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07.12.20

Elecciones municipales en Brasil: balance y perspectivas para las izquierdas

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Por Israel Dutra, Thiago Aguiar, Osvaldo Coggiola (*)

Este domingo 29 de noviembre se votará en segunda vuelta en las elecciones municipales en Brasil. Estos artículos tratan de los resultados de la primera vuelta.

Derrota del bolsonarismo y el PSOL como fuerza emergente

Israel Dutra y Thiago Aguiar

Las elecciones municipales del 15 de noviembre se llevaron a cabo en condiciones inéditas. En el contexto de la pandemia Covid-19, que cambió por completo la vida política y social en 2020, acudir a las urnas para decidir si votar por alcaldes y concejales tenía características particulares. El contexto general es el del agravamiento de la crisis económica y social, además de una apatía que derivó en un aumento de la abstención y en el inicio de la reconfiguración del mapa político nacional, con un gran perdedor: Jair Bolsonaro.

Aunque la "agenda nacional" no fue el centro de los debates, las apuestas del antes popular Bolsonaro fueron, en su mayor parte, derrotadas. Fue una elección nacional, aunque disfrazada, así podemos definirla. Las elecciones municipales tuvieron lugar cuando el pueblo sintió los efectos de la reducción de las ayudas de emergencia, que pronto acabarán, de la hambruna de alimentos y de los récords históricos de paro y desánimo en los grandes centros urbanos. El escenario de crisis social provocó incluso el aplazamiento de las elecciones en Macapá, que vive días de apagón total.

La batalla política de la segunda vuelta continúa, con el PSOL liderando dos disputas en las capitales: en la principal ciudad del país, con Guilherme Boulos como referente de masas en São Paulo, y con Edmilson Rodrigues polarizando en Belém contra el bolsonarismo. Queremos señalar las principales características de los resultados de las encuestas del pasado domingo y preparar la batalla por la segunda vuelta y por la construcción orgánica de una izquierda alternativa desde la nueva ubicación del PSOL.

Abstención y victoria de la derecha "pro-1988"

En una campaña electoral marcada por la pandemia, se obstaculizó la expresión popular en mítines y movilizaciones, además de la prohibición de la mayoría de los debates televisivos en la primera vuelta. La prensa, en su mayor parte, mostró un consciente desinterés por la elección, dejando al votante medio con menos condiciones para elegir y, menos aún, para motivarse a votar con un debate político vacío.

Como consecuencia de la pandemia y la falta de atención, naturalmente se incrementó la abstención y, en muchas ciudades, una cierta tendencia a "votar por más de lo mismo" para el ayuntamiento, excepto en ciudades donde la agenda política local desmoralizó a alcaldes como Crivella en Río y Marchezan en Porto Alegre, este último ni siquiera pasó a la segunda ronda. En 2020, hubo un 23,15% de abstenciones, frente al 17,5% en la disputa de 2016. En el ámbito nacional, la principal figura de este heterogéneo grupo es el presidente de la Cámara Federal, Rodrigo Maia (DEM). Las victorias de Rafael Greca (DEM) en Curitiba, Gean Loureiro (DEM) en Florianópolis, Bruno Reis (DEM) en Salvador y Kalil (PSD) en Belo Horizonte son resultados importantes de este campo de derecha.

El fracaso bolsonarista

Tras meses de dudosas manifestaciones sobre su participación en la campaña municipal, Bolsonaro decidió vincularse a candidaturas a la alcaldía y a las cámaras solo para ver hundirse la mayoría de sus apuestas. Bolsonaro llegó incluso a borrar una publicación en redes sociales en la que indicaba un voto para 55 candidatos, de los cuales solo salió elegido el alcalde de Ipatinga, considerando ciudades grandes y medianas.

Como un "Midas inverso", sus ungidos sufrieron derrotas desmoralizadoras, como la de Celso Russomanno en São Paulo o incluso la de "Wal do Açaí" en Angra dos Reis. Los pobres resultados de Marcelo Crivella en Río, la derrota del candidato coronel Fernanda en la elección suplementaria al Senado en Mato Grosso y la pérdida del liderazgo de los votos en la Cámara de Río por Carlos Bolsonaro, superada por el voto consagrado de Tarcísio Motta (PSOL), son otras demostraciones de debilidad.

