bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

EEUU: Probablemente has oído que los socialistas no votarán por Biden

imagen

Por Bhaskar Sunkara (*)

No es fácil ser un socialista estadounidense en estos días, a pesar del hecho de que el senador por Vermont, Bernie Sanders, construyó un movimiento multitudinario en torno a ideas que hemos defendido durante mucho tiempo, estamos ahora confrontados como potenciales saboteadores [spoilers] en las elecciones de noviembre.

Los progresistas de toda la vida, incluyendo a más de sesenta veteranos de la organización radical Students for a Democratic Society de los años 60, describen a los socialistas -en particular, a los jóvenes socialistas- como unos pocos privilegiados que no sólo rechazan a Joe Biden sino que están incluso ansiosos por verlo perder, sin preocuparse y sin verse afectados por otros cuatro años del presidente Donald Trump.

En las más generosas de estas narrativas, somos naives bienintencionados que hemos fallado a la hora de ajustar nuestras perspectivas radicales a las necesidades pragmáticas requeridas para conseguir un cambio político en los Estados Unidos. Esta es la narrativa atemporal de la impetuosidad juvenil. Es también un retrato sesgado de lo que la mayoría de los socialistas democráticos están haciendo hoy en día.

El reducido pero renaciente movimiento socialista en este país está desarrollando un enfoque político capaz de hablarle a millones de americanos alienados. Al igual que los liberales de centro-izquierda y los progresistas, durante las próximas elecciones presidenciales y más allá de estas, nuestro objetivo es el de derrotar al populismo de derecha. La diferencia es que nosotros rechazamos hacerlo en los términos centristas que, en nuestra opinión, ayudaron a crearlo en un primer momento.

Lograr un equilibrio entre estos imperativos será delicado. Michael Harrington, fundador de Democratic Socialists of America, solía decir que los radicales tenían que caminar por una peligrosa cuerda floja: corrían el riesgo de caer en el abismo de la política convencional, o bien, de caer en la irrelevancia sectaria.

Ninguna de estas dos opciones parecía ser un peligro hace unos meses. Los socialistas democráticos cargaban con ambas, un espíritu radical y legiones de partidarios que parecían encaminarse hacia la Casa Blanca. La campaña de Bernie Sanders se apuntó algunos éxitos tempranos en la carrera por las primarias Demócratas y señalaba la llegada de una nueva coalición en la política americana -jóvenes, clase trabajadora y comprometida con las políticas igualitarias como el Medicare for All, impuestos más altos a la riqueza e iniciativas para la conciliación familiar.

"Tras el estallido de Nevada, ahora es el Partido de Bernie", rezaba el titular que escribí para Jacobin -la revista que edito- después de su victoria de febrero en el caucus estatal. Todos sabemos lo que vendría después. Los líderes moderados dentro del Partido Demócrata junto a millones de votantes convencionales se congregaron en torno a Joe Biden.

Buena parte del programa de Sanders contaba con el apoyo de la mayoría de los americanos, pero la coalición que sostenía la campaña era más estrecha de lo que pensábamos. A pesar de la fortaleza del senador por Vermont, todavía sigue siendo el partido del presidente Barack Obama. Al menos por ahora.

El mes pasado, Sanders quedó fuera de la carrera y respaldó la candidatura de Biden. Para los socialistas democráticos lo que por un momento parecía una vía directa hacia el poder se ha transformado una vez más en la tan conocida cuerda floja.

De acuerdo con algunos observadores progresistas, nuestros próximos pasos deberían ser simples. Donald Trump es la amenaza fundamental para los Estados Unidos y todo aquel que rechace votar por Biden permanecerá indiferente al sufrimiento de millones. Una izquierda socialista no puede aislarse a sí misma de un movimiento progresista más amplio, y disputar por el poder en una primaria demócrata significa respetar los resultados de esta primaria del mismo modo en que lo ha hecho Bernie Sanders.

La mayoría de los seguidores de Bernie Sanders [Bernicrats] coinciden con esta lógica: el 88% de aquellos que votaron por Sanders en 2016 acabaron votando por la candidata demócrata, Hillary Clinton, en la elección general, y no hay ninguna razón para que esto no se repita este otoño. Pero los izquierdistas pertenecientes a organizaciones como Democratics Socialists of America se enfrentan a un dilema aún más complejo. No están simplemente resolviendo cómo votar a nivel individual, sino que están ponderando cómo usar recursos institucionales finitos para construir las alternativas políticas del futuro.

