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5.7.21

La política y la estrategia de la derecha uruguaya

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Por Esteban Valenti (*)

Las elecciones nacionales del 2019 en Uruguay las ganaron, primero y claramente la derecha, no por la cantidad de votos, sino por las posiciones que ocuparía en el futuro gobierno. La Coalición Multicolor estuvo y está integrada por 5 partidos, pero con algo más del 28% de los votos, la Presidencia de la República le correspondió al Partido Nacional y en particular al herrerismo.

Y no se trata solo de un aspecto institucional, que en el caso del Uruguay - por su régimen con una fuerte determinación presidencialista - sino del plan político que desde el principio tenía elaborado, en conjunto con su socio mayor, la fracción dominante del Partido Colorado, dirigida por Julio María Sanguinetti, que parece estar dispuesto a sacrificar a su propio partido en el altar del mayor odio posible contra el Frente Amplio y la izquierda.

El eje de toda su estrategia se basa en tres pasos y una metodología muy precisa y agresiva para definir aspectos fundamentales de todo este gobierno y de la próxima disputa electoral, considerando que los blancos no solo han gobernado pocas veces en el Uruguay, sino que solo una vez han sido reelegidos, en 1962.

Los tres instrumentos básicos son, el Presupuesto Nacional; la Ley o mejor dicho las leyes de urgente consideración, considerando que contienen las más diversas materias (LUC); y la entrega del puerto por 60 años a la empresa belga Katoen Natie. Es todo un paquete. Todo junto desde el inicio y sin pérdida de tiempo.

El 13 de marzo del 2019, a menos de dos semanas de asumir el gobierno se desató la pandemia y tuvo un doble efecto, por un lado le permitió a la Presidencia formar un grupo asesor científico (GACH) que al inicio marcó el derrotero y produjo resultados excelentes en todos los indicadores, incluso le permitió al gobierno ganar un tiempo muy valioso, como por ejemplo para equivocarse y zarandearse en la negociación con la compra de las vacunas.

En segundo lugar, con una estrategia de comunicación muy refinada le permitió al nuevo oficialismo explicar todo lo que sucedía en el país mezclando la "herencia maldita" y la pandemia, en combinaciones variadas. Esa estrategia de comunicación bajo la batuta del Presidente no hay ninguna duda que le dio excelentes resultados.

Todos los indicadores sociales y económicos, empeoraron de manera notoria y ni siquiera rozaron la responsabilidad o el apoyo al nuevo gobierno y mientras tanto en los otros frentes avanzaban a paso redoblado.

Hay que agregar otro elemento, que fueron los cambios y resultados obtenidos en la lucha por la seguridad pública, encabezada por el ministro Jorge Larrañaga, basada en una presencia y empuje muy claro y en resultados parciales pero tangibles y asumidos por la población.

El gobierno no jugó solo, toda su política estuvo acompañada por la ausencia de una estrategia coherente e inteligente de la oposición, del Frente Amplio, tanto en el plano político, como del debate público. Los resultados están a la vista. El papel central como oposición social lo ocupó el PIT CNT, con todas las debilidades y flaquezas que presenta esa situación.

Estamos a muy pocos días de que culmine la batalla por la recolección de firmas para el referéndum sobre 135 artículos de la LUC. Ese será otro elemento para analizar en su momento.

La batalla de la derecha, supo incorporar matices y diferencias, entre sectores e incluso en los diversos momentos del gobierno. Durante los gobiernos anteriores, si se analiza y estudia atentamente los 15 años de gobiernos del FA se pueden aprender muchas cosas y los multicolores y sobre todo los blancos las aprendieron.

La comunicación, que es parte inseparable e indivisible de la política, en particular desde el gobierno, está combinada con contenidos y con construir un andamiaje oficial, oficialista y paralelo.

El primer mensaje fue el de la "libertad responsable" que al principio le sirvió y mucho, para definir el contenido económico, ideológico de su política, con la menor inversión posible del Estado para afrontar la pandemia y sus consecuencias y trasladando buena parte de los responsabilidades a los "otros" y mantener reservas para la etapa posterior a la peste.

Los "otros" eran los ciudadanos y sus comportamientos individuales y familiares, los convocantes a manifestaciones disidentes y a los que acusaron de querer imponer un régimen represivo para frenar la movilidad. Todo combinado y bien revuelto.