Es útil rescatar la definición clásica del marxismo de que las elecciones burguesas son un espejo distorsionado de la lucha de clases, tanto desde el punto de vista de la relación de fuerzas como de la representación de las clases sociales, considerando que los regímenes políticos y la clase dominante actúan para reducir la fuerza popular en las urnas. El fracaso electoral del bolsonarismo, por tanto, aumenta la percepción de que el gobierno se encamina hacia un mayor descrédito, como consecuencia de la situación mundial y el desarrollo de la crisis brasileña.

En los últimos meses, un nuevo escenario mundial -marcado por manifestaciones antirracistas en Estados Unidos y en todo el mundo, además de la victoria del MAS en Bolivia, el "sí" en el plebiscito por la nueva constitución en Chile y Biden contra Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos - y la movilización antifascista en las grandes ciudades brasileñas- debilitó a Bolsonaro y lo obligó a detener su escalada golpista. Desde entonces, el gobierno se ha movido con constantes dificultades, entre crisis palaciegas e improvisación, aunque, en la secuencia de los hechos, una breve recuperación de su popularidad estuvo motivada por las ayudas de emergencia que contribuyó a disipar la hipótesis del "fora, ¡Bolsonaro!". En los próximos meses, por lo tanto, se espera que aumenten el aislamiento de Bolsonaro y la crisis gubernamental.

El PSOL se afianza como polo de izquierda y expresión de la rebelión antirracista

La gran novedad de la izquierda fueron los resultados del PSOL, especialmente en las capitales. Además de llevar a la segunda vuelta a Guilherme Boulos en São Paulo, con más de un millón de votos (20,24%), y Edmilson Rodrigues en Belém, con casi 250 mil votos (34,22%), el PSOL fue el partido con el mayor número de votos para concejal en Porto Alegre, eligió el grupo parlamentario más grande de Río de Janeiro y el tercero más grande de São Paulo. A nivel nacional, hubo un crecimiento significativo en comparación con 2016: 89 concejales y cuatro alcaldes fueron elegidos en todo el país en la primera vuelta.

El pase de Guilherme Boulos a la segunda vuelta en São Paulo logró desarrollar un polo de energía social, que superó electoralmente al PT (Partido de los Trabajadores) en la principal ciudad del país. El hecho de que Boulos se identificara más con el PSOL le ayudó a encontrar ese camino. En capitales y grandes ciudades, el PSOL también tuvo unos resultados significativos, eligiendo sus primeros escaños o ampliándolos. Esto no quiere decir que el PSOL sea un polo de poder, aún lejos de él debido a resultados desiguales. También existen dificultades para que el PSOL presente un programa más general para la crisis del país.

Los resultados del PSOL son también expresión de las luchas de los movimientos antirracistas, de las mujeres y por la diversidad que encontró en el partido un espacio para dar visibilidad a estos enfrentamientos. Son también expresión de una nueva situación, en la que nuevos dirigentes y figuras públicas dan un paso al frente y asumen nuevas responsabilidades.

En fin, hay que tener en cuenta el atraso en la toma de conciencia de las masas en el país. La clase obrera está a la defensiva y eso frena el desarrollo de una conciencia socialista capaz, a partir del ascenso de las luchas democráticas en curso, de llegar a una comprensión global de la necesidad de luchar contra la dominación burguesa.

Nuestra corriente, el MES, ha logrado buenos resultados en todo el país. Felicitamos el esfuerzo de nuestras y nuestros compañeros que estuvieron dispuestos a izar la bandera de nuestro partido en las elecciones y se forjaron como nuevos tribunos para el pueblo. Celebramos la elección de Vivi Reis (Belém), Fernanda Miranda y Jurandir Silva (Pelotas-RS), Pedro Ruas y Roberto Robaina (Porto Alegre), Bruna Biondi - Mujeres por más derechos (São Caetano do Sul-SP), Josemar Carvalho (São Gonçalo-RJ), Luana Alves y Erika Hilton (São Paulo). También actuamos y apoyamos las campañas de mandato colectivo de Ativoz (Osasco-SP), decenas de concejales en las ciudades de Rio Grande do Norte, compañeros de la FNL (Frente Nacional de Lucha, organización que defiende la refroma agraria y urbana) que eligieron al alcalde de Marabá Paulista (SP) y tres concejales más, además de suplentes y la elección de decenas de aliados políticos dentro del PSOL. Nuestros parlamentarios están comprometidos con la lucha socialista, convertirán su elección en una palanca para la movilización popular y pondrán sus estructuras al servicio de la construcción de una alternativa revolucionaria estratégica para el país.

