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24.5.21

Socialismo y liberaciĆ³n nacional en James Connolly

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Por Daniel Escribano (*)

Presentación de la obra James Connolly "La causa obrera es la causa de Irlanda. La causa de Irlanda es la causa obrera. Textos sobre socialismo y liberación nacional" (Txalaparta, 2014).

Nota biográfica

Hijo de emigrantes irlandeses, James Connolly nació en Edimburgo (Escocia) el 5 de junio de 1868. Dejó la escuela con once años para empezar a trabajar como aprendiz de impresor y, a los catorce, se alistó en el Ejército británico, con el que fue destinado a Irlanda (Cork). En 1886 conoció, en Dublín, a Lillie Reynolds (de religión protestante), con quien se casó en 1889, en Escocia, donde, por influjo de su hermano mayor, John, se afilió a la Federación Socialdemócrata. Se presentó a elecciones por la Federación Socialista Escocesa, pero no fue elegido. Tras presentarse dos veces a elecciones, sin éxito, y habiendo escrito numerosos textos contra el capitalismo, Connolly entró en las listas negras de las principales empresas y tenía problemas para encontrar empleo. Ante esta situación, el Club Socialista de Dublín le ofreció trabajo como organizador del Club y, en mayo de 1896, emigró allí con Reynolds y las tres hijas del matrimonio. Connolly emprendió la tarea de vincular las luchas de liberación nacional y de clase, en cuyo marco el Club se transformó en Partido Republicano Socialista Irlandés (ISRP). En 1898 Connolly fundó el órgano del Partido: Workers' Republic. Con el apoyo del Sindicato de Labradores Unidos, fue candidato laborista, pero tampoco salió elegido y sufrió el boicot de algunos sacerdotes católicos, que amenazaron con la excomunión a quienes le votaran.

En 1902 Connolly pasó cuatro meses en EE UU pronunciando conferencias, invitado por el Partido Laborista Socialista (SLP) estadounidense. Tras volver a Irlanda, se fue a Escocia, donde trabajó como organizador del Partido Laborista Escocés, pero poco después emigró a los EE UU. Connolly y su familia se instalaron en Nueva York, donde él encontró empleo en una compañía aseguradora. En 1905 fundó la Federación Socialista Irlandesa de Nueva York, así como participó en el sindicato Trabajadores Industriales del Mundo (IWW), que en 1907 le ofreció el cargo de organizador de distrito en Nueva York. Durante esos años, Connolly también escribió Canciones de libertad de autores irlandeses, donde incluyó composiciones propias. En realidad, todos los textos de Connolly, también los de agitación política, se caracterizan por un estilo muy directo, de gran vivacidad y con profusión de recursos literarios.

Con la fundación de la Unión Irlandesa de Transportistas y General (ITGWU), Connolly volvió a Irlanda y empezó a trabajar con el Partido Socialista de Irlanda (SPI). Dio una gira por el Reino Unido e Irlanda, con escaso éxito. Ante los ataques de que era objeto por parte de la Iglesia católica, en 1910 publicó el ensayo Trabajo, nacionalidad y religión, donde intenta fundamentar el socialismo desde fuentes del catolicismo. Ese mismo año, el SPI le contrató como liberado y pudo hacer volver a su familia desde los EE UU. Todavía en 1910 publicó La clase obrera en la historia de Irlanda, donde analiza la historia irlandesa desde una perspectiva de clase. En julio de 1911 empezó a trabajar en la ITGWU como organizador del distrito de Ulster, donde logró la supresión del sistema acelerado de trabajo de los estibadores del muelle de Belfast. En 1912 participó en la fundación del Partido Laborista Irlandés.

En 1913 hubo una larga huelga en Dublín, organizada por la ITGWU, en protesta por el despido de 340 trabajadores de la compañía de tranvías, propiedad del diputado del Partido Parlamentario Irlandés (IPP) William Martin Murphy, por negarse a firmar una declaración de compromiso de no afiliación a la ITGWU. La huelga se extendió a otras empresas del propio Murphy, con 25 000 obreros en huelga, que se prolongó durante seis meses. Acabó en derrota, cuando el Congreso de Sindicatos británico se negó a organizar una huelga de solidaridad en el Reino Unido. A partir de entonces, empero, ninguna otra empresa intentaría destruir sindicatos mediante el despido de sus militantes.

