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25.01.21

En el 2021 hagamos sonar una alarma mundial contra la desigualdad

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Por Sam Pizzigati (*)

¿Recuerdas ese antiguo chiste que solían contar, y tal vez lo hagan todavía, en los restringidos círculos de lujo? El cliente, con un producto precioso en la mano, se acerca a un altivo vendedor de un emporio de lujo y pregunta tímidamente: "¿Cuánto cuesta esto?"

"Si tiene que preguntar", el vendedor le contesta sonriente, "es que no puede permitírselo".

¿Cuánto más desiguales nos hemos vuelto en el 2020? Esta pregunta exige que le demos la vuelta a ese antiguo chiste: tenemos que preguntar porque no podemos permitírnoslo, no saberlo. Y no podemos permitirnos no saberlo porque la desigualdad nos está matando. Tenemos que saber exactamente a qué nos enfrentamos.

Y aquello a lo que nos estamos enfrentando, nos acaban de recordar los economistas Anne Case y Angus Deaton, no pinta nada bien. Sí, reconocen, lo más seguro es que tendremos la pandemia mucho más controlada durante el año que viene. Pero eso nos dejará precisamente con un status quo intolerable, con "muertes por desesperación" - suicidios, sobredosis de drogas y enfermedades hepáticas - llevándose por delante decenas de miles de vidas.

En 2019, el último año completo antes de la pandemia, las "muertes por desesperación" acabaron con 164.000 estadounidenses, casi el triple del total anual de la generación anterior. Case y Deaton temen que estas muertes podrían aumentar significativamente en 2021 "a medida que cambia la estructura de la economía". Muchas más personas trabajarán de forma remota después de la pandemia que anteriormente, antes del primer impacto de la Covid-19. En los centros de las ciudades los puestos de trabajo del sector servicios bajarán de forma permanente. Las disrupciones resultantes probablemente ampliarán seriamente las filas de los desesperados.

Pero habrá más cosas a temer que las muertes por desesperación. Si bien es probable que la Covid-19 disminuya, la desigualdad está ralentizando ese reflujo. Un reflejo del impacto aleccionador de la desigualdad: ahora mismo estamos privilegiando a los que ya son privilegiados en la caótica carrera iniciada para administrar los valiosos viales de vacunas que salvan vidas.

"Las áreas rurales y los pueblos con poblaciones más pequeñas están siendo pisoteados en la estampida", señala la escritora científica Leigh Phillips. "Las regiones y los hospitales que pueden apostar más alto no son necesariamente los que más lo necesitan".

Mientras tanto, nuestros grandes fabricantes de vacunas están combatiendo todos los esfuerzos que se están haciendo para conseguir que las patentes de vacunas tengan algún tipo de status de bien público de emergencia, un paso que permitiría una fabricación y distribución de vacunas más amplia y rápida, especialmente en las sociedades más pobres de todo el mundo.

¿Cuál es el principal argumento de las grandes farmacéuticas contra la reforma de las patentes? Las empresas farmacéuticas, según su argumento, no tendrán ningún incentivo para desarrollar vacunas si no pueden contar con el poder de mercado que garantizan las patentes, una defensa increíblemente cínica, observa el analista científico Phillips, dado que "casi cada centavo del costo de la investigación, el desarrollo y la fabricación" de las vacunas Covid-19 provino de subvenciones y contratos gubernamentales.

Otra razón clave por la que la desigualdad está frenando el progreso contra la pandemia: cuanto menos iguales se vuelven las sociedades, menos parecen confiar en la ciencia.

Así lo sugiere Tony Ward, de la Universidad de Melbourne, basándose en su análisis de unos datos publicados en octubre pasado en la revista suiza Frontiers in Public Health. La revista encuestó a más de 25.000 científicos de todo el mundo sobre sus experiencias con la Covid-19. Una de las preguntas de la encuesta preguntaba a los científicos si los legisladores de sus países habían utilizado el asesoramiento científico para elaborar su estrategia pandémica.

Los resultados variaban sustancialmente. En algunas naciones, una gran mayoría de científicos pensaban que sus gobiernos escuchaban lo que tenían que decir. En los Estados Unidos, rabiosamente desiguales, solo el 18 por ciento de los científicos encuestados tenían la impresión de  que los funcionarios del gobierno tenían en cuenta lo que decían.

En promedio, señala el Consejo de la Universidad de Melbourne, la confianza en lo que los científicos dicen parece disminuir a medida que aumenta el nivel de desigualdad dentro de una sociedad, con un aumento de un punto porcentual en la desigualdad "asociado a una disminución de 1.5 puntos porcentuales en la escucha a los científicos ". La desigualdad, concluye Ward, actua como "un disolvente corrosivo".

Quizás corrosivo para la ciencia, pero no para las grandes fortunas. Quienes están en la cima de las sociedades más desiguales del mundo han visto aumentar su fortuna de forma explosiva, no corroerse, durante el último año pandémico. El patrimonio neto de los multimillonarios de EE. UU. se ha disparado en más de un billón de dólares, según una investigación del Institute for Policy Studies, desde que la pandemia golpeó con fuerza. Los 10 principales multimillonarios del país poseen ahora, por sí solos, una fortuna conjunta de más de un billón de dólares.

Al mismo tiempo, los investigadores de Forbes han encontrado 50 nuevos multimillonarios en el sector sanitario mundial. Las vacunas han generado algunas de estas fortunas, pero, agrega Forbes, "las empresas que desarrollan tratamientos con anticuerpos y medicamentos para ayudar a los médicos a combatir el virus también se han beneficiado del frenesí del mercado".

El resultado final: es posible que hayamos experimentado la mayor redistribución de riqueza, en un solo año, a los ya ricos. En algunos rincones del mundo, incluso la opinión mayoritaria se está dando cuenta. En un editorial de fin de año, por ejemplo, el Korea Times, la versión en inglés de uno de los principales diarios de Corea del Sur, denuncia cómo la pandemia está haciendo a "los pobres más pobres, los ricos más ricos".

La Covid ha causado "estragos devastadores", continúa el editorial, y "ha agudizado el desequilibrio del crecimiento entre países ricos y pobres". Las sociedades de todo el mundo deben "tomarse en serio la división provocada por el coronavirus", con algo más que el "lema vacío de crecimiento inclusivo". Eso requerirá, concluye el Korea Times, movimientos reales "para expandir la red de seguridad social y promover la redistribución de ingresos".

Los "influyentes" de todo el mundo deben hacer sonar la misma alarma. Nuestra tarea para 2021 difícilmente podría ser más clara. Tenemos que evitar que nuestras sociedades vuelvan a la situación, profundamente desigual, de la anterior normalidad.

 

(*) Sam Pizzigati, coedita Inequality.org. Sus últimos libros incluyen "The case for a maximum wage" y "The rich don't always win: The forgotten triumph over Plutocracy that created the American Middle Class".

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/01/05/in-2021-lets-ring-a-global-alarm-on-inequality-that-everyone-can-hear/

Traducción: Anna Maria Garriga Tarré


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