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18.01.21

Clima y crisis ecológica: Los aprendices de brujo del Banco Mundial y del FMI

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Por Eric Toussaint| Ecología social

En diciembre de 2020, con ocasión del quinto aniversario de la firma del Acuerdo de París sobre el Clima, el secretario general de las Naciones Unidas hizo un llamado de alarma ya que la situación empeoró fundamentalmente. En este artículo analizamos la acción del Banco Mundial y del FMI en r

A fines de octubre de 2006 Nicholas Stern, consejero económico del gobierno británico envió al Primer Ministro Tony Blair un informe de 500 páginas sobre los efectos del cambio climático en curso, en ese momento, y los medios para combatirlo. En su informe, Nicholas Stern afirmaba: «El cambio climático deteriorará las condiciones elementales de vida de la población de todo el planeta -acceso al agua, producción de alimentos, salud y medio ambiente» [1]. De manera implícita, el diagnóstico contenido en el informe constituía una condena de las políticas aplicadas por el FMI y el Banco Mundial, del que Nicholas Stern había sido economista jefe [2].

El presente artículo confronta el informe Stern con las posiciones adoptadas por los principales dirigentes del Banco Mundial, del FMI y del gobierno de Washington, desde 1990. También retoma el informe que el Banco Mundial consagró en 2006 a las catástrofes naturales. El Banco Mundial publicó un análisis que contradice lo que había afirmado hasta entonces. Intenta, como discurso, limitar la crisis de credibilidad que lo afecta pero sin abandonar en absoluto su orientación a favor de todo al mercado y su adhesión al modelo productivista destructor de los seres humanos y del medio ambiente. En cuanto al informe Stern, si bien contiene juicios muy interesantes, ni siquiera alcanza a esbozar una alternativa al modelo productivista y a la búsqueda frenética del crecimiento. Aunque el Banco Mundial había anunciado que pondría fin a su apoyo a las energías fósiles a partir de fines de 2019, está claro que continúa sosteniendo la construcción y explotación de centrales de carbón, y la explotación de gas natural y de petróleo. En 2020, varios analistas y ONG denunciaron su responsabilidad en la dramática prosecución del cambio climático y de la crisis ecológica.

Un repaso del posicionamiento de los dirigentes del Banco Mundial y del FMI

Aunque numerosas voces ya ponían en evidencia, desde comienzos de los años 1970, los peligros de un crecimiento ilimitado y del consiguiente agotamiento de los recursos naturales, los dirigentes del Banco Mundial y del FMI continuaban afirmando que no era una cuestión urgente.

Lawrence Summers, economista jefe y vicepresidente del Banco, desde 1991 a 1996, y a continuación secretario de Estado del Tesoro durante la presidencia de William Clinton, declaraba en 1991: «No hay (...) límites a la capacidad de absorción del planeta capaces de bloquearnos en un futuro previsible. El riesgo de un apocalipsis debido a un calentamiento global o a cualquier otra causa es inexistente. La idea de que el mundo corre hacia su perdición es profundamente falsa. También es un profundo error pensar que deberíamos imponer límites al crecimiento debido a los límites naturales; es además una idea cuyo costo social sería asombroso si alguna vez se llegase a aplicar» [3].

«También es un profundo error pensar que deberíamos imponer límites al crecimiento debido a los límites naturales; es además una idea cuyo costo social sería asombroso si alguna vez se llegase a aplicar» (Lawrence Summers, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial de 1991 a 1996)

En una carta dirigida al semanario británico The Economist, publicada el 30 de mayo de 1992, escribía que, según su parecer e incluso pensando en el escenario más pesimista: «Esgrimir el fantasma de nuestros nietos empobrecidos si no enfrentamos los problemas globales del medio ambiente es pura demagogia». Y agregaba: «El argumento según el cual nuestras obligaciones morales respecto de las generaciones futuras exige un tratamiento especial de las inversiones medioambientales es estúpido» [4].

