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18.01.21

Sin futuro: la izquierda inglesa en retrospectiva

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Por Richard Seymour (*)

¿Qué haces con una derrota tan aplastante que es indiscutible? El  fraca

La izquierda  ganó  la dirección laborista en 2015, en la persona de Jeremy Corbyn, a pesar de sus debilidades innatas. Sus agrupaciones perdían miembros. Sus publicaciones eran en su mayoría de mala calidad y no tenían mucha difusión. Sus intelectuales estaban aislados en los medios y la academia. Tenía cierto apoyo en los sindicatos, pero también perdían afiliados y estaban a la defensiva: las tasas de huelga estaban en mínimos históricos. Sus campañas contra la austeridad y las tasas de matrícula habían sido  derrotadas, sin casi impacto. Sin embargo, por primera vez en la historia del laborismo, la dirección fue ganada por  un socialista radical, con el apoyo de cientos de miles de nuevos miembros laboristas, los sindicatos más importantes y la curiosa simpatía de los famosos. Una victoria que reflejaba la debilidad de la vieja dirección de derechas del Partido Laborista. Sin embargo, en parte porque este avance fue seguido por otros, particularmente cuando en 2017 Corbyn obtuvo para los laboristas el mayor trasvase de votos  a su favor desde 1945, la izquierda se volvió arrogante.

¿Cómo se  derrumbó todo y qué puede hacer ahora la izquierda?

"La derrota", escribió una vez Perry Anderson, "es una experiencia difícil de dominar: la tentación es siempre sublimarla". Se puede evitar enfrentar la brutal realidad de la derrota desviando la atención hacia pensamientos más agradables. Se puede afirmar que "ganamos el debate". Lo cual es cierto en la medida en que los conservadores en el gobierno repetidamente han estafado y parodiado políticas de izquierda como endeudarse para gastar y una "Revolución Industrial Verde". Pero es un signo de fuerza del partido en el gobierno que pueda incorporar y neutralizar las ideas de sus oponentes. Después de todo, el hecho de que un gobierno conservador se comprometa a gastar mucho dinero priva a la izquierda de su principal fuente de apoyo público: la oposición a la austeridad.

Podemos decir que si no hubiera sido por el Brexit y esos entrometidos apparatchiks del Partido Laborista que siempre odiaron a Corbyn, el laborismo habría ganado el año pasado. Esto también tiene algo de verdad. Pero el Brexit y la hostilidad del viejo aparato laborista fueron evidentes. El trabajo de la izquierda era superar esa situación.

Podemos dejarnos llevar a una crítica reactiva y amarga de analistas y tertulianos de los medios que nos han tratado injustamente. Sin embargo, si alguien esperaba un trato justo de los medios, es una señal de inexperiencia.

Podemos ser sentimentales con nuestro líder caído: el sentimentalismo ha sido durante mucho tiempo una debilidad de la izquierda inglesa.

Podemos engañarnos a nosotros mismos de que a pesar de la derrota, la izquierda puede mantener alguna "influencia", reteniendo lo esencial del experimento Corbyn, a través de la nueva dirección. Esa fue la tendencia más significativa del pensamiento de izquierda hasta que Starmer dio el paso sin precedentes de  suspender de militancia a  su predecesor por motivos falsos, y su nuevo secretario general, David Evans, comenzó a suspender también a los miembros que criticaban esa decisión.

Estas ilusiones sumen a la izquierda en sus debilidades y la ciegan ante nuevas oportunidades. Cualquier forma de avanzar tendría que basarse en una explicación convincente de por qué el laborismo de Corbyn, a pesar de sus importantes avances en 2015, solo obtuvo electoralmente un éxito incremental en Escocia. Tendría que explicar por qué el liderazgo de Corbyn titubeó tanto ante el Brexit que en las elecciones generales de 2019, la política europea de los laboristas no se anunció hasta semanas después de iniciada la campaña. Tendría que explicar por qué tanto la dirección como las bases estaban paralizadas frente a afirmaciones a menudo abiertamente cínicas y grotescamente distorsionadas  de un antisemitismo generalizado en el Partido Laborista. Tendría que explicar por qué un liderazgo que era radical en muchos sentidos, también era profundamente cauteloso en temas como la seguridad pública, la inmigración, las armas nucleares y la orientación de la política exterior; incluso después de sus éxitos políticos, a Corbyn se le permitió asegurarse el control de los aparatos del partido.

Todos estos problemas parecen estar relacionados. La presunción básica de la izquierda parecía ser que podía ganar concentrándose en los temas sobre "pan y mantequilla" como la austeridad y los servicios públicos. Siempre que se vio obligado a salir de esta agenda, su perplejidad era obvia. Sin embargo, la fuente del éxito de Corbyn no había sido solo una reacción contra la austeridad, sino una protesta contra el débil estado de la democracia británica.

La izquierda habla a menudo de "neoliberalismo" como si fuera equivalente al "mercado libre". Pero el neoliberalismo siempre fue un proyecto integral para proteger los mercados y limitar la democracia dentro del estado. Sin ese análisis, la lucha contra el neoliberalismo podría reducirse a una exigencia de mayores impuestos y gasto.

