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28.6.21

Ciencia, política y pandemia

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Por Esteban Valenti (*)

En medio de tantas incertidumbres, de las nuevas interrogantes y dudas surgidas de la pandemia, hay una certeza inexorable: el planeta ya está afrontando y lo seguirá haciendo nuevos problemas, posibles crisis de dimensiones y características desconocidas anteriormente.

Con la caída de los indicadores de la peste, contagios, casos activos, internados en hospitales y en CTI y muertes, comienzan a desaparecer - al menos temporalmente - restricciones y obligaciones impuestas por los estados y recomendadas por los científicos y médicos. Todavía no sabemos si el covid 19 y sus variantes se extinguirá de manera total, o habrá nuevos ciclos, pero las vacunas y la experiencia adquirida a nivel global determinó una caída importante del impacto de la pandemia, con un dato muy triste, 9 de los 19 países m{as afectados están en este tiempo en América del Sur.

No estamos en condiciones todavía de hacer un balance completo de los daños causados por el covid-19, no solo a nivel de la salud y la vida, sino de su impacto en las sociedades, la economía y la emocionalidad, si podemos prever - porque ya comienza notarse - que vendrá una explosión de consumo y de apertura para tratar de recuperar el tiempo perdido y superar los dolores acumulados. Hay situaciones, muchas, que son irrecuperables.

Entre las nuevas experiencias generadas en la pandemia, hay una de mucha importancia: una nueva y necesaria relación entre la ciencia y la política. Los rápidos avances tecnológicos y farmacológicos registrados, y la intensidad del trabajo científico que se verificó en estos 18 meses en muchos países, incluso en Uruguay, con resultados muy diversos son un capital que habrá que incorporar a este nuevo tiempo, a los nuevos problemas.

No se trata solamente de los peligros de nuevas enfermedades, por ejemplo las causadas por el abuso de los antibióticos, la aparición de nuevos virus, derivados del choque entre el crecimiento de nuestra civilización y la naturaleza y por otro lado el cambio climático y los peligros irreversibles de este proceso, son algunas de las principales situaciones previsibles.

Diversos países apelaron de forma directa y coordinada a sus científicos para respaldar la labor de sus gobiernos, nosotros en Uruguay conocimos uno de manera muy clara: la formación, funcionamiento y disolución del GACH. Es una experiencia que recién podemos analizar y valorar como balance y con una visión de futuro.

El Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) fue formado a instancias de la Presidencia de la República el 16 de abril del 2010 y además de sus tres coordinadores, superó los 50 integrantes de muy diversas disciplinas, aunque con una determinante presencia de científicos vinculados a las epidemias y en general a la medicina.

Hasta su disolución el pasado 17 de junio tuvieron un papel muy destacado, no solo en sus estudios, documentos y recomendaciones para el combate al covid. El balance de su labor irá mucho más allá de los aspectos concretos y específicos, tiene directa relación con un tema de enorme actualidad y futuro, la relación entre la ciencia y la política.

Desde que los seres humanos se organizaron las tensiones y las relaciones entre las ciencias primitivas (curanderos, brujos etc) y el poder político fue un aspecto central de la vida social y de su desarrollo, más adelante la aparición de las religiones agregó un nuevo componente de tensión entre estos tres factores: ciencia, política y religión.

Toda la historia de las más diversas civilizaciones puede investigarse a partir de esas relaciones, sus contradicciones y su papel en cada momento.

Estamos en presencia de un cambio de época, y notoriamente el papel, las relaciones y tensiones entre la ciencia y la política, asume nuevas dimensiones y definiciones.