La posición adoptada por Lawrence Summers causó un verdadero clamor de indignación en la época y, cinco años más tarde, en 1997, Nicholas Stern (futuro economista jefe del Banco) lo escribió en el libro, auspiciado por el Banco, para describir su primer medio siglo de existencia: «El compromiso del Banco en el dominio del medio ambiente ha sido puesto en duda por algunas personas después de la publicación, a fines de 1991, por la revista The Economist de extractos de una nota de servicio interno escrita por Lawrence Summers, a la sazón economista jefe. La nota de servicio interno sugería la posibilidad de que los temas de medio ambiente eran sobreestimados en lo que se refiere a los países en desarrollo; esos países podrían reducir sus costos marginales comerciando o tolerando sustancias contaminantes» [5].

En completa oposición con las tranquilizadoras declaraciones de Lawrence Summers, citadas más arriba, prediciendo que el calentamiento global no reduciría el crecimiento más que un 0,1% anual en el curso de los dos próximos siglos, Nicholas Stern afirmaba en 2006: «El informe estima que si no actuamos, los costos y los riesgos del cambio climático en conjunto representarán el equivalente de una pérdida de por lo menos el 5% del PNB mundial anual, ahora y para siempre. Si se toma en consideración un abanico más amplio de los riesgos y de los impactos, las estimaciones de las pérdidas podrían alcanzar hasta el 20 % del PNB o más». Era un desmentido contundente pero tardío de las afirmaciones de Lawrence Summers.

«El argumento según el cual nuestras obligaciones morales respecto de las generaciones futuras exige un tratamiento especial de las inversiones medioambientales es estúpido» (Lawrence Summers, Banco Mundial)

Las afirmaciones del tipo de las de Lawrence Summers no constituyen un fenómeno aislado: reflejan la posición dominante del gobierno de Washington en relación con las decisiones del Banco Mundial y del FMI. Estas posiciones, que niegan que el modelo productivista cause graves daños al medio ambiente, y que también niegan que un cambio climático esté en curso, eran expresadas por Washington, al menos, hasta hace poco.

Los numerosos discursos de Anne Krueger, economista jefe del Banco Mundial durante el mandato presidencial de Ronald Reagan y, más tarde, número dos del FMI de 2000 a 2006, aportan la prueba. En uno de ellos, pronunciado el 18 de junio de 2003 con ocasión del 7º Foro Económico Internacional de San Petersburgo, Anne Krueger declaraba: «Tomemos esta inquietud inmemorial de que un crecimiento rápido agotará los recursos de combustibles y que si ello se produce, el crecimiento sufrirá una parada en seco. Las reservas de petróleo son más importantes hoy que en 1950. En esa época, se estimaba que las reservas mundiales de petróleo se agotarían en 1970. El pronóstico no se cumplió. Hoy, las reservas conocidas pueden durar 40 años con la tasa actual de consumo. No hay duda que cuando lleguemos a 2040, la investigación y el desarrollo habrán generados nuevos avances en la producción y la utilización de la energía».

Anne Krueger continuó diciendo: «Tampoco causamos daños irreparables al medio ambiente. Es claro que después de una fase inicial de degradación el crecimiento económico conlleva a continuación una fase de mejora. El punto crítico, a partir del cual la gente elige invertir en la prevención de la contaminación y la limpieza de las zonas contaminadas, se sitúa alrededor de 5 000 dólares de Producto Interior Bruto (PIB) por habitante».

«Tampoco causamos daños irreparables al medio ambiente»
(Anne Krueger, número 2 del FMI de 2000 a 2006)

Al afirmar eso, Anne Krueger quería transmitir el siguiente mensaje; el crecimiento al comienzo del despegue económico de los países en desarrollo conlleva una degradación del medio ambiente pero cuando se supere el umbral fijado de 5.000 dólares de Producto Interior Bruto (PIB) por habitante, la gente, retomando su expresión, comenzarán a invertir en la prevención de la contaminación y en la limpieza de las zonas contaminadas. Por lo tanto, no es necesario, en el ámbito de los poderes públicas tomar medidas obligatorias para forzar a las empresas a respetar las normas ambientales fuertes, la autocorrección se efectuará naturalmente desde el momento en que se llega al umbral mágico de 5.000 dólares de producto Interior Bruto (PIB) por habitante. Es solo humo. Ese umbral no se basa, para nada, en datos empíricos, se trata simplemente de propugnar el laisser-faire.