La mayor parte de los socialistas tienen claro que Trump supone una amenaza para la mayoría de los estadounidenses, sembrando divisiones entre los trabajadores y combinando la retórica populista con políticas que no hacen sino enriquecer aún más a sus poderosos amigos. No es extraño escuchar a jóvenes izquierdistas señalando que el Partido Republicano es la mayor amenaza para el progreso de los Estados Unidos.

Comparto la creencia de que teniendo a Joe Biden en la Casa Blanca el daño para la mayoría de los trabajadores sería menor que el que supondrían otros cuatro años de Donald Trump. Biden se aparta de aquellos progresistas, del ala más laborista [labor-oriented] del partido, pero cada persona pobre y trabajadora en América, así como cada socialista, estaría mejor chocando sus cabezas con una Casa Blanca repleta de demócratas moderados antes que con una llena de hombres designados por Trump.

Pero esto no significa que los socialistas deban alinearse detrás de Biden. Hay un ambiente anti-establishment creciendo en este país, y no solamente entre los socialistas; millones de votantes desconfían de las políticas convencionales y están hartos de elegir entre dos partidos atrapados por las élites corporativas. Bernie Sanders representaba una alternativa real para muchos de ellos, pero Joe Biden no. Y están frustrados por la falta de reconocimiento: tanto en 2016 como en 2020, los finalistas derrotados en las primarias demócratas fueron los socialistas democráticos, pero teniendo en cuenta la falta de concesiones a las bases, nadie lo diría.

El ex-vicepresidente prometió a las grandes fortunas que "nada va a cambiar en lo fundamental" y parece asumir firmemente la premisa de que tocar lo menos posible es la mejor manera de unificar el voto anti-Trump. Manteniendo la línea estratégica que rige el Partido Demócrata desde 2016, Biden pretende conquistar el voto moderado de las clases profesionales de las zonas residenciales; parece, en cambio, mucho menos interesado en conquistar a los trabajadores cuyo nivel de vida ha empeorado durante las últimas décadas.

Esto podría estar bien como un cálculo electoral contra un presidente impopular, pero se adapta torpemente al coro de expertos que están intentando articular una organización socialista de 60.000 miembros detrás de una campaña moderada sin brillo. Los emisarios enviados por Biden a la izquierda han vuelto con pocas zanahorias, y todos sabemos qué tipo de palos seguirán. El centro está ya preparando un chivo expiatorio adecuado para el caso de que Biden finalmente fracase. Nosotros somos, al mismo tiempo, demasiado marginales para sentarnos en la mesa de discusión y lo bastante poderosos como para decantar una elección presidencial.

Semejante ruido aparta la atención del verdadero trabajo que las distintas secciones de Democratics Socialist of America están realizando a lo largo y ancho del país durante este ciclo electoral. Más allá de los estereotipos, no estamos impulsando a un tercer candidato o ansiosos por ver la reelección de Trump. Más bien estamos haciendo campaña por demandas fundamentales como el Medicare for All, protegiendo el U.S. Portal Service de la destrucción bipartidista, organizando a los trabajadores esenciales para luchar por mejores salarios y condiciones durante la crisis del Coronavirus y respaldando a candidatos locales [downballot candidates], que se encuentran disputando en las listas demócratas.

Este es el tipo de actividades que, de tener éxito, elevarán la participación y recordarán a millones que la política puede mejorar sus vidas. Lejos del voluble sectarismo, esta es una estrategia pragmática. Estados Unidos tiene un sistema político que penaliza la aparición de terceros partidos, por eso grupos como D. S. A. (Democratic Socialists of America) no tratan inútilmente de construir una candidatura independiente.

A la vez, reconocemos cuán impopulares son ambos partidos. En lugar de presentar a un candidato testimonial [spoiler] o permitir que la representación del malestar de las masas en relación con las instituciones políticas sea monopolizada por el populismo de derechas, los socialistas están construyendo pacientemente los pilares para las reformas en favor de los trabajadores que este país necesita urgentemente.

Esto es lo que caminar en la cuerda floja, y estar seguros de dirigirnos a algún lado, significa hoy.

 

(*) Bhaskar Sunkara. Director de la revista socialista estadounidense "Jacobin", es militante de los Democratic Socialist of America (DSA).

Fuente: https://www.nytimes.com/2020/05/28/opinion/socialists-biden-trump.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage

Traducción: Anxo Garrido, David Cardozo


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS