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8.3.21

Italia: No bastan las buenas intenciones de Draghi

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Por Norma Rangieri (*)

Sabiendo que, más allá de las promesas programáticas, su nombramiento al timón de la política italiana es la viga en el ojo del sistema democrático, Mario Draghi comenzó su discurso de investidura dirigiendo una captatio benevolentiae al Parlamento con una evocación del espíritu republicano.

Y sabiendo que, instalado él en el Palazzo Chigi, eso señala una retirada del contraste normal y virtuoso entre la mayoría y la oposición, dio seguridades de que su papel no señala el fracaso de la política, porque a nadie se le ha pedido que "dé un paso atrás respecto a su identidad", aunque tuviera que estar de acuerdo en que "antes de cualquier partidismo, está el derecho de ciudadanía", en el que "todo el mundo da algo por el bien de todos".

Tras invocar el ejemplo de Cavour y el supremo bien de la nación para tapar el olor a dirigismo financiero, y antes de ahondar en las líneas del programa, Draghi dio las gracias a Conte, haciendo referencia a las vías establecidas por su predecesor en el asunto crucial del plan de recuperación, la lucha contra la pandemia y el cambio del modelo de desarrollo mediante una revolución ecológica.

Un discurso es un discurso, y nada garantiza que un "Conte 3" desplazado a la derecha sea la solución. Todo lo contrario.

Pero si vamos a ceñirnos a las palabras pronunciadas el miércioles en la cámara del Senado, vale la pena resaltar tres pasajes significativos.

En primer lugar, la repetida referencia a la igualdad de género, al "farisaico respeto a las cuotas" que, aunque se consiga, queda inmediatamente desmentido por la "disparidad salarial, entre las más elevadas de Europa". En la misma vena, y en relación a las medidas políticas para el sur, insistió en el empleo femenino.

El segundo elemento que resonó con fuerzo llegó a mitad de su discurso, con su cita de las palabras del Papa Francisco sobre el necesario radicalismo del respeto por el medio ambiente, ligando estrechamente la pandemia, el salto del virus de animal a humano, con la violenta destrucción del planeta: "Queremos dejar un buen planeta tras de nosotros, no sólo una buena moneda".

Por consiguiente, -y este es el tercer punto- se mencionó la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo bajo muchos aspectos, pero concretada con un ejemplo que todo el mundo entiende, especialmente en un país como el nuestro.  

Draghi abordó el turismo de frente y por derecho, distanciándose de la postura popular que ve una bendición en más construcciones y centrándose en cambio en la "preservación de la herencia natural y artística". Volvió al tema en su réplica. 

Y hubo un atisbo de polémica en su largo discurso que iba dirigido a la Lega. Tanto sobre el sistema fiscal (con la mención de la reforma elaborada por la Comisión Visentini) como sobre el hecho de que "no hay soberanía en soledad", sobre "la irreversibilidad del euro", así como sobre la atención sanitaria local y comunitaria, lo contrario del fracasado modelo de Lombardía.

Resulta difícil creer que esas palabras de compromiso positivo (junto a otras menos agradables, por supuesto) no estén destinadas a seguir siendo letra muerta con un gobierno que, primero y sobre todo en su parte técnica, no incluye a nadie que se parezca siquiera ligeramente a un medioambientalista, sino que, por el contrario, confía el destino del país, a una sarta de economistas.     

Y, de modo más general, se hace difícil creer que el conjunto del enorme programa no se vea reducido a una idea de empresarialización del país, en una especie de berlusconismo revivido: el sistema italiano como una empresa confiada a un buen padre de familia que pone el presupuesto en orden con un neoliberalismo atemperado.

Cómo podría reconciliarse el anunciado cambio de política en relación al turismo con situar a un estandarte del desarrollismo de la Liga en ese ministerio es una contradicción en los términos.

Sin embargo, este gobierno de todos y de nadie supone también un reto para la izquierda, tanto para los que lo voten como para los que digan no.

Desde este punto de vista, la formación de un intergrupo parlamentario entre el PD [Partido Democrático], el M5S [Movimiento 5 Estrellas] y LeU [Libres e Iguales] supone un primer pilar para fortalecer la alianza eliminada del gobierno mediante un golpe palaciego. Al menos mientras no tenga la naturaleza apresurada de recolocar la táctica, sino que esté destinada a construir una alternativa cuando se nos convoque a votar.  

Asimismo, está la tarea de formar una nueva fuerza de izquierdas, de la que nos hemos visto privados demasiado tiempo, y no debido a los fallos del antiguo banquero central. Esto hace todavía más necesario devolver la cuestón social al centro de la acción política, cuando, como dice Draghi, una vez que acabe la pandemia, podamos volver a encender las luces.

 

(*) Norma Rangieri. Directora del diario italiano "il manifesto" desde 2010, en el que lleva trabajando desde 1974, primero como crítica de televisión, experiencia recogida en su libro "Chi l´ha vista? Tutto il peggio della tv da Berlusconi a Prodi' (o viceversa)", Milán, Rizzoli, 2007.

Fuente: il manifesto, 19 de febrero de 2021

Traducción: Lucas Antón


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