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24.8.20

Me agobia escribir esto

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Por Elena de Sus 

Entre los diez y los quince años mi referente literario era Pérez-Reverte. Creé un blog donde contaba mis dramas del instituto imitando su estilo. A los diecinueve decidí abandonar para siempre la senda del cipotudismo.

A ver, tampoco es una cosa terrible. En una escala de todos los sufrimientos del mundo, la escritura de estos textos tendría, claramente, una puntuación insignificante. 

Es solo que escribir opinión o contar mis cosas con 23 años, con una vida chachi pero cogida con pinzas, firmando con mi nombre oficial y un dibujo de mi cara, sin representar nada más que a mí misma, no me resulta todo lo fácil que debería. No me considero tan relevante. Me pongo nerviosa y me atasco. 

Twitter y otros foros de internet están llenos de gente que escribe cosas inteligentes, graciosas y profundas, pero muchos evitan poner su firma debajo. En realidad, casi todo el que opina en público se esconde un poco, salvo los profesionales. ¿Estoy yo entre ellos? Mierda, sí. Qué liada.

Lo que escriba aquí quedará a la vista de cualquiera que sepa buscar mi nombre en Google. Igual no debería pensarlo, pero lo pienso. El comentario más peregrino puede suscitar la animadversión de vete a saber quién, y con ello, cerrarme puertas que en mi imaginación siguen abiertas. Sergio del Molino dijo en El País que no vio el gol de Iniesta y a la izquierda gramsciana le pareció lamentable. No creo que esto le importase mucho a Sergio del Molino, pero a mí me llamó la atención.

Y esto es lo de menos. En realidad, la peor enemiga de mis escritos soy yo misma, la yo del futuro. Reviso mis ideas constantemente. Por eso intento ser prudente con lo que voy a dejar publicado. (Siempre me pregunto cómo llevan los famosos, los cantantes por ejemplo, la gestión de sus yo del pasado). Tengo pocas certezas, y las que tengo no son fáciles de rentabilizar, por desgracia.

Entre los diez y los quince años mi referente literario era, sin duda, Pérez-Reverte. Creé un blog donde contaba mis dramas del instituto imitando su estilo. Lo que más me abochornó como adulta de ese blog, que ahora está en el cielo, fue la contundencia de mis juicios, cuyo fundamento era escaso. A los diecinueve decidí abandonar para siempre la senda del cipotudismo. Ahora intento ser como un ninja, pero no siempre me sale.

En la redacción opinan que escribo con demasiado cuidado para ser tan joven. Ese razonamiento me desconcierta, porque es opuesto al mío. Yo creo que los escenarios más propicios para la expresión totalmente libre de una persona estándar, llamémosla X, son la infancia y la vejez. Seré influencer, quizás, cuando esté jubilada. Lo que seré mientras tanto aún está por definir, o eso quiero pensar. Estas vacaciones le he dado vueltas al tema, sin llegar a conclusiones claras.

A veces me han dicho que tengo el síndrome del impostor. Me lo han dicho personas a las que aprecio, lo que ha suavizado bastante mi respuesta. 


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