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12.10.20

Balance del Frente Amplio. ¿Autocrítica o justificación?

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Por Esteban Valenti (*)

Lo básico, lo fundamental, sobre todo a esta altura de la historia del Frente Amplio, 49 años, es definir desde que perspectiva se debe realizar un balance autocrítico y trazar nuevas perspectivas.

La autocrítica era un reclamo que surgía de la realidad, de los resultados obtenidos en las recientes elecciones 2019 y 2020 y de un sector muy importante de la izquierda uruguaya. No puedo evaluar cuantos, porque hay muchos que se han hecho totalmente inmunes a todo tipo de críticas. Así es y así debe seguir, los culpables son siempre otros. O directamente los adversarios, que cumplen su papel.

Lo fundamental es definir - es obviamente mi opinión - que lo que se propone el FA no es volver atrás en la historia, ni justificarse, ni dejar cómodos a todos los involucrados en el poder y sus alrededores, sino construir nuevamente las bases para cambiar el país, para mejorar en serio y de forma sustentable ambientalmente y socialmente la vida de nuestra población y ampliar derechos y libertades, fortaleciendo la democracia, incluyendo la verdad y la justicia. Y reconstruir una épica y una ética del cambio

La autocrítica no puede surgir solo por los resultados electorales, la referencia deben ser los objetivos históricos y dinámicos de la verdadera izquierda.

Eso implica romper con esa mirada internista, dedicada a los equilibrios entre el gobierno y el FA, y dentro del Frente, entre los diferentes sectores, que crecen en número de manera exponencial, hasta llegar a presentar en las elecciones en Montevideo 66 listas! Y una de ellas totalmente tramposa, las 6009. Mirar desde la gente, no de forma indistinta, sino bien definida, desde las bases sociales, culturales e ideales del bloque de los cambios. Cambios hay siempre, me refiero a los cambios progresistas, de izquierda y en constante avance.

Y el avance se mide en lo cotidiano y en lo estratégico porque ayudan de manera constante a la calidad de vida de los uruguayos y los habitantes de este país.

Tomamos como referencia el documento elaborado por una comisión del Frente Amplio y que encontrarán el texto completo al final de esta nota. Parto de la misma definición de que se trata del inicio de una discusión y no de un documento concluido. Este es un primer aporte de un apóstata, asumo mi condición, aunque algunas de las críticas que están en ese documento fueron formuladas hace varios años e ignoradas olímpicamente. Y la oportunidad en política es fundamental.

Sobre la situación latinoamericana, el retroceso en casi todos los países, tiene dos componentes, el aprendizaje y la ofensiva de la derecha y por otro lado los errores y la soberbia de una izquierda que por primera vez llegaba a los diversos gobiernos y se consideró inmune a todos sus males. Y pagó un alto precio.

Sobre la parte internacional del documento no tendría mucho que agregar, excepto en dos aspectos críticos y fundamentales. Primero, de esta pandemia saldremos con un mundo muy diverso, con nuevos problemas que no se resolverán a nivel nacional, sino global y que requieren de la izquierda una reflexión profunda, sobre los cambios en el tema ecológico, el cambio climático, con otras urgencias y con nuevos interrogantes sobre la relación entre la producción y la naturaleza. Ese nuevo mundo, puede retroceder todavía más hacia una economía de la riqueza sin límites y del otro lado una pobreza todavía más insultante, o elaboramos, proponemos, luchamos por nuevas formas de organización social y del trabajo, lo que implica disponer no de una descripción o de gritos de protesta sino de una base teórica y política adecuada y no con un conjunto de frases hechas y repetidas que cumplen una suerte de exorcismo.

Esta definición tiene directa relación con el programa y con algo mucho más profundo, con el Proyecto Nacional, que se nos fue quedando por el camino y que este gobierno obviamente va en otra dirección.

La segunda observación es que para que nadie se moleste en la interna no se dice una palabra sobre el rotundo fracaso de Venezuela y Nicaragua, y en otro nivel de Cuba. No son exactamente lo mismo, pero son claramente la demostración práctica de lo que no se debe hacer en materia de modelo de desarrollo con mayor justicia y libertad. En particular en el caso de Venezuela y Nicaragua estamos hablando de regímenes opresores, dictatoriales y violadores de los derechos humanos. De los que el FA sigue sin decir una sola palabra. Ese fue también uno de los motivos de que mucha gente con años de adhesión e incluso de militancia se alejó del FA. Y están directamente relacionados con la corrupción.