En respuesta a la violencia policial durante la huelga, Connolly y Jim Larkin, el fundador de la ITGWU, crearon el Ejército Ciudadano Irlandés (ICA), una milicia obrera para proteger a trabajadores en huelga y concebida como vanguardia para una hipotética rebelión, que llegaría a agrupar a 450 personas. Poco después se fundaron los Voluntarios Irlandeses, de carácter nacionalista, que llegarían a tener 191.000 miembros.

Con el estallido de la Gran Guerra, en agosto de 1914, Connolly, igual que Lenin en Rusia, se marcó como objetivo el convertir la guerra en revolución. Son numerosos los artículos donde apunta la oportunidad estratégica que supondría una rebelión contra un estado en guerra; en el caso irlandés, para obtener la independencia. Así, aun compartiendo la oposición a la guerra y considerarla un conflicto interimperialista, en un artículo de septiembre del mismo año, Nuestro deber en esta crisis (pp. 249-253), ya apuntaba que "[s]i un ejército alemán desembarcara mañana en Irlanda, estaríamos perfectamente legitimados para unirnos a él, si con ello pudiéramos librar de una vez por todas a este país de su vinculación con el imperio forajido que nos arrastra a esta guerra en contra de nuestra voluntad". Sin embargo, el partido mayoritario del nacionalismo irlandés, el mencionado IPP, hizo un llamamiento a los irlandeses a alistarse en el Ejército británico como voluntarios -ya que en el Reino Unido no se decretó el reclutamiento obligatorio hasta enero de 1916, que no se aplicó en Irlanda-, con el objetivo de acelerar la aplicación de la Ley de gobierno de Irlanda, que concedía un régimen de autonomía a la isla, negociada entre el IPP y el primer ministro liberal Herbert Henry Asquith y aprobada por la Cámara de los Comunes en septiembre de 1914, pero aplazando su entrada en vigor hasta el final de la guerra. En total, se alistaron 160.000 irlandeses.

Connolly denunció la posición del IPP, a cuyos diputados acusó de convertirse en "sargentos de reclutamiento ingleses" (Una política para los Voluntarios, 1914, pp. 287-291) y de enviar a los obreros irlandeses a librar "las batallas de los enemigos de su clase y su país" (Redmond no podrá entregar lo prometido, 1914, pp. 283-286). En un artículo de agosto del mismo año, El peligro nacional (pp. 261-267), lamentaba amargamente que si, "[a] ojos del mundo, antes [Irlanda] era una «provincia de Inglaterra sometida»", tras el apoyo del autonomismo irlandés a la movilización bélica británica, era, lisa y llanamente, "«una provincia inglesa»". De modo que, "[a] partir de ahora, el descontento irlandés no se considerará, en el extranjero, como síntoma de la aspiración de una nacionalidad distinta; se interpretá, sola y correctamente, como el descontento ocioso del juego de la política imperial". En diciembre de 1915, en el artículo La leva económica (pp. 325-330), sentenciaba que "[n]inguna nación merece la independencia hasta que es independiente", "[n]inguna nación es digna de ser libre hasta que es libre". Según denunciaba Connolly, poco después de que se decretara la leva obligatoria en Inglaterra, Gales y Escocia, las autoridades de gobierno sobre Irlanda hicieron todo tipo de maniobras para provocar el paro entre los hombres en edad militar como vía para obligarles al alistamiento en el Ejército británico, estrategia que Connolly denominaba leva económica. En febrero de 1916, en el artículo El paro en Irlanda (pp. 351-354), denunciaba la denegación sistemática de licencias de obras, tanto de carácter público como privado. En marzo, en uno de los artículos titulados Notas sobre el frente (pp. 355-359), denunciaba el despido de muchos jóvenes en empresas irlandesas, así como la adopción de medidas destinadas a provocar quiebras masivas, como la prohibición o la limitación de importaciones de materias primas a las empresas irlandesas que hacían la competencia a las inglesas, las órdenes secretas dadas a los bancos para que no aceptasen descubiertos a las empresas y el endurecimiento de las condiciones para acceder al crédito. En el artículo La leva económica, empero, Connolly advirtió de que este uso del "arma del hambre a fin de obligar a los hombres a actuar en contra su conciencia" ya se había aplicado en Dublín en 1913, en el conflicto de los transportes, y añadía que "[s]i el engañado pueblo de Irlanda no se hubiera quedado tan insensiblemente inmóvil cuando, en 1913, las fuerzas de la leva económica se esforzaban por destruir a la ITGWU, en 1915 los sindicalistas irlandeses se encontrarían en mejor posición para luchar contra la leva económica de nacionalistas irlandeses".

