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28.6.21

El despertar en Colombia ¿hacia un nuevo amanecer?

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Por Juan Pablo S. Tapiro.(*)

Elementos para contribuir a pensar el paro nacional y las perspectivas de la lucha social.

A parar para avanzar, viva el paro nacional!

Este texto lo comencé a escribir el jueves 06 de mayo, sería el quinto escrito (o mejor el sexto) a propósito de este proceso de despertar en Colombia[1] que empezó a expresarse el 21 de noviembre de 2019. Pretendía nuevamente, de manera sintética, hacer algunos aportes para pensar el momento actual en Colombia, sin embargo participando de diversos espacios en el paro, escuchando diversa gente y opiniones, leyendo aportes y análisis que otra gente viene haciendo, el tiempo fue pasando. Este texto sigue en producción, así como el paro sigue, pero decidí compartir una síntesis parcial de diversos elementos, pretendiendo aportar algunas pistas para que sigamos pensando, algunas provocaciones para instigar, y sobre todo un llamado a que sigamos encontrándonos de diversas maneras y forjando en el día a día este despertar en Colombia, que será de largo aliento, más allá del paro mismo, tal vez, ¿por qué no?, hacia un nuevo amanecer.

1. EL PARO NACIONAL

Un nuevo sentido común de la gente del común.

El paro nacional, iniciado el 28 de abril de 2021, se convocó inicialmente con un detonante principal que era la regresiva Reforma Tributaria, varios sectores hacían este énfasis, colocando desde el inicio un techo para la jornada convocada. Sin embargo, ya se advertía que esta reforma hacía parte de un conjunto de medidas que pretenden profundizar las políticas neoliberales (en salud, educación, así como respecto a las condiciones labores y el sistema pensional, pero también respecto al agro, el transporte, la vivienda, entre otros); por eso hay que analizarlas y enfrentarlas como una unidad y no de manera fragmentada.

Así mismo, también está en movilización la defensa de la paz y la vida, ante el incumplimiento del Acuerdo de Paz, el fortalecimiento del guerrerismo y el terrorismo de Estado, como parte de la estrategia contrainsurgente, los asesinatos sistemáticos a firmantes del Acuerdo, a Defensoras/es de Derechos Humanos, y a dirigentes y líderes/as sociales; además de los miles de muertos por Covid-19, y ahora también las víctimas de estos más de 40 días de jornadas de movilización y paro nacional.

Este paro nacional expresa el despertar del pueblo trabajador en Colombia, que ya había iniciado el 21 de noviembre de 2019, y que cada vez es más radical (en el sentido de ir a la raíz), en la consciencia de las causas que generan la desigualdad social y la pauperización de las mayorías de las clases trabajadoras en este país. Aún es un camino en proceso, sin embargo, las causas del paro de 2019 se profundizaron desde entonces, a partir de las políticas erráticas y clasistas del mal gobierno de Duque (Uribe III), agudizadas aún más en tiempos de la pandemia del Covid-19; esto ha posibilitado que cada vez haya una mayor consciencia anti-uribista y anti-neoliberal, incluso con algunas pocas, pero importantes, expresiones anti-capitalistas.

Estamos viviendo un momento pedagógico en la propia lucha social y de clases, con un gran potencial del despertar de una consciencia colectiva, de forjar un nuevo sentido común de la gente del común, lo que es un elemento fundamental en la superación ideológica del neoliberalismo, que es mucho más que un simple modelo o paquetazo de políticas, es una estrategia económica, política, cultural e ideológica del capital ante su crisis estructural. Una nueva Colombia no es sólo necesaria sino posible.

La organización y la unidad.

Ciertamente la movilización social y las diversas expresiones de resistencia, superan cualquier proceso de convocatoria y planificación por parte del Comité de Paro Nacional (CPN). En este CPN confluyen fuerzas sociales muy diversas, muchas de las cuales han sido protagonistas de las luchas en las últimas décadas en Colombia, por lo tanto es necesario reconocer sus acumulados, y el nada fácil proceso de unidad que se ha intentado forjar desde hace algunos años.

Pero a su vez, es clave reconocer y valorar el coraje, sustentado en la legítima indignación y rabia, así como la capacidad de auto-organización (también muy diversa en sus formas) de quienes han mantenido los puntos de resistencias, bloqueos y barricadas, donde ha sido protagonista la juventud; que ha sido abrazada y acompañada por gentes de los mismos territorios, y otra gente, que día a día se suma a las jornadas de movilización, en un verdadero encuentro intergeneracional. Es decir, estos puntos no sólo se han sostenido por el valor de quienes están en la barricada, sino también por esa participación de una gran diversidad de gentes con múltiples iniciativas artísticas, culturales, pedagógicas; y también quienes han brindado el apoyo logístico y han acompañado para garantizar la alimentación, brigadas de salud, entre otros.