Sin embargo, el movimiento independentista escocés supone una cuestión democrática y constitucional. Busca liberar a los votantes escoceses de un parlamento de Westminster dominado por unos votantes cuyas actitudes sociales son tan diferentes de las que prevalecen en Escocia. Los laboristas nunca se comprometieron seriamente con esta cuestión constitucional.

El Brexit fue más complicado, porque los votantes del Brexit culparon erróneamente a los inmigrantes y a los burócratas de la Unión Europea del fracaso de Westminster. Habría sido difícil demostrarles a esos votantes que una abstracción como el neoliberalismo era el problema. Sin embargo, apenas hubo ningún intento de abordar el problema de esta manera. El liderazgo de Corbyn buscó desactivar el Brexit ofreciendo una vaga posición de un "Brexit con la prioridad del empleo", con la esperanza de que los conservadores se dividieran sobre Europa. La izquierda de base cedió - a pesar de su pro-europeísmo superficial - ante la dirección. En 2019, cuando la situación exigió más concreción, ese compromiso colapsó.

De otra manera, pero los argumentos sobre el racismo y la migración también tenían que ver con la democracia. En particular, ¿quién constituye el demos? Los migrantes trabajan, pagan impuestos y cotizan, pero no pueden votar. Las minorías pueden votar, pero están brutalmente vigiladas por la policía y tienen acceso limitado al empleo y los servicios públicos. Para algunos votantes, la solución es retirarse a una Gran Bretaña totalmente blanca (incluso si ello supone la explosión centrífuga de Gran Bretaña), o al menos deshacerse de los inmigrantes mas recientes.

La izquierda reaccionó a estos problemas ya sea tratándolos como una distracción o situándose en el terreno moral. La autoridad moral es una moneda poderosa en las redes sociales, pero demostró ser completamente inútil cuando la izquierda fue sometida a una campaña de difamación, alegando que era antisemita sin remedio y que había convertido al laborismo en su conjunto en antisemita. Esto exigía una respuesta rigurosa.

El aumento del antisemitismo global puede estar en gran parte en la derecha, piense en los tiradores de lobos solitarios, por ejemplo, pero hay una franja en la izquierda que se siente claramente atraída por las teorías conspirativas y, a veces, antisemitas. Al mismo tiempo, gran parte del objetivo de este ataque fue desarmar la crítica de la izquierda a la política exterior británica, en particular su alianza con Israel. Hubiera sido necesario que la izquierda se posicionara con las realidades tanto del antisemitismo como del estado de Israel y su violenta política etnonacionalista. También era necesario defender a los miembros del partido contra una campaña de difamación. En cambio, la dirección de Corbyn intentó resolver el problema con medidas burocráticas como investigaciones y procedimientos disciplinarios.

Mientras tanto, la izquierda "articulada" trató de demostrar su valía prometiendo "caminar y mascar chicle al mismo tiempo", es decir, defender ampliamente los derechos palestinos mientras se opone al antisemitismo, sin explicar concretamente cómo. No convenció a nadie. Parecía una excusa porque lo era.

En resumen, la izquierda fracasó porque entendió mal la naturaleza del momento. No entendió la situación como una crisis democrática. Ahora se enfrenta a una situación radicalmente diferente moldeada por su derrota pero también por una pandemia aterradora. Los temas de "pan y mantequilla" siguen siendo importantes, en particular dada la recesión que se avecina y la crisis social derivada del COVID-19.

Pero si la izquierda quiere hacer algo mejor que simplemente aprobar el distanciamiento social y las restricciones del confinamiento y mendigar un poco más de transferencias del gobierno para los trabajadores, debe ir más allá del pan y la mantequilla.

Hay un tema de creatividad real estos últimos años que puede ayudar: la ecología. Las pandemias son procesos ecológicos. El brote de virus zoonóticos y su propagación pandémica son impulsados ??por las mismas prácticas comerciales y agroindustriales que están ayudando a carbonizar la atmósfera, acidificar los océanos, acabar con la biodiversidad y provocar patrones climáticos extremos.

Impulsada por el  movimiento Extinction Rebellion  y  las huelgas escolares por el clima, la izquierda ha comenzado a trabajar en la idea de un Green New Deal, mucho más ambicioso e internacionalista que cualquier otra parte de su agenda. En principio, no hay ninguna razón por la que esta idea no pueda adaptarse para tener en cuenta las medidas preventivas necesarias para prevenir futuras pandemias.

Sin embargo, para aprovechar esto al máximo, la izquierda también debe entender el ecologismo como una cuestión democrática. Es poco probable que los débiles sistemas democráticos que tenemos sobrevivan a las privaciones y desafíos venideros sin una reforma radical. Y ningún proyecto climático serio, que debe proteger la supervivencia de toda la especie cambiando la forma en que trabajamos, viajamos, consumimos y nos divertimos, toda nuestra forma de vida, puede funcionar sin una participación pública masiva.

 

(*) Richard Seymour escritor y conferenciante marxista norirlandés, activista y autor del blog Lenin's Tomb. Es autor de libros como The Meaning of David Cameron, Unhitched, Against Austerity, Corbyn: The Strange Rebirth of Radical Politics y The Twittering Machine.

Fuente: https://www.aljazeera.com/opinions/2020/12/29/no-future-the-english-left-in-retrospect

Traducción: Enrique García


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