Esta cita de Anne Krueger contiene dos errores (o mentiras) manifiestos. Primero, los hechos demuestran que se han causado daños irreparables al medio ambiente. Segundo, no es cierto que después de «una fase inicial de degradación» del medio ambiente, «el crecimiento económico conlleva a continuación una fase de mejora». Los países más industrializados han superado desde hace tiempo los 5.000 dólares de PIB por habitante [6], sin embargo, la mayoría de ellos continúan con una política que implica un aumento de la contaminación.

Hubo que esperar las consecuencias del huracán Katrina, en agosto de 2005, para que la Casa Blanca comenzara, con desgano, a reconocer la evidencia.

«El CADTM denunció la promoción realizada por el Banco Mundial y el FMI de políticas que favorecen la deforestación y el desarrollo de megaproyectos energéticos destructores del medio ambiente»

El CADTM, así como otros movimientos, no esperó una catástrofe como la que golpeó a Nueva Orleáns, en agosto de 2005, para reprochar al Banco Mundial y al FMI las políticas que favorecieron el cambio climático y que debilitaron la capacidad de los países en desarrollo para hacer frente a las calamidades naturales. El CADTM denunció la promoción realizada por el Banco Mundial y el FMI de políticas que favorecen la deforestación y el desarrollo de megaproyectos energéticos destructores del medio ambiente [7]. Del mismo modo, el CADTM pidió al Banco Mundial que abandonase el apoyo a los proyectos destructores de las protecciones naturales de las costas, como son los manglares que amortiguan los efectos de los maremotos (tsunami) [8]. El CADTM también exigió que el Banco Mundial dejara de conceder préstamos al sector de las industrias extractivas. El CADTM denuncia el apoyo del Banco Mundial al agronegocio, a los monocultivos para la exportación, a la privatización de tierras, a los intereses de las grandes empresas de semillas, responsables de la reducción de la biodiversidad, de la emisión de gases de efecto invernadero en grandes cantidades y del empobrecimiento de las trabajadoras y los trabajadores de la tierra. Finalmente, el CADTM cuestionó la decisión tomada en la conferencia de Río en 1992, por la que se confiaba al Banco Mundial la gestión de un fondo mundial de protección del ambiente. Y esto, sin duda, era igual que confiar a un zorro el cuidado de un gallinero.

El cambio de dirección iniciado por el Banco

Sin la menor autocrítica, el Banco Mundial publicó en abril de 2006 un informe dedicado a las catástrofes naturales. Su autor, Ronald Parker, escribió: «Hay un aumento de las catástrofes relacionadas a la degradación del medio ambiente a lo largo y ancho de todo el planeta» [9]. Mientras que la cantidad de terremotos permanece casi constante, la cantidad y la amplitud de las catástrofes naturales relacionadas con el clima están en fuerte aumento: de un promedio anual de 100 en 1975, pasaron a más de 400 en el año 2005. El Banco reconoce que el calentamiento global, la deforestación y la erosión del suelo aumentaron la vulnerabilidad de regiones completas. El Banco estima que los países en desarrollo sufrieron daños de, por lo menos, 30.000 millones de dólares por año. Como lo declaró Lester Brown, director del Earth Policy Institute: «Ese Informe subraya que, aunque continuemos calificando esas catástrofes como "naturales", ellas son, algunas veces, claramente de origen humano» [10].