Aquí es necesario y urge construir verdaderos puentes de comunicación y articulación. Este proceso no estalló de la nada, en muchos casos, hay gente con experiencias de procesos anteriores contribuyendo y aportando, y así mismo, desde 2019 hubo expresiones que fueron invisibles o invisibilizadas, tanto en la jornada del Paro, como en las semanas y meses posteriores, algunas de las cuales fueron las que primero retomaron y se mantuvieron en las calles en 2020. La potencia de todo este proceso puede ser mayor aún si se logra el mutuo reconocimiento con humildad, y la decisión de poner por encima de los intereses particulares lo que tenemos en común y que ha sido el motor de este paro.

Por eso es clave que sigan surgiendo nuevas expresiones organizativas, y que se fortalezcan las existentes, siendo auto-críticas y creativas para este nuevo momento, seguir ocupando la calle como escenario para forjar una democracia desde abajo con grandes y masivas manifestaciones, con expresiones artísticas, con iniciativas pedagógicas y de educación popular, y también, cuando sea necesario, con la barricada y las formas de auto-defensa legítimas, por parte de quienes se manifiestan; es decir, seguir caminando hacia la unidad de acción, pero también apuntando más allá de este momento. La necesidad y posibilidad de la organización de base, es el medio necesario para continuar acumulando fuerzas, y la unidad, entre diversos procesos, como potencia para la transformación de la sociedad.

El Estado continúa siendo en esencia un instrumento de dominación de clase.

La respuesta del Estado ha develado una vez más su verdadera esencia. Ante la convocatoria a la jornada del paro del 28 de abril apeló al miedo, haciendo énfasis al tercer pico de la pandemia (del cual no hemos salido y sin embargo ahora, un mes después de paro, sí han flexibilizado casi todas las medidas de control y restricciones que se habían mantenido supuestamente para el cuidado) y también de manera hipócrita respecto a las posibilidades de diálogo, el supuesto reconocimiento de la legitimidad de la protesta, pero en realidad sin ninguna voluntad política de escuchar a quienes se manifiestan (como no lo hizo en 2019 ni 2020).

Por el contrario, de manera permanente y sistemática se recurre a la estigmatización, la brutal y desmedida represión, y la criminalización de la protesta, e incluso, teniendo en cuenta los territorios de los principales puntos de resistencias, también se presenta la estigmatización y criminalización de la pobreza en el enfrentamiento a los supuestos "vándalos"; todo esto llegando a la militarización de ciudades y a intensificar de manera descarada las prácticas dictatoriales, que no son novedad en el Estado oligárquico-burgués colombiano, y que se han intensificado durante todo este mal gobierno.

Lo que va quedado en evidencia, cada vez para más gente, es que el Estado continua siendo en esencia un instrumento de dominación de clase. La disputa actual implica una ampliación de ese Estado y la restringida democracia en Colombia, donde cada vez haya mayores posibilidades efectivas de participación social y política. Hay que reconocer que de todas maneras ha habido expresiones importantes de contradicciones que se expresan al interior del Estado, desde algunas de sus instituciones, desde algunos gobiernos locales, que han intentado responder de otra manera a la manifestación social - a veces de manera ambigua-, pero que terminan siendo subordinados por el propio gobierno nacional.

Este momento ha dejado en evidencia el odio de clase de quienes nos dominan, quienes nos imponen la profundización de la desigualdad social, usan diversas políticas de muerte desde la propia institucionalidad, y también reprimen y exterminan al opositor político; por eso la disputa por un verdadero proceso de democratización en Colombia, incluso dentro de los límites del Estado burgués no es menor, el Acuerdo de Paz y la Constitución de 1991 brindan algunos elementos claves para ese proceso, si se materializan.

Los medios alternativos de comunicación popular son parte de la lucha social.

Los grandes medios de comunicación de las clases dominantes, apuestan a la desinformación, haciendo parte de la estrategia de estigmatización de quienes se manifiestan, de la oposición social y política, y minimizando y encubriendo las prácticas dictatoriales y de terrorismo de Estado. También se encuentran otros medios tradicionales que se presentan como alternativos e imparciales, pero que hacen énfasis en los daños ocasionados por los llamados "actos vandálicos", y las consecuencias negativas de los bloqueos y el paro.