En septiembre de 1914 un grupo de unos 12.000 miembros de los Voluntarios Irlandeses, afín a la Hermandad Republicana Irlandesa (IRB) se escindió, en protesta por el giro pro británico de la organización, se acercó al ICA para preparar una rebelión en Irlanda y Connolly se integró en el Consejo Militar de la IRB. En enero de 1916, en la segunda parte del artículo La leva económica (pp. 330-333), advertía de que "[q]uienquiera que en el futuro, hablando en nombre de Irlanda, llame a los irlandeses a las armas, debería recordar que el primer deber de los hombres irlandeses es reconquistar su país, dar la espalda a aquellos cuyo único derecho de propiedad está basado en la conquista". Ese mismo mes, en el artículo ¿Cuál es nuestro programa? (pp. 335-340) señalaba que el eslabón "más débil" del Reino Unido es "su corazón", "Irlanda está en posición de ventaja táctica", por cuanto "una derrota de Inglaterra en la India, Egipto, los Balcanes o Flandes no sería tan peligrosa para el imperio británico como cualquier conflicto armado en Irlanda", de modo que "el momento para la batalla de Irlanda es ahora y está aquí".

El plan inicialmente trazado por el sector republicano de los Voluntarios Irlandeses y el ICA era un levantamiento en toda la isla y se preparó un envío de armas desde Alemania, pero cuando el jefe de los Voluntarios, Eoin Mac Neill, supo que el barco que las llevaba había sido capturado, dio la orden de suspenderlo. Sin embargo, el Consejo Militar de la IRB sólo lo aplazó hasta el día siguiente de la fecha prevista inicialmente, y el 24 de abril de 1916 Connolly, que había sido nombrado comandante general de la Brigada de Dublín, llevó a sus huestes a la Oficina Central de Correos y, junto a Patrick Pearse, poeta y dirigente de la IRB, proclamó la República de Irlanda. Los combates duraron una semana, hasta la rendición de los rebeldes. La madrugada del 12 de mayo Connolly fue fusilado en la prisión de Kilmainham, atado a una silla, porque no se podía tener en pie, a causa de las heridas sufridas durante los combates.

¿Socialismo vs. liberación nacional?

Connolly combatió el argumento según el cual la cuestión nacional funciona como "pantalla" del conflicto de clases. Así, en el artículo Socialismo y nacionalismo irlandés (1897, pp. 57-61), reponía que, una vez lograda la república irlandesa, quedarían "a plena luz del día todos estos antagonismos de clase y las líneas de demarcación económica ahora oscurecidas por las nieblas del patriotismo burgués". Igualmente, consciente del efecto embrutecedor que las relaciones de dominación nacional provocan sobre las clases subalternas de la nación dominante, en el programa fundacional del ISRP (1896, pp. 375-377) advertía de que "el sometimiento de una nación a otra, como es el caso de Irlanda a la autoridad de la Corona británica, es un obstáculo al libre desarrollo político y económico de la nación sometida y sólo puede servir a los intereses de las clases explotadoras de ambas naciones". En el artículo El Sinn Féin y el socialismo, de 1908 (pp. 151-158), denuncia a los "socialistas doctrinarios" que sostienen que "los socialistas no deberían simpatizar con las nacionalidades oprimidas o con las nacionalidades que resisten a la conquista" arguyendo que "cuanto antes sean suprimidas esas nacionalidades, mejor, ya que será más fácil conquistar el poder político en unos pocos grandes imperios que en una miríada de pequeños estados". Connolly replica que la toma del poder político es el momento final de la lucha socialista ("la conquista del Estado político de los capitalistas no es la batalla, sino sólo su eco") y que, antes, es necesario que los obreros se apoderen de las industrias mediante las organizaciones sindicales. Y esta primera lucha "no atiende a fronteras políticas".