Luchar y ganar: ¡movilizar para derrotar a la derecha en la segunda vuelta!

Se refuerza la militancia del PSOL en 600 ciudades brasileñas, independientemente de los siempre desiguales resultados de las urnas. Este es el momento de aprovechar los logros para avanzar más. Tenemos una batalla importante en la segunda vuelta: vamos con fuerza para ganar en São Paulo y Belém, para transformar estas ciudades en avanzadillas en la lucha contra el bolsonarismo y en defensa de los derechos de nuestro pueblo. En el caso de Belém, también será un enfrentamiento entre un bolsonarista creciente y el PSOL, y la victoria es posible.

En las ciudades donde hay una fuerte disputa con el bolsonarismo o entre proyectos antagónicos, como en Porto Alegre, apoyaremos, de manera independiente y crítica, un polo anti-derecha y anti-ajuste.

De esa manera, continuaremos con energía en las próximas dos semanas para que nuestro partido salga victorioso de las luchas en curso. Nuestro mayor desafío, a su vez, es convertir esta creciente fuerza electoral en influencia social, organización y actividad militante para organizar las intensas luchas que se avecinan.

Brasil: segunda vuelta de las elecciones municipales

Osvaldo Coggiola

Los principales periódicos fueron bastante homogéneos en el balance de los resultados de las elecciones municipales del 15 de noviembre. Todos apuntaron a un fortalecimiento del "centro" político (o centro-derecha), en relación a la extrema derecha y la izquierda. El hecho más importante fue la abstención, que alcanzó la tasa más alta en el último cuarto de siglo. En 2016, tuvimos 144,1 millones de electores, con un 17,58% de abstenciones (total de votos a considerar: 118,8 millones). En 2020, para 147,9 millones de electores, la abstención fue del 23,48%. Si sumamos los votos en blanco y nulos, esos números son más impresionantes. En San Pablo, la suma de los votos de los dos ganadores apenas superó los 2,82 millones; abstenciones, anulados y votos en blanco sumaron 3,66 millones.

Los partidos históricos del llamado "Centro", el MDB (que conquistó 777 municipios) y el PSDB (que conquistó 519), también sufrieron reveses. El Centro que avanzó electoralmente es un cúmulo de siglas (PP, PSD, PL PSC), generalmente mesas de negocios electorales. En Brasil existen 35 partidos políticos con legalidad electoral, de los cuales 32 presentaron candidatos. Buena parte de ellos son "siglas de alquiler", utilizados por testaferros del "crimen organizado" (y también "desorganizado. En este contexto, también es significativo lo señalado por los analistas de la Folha de S. Paulo: "Si las últimas elecciones estuvieron marcadas por un movimiento a la derecha del electorado, las de este año tendieron a un movimiento hacia la izquierda". El porcentaje de votos del PT en 2016 fue de 6,8 millones - 5,7%; el mismo porcentual en 2020 fue de 6,97 millones - 6,2%.  El PT disputa en la segunda vuelta en 15 de las 57 ciudades más grandes del país, habiendo ocupado el primer lugar en siete. En 2016, el PT eligió solo un alcalde en el grupo de ciudades más grandes, en el que, este año, obtuvo un aumento del 20% en los votos en relación a 2016.

El bolsonarismo no sufrió un revés, sino un verdadero desastre. Todos los candidatos importantes apoyados explícitamente por Bolsonaro, con la presencia del presidente en su propaganda electoral, fueron derrotados. Bolsonaro y sus seguidores lo atribuyeron inmediatamente a la acción de hackers. Su candidato paulista inició la campaña electoral con encuestas que le atribuían el 30%: en las urnas apenas superó el 10%. El PSL, el vehículo de Bolsonaro para llegar a la presidencia en 2018, cuando fue electo presidente, tres gobernadores, 52 diputados federales y 76 diputados estatales, naufragó en 2020 en las principales ciudades del país. Aunque naturalmente de alcance limitado, las elecciones municipales demostraron que el de Bolsonaro es un gobierno a la deriva. En 85 ciudades, sin embargo, el PT se presentó en coaliciones con el PSOL.