Por otro lado hay medios que son alternativos, que hacen parte de la expresión anti-uribista, pero que no necesariamente son anti-neoliberales, contribuyen para hacer un contra-peso a los medios tradicionales, aunque a veces también con énfasis en una supuesta "neutralidad" e "imparcialidad", pretendiendo desmarcarse de los "discursos extremos". Finalmente están los medios alternativos de comunicación popular, que apuestan a contribuir desde la información en el territorio, el testimonio de les protagonistas, proponiendo análisis de las causas del paro, difundiendo la brutal respuesta del Estado, y promoviendo el diálogo y la participación social.

Así mismo, en esta coyuntura en particular (aunque no es nuevo, sí ha sido mucho más contundente), están las transmisiones en vivo de gente que participa en las jornadas de movilización y en los diversos puntos de resistencias, lo que ha permitido acompañar casi de manera directa e inmediata lo que sucede, siendo clave para la auto-protección de les manifestantes y la denuncia. La comunicación no es simplemente un instrumento, por eso los medios alternativos de comunicación popular son parte clave de la lucha social desde una comunicación contra-hegemónica, que habrá que fortalecerlos e impulsarlos para que cada vez más nos informemos por estos medios y no los tradicionales.

2. PERSPECTIVAS DE LA LUCHA SOCIAL

Del paro a la disputa electoral.

¿Hacia dónde va el paro? o ¿hasta a dónde va el paro?, son preguntas que nos estamos haciendo hace más de un mes, y más allá del paro, habría que preguntarnos ¿hacia dónde va, o hasta dónde va, el despertar en Colombia? Algunos sectores esperaban que la movilización fuera simplemente un instrumento de presión para detener la reforma tributaria, sin embargo, poco a poco se fue asumiendo que habría que plantear nuevamente la posibilidad de un diálogo efectivo (negociación) con el gobierno nacional sobre el pliego de emergencia planteado en 2020 por el CPN, e incluso del conjunto de demandas y propuestas planteadas en el pliego de 2019 y que siguió en construcción.

El gobierno se niega a negociar, dilata el diálogo con el CPN y no escucha a les jóvenes en los territorios; y por el contrario continua la represión brutal (que estuvo presente también en 2019 y 2020). Ante la contundencia del paro (donde han sido claves los puntos de resistencias, bloqueos y barricadas) se cayó la reforma tributaria y a la salud, renunció el ministro de Hacienda (aunque se puso otro que expresa un continuismo), renunció la Canciller, entre otros logros diversos, pero todo sin ninguna apertura real al diálogo.

Ante esta situación estamos en una gran encrucijada. Por supuesto se puede seguir insistiendo en un diálogo efectivo o negociación, pero ya se sabe que este gobierno no tiene voluntad, ni siquiera para acordar unos mínimos que permitan abrir ese proceso, como asumir públicamente la violación de derechos humanos y la sistematicidad de los abusos de la policía en el enfrentamiento de la protesta social; pedir perdón e iniciar un proceso de verdad, justicia y reparación para la no repetición, lo que debe incluir la apertura de un proceso de reforma a la policía, incluyendo el desmonte del ESMAD; así mismo, desmilitarizar las ciudades y vías, frenar la estigmatización y judicialización a les manifestantes, así como enfrentar las expresiones de paramilitarismo.

Se plantea entonces la necesidad de seguir en jornadas de movilización hasta las próximas elecciones de Congreso y Presidencia en 2022, donde cada vez haya un mayor desgaste del uribismo. Aquí un punto crucial que se ha planteado ha sido cómo levantar los bloqueos permanentes, transformarlos en otras expresiones de protesta; insisto en que los bloqueos han sido posibles por el coraje y el proceso de auto-organización de la gente en cada punto, pero también por el acompañamiento cotidiano de gente que los apoya -a propósito, los muertos de este paro no son sólo los jóvenes de la llamada primera línea-. El dilema es que no necesariamente quienes están en esos puntos le apuestan o le creen al escenario de disputa electoral. Es parte del ejercicio de articulación que urge construir, combinar la movilización social en la calle, que se ha expresado de formas muy diversas, no sólo con los bloqueos y barricadas, y la lucha electoral, como una posibilidad para un nuevo gobierno que recoja el sentir y las propuestas que se están expresando y surgiendo en este paro.