En el artículo Talleres de explotación bajo la bandera de Orange, de 1911 (pp. 175-180), Connolly recuerda que "[e]l Partido Socialista de Irlanda reconoce y apoya con el máximo entusiasmo el principio del internacionalismo, pero se percata de que ese principio debe aplicarse mediante la hermandad universal, en lugar de mediante la autoextinción de las diversas naciones dentro de las fauces de imperios sobrecrecidos". En este sentido, en el artículo La esperanza de Irlanda, de 1914 (pp. 299-302), apunta que "el mejor servicio" que la clase obrera irlandesa "puede prestar al pueblo británico" es "la destrucción, lo más rápido posible, del insoportable sistema de gobierno que ha convertido al pueblo británico en instrumento para la esclavización de millones de personas, la extinción de tribus y naciones enteras y la devastación de vastos territorios". "Esclavizado socialmente en su país, al pueblo británico se le ha enseñado que la escasa libertad política de la que disfruta sólo se puede comprar al precio de la destrucción de todo pueblo emergente que pueda rivalizar económica o socialmente con la clase dominante británica."

En el artículo La leva económica de 1915 niega que "la existencia del imperio británico sea compatible con la libertad o la seguridad de la clase obrera irlandesa", por cuanto "[e]sa libertad y esa seguridad sólo pueden venir como resultado de la total ausencia de dominación extranjera". Connolly también denuncia el nacionalismo estatal de la izquierda británica y el recurso espurio a la carátula internacionalista para ocultarlo. En el tercer capítulo de la serie Los haraganes (pp. 361-366), publicado el 25 de marzo de 1916, un mes antes de la rebelión de Pascua, denunciaba la inexistencia de organización pacifista británica alguna que defendiera para Irlanda "el mismo derecho a determinar su destino nacional que todos los partidos pacifistas británicos exigen que se asegure a Bélgica", ya que la "base de sus reivindicaciones es que no se lleven a cabo más conquistas", pero que "todos los países ya conquistados deben permanecer así, como países sometidos", de modo que "el imperio británico debe permanecer intacto y en posesión de todo su botín". Por ello, "[e]n la medida en que apoyen al sistema o a la sociedad que hace rentable para una nación la connivencia con el sometimiento de otra nación, son responsables de cada crimen perpetrado para mantenerlo". Antes bien, "[c]reeremos en la inocencia del pueblo británico cuando sus portavoces se atrevan a reconocer públicamente que el imperio británico no puede durar y reconozcan así el derecho de cada una de las naciones oprimidas a ser ellas mismas, con la ayuda de cualquier aliado que puedan unir a su lado".

Asimismo, Connolly critica la práctica del Partido Laborista inglés de buscar el apoyo de los autonomistas irlandeses en las campañas electorales para obtener el voto de los emigrantes irlandeses en Inglaterra. En el artículo Aprender la lección, de 1909 (pp. 169-174), destaca que los socialistas irlandeses veían a los líderes autonomistas como "los más despiadados explotadores de la mano de obra" de Irlanda y recuerda que, en las elecciones municipales de 1899, mientras los "socialistas ingleses" dedicaban "obsequiosas alabanzas" a los líderes autonomistas, "esa misma gentry capitalista rivalizaba duramente con los candidatos laboristas de los sindicatos irlandeses".

