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3.8.20

La ciencia y la política

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Por Esteban Valenti (*)

No hubo épocas en la historia en que la política tuvo una dependencia tan grande de la ciencia como en estos tiempos de pandemia.  Durante las guerras - muchas veces la ciencia y sobre todo la ciencia aplicada a la tecnología a la química y la física, pero también a la medicina - tuvieron una directa influencia sobre el desenlace de los conflictos bélicos. Es decir de la política por la vía de las armas.

En este siglo XXI y con el surgimiento de la pandemia, la política a nivel universal, desde los organismos internacionales que han entrado en grave crisis, los diversos gobiernos, incluso de los más poderosos del mundo y algunos gobernados por burros imperdonables que se burlaron de la ciencia y de la realidad, como Trump o Bolsonaro todos tienen una dependencia creciente de la ciencia. Y no se la pueden sacar de encima. Incluso los gobiernos exitosos en la lucha contra el virus.

Uno de los mayores éxitos del gobierno uruguayo es haber - desde el principio - recurrido a un grupo combinado de expertos para su asesoramiento y darle importancia y atención a sus recomendaciones. Eligió bien el camino, las personas y los resultados saltaron a la vista.

Antes de seguir con esta reflexión sobre la compleja y amplia relación entre la política y la ciencia, un apunte: los médicos y los trabajadores de la salud, están expuestos desde el primer momento del surgimiento de la peste. Por eso los aplaudimos desde nuestros balcones en las primeras noches, por lo tanto 5 meses después, esa exposición especial no puede presentarse como un nuevo argumento, ni por políticos, ni por profesionales.

Segundo, todos los médicos de todos los sanatorios y hospitales públicos están expuestos casi de idéntica manera, y por lo tanto lo que sucedió en el hospital y un sanatorio del departamento de Treinta y Tres o como en la Médica Uruguaya en Montevideo, no tiene una explicación simple y automática, necesita un análisis crítico más riguroso y TRANSPÀRENTE. Las cosas son transparentes cuando son complejas de explicar.

Cifras de Uruguay:

El 26 de Abril había in un total de 216 casos cursando el Covid 19 y 32 eran personal de la salud  (14.8%);   el 26 de mayo, 124 casos cursando la enfermedad y 8 de la salud (6.45%): el 26 de junio 75 casos totales cursando la enfermedad y 37 de la salud (48%...); 26 de julio, 210 casos cursando la enfermedad y 64 de la salud  (30.4% del total de los que cursan la enfermedad). Pregunta, ¿hay algún otro país en que en los dos últimos  meses entre el 48% y el 30.4% de los enfermos son personal de la salud? ¿No habrá violaciones a los protocolos muy evidentes en algunos centros de salud?

Reitero, no nos digan que son los más expuestos, porque eso sucedía desde el principio y se produce en todos los centros médicos por igual y en los dos últimos brotes la situación de contagio está concentrada en dos centros, con nombre y apellido. ¿Esto se previene con los famosos 2 metros y los tapabocas? ¿No se requerirán protocolos más exigentes y controles más adecuados precisamente en esos centros?

A veces el manejo de la información hay que verlo en general y a veces puntualmente y concretamente. Otra pregunta: ¿Está dentro de los protocolos establecidos por Salud Pública que una mutualista, el Casmu, demore 96 horas en dar el resultado de un hisopado? No hay que ser un genio para darse cuenta como aumentan los peligros para todos los que pueden haber tenido un contacto con esa persona, con plazos de ese tipo para un test. Es una experiencia personal.

La dependencia de la política de la ciencia cambió radicalmente a partir de esta peste, porque todos estamos pendientes de una cura efectiva y no la que establecieron los burros (con perdón de los burros) como Bolsonaro o Trump; estamos angustiados por una vacuna efectiva, sus plazos y sus costos y todo eso depende de la ciencia. Así como muchas otras cosas, como los procedimientos de detección del virus, los protocolos, el retorno a ciertas actividades programadas. Y esto no terminará en un plazo breve.