Sin embargo, no todos los sectores movilizados que sí apuestan a la lucha electoral, confluyen en un mismo proyecto político, por eso es urgente fortalecer también los procesos de unidad en ese sentido, y quienes son dirigentes de las fuerzas políticas ahí tienen una gran responsabilidad; lamentablemente, en varios casos, por disputas históricas sectarias y mezquinas (y otras más recientes), esto se pone en riesgo. No hay lugar para ambivalencias, de este proceso debe salir una hoja de ruta programática para las elecciones de 2022 (y 2023) en el compromiso por el desmonte del neoliberalismo, donde se desmercantilicen los derechos sociales, y se garantice su pleno acceso público y universal, para la vida digna; pero también el compromiso radical con la paz y por la vida, lo que implica, entre otros, el enfrentamiento efectivo a las estructuras mafiosas, narcotraficantes y del paramilitarismo en sus diversas expresiones.

En la perspectiva de esa disputa electoral no se debe subestimar al uribismo, el gobierno cada vez ha concentrado más el poder y ha vulnerado lo poco de la institucionalidad democrática que existe en Colombia. Pero además, como ya lo han demostrado en varios procesos, son hábiles imponiendo matrices de miedo y polarización, creando y recreando "enemigos internos". Por eso, la importancia de llegar fortalecidos no sólo con un nuevo congreso de mayorías que recojan el sentir del pueblo trabajador, sino también en una gran consulta que permita tener una candidatura única a la presidencia en primera vuelta, y así tener más condiciones de derrotar a los candidatos neoliberales y especialmente al uribismo. El nuevo momento que abre el paro debería forzar a esa construcción de unidad por parte de los partidos y fuerzas que hoy se asumen como oposición, que han actuado en bloque en el congreso desde 2018, y que sus bases han estado en las calles, esas bases (siendo generosas y superando también sus lógicas sectarias) deberían exigirlo y sus dirigentes asumirlo.

Abajo el mal gobierno de Duque!

Mientras se apuesta al desgaste del uribismo y se intenta seguir articulando una apuesta de unidad electoral para el 2022 (si es que realmente se intenta), el desangre continua, además de los asesinatos a firmantes del Acuerdo de Paz, Defensores/as de Derechos Humanos, dirigentes y líderes/as sociales, ahora estamos en una situación crítica por la represión durante el paro, lo que además posiblemente se mantenga como una persecución sistemática a les manifestantes, especialmente a la juventud de los sectores más pauperizados. En las calles se ha planteado, tímidamente desde 2019, con mayor decisión en este 2021, fuera Duque y abajo el mal gobierno, pero al parecer no se ha tenido la contundencia necesaria para que este llamado sea asumido por la mayoría de fuerzas que históricamente han estado en la lucha social en Colombia.

Se plantean diversos argumentos respecto al tiempo (dado que ya estamos a menos de un año de las elecciones presidenciales), respecto a que si renuncia Duque subiría la vicepresidenta, y si renuncia ella el presidente del Senado, y en última instancia asumirían los militares. En el fondo pareciera que lo que hay es un cierto miedo a la reacción del uribismo y los sectores guerreristas, que de todas maneras ya están desplegando una gran brutalidad en la represión (que ciertamente aún puede ser mayor); una confianza en las frágiles instituciones democráticas; y también un cierto cuidado y prudencia para no abrir un precedente de desestabilizar al gobierno, que posteriormente, posiblemente, sea usado como herramienta del uribismo en caso de lograr que haya un gobierno democrático (anti-uribista y anti-neoliberal), lo cual de todas maneras intentarán hacer por diversos medios (eso sí es que se logra que se respete y asuma la voluntad popular en las elecciones).

Si el gobierno no negocia, si continúa la masacre, que es lo que está pasando, debería asumirse una presión respecto a la exigencia de salida del mal gobierno y de anticipar las elecciones; pero concretamente se hace evidente que no hay convicción, ni suficiente fuerza y capacidad para asumir esa presión. Es cierto que la salida anticipada de un gobierno no cambia el régimen, pero sí sería un golpe político y simbólico contundente, y nos pondría en un nuevo momento de la lucha política.

No podemos resignarnos a diferir las muertes a un año, la gente, especialmente la juventud, sigue en las calles, exponiendo su vida, insisto, no sólo quienes están en la primera línea, por una apuesta de transformación de este país. No debe subestimarse la fuerza de ese pueblo trabajador indignado; escucharlo e intentar canalizar su potencia implica también jugársela al todo por el todo, porque hasta que no haya una apertura de diálogo real, las diversas manifestaciones seguirán; aunque también, lamentablemente, la cuenta día a día de vidas que se nos apagan seguirá, por tanto, es necesario efectivamente construir alternativas de movilización y pedagogía para la disputa por el relato histórico de este momento, ahí es clave no caer en el juego del uribismo, de las clases dominantes y los grandes medios de comunicación respecto a la que la crisis se generó por el paro y la satanización de los bloqueos,  los cuales ya se vienen transformando, pero también volverán y fortalecidos cuando sea necesario. No se trata sólo de la caída de este mal gobierno, se trata de enterrar al uribismo, y eso, a pesar de menos inmediato es más profundo y el paro lo ha empezado a hacer.