En la cuestión de Ulster, Connolly denunciaba que, a pesar del carácter industrial de los condados debería facilitar el arraigo de las ideas socialistas, la hegemonía unionista ahogaba cualquier tipo de protesta de carácter social. Así, en el artículo Talleres de explotación bajo la bandera de Orange destacaba que "[l]a unión ha asfixiado el desarrollo de la democracia en Irlanda", y recordaba que ningún diputado lealista había votado a favor del proyecto de ley de pensiones para la vejez y les acusaba de ahogar "toda protesta dentro de sus circunscripciones tocando el tambor orangista". En el artículo El despertar de la democracia en Ulster, de 1913 (pp. 185-188), Connolly remarca el contraste entre "el crecimiento del espíritu rebelde entre la democracia nacionalista", que "ha obligado a los políticos autonomistas a cortejar al movimiento obrero, a arrogarse una virtud aun cuando no la tengan", y "la ausencia de ese espíritu" en Ulster, que "ha permitido a los líderes orangistas desdeñar abiertamente y oponerse al movimiento obrero". En el artículo El nordeste de Ulster, de 1913 (pp. 189-194), Connolly apunta que en Dublín y entre el nacionalismo irlandés, "la cuestión de la autonomía ha ido mucho más allá de la fase de controversia; está fuera de los temas de disputa", mientras que en Ulster "no es una cuestión resuelta en las mentes de la gente, y mucho menos políticamente", lo que permite que "esa cuestión ocupe las mentes de la multitud tanto que todas las cuestiones restantes, como salarios, horas y condiciones de trabajo, queden en un lugar subordinado y pierdan su capacidad de llamar la atención y, aun más, de forzar a la acción".

Además, la Ley de autonomía aprobada recogió una enmienda presentada por el diputado unionista Edward Carson según la cual los condados de Ulster podrían acceder a un régimen de autonomía específico, por lo que, apuntaba Connolly, el conflicto nacional perduraría y las divisiones en el seno de la clase obrera, especialmente en el norte de la isla, permanecerían. Connolly era especialmente crítico con el IPP por hacer aceptado la enmienda Carson. En el artículo El movimiento obrero y la propuesta de partición de Irlanda, de 1914 (pp. 219-221), califica el esquema acordado por el líder del IPP, John Edward Redmond, y del diputado Joseph Davlin como "traición a la democracia nacional del Ulster industrial" que "significaría un carnaval de reacción en el norte y en el sur, y obstaculizaría las ruedas del progreso, destruiría la futura unidad del movimiento obrero irlandés y paralizaría a todos los movimientos de progreso". En La exclusión de Ulster, de 1914 (pp. 223-227), apunta que la división dejaría a los condados del norte que se separaran del resto de la isla bajo el dominio del supremacismo orangista, mientras que el IPP mantendría su hegemonía en el sur, con el pretexto de trabajar por la reunificación de Irlanda.

Igualmente, Connolly combatió los intentos del nacionalismo irlandés burgués de presentar al socialismo como una ideología opuesta a la libertad nacional irlandesa. En el artículo ¿Antipatriótico?, de 1903 (pp. 131-134), señala que "cualquier acto o doctrina política es patriótica o antipatriótica en la misma proporción exacta en que sirve a los intereses de la clase que en el momento detenta el poder político" y advierte de que "el socialismo es algo extraño, antipatriótico, y continuará siéndolo hasta que la clase obrera lo adopte como su salvación y haga del socialismo la fuerza política dominante". En Una revolución continental, de agosto de 1914 (pp. 255-259), escrito pocos días después de la declaración de guerra del Reino Unido a Alemania, contraponía el "patriotismo del capitalismo, el patriotismo que convierte al interés de la clase capitalista en prueba suprema del deber y el derecho" al "patriotismo de la clase obrera", "el patriotismo que juzga todo acto público por su efecto sobre la fortuna de quienes padecen". En suma, tal y como concluye en el primer capítulo (1915) de La leva económica, "no podemos concebir una Irlanda sometida con una clase obrera libre", ya que "ninguna nación que sea cómplice de la esclavización nacional de alguna parte de esa nación puede ser libre", por cuanto "el verdadero avance de una nación hacia la libertad debe medirse por el progreso de su clase más oprimida". Igualmente, tampoco "podemos concebir una Irlanda sometida con una clase obrera libre". Connolly destaca los vínculos económicos entre los capitalistas industriales y los terratenientes irlandeses con el Imperio británico, por lo que, como concluye en el artículo de febrero de 1916 Notas sobre el frente, "apelar al patriotismo irlandés de esas clases" es "una pérdida de tiempo".