Las tensiones entre los Estados Unidos y China son un factor central del actual panorama mundial y regional. Independientemente de quien gane las elecciones en EE.UU. Aunque la victoria de Trump sería una nueva tragedia global.

No debemos copiar ni tomar a nadie como referencia, pero no son las mismas relaciones con los Estados Unidos con el TIAR y sus permanentes tendencias desestabilizadoras, que con China. El Mundo ha cambiado y seguirá cambiando y nosotros tenemos que hacer opciones para seguir cambiando y para participar de ese nuevo mundo. Esa perspectiva está ausente.

La victoria del 2004, no comenzó a construirse a partir del 1999, es un reduccionismo que se expresa con serios errores en el análisis posterior. Fue un largo camino de 35 años, donde tanto la fuerza política, como los líderes que fueron tomando sus posiciones, a partir de Seregni (no se lo menciona una sola vez) como también de los otros fueron asumiendo posiciones definitorias. No nos hagamos los desentendidos. Fue un proceso constante de acumulación de fuerzas.

En cuanto a los líderes me refiero a Tabaré Vázquez, con toda su complejidad, ni que hablar de las contradicciones pero del papel de José Mujica y de Danilo Astori y de una generación de dirigentes a los diversos niveles.

El triunfo del 2004 fue una combinación de los méritos del FA en su labor de oposición seria y fundada, de 20 años posteriores a la dictadura y que acumulaba los valores de su resistencia al régimen, su épica, su ética y sus heridas. De un programa y un discurso bien elaborado y desplegado en toda la campaña y de una acumulación que primero nos llevó al 1989 (intendencia de Montevideo), a 1994 con un crecimiento muy importante en la votación, a la continuidad de ese crecimiento social, político y también de presencia territorial en 1999 y los cinco años previos que nos depositaron en el 2004, incluyendo la actuación durante la crisis del 2002-2003, aunque hayamos cometido errores, como la idea del default, que logramos superar a tiempo y con el aporte de Astori.

A todas esas condiciones, con una estructura militante en ascenso, hay que agregar los errores y las derrotas de nuestros adversarios, comenzando por la crisis, las tensas relaciones entre blancos (que dejaron a Batlle en medio del río) y los colorados. Aprovechamos muy bien esas condiciones, no a partir solo de las críticas, sino de la elaboración propia.

Teníamos una experiencia acumulada en el gobierno de Montevideo y en el conjunto de la labor política muy importante, y la aprovechamos muy bien en la campaña, en los discursos, en las relaciones con el conjunto de la sociedad. Y ganamos muy bien, en lo nacional y en diversas intendencias en todo el país. El FA salía de su reducto montevideano.

En esa victoria hay muchas lecciones para analizar los errores posteriores.

En el conjunto de los tres gobiernos del FA, pero con diferentes acentos logramos algo fundamental, la credibilidad sobre el país de los propios uruguayos, sin lo cual hubiera sido imposible desarrollar un Proyecto Nacional y el segundo gran mérito que ni siquiera sé menciona y representa un cambio profundo en la propia izquierda, es su profundo y arraigado espíritu democrático. En 15 años de gobierno, no solo no se afectó la democracia, sino que se la fortaleció, con más derechos y el pleno funcionamiento de las instituciones. Y ese es un factor clave.

Uruguay fue uno de los pocos países que tuvieron a principios del siglo XX un Proyecto Nacional, que entró en decadencia en los años 50 y que nos arrastró hasta la dictadura de 1973-1985 y que sin desconocer los importantes cambios democráticos, ninguno de los gobiernos posteriores (Sanguinetti, Lacalle, Sanguinetti, Batlle) no lograron construir ese Proyecto, sólo manejaron la decadencia, incluido de la propia democracia, antes de 1973.

Además de desplazar del gobierno a las fuerzas tradicionales (170 años) con sus familias y prohombres, sin duda se consiguieron resultados importantes, en el plano de la economía (crecimiento), de los indicadores sociales, con reformas que están bien señaladas en el documento. Pero que no tuvieron ni continuidad y en algunos casos rigurosidad y en otros nos paralizamos y retrocedimos. Y que en determinado momento se paralizaron e incluso en el plano de la economía quedamos flotando y si capacidades de reacción y pagando el alto precio de los errores.

