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31.5.21

Ciao Giorgio

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Por Esteban Valenti (*)

Lo confieso desde el principio, no voy a poder reflejar ni un mínimo los sentimientos, el dolor y la muerte de una parte de mi propia existencia en esta nota. Pero tengo que escribirla, por mi hermanito y por mí.

Tenía 71 años, era más chico que yo y fue siempre mi mejor amigo. Lo digo ahora y lo pensé siempre. Se murió un 29 de mayo, solo en un CTI, atendido muy bien por su personal y visitado dos veces por su hija Cynthia. Estaba totalmente sedado. Comenzó a morirse hace poco más de una semana. Se había dado las dos dosis de la vacunas Sinovac, había pasado el tiempo necesario para la inmunidad y además se había aplicado la vacuna contra la gripe. Tenía varias morbilidades y el Covid le daba muy pocas chances de vivir.

Hasta el último momento que pudo -a pesar de las limitaciones auto impuestas- siguió viviendo su vida, hablando por teléfono con todos, cocinando y ufanándose de sus platos exquisitos y sabiendo que estaba siempre al borde de la muerte, con su alegría de siempre, su simpatía y sus miles de amigos. Era uno de los seres humanos con la mayor capacidad de simpatía y de mirar la mejor parte, la más alegre de la vida. Sólo dejó de hacerlo en el CTI.

Cuando lo habían internado en una sala común hace unos meses, en pocos días era amigo de los médicos, de las enfermeras, del personal de limpieza. De todos. A su familia nos llenó, nos desbordó de alegría y de ganas de vivir. Y el recuerdo nunca, jamás logrará suplantar sus ocurrencias y su agudo sentido de la vida.

Ese 29 de mayo se me murió mi hermano y una parte muy importante de mi propia vida, porque es irreparable y nunca la podré reconstruir. Hicimos tantas cosas juntos que tendría que escribir un libro, otro, sobre mi querido Giorgio.

Conoció a Susana en 1968 y se casó en 1970. Estaban casados desde hace más de 50 años y tuvieron a su hija, su querida, mi querida Cynthia. Y recorrieron el mundo y la vida juntos, en tantos puertos, casas, hasta terminar aquí en Montevideo. Giorgio, Susana y Cynthia, eran una unidad, en medio de todas las tormentas. Después nacieron Julieta y Ramiro, sus nietos.

Giorgio había nacido en el hospital Ramos Mejía de Buenos Aires, cuando yo tenía dos años y allí comenzó nuestra aventura. Cerca o lejos, siempre juntos, nos reencontramos. Y éramos tan diferentes, tan hermanos. Últimamente discutíamos por teléfono. Ahora nunca más me llegará su llamada, Giorgio V.

Era inteligente y trabajador, en serio, aunque no le gustaba estudiar. Terminó primaria y poco después comenzó a trabajar. Y las pasamos negras, muy negras. Sin seguridades, sin una morada segura, recorriendo decenas de escuelas. Nunca nos faltó de comer, pero para ir a pedir fiado al almacén lo sorteábamos.

Era un niñito, tenía seis años, cuando pasamos juntos todo un año pupilos en un colegio en Montevideo, seis noches a la semana durmiendo en el instituto. Si para mí que tenía 8 años me ponía muy triste y se hizo interminable, recuerdo a Giorgeto llorando de noche en aquel enorme dormitorio helado.

Pero también tengo recuerdos impagables, cuando fuimos a cazar liebres, perdices y hasta jabalíes en Rincón de Pérez y Giorgio se puso repelente en toda la cara menos en las orejas y a la mañana siguiente parecía el topo Gigio. Nos divertimos con su humor y sus cuentos.

Giorgio siempre estuvo. Era gerente en San Pablo de una de las principales agencias de viaje del mundo y cuando entendió que la dictadura uruguaya se caía, vendió casi todo, el resto lo puso en un auto y un tráiler atrás y los tres se vinieron a Montevideo. A esperar el reencuentro.

La primer morada que tuvimos nosotros al volver al país, fue la casa de Giorgio y Susana en avenida Bolivia. Todas las noches eran una fiesta, y fuimos junto a varios amigos a recibir el año nuevo a la Plaza Virgilio. Qué maravilla, hasta las toninas nos vinieron a saludar.

Antes habíamos pasado momentos maravillosos, en Bariloche, en Italia, en San Pablo. Él no pudo venir a mi primer casamiento ni yo al suyo porque no teníamos plata para cruzar el río. Fue mi testigo el 17 de octubre del 2019 cuando me case con Selva.

Fue Giorgio quien me fue a buscar a Buenos Aires para retornar conmigo en diciembre de 1984. El día anterior le robaron todos los documentos, pero como conocía a todo el mundo por sus muchos años de trabajar en turismo en Buenos Aires, renovó todo y nos vinimos juntos con el Colorado Echave. Como era más humano que yo, lloró más que yo cuando vio las banderas y los carteles de bienvenida en el aeropuerto de Carrasco. Allí estaba, como siempre, mi hermano.

Cuando me vino el derrame cerebral y me operaron de apuro en el sanatorio, Giorgio se enteró de inmediato fue a verme y le vino un infarto y casi se muere. Lo trasladaron de apuro a otro sanatorio. El "enano" como tantas veces le dije, era duro y combatiente.

Pasamos todas las fiestas todos juntos durante décadas, solo unos pocos años, con su tribu y su espíritu viajero y aventurero se fue a vivir a las Canarias. Después volvió y empezó de nuevo de abajo. A puro corazón y esfuerzo con SIUR, como presidente de AUDAVI, con sus inventos permanentes para que su agencia sobreviviera a todo.

También en política siempre estuvimos juntos, adentro y afuera a la intemperie y Giorgio siempre tuvo una mirada inteligente, pegada a su experiencia con la gente, que era mucha y variada. Era un medidor de sentido común y humanidad.

Era el tío entrañable de mis hijos y de mis muchos nietos, un gran amigo de Selva que lo quiere mucho.

Ayudando a los que podía, con amigos en medio mundo porque además de una gran persona, era un personaje. Si podía tener alguna duda, los miles de mensajes que llegaron ayer para saludarlo, para recordarlo lo confirman plenamente. Miles.

Su muerte me duele muy hondo, es personal, es única, no tiene consuelo, el tiempo lo único que hará es tender ese velo de niebla de lo cotidiano, que deja el dolor un poco más opaco, nada más. Pero no puedo olvidarme que junto a él se murieron por la misma causa más de 4.100 uruguayos, la mayoría en estos dos últimos meses. Con familias, amigos, compañeros igual a los de Giorgio. Si no los recordara no sería justo con mi hermano y su sensibilidad y las conversaciones que teníamos por teléfono, una de sus mayores preocupaciones es que la situación empeoraría.

Hace 15 meses que no lo veía personalmente y ni siquiera pude despedirme, pero como siempre, conversábamos de todos los temas.

Puedo escribir esto, porque todavía no asumí plenamente que Giorgio ya no estará más, serán solo sus muchos recuerdos, sus fotos, su familia querida y nosotros, mucho más solos y tristes.

 

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay


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