El republicanismo de Connolly

Aunque no existe una teorización explícita en torno al concepto de República en el pensamiento de Connolly, éste se inscribe claramente en lo que en filosofía política se conoce como republicanismo democrático, cuyo programa se condensa en la extensión de la plena libertad al conjunto de la población, muy especialmente a la sometida a relaciones de dominación. Precisamente es la concepción de la libertad lo que diferencia al pensamiento republicano -tanto en su tendencia democrática como en la oligárquica- del liberalismo. Si el liberalismo define al individuo libre como aquel que está reconocido como miembro de la comunidad política en régimen de igualdad jurídica con el resto de conciudadanos -que, en la época de Connolly no implicaba, empero, igualdad de derechos políticos, como acredita el carácter censitario del sufragio- y al margen de las relaciones de propiedad, la concepción republicana incluye como elemento constitutivo de la libertad la posesión de recursos materiales por parte del sujeto que le garanticen la existencia social autónoma y le protejan de la necesidad de trabar relaciones de dependencia económica. Por ello, el diseño institucional de la república democrática debe tener como objetivo fundamental garantizar los medios de existencia a toda la ciudadanía y una de las funciones esenciales de su gobierno es impedir un grado de concentración de riqueza en sujetos privados susceptible de poner en peligro la independencia material del resto de ciudadanos y anular, así, su libertad. La concepción republicana de la libertad es claramente la de Connolly -en algunos textos emplea el propio término de libertad republicana, como en Redmond no podrá entregar lo prometido o en el texto leído en el funeral del fundador de la IRB, JeremiahO'DonovanRossa (pp. 309-311), también de 1915-, que también comparte el objetivo de extenderla al conjunto de la sociedad. Lo expresa perspicuamente en el primer capítulo de La leva económica, donde sostiene que "[n]ingún individuo puede desarrollar todas sus capacidades, si se encuentra, aunque sea parcialmente, bajo el control de otro, incluso aunque éste desee sinceramente su bien", porque "[l]a libertad de controlar todos sus propios recursos es esencial para una comunidad lo mismo que para un individuo". Por el contrario, "el control de los medios de vida por individuos privados es la raíz de toda tiranía nacional, política y militar y, por tanto, los que controlan los empleos controlan el mundo".

La fórmula de Connolly enlaza con la de Marx ("el republicano y beneficioso sistema de asociación de productores libres e iguales", en el texto de las Instrucciones para los delegados del Consejo General Provisional de 1866 de la Asociación Internacional de Trabajadores). Así, en el artículo Representación de la clase obrera, de 1898 (pp. 97-99), Connolly defiende la sustitución de la "propiedad privada" por el gobierno sindical de la industria, que podría organizar "la producción y la distribución en beneficio del interés general mucho mejor de lo que lo hace actualmente una clase motivada exclusivamente por las consideraciones de beneficio". Siguiendo el principio metodológico marxiano que evita el dualismo entre economía y política, Connolly apunta que "[u]na república socialista es la aplicación en la agricultura y en la industria, desde el campo a la granja y al taller, del principio democrático del ideal republicano". Por el contrario, como afirma en La visita del rey Jorge V (pp. 181-184), "un pueblo mentalmente envenenado por la adulación a la realeza nunca podrá conseguir el espíritu de democracia independiente necesario para la consecución de la libertad social", ya que "[l]a mente acostumbrada a los reyes políticos puede fácilmente reconciliarse con los reyes sociales: los reyes capitalistas de la fábrica y del taller, el molino, el ferrocarril, los barcos y los muelles". Y no se le escapa el vínculo entre el republicanismo y la soberanía popular, al oponer al servilismo de la mentalidad monárquica la "creencia en la dignidad de nuestra clase, en la soberanía última de aquellos que trabajan". Así, "[l]a propiedad pública debe reemplazar a la propiedad capitalista, la democracia social debe reemplazar a la desigualdad política y social, la soberanía del movimiento obrero debe sustituir y destruir a la soberanía de nacimiento y la monarquía del capitalismo".