Más allá del paro.

No pienso que estemos viviendo un momento pre-revolucionario, sobre todo por la incapacidad de organización que tenemos y la dispersión de les sujetes en lucha, pero sí estamos en un momento de un despertar que tiene como antecedentes las luchas agrarias, estudiantiles, étnicas, entre otras, que se han ido forjando en todo el siglo XX y XXI, que incluso enfrentaron los primeros gobiernos de Uribe-Vélez y que fueron claves también en el inicio del proceso de paz que aún continúa, y donde cada paso concreto hacia la unidad potencia aún más este momento.

Este despertar a puesto en jaque al uribismo, pero no lo ha derrotado ni superado; la presión por el diálogo efectivo y en defensa de la vida debe profundizarse, la unidad de cara a las elecciones de 2022 y 2023 hay que construirla más allá de lo que hasta ahora se ha logrado, pero debemos recuperar también una apuesta que ya se había expresado hace años, es la necesidad de una Asamblea Nacional Constituyente.

Hacia allá debemos apuntar en algún momento, la Constitución de 1991 y el Acuerdo de Paz (que en buena parte lo que plantea es que se cumplan muchos de los elementos que ahí están consignados), son herramientas muy importantes en el proceso de democratización en Colombia, para seguir disputando la materialización de derechos políticos, sociales, económicos, culturales y ambientales; pero son insuficientes. La Constitución de 1991 también abrió las puertas para la nueva institucionalidad neoliberal, por eso una verdadera apuesta anti-neoliberal debe apuntar a superar esa Constitución en una perspectiva de defensa de los derechos para la vida digna.

Actualmente la correlación de fuerzas de una voluntad de transformación estructural de la sociedad tiende a ser mayor, por lo menos en el enfrentamiento al neoliberalismo, por eso, a pesar que nuevamente emergerán las voces de miedo, de cuidado y prudencia, sobre el riesgo de una constituyente, pues me parece que siendo consecuentes, las fuerzas que en otros momentos han apostado a esta iniciativa, deben por lo menos impulsar este debate como una posibilidad también a mediano plazo.

Finalmente, quisiera expresar que este paro, entendido como este largo proceso que sigue y seguirá más allá del paro en sí, como el despertar de Colombia, como parte de las luchas emancipatorias en toda NuestrAmérica, que a su  vez necesariamente deben articularse en luchas internacionalistas a nivel mundial. Este despertar no se agotará en un proceso de negociación, ni en unas elecciones, ni siquiera en una nueva constitución política. Colombia está renaciendo de las cenizas de la guerra, Colombia se está transformando, ese despertar no tiene límites en este (des)orden social, porque la barbarie que vivimos es producto de unas relaciones sociales que implican la destrucción de la vida, de la naturaleza en general y de la humanidad en particular; por eso, en defensa de la vida, necesitamos superar esas relaciones sociales, y esto no se logra en un solo país, ni en la región, pero es en las propias luchas concretas que se forja ese camino de emancipación donde se está gestando un nuevo amanecer.

Aquí el intercambio y aprendizaje con otras experiencias es clave, a propósito de la actual disputa anti-neoliberal en Chile, del movimiento piquetero de trabajadores desocupados en Argentina, los trabajadores sin tierra y sin techo en Brasil, el movimiento campesino e indígena en Bolivia, la experiencia de la Venezuela bolivariana y la Cuba socialista, entre otros.     

Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse,

como quienes van a pelear juntos. (...)

Se ponen en pie los pueblos, y se saludan.

"¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. (...)

del Bravo a Magallanes.  

José Martí.


[1] 27 de noviembre de 2019 "Algunos elementos para aportar al análisis del momento que vivimos en Colombia", 10 de marzo de 2021 "Seguiremos amando en tiempos de guerra", 25 de abril de 2021 "Seguiremos tomando las calles, cada vez con mayor fuerza", 30 de abril de 2021 "Seguimos cada vez temblando más de indignación" y 04 de mayo de 2021 "Pensando y sintiendo sobre este momento". Ahora disponibles, https://juantapiro.wordpress.com/blog/


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