El saldo de la primera vuelta de las elecciones municipales fue inequívocamente una derrota para Bolsonaro, sin partido y sin  candidatos ganador en ninguna de las capitales. Dígase de paso que la banda bolsonarista, después de dejar el PSL por motivos económicos, se refugió para postularse por el partido Republicano (PR), el partido fundado por José Alencar, cuando era vicepresidente de Lula. El golpe contra el gobierno ha sido tan extenso que los candidatos que alguna vez fueron campeones del bolsonarismo ahora luchan por alejarse del presidente de pies fríos. Bolsonaro hizo campaña para 59 candidatos, de los cuales solo nueve fueron electos. De los 13 candidatos a la alcaldía que tenían votos solicitados por Bolsonaro, solo dos llegaron a segunda vuelta (Río de Janeiro y Fortaleza) y otros dos fueron electos en ciudades del interior de Piauí y Minas Gerais. El acto electoral también estuvo marcado por una operación de bolsonarismo, realizada desde el exterior. A través de un ataque de piratas informáticos sin precedentes contra los sistemas de justicia electoral y una furiosa campaña en las redes sociales, los bolsonaristas prepararon el escenario para cuestionar la confiabilidad del voto electrónico y reactivar la demanda de voto impreso.

Bolsonaro explicó sus planes la mañana del lunes 16 de noviembre, tuiteando que "con un sistema de votación mejor" ganará la reelección en 2022. Políticamente devaluado, tiene el aparato policial y las dificultades de fiscalización que permitirían el voto impreso, para intentar una gigantesca operación de fraude, una carta que ya había jugado en 2018 cuando, a la Trump anunció que solo reconocería un resultado ganador.

El ensayo general de este operativo fue la elección en Río de Janeiro, donde las milicias -que, como mostró un estudio reciente, controlan el 57% del territorio de la ciudad- condicionaron los votos en las comunidades, a favor de Crivella y Paes, usando la intimidación a mano armada. El objetivo estratégico de la política de milicias es establecer las condiciones para un sistema permanente de fraude, basado en la violencia política. De hecho, esta primera vuelta ha sido una de las elecciones más violentas de la historia del país, con al menos 90 candidatos asesinados y más de un centenar de heridos.

Entre los ganadores de la primera ronda se destacan los partidos del Centro.  Con el soporte del ciclo de "lucha contra la corrupción", los partidos más corruptos del país se encuentran entre los que más avanzaron en comparación con 2016: el PP pasó de 495 a 682 ayuntamientos y el PSD de 537 a 650. El otro gran beneficiado fue el DEM, que pasó de 272 a 440. Desde el punto de vista de la situación política general, el resultado significa que el gobierno, que ya dependía del Centro, a partir de ahora será totalmente rehén de las necesidades materiales y de poder de este sector. Los movimientos políticos concretos deben esperar la definición de la segunda vuelta, pero, a través de Ricardo Barros (PP), líder del gobierno en la Cámara, se expresó la ambición de tomar el control del gabinete ministerial. La derrota de Trump ya había devaluado el precio de la cabeza de Ernesto Araújo en Itamaraty y Ricardo Salles en Medio Ambiente, pero el Centro también busca grandes presupuestos, como los de Salud, Minas y Energía e Infraestructura, actualmente bajo el control de los militares. . La gran pregunta es el destino de Paulo Guedes, con un rediseño ministerial que dejaría el equilibrio de poder en el gobierno claramente a favor del ala "intervencionista", centrada en el ministro de Desarrollo Regional, Rogério Marinho.