En cambio, "[u]n partido que tenga como objetivo una república meramente política", alertaba en el artículo El patriotismo y la clase obrera, de 1897 (pp. 51-55), "siempre estará amenazado por el peligro de que algún astuto estadista británico pueda desorganizar a las fuerzas republicanas, con concesiones aparentes, promulgando una medida de fingida autonomía, hasta que el momento crítico haya pasado". En plena coincidencia con el pensamiento republicano democrático, que no agota el proyecto de República en la forma de estado, Connolly, en el artículo Socialismo y nacionalismo, de 1897 (pp. 45-50), se desmarca de los estados con forma de república puramente política y repone que la república por la que debe luchar el nacionalismo irlandés no es "una monarquía capitalista con un presidente electo", como la francesa, que "parodia los abortos constitucionales de Inglaterra", ni el sistema vigente en los EE UU, "donde el poder de la billetera ha establecido una nueva tiranía bajo formas de libertad" (una formulación que repetiría Lenin años después, en su discurso ante el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, el 19 de julio de 1920, en que denunciaría que alrededor del mundo "magnates financieros han transformado de hecho incluso las repúblicas más libres en monarquías financieras"). En este mismo artículo, Connolly apunta que, "sin socialismo", esto es, "sin la reorganización de la sociedad sobre la base de una forma más amplia y desarrollada que la de la propiedad común que descansa en la estructura social de la antigua Erin", el nacionalismo "no es más que cobardía nacional". En la misma línea, en el ya mencionado El patriotismo y la clase obrera señalaba que "la independencia nacional es el trabajo preparatorio indispensable para la emancipación industrial, pero estamos igualmente convencidos de que tiene que hacerse con el liderazgo de la clase cuya constitución social deriva de la opresión". En el artículo Socialismo y nacionalismo irlandés, también de 1897 (pp. 57-61), insistía en que "[h]abiendo aprendido de la historia que todos los movimientos burgueses terminan en un compromiso, que los revolucionarios burgueses de hoy se convierten en los conservadores de mañana, los socialistas irlandeses rechazan negar o perder su identidad con aquellos que sólo entienden a medias el problema de la libertad". Ello enlaza con la paradoja de la burguesía irlandesa, para quien era difícil compatibilizar el nacionalismo irlandés con su dominio social, que debía al dominio británico. Así, como apunta en el folleto Las esperanzas de Erin, de 1897 (pp. 63-95), los miembros de esta clase, que "gracias a su posición social y educación" se habían hecho "con el liderazgo del patriotismo irlandés", debían "su estatus único en la vida política a dos causas de todo punto distintas y aparentemente antagónicas": "Su riqueza provenía del modo en que habían logrado hacerse un lugar en la vida comercial del «enemigo sajón», asimilando sus ideas y adoptando sus métodos, hasta que a menudo resultaban ser los más implacables de ambas razas en punto a la extensión de sus poderes de explotación hasta los límites más insospechados".

El programa del ISRP, de 1896, tenía como primer punto "[e]l establecimiento de una REPÚBLICA SOCIALISTA IRLANDESA basada en la propiedad pública, en manos del pueblo de Irlanda, del suelo y de los medios de producción, distribución e intercambio". "La agricultura se administrará como una función pública, la gestionará un comité directivo escogido por la población rural y responsable ante ella y el conjunto de la nación. El resto de formas de trabajo necesarias para el bienestar de la comunidad se regirá por los mismos principios." Conforme a esta concepción republicana de la libertad, el ISRP declaraba que "la propiedad privada por parte de una clase social de la tierra y de los medios de producción, distribución e intercambio se opone al principio vital de justicia y es la base fundamental de toda opresión, nacional, política y social". En ¿Qué es una nación libre?, de 1916 (pp. 345-350), Connolly define la libertad nacional como el "control absoluto" por parte de la ciudadanía de sus "recursos y poderes internos", la posesión de "plenos poderes" sobre sus industrias y puertos, el control de las importaciones, la capacidad para modificar o derogar legislación, "en obediencia de las reivindicaciones de sus ciudadanos", y la capacidad irrestricta para relacionarse "con todas las demás naciones". Connolly concluye que la Ley de autonomía pactada entre Asquith y el IPP no contenía nada de todo eso.