No todo refiere al lento y dudoso retorno a la "nueva normalidad" o mejor sería llamarla la "nueva anormalidad", porque retornaremos a una situación muy diferente, muy lejana de la anterior situación. La posibilidad de nuevas plagas (ahora circula una alerta sobre una nueva plaga de origen porcino) y de otros virus, se instaló en la situación mundial y lo más concreto y terrible es el peligro y la realidad concreta del cambio climático, que tiene notoriamente una directa relación con la producción, el consumo, la tecnología y la ciencia. Los políticos o los economistas por si solos como nunca antes estuvieron tan limitados para actuar sin la asistencia implacable de los científicos como en esta época. Después ya no habrá retorno atrás.

Obviamente me refiero en estos casos a las ciencias médicas, biológicas, epidemiológicas, químico farmacéuticas, sicológicas, siquiátricas y la climatología, Pero la mirada también podría ser más amplia. ¿Acaso en la nueva anormalidad no está comprometida la demografía; ciencias sociales muy destacadas que investigan sobre el impacto de esta nueva situación en el  mundo que ya es actual? No es del futuro.

Naturalmente que esta experiencia directa en nuestro país debería impactar de inmediato y de manera importante en las políticas públicas. Si en lugar de darle un fuerte impulso presupuestal, en inversiones e incluso en levantar y subrayar la importancia de la ciencia en el país, que sería lo natural y la consecuencia más directa y necesaria. Parece que en el proyecto de presupuesto nacional 2021-2025 sucederá exactamente lo contrario, se recortarán los gastos. Es un profundo error, no es solo una injusticia, sino un compromiso de nuestro futuro.

No existen países desarrollados o medianamente desarrollados que hayan menoscabado la ciencia y la investigación y su papel en todos los ámbitos de su vida nacional.

La ciencia no debe supeditarse a la política, menos aún a los partidos,  debe ser independiente, en lo fundamental se trata de la búsqueda de la verdad en las diversas disciplinas. Una búsqueda incesante, interminable como nos lo muestra la historia y la filosofía de la ciencia.

No debe haber confusiones, la política no puede ser ni buscar la racionalidad total, tal como lo hace la ciencia, ni puede basar sus decisiones exclusivamente o principalmente en la ciencia, por ello se produce muchas veces la tensión y el choque entre lo que la política quiere hacer y lo que la ciencia sabe, investiga y aprende.

La lista de las tensiones actuales, en cuanto al propio manejo de la pandemia, entre la economía y la salud, ante el cambio climático y sus responsabilidades, los riesgos para el trabajo ante la inteligencia artificial y la robótica o de las ondas electromagnéticas y por ejemplo el G5, son unos pocos ejemplos elocuentes, de esta tensión entre la ciencia y la política.

Lo que la ciencia no puede hacer, sin correr el peligro de su bastardización, es someterse a las mismas lógicas que la política. Cooperar, utilizar su potencial y simultáneamente cada una de ellas, la ciencia y la política, mantener su independencia es de fundamental importancia. Las confusiones se pagan muy caras.

La política desde sus diversas posiciones debe luchar por cambiar el mundo, se juega su existencia, y muchas veces su prospectiva su imaginación, su audacia debe superar los hechos del presente, aunque para cambiar la realidad debe conocerla y esa es tarea de la ciencia, en cambio permanente. Las ideologías que se han propuesto substituir las ciencias, incluso imponerles su visión en diversos campos, como la genética, la cibernética y en otros casos, retrasaron sus sociedades y fueron el principio de su propio fin. Ejemplos sobran, de la época por ejemplo del stalinismo, pero no solo.

La política jamás podrá ser un simple apéndice de las ciencias, necesita las pasiones, los relatos, las dudas, las tensiones de la lucha por el poder y su ejercicio y además todas sus tentaciones. Pero los políticos sabios deben saber muy bien que tierra pisan, y para ello la ciencia es insustituible.

La tensión y la colaboración entre la política y la ciencia es de extrema importancia en estos tiempos, por ello mismo los peligros para ambas se acrecientan incluso en el plano ético.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y de BITACORA. Uruguay.


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