Y no se trata de hacer una descripción cronológica sino analizar y darle respuesta a la sucesión de graves errores. Sendic Presidente de ANCAP y su fracasado plan político empresarial y las pérdidas multimillonarias; Sendic vicepresidente, y un año para renovar el directorio de ANCAP del desastre, Aratirí, Puerto de Aguas profundas, regasificadora, Pluna. Para tomar los casos más sonados y desastrosos y la cobertura que le dio el FA y el gobierno. ¿Fueron una casualidad? No fue una embriaguez del poder y de los sillones y un manejo irresponsable de los dineros públicos. Una pérdida de las referencias, aunque no todos hayan sido iguales, la imagen que transmitieron en su conjunto fue pésima.

La hipertrofia del Estado y el aplastamiento de la "madre de todas las reformas", tiene además de la desidia, una base profundamente ideológica.

La debilidad y facilonguería que en muchas dependencias del Estado con la que se manejaron los recursos se agrega el impacto en un aspecto fundamental, la verdadera cultura del trabajo y no sus declamaciones. Retrocedimos, confundiendo eso con un avance social y sindical.

En dos frentes claves, la inseguridad y la educación (incluyendo la declaración de servicios esenciales en la educación) tuvimos sonadas derrotas y perdimos la confianza de la gente, de los estudiantes a todos los niveles, de los docentes, los verdaderos, de los padres y de la sociedad. Y no hay izquierda sin educación pública de calidad, y no la tuvimos, aunque hayamos invertido mucho más que los anteriores gobiernos.

Otro aspecto que en 15 años debía haber cambiado mucho más radicalmente es el tema de la vivienda, acumulamos un cerco de pobreza, de fractura social en las condiciones básicas de vida en la zona metropolitana. Aquí, donde ganamos las nacionales y las municipales...

Pero no se trata de medir las cosas solo en votos, sino en integrar a la sociedad, en resolver los problemas más agudos y angustiantes de una sociedad y de las familias. Es cierto se construyó un sistema de salud nuevo y diferente, que emergió con toda su importancia durante esta pandemia, pero también allí faltó autocrítica oportuna con la acumulación de errores y desordenes.

El cambio fundamental que hay que considerar actualmente  es que no solo se detuvo la acumulación de fuerzas, sino que comenzamos a replegarnos, no de manera catastrófica, pero con un cambio de tendencia que debe ser la principal preocupación.

Es cierto, por primera vez se entró en los cuarteles, se buscó a los desaparecidos y se accedió a mucha documentación. Claramente queda mucho, pero muchísimo por hacer. Y ahora nos enteramos de tribunales militares deshonrosos, homologados sin controlar de lo fundamental. Desde el 2006. Y una carencia notoria - a pesar de pomposas declaraciones - carecimos de una política de auténtica democratización de las FF. AA. Y de allí nació Cabildo Abierto. A 35 años de la dictadura y 15 de gobiernos del FA. ¿Habrá que interrogarse más a fondo sobre este tema?

El FA no actuó igual que los partidos tradicionales, pero eso no lo exime de grandes carencias y de un manejo muy peligroso del tema militar.

Queda pendiente para otra nota lo referente al declive del FA como organización política y de la unidad como consigna fundamental para cambiar y no para disputar el poder y los sillones. También el tema de las relaciones con el interior del país, en especial analizar la experiencia de Salto, la relación con el campo y los cambios operados en los diferentes sectores sociales y en particular el mundo del trabajo, que no abarca solo a los asalariados  y otros temas que abordaremos en otras notas.

Es un grave error considerar que la crítica y su indivisible componente de la autocrítica solo debe emplearse rigurosa y profundamente cuando las cosas van mal, debe ser una herramienta permanente, parte fundamental de la identidad de la izquierda.

El documento del FA apenas abre la puerta. Si realmente inicia un debate en serio, donde cada actor opina públicamente lo que muchas veces se dice en los rincones de los aparatos, podrán salir muchos temas importantes. De lo contrario será una justificación, más que una autocrítica.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay

PD. También corresponde un análisis de la propia campaña electoral, que si bien no define por si sola un resultado, tiene sin duda su importancia. También escribiremos sobre ese aspecto, que está contenido en el documento.

 

Documento.

Publicamos el Balance, evaluación crítica, autocrítica y perspectivas, elaborado por una Comisión Especial del Frente Amplio presidida por Rafael Michelini.