Ante la explosión del covid de los primeros meses del 2021 y en particular las cifras record a nivel mundial de los meses de abril y mayo, no se movieron un milímetro, rotaron todas las baterías hacia la campaña de vacunación. El precio que pagó el país en contagiados, en internados en el CTI y sobre todo en muertos fue muy alto, pero lograron desviar parcialmente las responsabilidades. Allí están las encuestas, con un cambio de tendencia, pero nada proporcional a la gravedad de la situación y a su responsabilidad.

Para responder a las críticas jugaron en todo el ancho y profundidad de la cancha, con una defensa feroz trancando fuerte a la altura de las rodillas, capaz de acusar a la mayoría de los integrantes del GACH de ser simpatizantes del FA, hasta los legisladores siempre con la lanza en ristre prontos para cargar, insultar y agredir a sus contrarios. Incluso el propio presidente, en algún momento se sumó a la embestida y acusó a sus críticos de "caranchear", con las víctimas del Covid-19.

Comparativamente con la situación y las reacciones políticas y sociales en los países vecinos, con indicadores de la pandemia similares o en algunos casos inferiores a los nuestros, en Uruguay se vivió una placentera primavera de algunas críticas, algunas medidas sindicales, la recolección de firmas con argumentos bastante mal manejados y sin prioridades claras, y una estrategia de comunicación directamente inexistente. Solo algunas islas político institucionales se salvaron del despilfarro, los tres intendentes del FA. No todos de la misma manera.

Tan importante como los argumentos fue la verdadera avalancha oficialista en los medios de prensa principales, visible para ciegos y sordos y acompañada por una muy bien orquestada estructura en las redes, con cientos - es posible que cerca de un millar del trolls - es decir de usuarios falsos o semi falsos prontos a lanzarse como una jauría sobre los que critican al gobierno y los principales dirigentes de la oposición. Hice más de 30 pruebas y las respuestas fueron siempre una confirmación PERFECTA de ese tejido en las redes del oficialismo, pero sobre todo de los blancos. Están dispuestos a dar la batalla cultural en serio. Es decir, incluso la batalla emocional, uno de sus objetivos es desmoralizar a sus adversarios a puro insulto, agravio y sin responder un solo argumento, simplemente insultando a todo lo que huela mínimamente a izquierda y se menee.

Hay un aspecto que debe considerarse una batalla cultural, no se puede dar simplemente criticando y enfrentando a las ideas de los adversarios, hay que proponer otra ideología, otra cultura y en eso están trabajando, todavía no se ven resultados destacables.

No todos los integrantes de la Coalición son lo mismo, ni en sus sensibilidades, ni en sus planes, pero llegado el momento, la batuta la utiliza el Presidente como un mandoble. Y todos marchan callados o semi callados.

Uno de los ejes políticos centrales de todo es crear una polarización extrema, entre el herrerismo (hoy sinónimo de Partido Nacional) y el Frente Amplio, quitándole todo el oxígeno posible al Partido Colorado y también a los otros aliados. Cabildo Abierto es el que se resiste con más energía e ideas. Pero al final en el gran juego político, la grieta crece, crece, crece y hace menos visibles los matices y más difícil cualquier contacto entre las dos orillas. Y ese es otro de los objetivos principales del Partido Nacional. Ensanchar la grieta a los máximos niveles.

Lo de la entrega del puerto por 60 años a una pésima empresa belga para el manejo monopólico de los contenedores, e incluso de la última palabra del Reglamento de atraque, una herramienta que siempre debe estar en manos de la ANP, por eso merece un análisis más profundo, pero es parte inseparable y bien zurcida de esta estrategia. Hay que tener el coraje y la precisión de desentrañar las razones y los objetivos políticos y de los otros de una movida tan peligrosa, para el país y para los autores. Gratis no es.

La única línea política justa, precisa y coherente con la historia del Frente Amplio desde su nacimiento en 1971 y que recogía tradiciones importantes de unidad y de identidad de la izquierda y del centro izquierda uruguayo, es la máxima amplitud. Los gritos, las reacciones fanáticas, los que creen que tienen la razón por el simple hecho de ser de izquierda, son la garantía del triunfo abrumador de la derecha.

Cuanto más profundos, creíbles, estructurales deban ser los cambios en el futuro del país, más amplia, abierta e inteligente debe ser la política de la izquierda.

La otra, la política de los gritos destemplados, ya la conocimos hace mucho tiempo y en muchos países y no llevó nunca a ningún lado.

 

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay


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