 El informe de Nicholas Stern sobre el calentamiento global

Nicholas Stern fue bien claro: los países menos industrializados, aunque sean menos responsables del calentamiento global, serán los más afectados: «Todos los países se verán afectados. Los más vulnerables -los países y las poblaciones más pobres- lo sufrirán antes y con mayor intensidad, aunque hayan contribuido mucho menos al cambio climático». Agrega, en completa contradicción con la filosofía de los partidarios de la mundialización neoliberal, que: «El cambio climático es el fracaso más grande del mercado que el mundo haya conocido e interactúa con las otras imperfecciones del mercado». Dicho esto, Nicholas Stern no propuso en absoluto ninguna alternativa al modelo productivista y al mercado capitalista. Por el contrario, su informe tenía por objeto hacer sonar la alarma con el fin de que hubiera fondos suficientes dedicados a los gastos para la reconversión industrial y la protección del medio ambiente, ya que de esa manera se permitiría la prosecución del crecimiento ciego. Afirmaba que la humanidad podía ser al mismo tiempo «verde y procrecimiento» («green and growth») Stern explicaba que el mercado de la protección del medio ambiente ofrecería un nuevo nicho de mercado al sector privado para obtener beneficios. Y para poner la guinda al pastel, decía que dado que los PED contaminan menos que los países industrializados, sufriendo al mismo tiempo más los efectos del calentamiento global, podrían vender a los países ricos sus derechos para seguir contaminando. Con las ganancias provenientes de la venta de esos derechos, podrían financiar la reparación de los daños sufridos por su población.

«Todos los países se verán afectados. Los más vulnerables -los países y las poblaciones más pobres- lo sufrirán antes y con mayor intensidad, aunque hayan contribuido mucho menos al cambio climático».

Nicholas Stern participó en 2013 en la creación de la Comisión Global sobre la Economía y el Clima (Global Commision on the Economy and Climate), que es a la vez un think tank y un grupo de presión dedicado a la promoción del capitalismo verde. Stern, quien copreside esa comisión, está acompañado de dirigentes de grandes empresas privadas particularmente contaminantes como la cementera Holcim-Lafarge, o la petrolera Schell (cuyo presidente es miembro de la comisión). También participan en la dirección de esa comisión privada: la directora general del FMI, un director del HSBC, una exdirigente del Banco Mundial, un expresidente mexicano, un exdirigente del Banco de desarrollo de China y un dirigente del Banco de desarrollo asiático [11].

 El Banco Mundial se autofelicita por la acción que pretende llevar a cabo para luchar contra el cambio climático.

En la web del Banco Mundial, encontramos en muchísimos lugares afirmaciones sobre el extraordinario esfuerzo que ejerce en la lucha contra el cambio climático y a favor de las poblaciones:

«Inmediatamente después que el mundo se congregara para establecer el histórico Acuerdo de París referido al cambio climático, el GBM dio a conocer su ambicioso Plan de Acción sobre el Cambio Climático (PDF, en inglés) con el objetivo de intensificar el apoyo financiero y técnico a los países en desarrollo para ampliar la acción climática.»
«En ese plan, el GBM se comprometía a incrementar la proporción del financiamiento que se destina a iniciativas climáticas y llevarla del 20 % del total en 2016 al 28 % para 2020. Esta meta se superó en cada uno de los tres últimos años.»

«Como resultado del Plan de Acción, todos los nuevos proyectos del Banco se someten a un estudio inicial para determinar el riesgo climático.»

«Es importante señalar que el apoyo del Banco se ha extendido más allá de los sectores tradicionalmente identificados con la acción climática (energía, agricultura y medio ambiente) y se ha ampliado la gama del desarrollo inteligente desde el punto de vista climático para abarcar también otros proyectos, (...)»

«No queda otra alternativa más que tener en cuenta el clima en la recuperación posterior a la Covid-19»

«No hay duda de que la disrupción provocada por la Covid-19 pone de relieve la importancia de protegerse contra los riegos ambientales que pueden originar impactos graves y sistemáticos en la economía.»

«A través de su Plan de Acción, el GBM ha ayudado a los países a reducir el riesgo de desastres con una combinación de medidas dirigidas a generar mayor resiliencia en las personas, la infraestructura y las economías.»

«El GBM dio prioridad a las inversiones en energía renovable y eficiencia energética como elemento clave para ayudar a los países clientes a reducir las emisiones.»
«El próximo Plan de Acción sobre el Cambio Climático (2020-25), ya en curso, tiene como objetivo intensificar el apoyo a los países a fin de que encaren iniciativas climáticas ambiciosas. Para esto, se incrementará el financiamiento destinado a medidas de adaptación y se respaldará una mayor acción climática sistémica en el nivel nacional [12].