Texto completo

BALANCE, EVALUACION CRITICA, AUTOCRITICA Y PERSPECTIVAS

CONYUNTURA INTERNACIONAL Y REGIONAL

El análisis de lo ocurrido en las elecciones de 2019 no se puede separar de un análisis más global; no solo nacional, sino regional y mundial. Nadie es una burbuja aislada en este mundo y creer que solo efectos nacionales determinan las consecuencias de lo que pasa en nuestro país sería un profundo error.

La mundialización capitalista tiene efectos devastadores sobre la vida de cientos y cientos de millones de seres humanos, de los más en beneficio de los menos, con grados de concentración de riqueza como nunca antes habían imaginado los seres humanos. Los niveles de injusticia y de desigualdad en todos los planos han volcado a los poderosos recursos ilimitados que son utilizados en reproducir la misma injusticia y desigualdad sin que hasta ahora haya ningún tipo de límite.

Esta mundialización tiene efectos de todo tipo, pero el más notorio es sobre la vida en la tierra. El cambio climático global originado en una forma de extracción de recursos naturales, producción y consumo cuya matriz principal es la acumulación de capital, sin ver o sopesar los efectos que ello tiene en nuestro propio hábitat -la Tierra- tiene consecuencias devastadoras que ya estamos sufriendo. La anarquía de la producción, la imposibilidad de planificación económica global donde los países poderosos no aceptan ningún tipo de reglas, la carrera por la satisfacción de las necesidades humanas a toda costa, teniendo como único mecanismo de ajuste de la propia producción el mercado, con los costos humanos que ello plantea, demuestran como nunca la necesidad de generar condiciones para replantearse, a nivel global, la superación de las actuales relaciones sociales de producción. Relaciones de producción que no tienen al ser humano como centro de la misma, sino que tienen como único objetivo la acumulación de capital.

La "burbuja inmobiliaria" y el descalabro financiero de principios de siglo que costó miles de puestos de trabajo y aumentos de la pobreza en miles de familias, constituyeron una de las crisis más visibles, pero de ella no se aprendió nada. La respuesta de los países desarrollados fue la misma: apostar más al mercado y liberar más sus energías para seguir haciendo lo mismo. Pero esta forma de producción sin controles y sin planificación afecta los fundamentos de la reproducción de la vida humana en el planeta y deparará nuevamente diferentes crisis: ambiental, energética, alimentaria y económica.

En este contexto surgen tres procesos convergentes y a la vez contradictorios:

a) la revolución tecnológica (microelectrónica, telecomunicaciones, informática, biotecnológica, nanotecnológica) que implica un curso acelerado de cambio en la composición orgánica del capital y su relación con el trabajo;

b) el proceso de mundialización de las economías, el papel de las transnacionales sin ninguna referencia nacional, con riquezas y nivel de poder muy por encima de la mayoría de los estados, con las consecuencias de procesos de corrupción que ello conlleva;

c) el neoliberalismo, como la estrategia global del capital para sostener su poder y tasa de ganancia, que hace que el trabajo, sus condiciones y la vida de los propios trabajadores sean un elemento más en la estructura de producción, tomándose decisiones a miles de kilómetros de distancia, sin medir las consecuencias y efectos que tiene sobre los pueblos y los países que afecta.

El contexto internacional de la primera década del siglo XXI muestra una fuerte modificación estructural que configura un nuevo escenario global: la hegemonía norteamericana en lo militar y comunicacional, que por nada del mundo está dispuesto a perder, y una multipolaridad asimétrica en lo económico y comercial que lo interpela, pero que a la vez le es funcional a ella.

Los cambios que aparejó la desaparición del mundo bipolar no se tradujeron en mayor seguridad y garantías de paz. Por el contrario, el poderío militar de las grandes potencias en un planeta donde ha seguido aumentando la desigualdad sigue siendo un factor que entraña, intrínsecamente, un peligro para la paz, aunque esta violencia se exprese de forma diferente a las ya conocidas.

El poderío militar de las grandes potencias continúa manifestándose mediante intervenciones reales que no cesan, amenazas y distintas formas de terrorismo sobre todo en el plano económico que, con una sola decisión en un solo segundo, dejan a países periféricos o débiles fuera del comercio mundial y por lo tanto los sumergen en la pobreza. Dichas acciones generan la inseguridad y el desamparo de enormes masas a escala global.

