede financiarse. Los obstáculos no son económicos, sino políticos. Estudios detallados en España, por ejemplo, han demostrado que allí puede pagarse con ajustes en el impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF). Pero hay otras formas, como cambiar las prioridades presupuestarias, aumentar el IVA y los impuestos especiales sobre los bienes de lujo, con impuestos sobre el turismo, sobre las transacciones internacionales, sobre los combustibles fósiles, a las sociedades y las herencias, entre otros, como describieron Casassas, Raventós y Wark en el caso de Timor Oriental al hablar del derecho a la existencia en los países en desarrollo. No se trata sólo de ideas económicas, sino de otra forma de pensar la política: democracia, libertad, igualdad y también fraternidad.

Brasil no es ajeno a la renta básica y, de hecho, cuenta con una Lei de Renda Básica de Cidadania (10.835, enero de 2004), pero, como escribe la economista Lena Lavinas, esta "iniciativa sin precedentes parece estar anulada por el propio diseño de la ley, que engloba condicionalidades" y la previsión de que debe aplicarse "a discreción del poder ejecutivo". En otras palabras, está "sujeta a las limitaciones de la política macroeconómica y... su financiación puede verse comprometida por las restricciones presupuestarias y las cuestiones políticas y económicas inmediatas", incluidos los planes de la ultraderecha y los evangélicos. La renta básica no puede arreglarlo todo, pero es un primer paso sólido para señalar un tipo de política más justa e inclusiva. También podría ayudar de forma realista a proteger el Amazonas (donde, por ejemplo, Bolsonaro está enfrentando a miles de mineros ilegales empobrecidos, los garimpeiros, contra los indígenas que entienden la tierra y tratan de protegerla). Sus principios subyacentes requieren que se introduzca con otras medidas sociales (salud, educación, vivienda, etcétera), lo cual significa ampliar el bienestar y la libertad de una población a la que no se le ha permitido deshacerse del amargo legado del despojo y la violencia colonial y poscolonial.

Cuando era presidente, LuizInácio Lula da Silva dijo una vez a unos economistas visitantes que estaba a favor de la renta básica, pero comentó con pesar que, aun siendo presidente, no gobernaba. En su carrera por la presidencia esta vez tendrá que construir un fuerte frente unido para proteger el Amazonas de más depredación (un proyecto en el que podría conseguir un poderoso apoyo internacional), para revelar el siniestro y fanático estado profundo de Bolsonaro como la estructura asesina que es y demolerlo ofreciendo alternativas reales, no sólo protegiendo sino fomentando la expresión de los derechos humanos, incluidos los derechos sexuales de todas las personas, pero garantizando el derecho a la existencia material de los seres humanos y sus hábitats.

 

[1] [N. del T.]: En el original en inglés coinciden las palabras referidas al río (y la región del) Amazonas y a la empresa Amazon. Para facilitar el entendimiento de la lectura se ha optado por traducir "Amazon" (región) por "Amazonas" de manera generalizada y no por Amazonia o Amazonía.

[2] [N. del T.]: El conocido lema de la activista sueca es, concretamente, "Ourhouseisonfire". La frase se traduciría como "Nuestra casa está ardiendo".

 

(*) Jean Wyllys es profesor universitario, periodista y político brasileño.

Fuente:https://www.counterpunch.org/2021/07/06/october-2022-brazil-amazon-world/

Traducción: Àlex Rosell


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