El PT luchó por recuperarse tras perder casi 400 Prefeitos en 2016: presentó 1.234 candidatos a la alcaldía, un 27% más que en 2016. Ganó en 178 municipios, una cifra expresiva, pero baja en comparación con las 628 alcaldías que ganó en 2012, y una caída también en comparación con 256 en 2016 (que fueron el resultado de un desastre político, 100 alcaldes abandonaron el PT después del juicio político a Dilma). Su fracaso más notable fue en San Pablo, gobernado en tres ocasiones por el PT, donde su candidato, Jilmar Tatto, apenas superó el 8% de los votos, abriendo una crisis, con sectores de la izquierda del PT acusando a Lula de haber abandonado la candidatura de su propio partido. La candidatura más simbólica y electoralmente optimista apoyada por el PT, es la de Manuela D'Ávila (PCdoB) al Ayuntamiento de Porto Alegre,

La gran sensación del "avance de la izquierda" fue la llegada de Guilherme Boulos, del PSOL, a la segunda vuelta de las elecciones paulistas, con poco más del 20% de los votos válidos (casi 1,08 millones), frente a 1,75 millones, (casi el 33%) de Bruno Covas, del PSDB. Gran parte del electorado del PT se volvió hacia Boulos; la mayoría de los analistas vinculan el fenómeno a la imagen de una izquierda joven (38 años de Boulos, 75 de Lula), no contaminada por la corrupción. El fenómeno fue nacional: con 17 candidatos a la alcaldía en la segunda vuelta, el PT y el PSOL avanzaron electoralmente en las 100 ciudades más grandes. El PSOL ganó cuatro municipios (solo dos en 2016) y 88 puestos de concejales en todo el país, pasando a la segunda vuelta, con posibilidades de victoria, también en Belém do Pará, la ciudad más importante del norte del país.

En Río de Janeiro el PSOL logró siete concejales (uno más que en 2016), con el candidato más votado, superando en mucho a Carlos Bolsonaro (el más votado en 2016),  con un desempeño superior al de su fórmula para el municipio, en la cual figuraba un coronel de la Policía Militar como vice candidato.

Es decir, el PSOL intentó avanzar "por la derecha" y terminó avanzando por la izquierda. Su buena elección para cargos "proporcionales" en Río de Janeiro estuvo vinculada a candidaturas ligadas a los movimientos de lucha, no a  policías "humanitarios".

Lo mismo sucedió en San Pablo, donde la imagen de Boulos, no su programa, está ligada al hecho de ser el principal líder nacional del Movimiento sin Techo (MTST), uno de los más activos en Brasil en la última década. Boulos se cansó de explicar que la acción del MTST siempre se limitó a terrenos públicos o viviendas abandonadas o en situación irregular. En ningún caso, incluyendo aquellos en que se trata de luchadores (especialmente luchadoras, en el caso de las "candidaturas colectivas"), las candidaturas del PSOL  fueron presentadas como clasistas o vinculadas a las luchas de los trabajadores.

Éstas que fueron numerosas en el último año y bajo la pandemia (metalúrgicos paulistas y paranaenses, Correos, trabajadores de la salud, prestadores de servicios informáticos) no tuvieron presencia en la campaña electoral, no fueron mencionadas en la propaganda electoral ni en la TV.

El programa Boulos propone mejoras en educación, salud, transporte, acceso a la vivienda y medio ambiente, sin proponer ningún cambio importante en la estructura tributaria. La Cámara de Comercio de San Pablo aplaudió a Boulos por su visita, y varios capitalistas dieron apoyo material a su campaña. Mantener la estructura presupuestaria básicamente igual es relevante debido a la regresión fiscal brasileña, incluso municipal, en una ciudad que, además de ser un paraíso internacional para la especulación inmobiliaria, tiene nada menos que el tercer presupuesto más grande del país. A pesar de todo esto, la demonización pública de Boulos por el bolsonarismo triunfante en 2018 permite que su voto en 2020 se caracterice como una manifestación política anti-Bolsonaro.

Ciertamente, gran parte del flujo electoral de Boulos se debe al desplazamiento de votos por parte del PT. La mayoría de ellos son reclutados en las periferias más pobres, donde hay luchas por la vivienda, pero su porcentaje de voto fue más importante en los barrios de clase media, superando el 30% en Perdizes, Bela Vista y Pinheiros. No es un voto de clase (que el PSOL ni siquiera reclama), sino un voto "progresista" dentro de los límites de la "redistribución de la riqueza". La presencia de grupos "trotskistas" dentro del PSOL (o apoyándolo desde fuera), sin más delimitación política que la crítica puntual a los candidatos más escandalosamente burgueses, revela que estos grupos, a pesar de su "ideología", han perdido, incluso con un posicionamiento "anticapitalista" o socialista, la brújula política de clase.