En el caso de Uruguay no fue un proceso lineal, ni simple. Al principio de la pandemia, cuando el papel del GACH era sin duda determinante los resultados pueden medirse fácilmente. En los primeros nueve meses (13 de marzo al 31.12.20209 las cifras eran de 19.119 casos positivos de Coronavirus en todo el territorio nacional y de ese total 13.468 se habían recuperado. Hasta ese momento las defunciones por COVID-19 en Uruguay eran 181, y había 5470 casos activos, es decir personas que están cursando la enfermedad, 72 de ellas en cuidados intensivos. Uruguay figuraba entre los países con el mejor desempeño a nivel mundial en la lucha contra la pandemia.

El 17 de junio del 2021, seis meses después y sobre todo con cifras realmente pésimas en abril y mayo, los datos habían cambiado radicalmente: la cifra total de contagiados había alcanzado los 348.662 casos positivos, más del 10% del total de la población, las defunciones totales eran de 5.152 personas y ese día el total de casos activos era de 30.122, de los cuales 410 estaban en cuidados críticos.

Las cifras son elocuentes, aunque no todo es lineal y corresponde a una sola causa, obviamente es más complejo. Pero no hay dudas que luego de las recomendaciones realizadas el 7 de febrero se produjo un lento y claro distanciamiento entre las propuestas del grupo científico y la acción del gobierno, que se concentró casi exclusivamente en la vacunación. El proceso de diferencias entre la labor del gobierno y las opiniones de los científicos se fueron agudizando, aunque fueron manejadas por parte del GACH con una gran delicadeza y cuidado, eran evidentes y culminaron con la disolución del grupo.

Ahora vendrán homenajes y reconocimientos, pero el tema de fondo es la complejidad de mantener y aprovechar al máximo por parte de los países de sus propias capacidades científicas en las más diversas áreas, incluso estableciendo un intercambio con otros grupos científicos que naturalmente deberían realizarse a ese nivel y no por la política.

El gobierno uruguayo se encargó de resaltar hasta el cansancio que se trataba de un grupo asesor y que en definitiva las definiciones les correspondían a los políticos, al gobierno, incluso si había diferencias importantes, por ejemplo en el manejo de la movilidad social y de otras medidas complementarias a la vacunación.

La labor del GACH entró frontalmente en el debate político, con sus matices, desde el oficialismo, el secretario general de la Presidencia consideró que se había establecido un nuevo tipo de relaciones y de confianza con la Academia, el senador Guido Manini Ríos consideró que la disolución no se dio en el momento oportuno, había que esperar a culminar todo el proceso de la pandemia, pero donde manda capitán...el presidente de la república fue claramente el que impuso su criterio de terminar ese proceso.

No se trata solo de esta experiencia concreta, sino de algo mucho más amplio y profundo. Si en medio de una emergencia tan grave como la pandemia, el gobierno no fue capaz de  establecer un diálogo y formas de cooperación estables y provechosas y de mantenerlas ¿Qué se puede esperar del proceso posterior a la enfermedad, donde muchos aspectos de la reconstrucción del país requerirían del aporte de la ciencia, en Uruguay y en los diversos países?

No se interrumpió solo una experiencia extremadamente positiva y puntual, que calificaba y sustentaba la acción del gobierno y más en general de la política, con el aporte de la ciencia, se debilitó esa compleja relación por el temor pánico del gobierno de perder alguna porción de poder.

La síntesis la hizo una senadora oficialista cuando definió, con un gran sentido de "grandeza" que el 90% de los integrantes del GACH eran del Frente Amplio. No hace falta agregar mucho más. Esperemos que esa grandeza de alma y espíritu no sea la que predomine en la coalición del gobierno. Sería una verdadera tragedia nacional.

Sobre todo en un gobierno que no se destaca por cierto por la capacidad profesional e intelectual de la mayoría de sus integrantes.

No se trata solo ni principalmente de sensibilidad cultural y política, sino de algo mucho más profundo y complejo, la incapacidad de ciertos sectores de la política, basada en buena medida en su visión ideológica de promover una relación de amplia cooperación y de apoyo a la labor científica. El recorte de recursos para la ciencia y la academia son otro ejemplo definitorio.

 

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay


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