Por otra parte, en el artículo de 1899 La reconquista de Irlanda (pp. 105-110) Connolly llama la atención sobre el hecho de que "los argumentos y los razonamientos falaces" contra la extensión del derecho de sufragio a la clase obrera "son exactamente los mismos, en todos los aspectos, que aquellos con que siempre se han opuesto" los enemigos de la libertad nacional "a las reivindicaciones de justicia política" para Irlanda. Así, "la clase propietaria nacionalista arroja contra el obrero los mismos epítetos y la misma supuesta incapacidad para la administración que les arrojaron a ellos cuando expusieron su reivindicación de independencia legislativa". Connolly advierte de que "el unionista propietario se alineará, sólido como una roca, con el propietario nacionalista en defensa de su interés común en el sometimiento de la clase obrera". De modo que "[e]l sometimiento de Irlanda, presentado a día de hoy como una mera cuestión política, es, en realidad, una cuestión social y económica", ya que "una nación dominante sólo mantiene la maquinaria política con el objetivo de que los poderes sociales puedan estar en manos de la clase dominante". Y es que "[l]a conquista de Irlanda se fundó sobre la desposesión de su pueblo de todo derecho sobre la tierra y la vida salvo en las condiciones dictadas por la clase propietaria en el campo, en las granjas y en los talleres de su propiedad".

Connolly también denunció el espejismo interclasista en la estrategia de liberación nacional: "el grito de una «unión de clases» es, en realidad, un movimiento insidioso de parte de nuestra clase dominante irlandesa para que los poderes de gobierno se transfieran de manos del gobierno capitalista inglés a las del gobierno capitalista irlandés, y se allane así el camino a este cambio induciendo al trabajador irlandés a abandonar toda esperanza de mejorar su propia posición y a asumir una actitud de sumisa resignación para su destino como esclavo asalariado para poder convencer al gobierno inglés de que no hará ningún uso revolucionario de su poder político, sino que dejará las cosas, en gran medida, tal y como están". Antes bien, según Connolly los obreros irlandeses se percatarían de que, en la medida en que "toman el control del trabajo del país de manos de individuos privados y lo ponen a cargo de los organismos públicos representativos del pueblo irlandés, así se sacude Irlanda los grilletes de su esclavitud".

Autonomía e independencia

En un apartado añadido en la edición de 1909 del folleto Las esperanzas de Erin, Connolly apunta que "la concesión a Irlanda de una forma de autonomía local tan limitada como la que encarna el proyecto de ley de autonomía del señor Gladstone [primer ministro liberal británico que presentó un proyecto de ley de autonomía para Irlanda a la Cámara de los Comunes, donde fue aprobado, pero que rechazó la Cámara de los Lores] no supondría en sentido alguno ningún paso hacia la independencia, sino que, más probablemente, crearía barreras efectivas en el camino de su materialización". En el artículo El Sinn Féin y el socialismo señala que "[e]l primer elemento esencial para el éxito de cualquier partido o movimiento es creerse que cumple todas las condiciones materiales para alcanzar su destino". En este sentido, recuerda que, "[d]urante siglos, Irlanda ha cifrado sus esperanzas en la posibilidad de que sus «agitadores constitucionales» derritieran el corazón de sus opresores o apelando a su sentido de la justicia".

También rechaza los planteamientos historicistas en la lucha por la liberación nacional. Así, en El Sinn Féin y el socialismo critica la reivindicación del Sinn Féin de restaurar el statu quo de 1782, cuando una serie de reformas legales permitió el levantamiento de las restricciones impuestas al Parlamento de Irlanda, suprimido tras la rebelión de 1798. Connolly replica que "todo movimiento político o social con esperanzas de éxito debe expresarse en términos de las condiciones presentes o sobre las líneas de desarrollos futuros".

 

(*) Daniel Escribano es traductor. Junto con Àngel Ferrero, ha compilado y traducido la antología de textos de James Connolly "La causa obrera es la causa de Irlanda. La causa de Irlanda es la causa obrera. Textos sobre socialismo y liberación nacional" (Txalaparta, 2014) y es autor de "El conflicto lingüístic a Catalunya, el País Valencià i les illes Balears durant la Segona República" (LleonardMuntaner, Editor/Obra Cultural Balear, 2020).

Fuente:https://catarsimagazin.cat/socialisme-i-alliberament-nacional-en-james-connolly/?utm_source=pocket-app&utm_medium=share


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