El PSTU entró en un colapso electoral, a pesar de su importante presencia en el movimiento sindical clasista y en algunas luchas obreras importantes. Sus candidaturas en Río y San Pablo apenas superaron los tres mil votos, el equivalente, en San Pablo, al 0,05% de los votos válidos. Su candidatura en Río, un sindicalista bancario clasista, duplicó ese porcentaje, alcanzando el 0,1%. Su ausencia en la propaganda electoral y en la TV es el motivo que se presenta, junto con la dificultad de realizar una campaña en las calles en condiciones de pandemia. Salvo excepciones, las candidaturas del PSTU cedieron ante la ola de candidaturas "identitarias" ("el partido con mayor porcentaje de candidaturas femeninas o negras"), ubicadas en primer plano, un campo donde siempre ganan los defensores abiertos del identitarismo anti-clasista. Vale recordar que el PSTU sufrió, hace algunos años, una escisión que llevó a buena parte de sus miembros al PSOL.

Rodrigo Maia (presidente de la Cámara de Diputados) estimó que el resultado de la primera vuelta mostró que el ciclo que eligió a Bolsonaro en 2018 debe repetirse "solo en 30 o 40 años", haciéndose eco de un giro político que se multiplica entre los voceros de la gran burguesía, alejándose de Bolsonaro. Comienza a gestarse una reposición que buscaría reeditar, en otras condiciones, el bloque PSDB-PMBD-DEM, que apoyaba el ciclo FHC, cuyo eje se manifiesta en la campaña de Bruno Covas bajo el lema "contra el radicalismo". Esta perspectiva encuentra eco en las Fuerzas Armadas, donde existe una demanda creciente de distanciarse (y lavarse las manos) del gobierno de Bolsonaro, alegando que "el país vota en contra de los extremos". La apuesta por recoger a las viudas del bolsonarismo entre la burguesía y el aparato militar y, con ello, aggiornar este plato recalentado pasa por negociar la inclusión de Sergio Moro en la camarilla, eventualmente con algún forastero, como Luciano Huck, como abanderado.

En la izquierda, el resultado electoral ratificó el desmantelamiento político de las bases de la clase trabajadora. El análisis de la izquierda del resultado osciló entre un balance triunfal superficial y despolitizado, por un lado, o atribuir el paso de Boulos a la segunda vuelta a un mero fenómeno mediático. El hecho de que Boulos emergiera como una nueva figura con proyección nacional muestra que para que algo nuevo apareciera en la izquierda tenía que estar conectado de alguna manera con la movilización de las masas. Aunque de manera distorsionada, Boulos representa un emergente del principal movimiento de lucha popular (MTST) que surgió en el contexto del ciclo del PT y su intento de integrar todas las organizaciones de masas en el estado capitalista. El MTST solo logró despertar el interés real de sectores de la clase trabajadora en la lucha por la vivienda, diferenciándose del PT.

En perspectiva histórica, el "fenómeno" Boulos y PSOL son el resultado del silenciamiento de la clase trabajadora en la arena política y su reemplazo por los "excluidos", los "pobres", la lucha por la "ciudadanía". En otras palabras, el proceso de despolitización promovido en el ciclo del PT por la apuesta estratégica de la dirección del PT para sofocar y neutralizar cualquier tendencia a la independencia de clase en la vida social brasileña. La supuesta superación del PT que el PSOL pretendía encarnar reforzó este proceso y lo complementó con el dominio de las políticas de identidad sobre cualquier expresión de clase. No debemos olvidar que esta elección se desarrolla en medio de una profunda crisis social, sanitaria, económica y política, con un gobierno reaccionario, estancado y sin rumbo. Bajo estas condiciones, las organizaciones de trabajadores brasileños siguen en pie, pero no tienen estructura política, lo que es el resultado de toda una trayectoria consciente del lulismo en los últimos 30 años.

