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1.2.21

Los halcones del déficit

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Por Esteban Valenti (*)

La definición no es mía, es del senador demócrata  Chris Murphy de los Estados Unidos en un debate parlamentario sobre la ayuda a las millones de familias norteamericanas que han perdido sus ingresos y afrontan una situación crítica. El calificativo estaba dirigido a los 52 senadores republicanos que en los tiempos de Trump no querían votar los fondos para esa ayuda.

Es un debate universal, lo ha sido desde siempre, pero con una particularidad ahora tiene un contenido totalmente diferente, estamos en medio de una pandemia que ha cerrado millones de empresas y ha esfumado cientos de millones de puestos de trabajo, con todas sus consecuencias sociales, pero también económicas.

En la primera mitad de 2020 se perdieron el equivalente a 400 millones de empleos a tiempo completo debido a la crisis del COVID-19, un número mucho más alto que el previamente estimado y se registró una caída del 14% en las horas de trabajo a nivel mundial, advirtió este martes la Organización Internacional del Trabajo. 34 millones de empleos se perdieron por la crisis solo en América Latina y el Caribe.

Tenemos que reconocer que en la campaña electoral del 2019 reducir el déficit fiscal  fue una bandera fundamental del Partido Nacional y de todos los partidos de la colación multicolor. También lo fue la creación de empleos genuinos. No voy a cometer el primitivismo de atribuirles falta de sentido social ni nada parecido, es una ideología, es un pilar programático fundamental de un cierto liberalismo que considera que el progreso social e individual depende del esfuerzo de cada uno y eso es lo que hay que estimular y, que el déficit fiscal, determinado por altos costos del Estado y en particular de las políticas sociales y de apoyo a sectores desfavorecidos, en lugar de ayudar deforma las condiciones básicas de las sociedades de mercado. Es una visión que ha dominado el mundo en muchas décadas y latitudes.

A lo largo de la historia ha tenido cultores muy destacados y en los tiempos modernos ha sido la bandera que más fuerte a flameado en el mundo, pero....ahora muchos, incluso los organismos custodios de esas verdades, arriaron las enseñas, no por un arranque de bondad y sensibilidad novedosa, sino por cálculo, porque han considerado que los tiempos y las condiciones han variado y lo principal es reactivar la economía, incluso sacrificando algunas verdades sacrosantas de la macro economía.

Entendamos bien, también lo hicieron en los principales países del mundo,  con gran "sensibilidad" y un desopilante derroche de dinero en el 2008 en la crisis de los bancos, de las hipotecas, del sistema financiero "occidental y cristiano". Miles de bancos y sobre todo banqueros se salvaron gracias al Estado y sus enormes aportes.

Ahora el grave problema que afrontan las economías del mundo, menos la china, es la crisis global y nacional por la caída de la producción como no sucedía desde la Gran Depresión de 1929. Uruguay cayó en el 2020 un 6% (todavía no están las cifras definitivas) y las previsiones son un crecimiento para este año del 1.9%. Y es una incógnita, porque hay muchas variantes en juego. A veces estas previsiones suenan a automatismos propios de los augures. El crecimiento y el tiempo que demoraremos en volver al nivel del 2019 en el PBI, dependerá de varias cosas bien duras y concretas.

Dependerá de cómo sigue la pandemia y que medidas se adoptan durante el tiempo que falta para su remisión y luego, dependerá de las inversiones públicas y privadas, de cuando se recuperará la capacidad de compra de los que viven de un ingreso fijo, de la crisis hídrica y la situación del campo, y del conjunto de otras variantes mundiales, regionales y nacionales. No hay nada mágico ni milagroso, pero lo más probable es que por este camino, lo que se pronosticaba de una caída con forma de "V", no sucederá en absoluto y que recién en el 2023 alcanzaremos el nivel de riqueza (PBI) que teníamos en el 2019. ¿Se puede hacer algo?

Naturalmente que se puede y se debe hacer algo. Y cada uno con su forma de pensar definirá que es lo que hay que hacer.

Basados en la experiencia de crisis anteriores, del estado y fortaleza del sistema bancario nacional y de las reservas acumuladas, de nuestra imagen y nuestras relaciones y de las tendencias mundiales, que también tienen su importancia, el país deberá planificar y reaccionar con energía y no solo dejándose llevar por el vaivén de las olas, que son tormentosas. El principal error que cometió el anterior gobierno del Frente Amplio: flotar.

A todo ello hay que agregar el impacto - no solo como un dato de sensibilidad social y humana - sino como un duro dato económico, de las políticas sociales destinadas al tendal de víctimas de la pandemia y sus consecuencias.

Estamos hablando, al menos, en mi visión, de que la mejor y más sólida y sustentable política económica es el empleo, el trabajo, pero también debemos considerar la educación, la salud y la vivienda.

El retrato gigante que el presidente Joe Biden colocó frente a su escritorio en el salón oval de la Casa Blanca, no es el de George Washington, sino el de Franklin D. Roosevelt,  el padre de New Deal (literalmente «Nuevo trato») una política de grandes inversiones del Estado en infraestructura y en políticas sociales para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos.

Es lo que hoy está haciendo la Unión Europea encabezada por Alemania, gobernada por Angela Merkel que nadie podrá acusar de izquierdista, que invertirá cientos de miles de millones de dólares en intervenciones de los estados y de la UE.

El presidente Joe Biden que debe enfrentar en simultaneo la terrible crisis del coronavirus en los EE.UU. y la crisis económica y social, anunció un paquete de cientos de miles de millones de dólares, casi dos billones de dólares.. Y vaya si los Estados Unidos tienen hoy un abultado déficit fiscal.

Aquí enseguida saldrán los argumentadores de la miseria propia, afirmando que Uruguay no puede se comparado con esos gigantes. Y es cierto, pero precisamente por ello debemos reaccionar, de común acuerdo, en un nuevo trato (New Deal) entre todas las fuerzas políticas y sociales, asumiendo los riesgos y los costos, con grandes inversiones y por lo tanto un nuevo concepto del déficit fiscal, adecuado a este nuevo tiempo.

Así como vamos, con pequeños retoques fiscales, siempre en la misma dirección, no saldremos adecuadamente de este pozo, demoraremos mucho y los costos serán muy elevados. Para el país, para los uruguayos, para el gobierno y para todos.

El presidente y el gobierno tienen la oportunidad única, en cierto sentido fundacional - en el buen y justo sentido de la palabra - de poner en marcha nuevamente la "comunidad espiritual", pero también material en este nuevo tiempo. Nadie duda, ni pone en duda quien es el gobierno, pero nadie debería dudar que se necesita un esfuerzo extraordinario del Estado y de los privados, también para salir al mundo a buscar nuevos inversores y para salvar a miles y miles de micro, pequeñas y medianas empresas. Si lo hacemos con los grandes ¿por qué en estas circunstancias no podemos hacerlo con los otros?

¿Por el déficit fiscal? En el mundo ha cambiado ya el concepto, hasta en su supremo custodio, el Fondo Monetario Internacional. Los halcones del déficit, que abundan también en  nuestro país, no deberían ser hoy la referencia principal de este nuevo momento nacional y global.

Para ello hace falta una visión de grandeza extraordinaria a la altura de estos tiempos trágicos y dolorosos de todas las grandes fuerzas políticas. La economía es demasiado importante para dejarla en manos solo de los economistas.

 

(*) Periodista, escritor, director de Bitácora (bitacora.com.uy) y Uypress (uypress.net), columnista de Wall Street Internacional Magazine  (wsimag.com/esy) y de Other News (www.other-news.info/noticias). Uruguay

 


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