Existe una enorme brecha entre el discurso del Banco Mundial y la realidad de sus acciones

La brecha es enorme entre el discurso del Banco Mundial y la realidad de sus acciones. Al promover las energías fósiles y/o contaminantes, el Banco Mundial actúa en contra de los compromisos tomados con las Naciones Unidas. Ese es el resultado de una investigación llevada a cabo por el Consorcio internacional en el que participan tres medios de comunicación alemanes: El canal de TV NDR, el periódico Süddeutsche Zeitung y el servicio de radiodifusión internacional Deutsche Welle [13]. En 2021, la mayor refinería de petróleo del mundo deberá comenzar a funcionar en Nigeria. La hizo construir Aliko Dangote, el hombre más rico de África [14]. A pesar de los compromisos mundiales sobre el clima, el Banco Mundial sostiene el proyecto de Aliko Dangote, financiando al menos cinco bancos que prestaron dinero al empresario. Y éste obtuvo del Banco Mundial un crédito suplementario de más de 150 millones de dólares.

«Al promover las energías fósiles y/o contaminantes, el Banco Mundial actúa en contra de los compromisos tomados con las Naciones Unidas.»

Según la periodista Sandrine Blanchard, durante la investigación de los periodistas del consorcio internacional, el Banco Mundial justificó su acción afirmando que «El crédito fue concedido para ayudar a Nigeria a mejorar la revalorización de sus actividades en el ámbito de los recursos naturales, especialmente en la producción de abonos». Pero, en realidad, Sandrine Blanchard afirma que es difícil separar esa fábrica del resto del proyecto petrolero [15].

De acuerdo al Consorcio internacional de periodistas de investigación (The International Consortium of Investigative Journalists), se trata solo de un ejemplo entre otras inversiones del Banco Mundial en las energías fósiles. A veces, el Banco invierte directamente en la extracción de carbón, gas natural o petróleo. Especialmente, es el caso de Kenia, Mozambique o Guyana. De todas maneras, el Banco Mundial concede más medios financieros a las energías fósiles que a las energías renovables, lo que preocupa a Uwe Kekeritz, diputado al parlamento alemán (Bundestag), y responsable de la política de desarrollo en el seno del partido ecologista alemán. «La influencia del Banco Mundial es gigantesca y sus inversiones continuas en las energías fósiles tienen repercusiones catastróficas sobre el clima. Es inaceptable ya que se trata de un Banco dedicado al desarrollo y que debería poner el desarrollo del mundo en el centro de su política, pero no es el caso.»

Por su parte, la ONG alemana Urgewald afirmó que el Banco Mundial concedió créditos por más de 12.000 millones de dólares a proyectos con combustibles fósiles entre 2015, año de la adopción del Acuerdo de París sobre el Clima, y 2020.

«La influencia del Banco Mundial es gigantesca y sus inversiones continuas en las energías fósiles tienen repercusiones catastróficas sobre el clima.»

¿Cómo puede ser que el Banco Mundial afirme, con total tranquilidad, que puso fin, desde 2019, a la financiación de las energías fósiles? La respuesta es simple: oficialmente, el BM se limita a conceder créditos para aportar asistencia técnica a las autoridades de los países que desean desarrollar la explotación de combustibles fósiles. Según su propia versión, el BM ya no financia directamente la exploración y explotación de esos combustibles, pero, en realidad, debido a sus créditos para la asistencia técnica tiene un rol indispensable para permitir a los Estados a explotar los combustibles fósiles que se encuentran en su correspondiente subsuelo.

Si hacemos una búsqueda en la web del Banco Mundial, vemos que en 2020, este banco aprobó créditos para proyectos que están ligados directamente a actividades en la industria del carbón ; proyectos en las energías renovables, así como proyectos en la explotación de gas y petróleo, teniendo mucho cuidado en mezclar inversiones llamadas «de medio ambiente» e inversiones extractivistas. El verde no es más que la prolongación de todo los que está ligado a la explotación a ultranza de la Naturaleza, es simplemente un greenwashing (ecoblanqueo o lavado verde).


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