Los bloques ganados por el PSOL en los ayuntamientos de San Pablo y Río están dominados por candidaturas de carácter identitario, con demandas democráticas y sin trabajadores ni candidatos de clase. Como reflejo de todo este proceso, el PSTU, que controla CSP-Conlutas, centro que agrupa a varios sindicatos importantes a nivel nacional y regional, tuvo un voto marginal, lo que indica que obtuvo pocos votos por su influencia inmediata en la clase obrera.

La candidatura de Boulos, que pasa a segunda vuelta en San Pablo, sin duda el hecho más significativo de la elección, no es una candidatura de clase, por su programa o contenido social. Sin embargo, es necesario analizar si el voto en Boulos puede representar un canal de movilización en la lucha contra Bolsonaro. En el contexto de desorientación y debilidad de las organizaciones históricas de los movimientos obreros y populares, es evidente que la gran mayoría de los combatientes tienen la expectativa de la victoria de Boulos. Con las particularidades de la elección de San Pablo, claramente representa una candidatura contra Bolsonaro, y una victoria para él daría un nuevo impulso a la crisis de gobierno.

Con distintos matices, se puede realizar un razonamiento similar respecto a la segunda vuelta en Belém, con Edmilson Rodrigues (PSOL) contra un candidato militarista; en Porto Alegre, con Manuela D'Ávila (PCdoB); y en cierta medida en Recife, con Marília Arraes (PT). Un caso completamente diferente es el de Río de Janeiro, donde la segunda vuelta entre Crivella y Eduardo Paes presenta a dos candidatos bolsonaristas (uno explícito, otro por contrabando) que deben ser igualmente rechazados. Crivella era el candidato original de Bolsonaro, pero la perspectiva de la derrota llevó a las bases del bolsonarismo (las milicias) a operar abiertamente por la victoria de Paes. El número récord de abstenciones y votos nulos en Río reflejó una conciencia generalizada, entre los estratos más politizados de los trabajadores cariocas, de que fue montada una trampa podrida, que sólo merece un fuerte repudio político.

Comprensiblemente, el escenario de la segunda vuelta abrió un debate entre el activismo sindical clasista y  juvenil; no son pocos los que defienden el voto nulo en todos los casos, argumentando que votar por candidatos de izquierda de frente-populista no constituye un voto de clase. Sin embargo, desde el punto de vista metodológico, la definición en relación al voto debe partir de la caracterización de la situación política y no de una simple cuestión doctrinaria. El marco electoral, en el contexto de la crisis, indica que estamos en una fase de transición hacia un 2021 que presagia (con la paulatina "normalización" que vendrá a medida que se desarrolle la vacunación) un escenario de grandes luchas de masas.

En el orden del día estará la disputa sobre quién paga la cuenta de los generosos subsidios que reciben los bancos y las empresas y, también, la materialización del inmenso descontento popular con los crímenes de Bolsonaro y su gobierno, contenido este año por los límites impuestos por la pandemia. La cuestión de la votación en la segunda vuelta debe responderse desde este ángulo.

La preparación política de la lucha por los Fuera Bolsonaro, más vigente que nunca, exige un voto subordinado a este objetivo. Anular la votación es ponerse al margen del problema y permanecer ajeno a las aspiraciones de la mayoría de trabajadores y luchadores. Esto no significa cualquier apoyo a los eventuales gobiernos de Boulos, Edmilson o Manuela, sino solo un paso necesario en la transición para un agrupamiento delos  luchadores en torno a un programa independiente. Para el gran capital se trata de aprovechar los años restantes de un Bolsonaro políticamente debilitado, pero con sus aliados parlamentarios fortalecidos, para imponer todo tipo de reformas reaccionarias. Para los movimientos obreros y populares, se trata de aprovechar esta debilidad para organizar la lucha contra ellos.

A terraéredonda.com 27de noviembre de 2020

 

(*) Israel Dutra, milita en el PSOL.

(*) Thiago Aguiar, milita en el PSOL.

(*) Osvaldo Coggiola, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de San Pablo.

Fuente: www.sinpermiso.info, 29-11-2020

Traducción: Carlos Abel Suárez


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