América Latina, el continente más desigual del mundo, que posee las principales reservas de recursos naturales del planeta cuya explotación es imprescindible para las trasnacionales, empieza a ser un territorio en disputa, en que EEUU con sus prácticas imperialistas no acepta que nadie cuestione su hegemonía en esta parte del planeta.

La experiencia progresista que se vivió en los primeros años del siglo XXI, luego de todas las experiencias ultra liberales que terminaron con fracasos rotundos, hizo que los pueblos en Latinoamérica revaloraran el papel del Estado como regulador y confió a fuerzas de izquierda, con todos los matices y experiencias variadas que las caracterizaron, el ejercicio del gobierno en muchos de sus países. Estas realidades fueron el escenario donde se concretó la experiencia más importante de afirmación de espacios de soberanía, de independencia política y de construcción post neoliberal.

El auge de los precios de las materias primas y su alta demanda, en conjunto con las bajas tasas de ganancia para la inversión especulativa en los países centrales del capitalismo, propiciaron un importante flujo de inversión en América Latina que tuvo también un componente de inversión intrarregional. Esto, unido a importantes políticas sociales e inversión pública realizadas por los gobiernos progresistas y de izquierda, contribuyó a un importante ciclo de crecimiento económico que se valora como muy positivo.

Más allá de las experiencias diversas, los gobiernos progresistas y de izquierda y la lucha de nuestros pueblos democratizaron América Latina y la hicieron sin duda más justa. La incapacidad para avanzar en las reformas estructurales imprescindibles, de generar niveles de unidad y organización popular que permitieran a los pueblos empoderarse de los cambios -más cuando en algunas experiencias la llegada al gobierno dependió fundamentalmente del liderazgo de una figura-, junto a la insuficiencia para construir una perspectiva estratégica que en países periféricos como los nuestros pudiera superar las injusticias de las lógicas del capitalismo, son algunas de las causas profundas que explican el reflujo provocado por la contraofensiva de la derecha, encabezado por el imperialimo norteamericano, a lo largo y ancho de toda la región.

La democracia no solo es un conjunto de normas para elegir autoridades. Desde una perspectiva popular, la democracia es un proceso permanente de construcción de libertad e igualdad y un espacio de transformación social y de paz. Desde esa perspectiva, la contraofensiva conservadora y el triunfo o ascenso de la derecha en esta parte del mundo durante los últimos años traerá menos igualdad, menos libertad y por lo tanto, menos democracia. Con la contrapartida que en la medida que los pueblos no acepten los ajustes, los recortes, los aumentos de la pobreza y la desigualdad y busquen resistirlos, tendremos situaciones de violencia y represión inusitada como ha ocurrido en varios países latinoamericanos.

El regreso de la derecha en la mayoría de nuestros países de América no favorece a la profundización de la democracia: más bien la recorta, la empobrece, la debilita y genera un costo enorme en devastación social, en destrucción de sociedad, en miseria, en pobreza y en dependencia creciente que ya estamos viviendo.

El regreso de la derecha no se ha hecho como antes a través de las FFAA locales, el desconocimiento de las constituciones nacionales, con miles de muertos, asesinados, desaparecidos y terrorismo de estado, sino usando estrategias para desprestigiar a los movimientos populares, acusando de corrupción masivamente, judicializando la política para enlodar figuras de enorme prestigio popular, prohibiéndoles comparecer a los actos eleccionarios o aplicando los "impeachment" como forma de tirar abajo los gobiernos progresistas. Abundan los ejemplos estos últimos años.

La defensa de la democracia, de las conquistas sociales, la construcción de la unidad del pueblo, y la solidaridad con los gobiernos y pueblos que enfrentan las aristas más duras de la contraofensiva de la derecha y del imperialismo en todas sus formas de expresión no es asunto declarativo: es una tarea práctica que es parte de la acción de las organizaciones sociales, progresistas y de izquierda de América Latina, y deberá ser también una guía para nuestro Frente Amplio.

Sería un error pensar que Uruguay está fuera de esos parámetros. Los sectores conservadores aplicaron en nuestro país muchas de esas herramientas, adecuadas al medio local, para desprestigiar a los sectores sociales organizados, así como a los grupos progresistas y de izquierda nucleados en el Frente Amplio. Cuando se repasan estos quince años, y especialmente el último período, se puede ver claramente como una y otra vez deformaban la realidad e insistían en desprestigiar a los sectores populares, al gobierno y al propio Frente Amplio.


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