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Arquitectura post-covid

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Por Luis Vellón Roca (*)

El modelo urbano pasa factura y más en cuarentena.

El 66% de la población en España vive en pisos, el segundo mayor porcentaje de la UE. A su vez, muchos barrios sufren un déficit de zonas verdes o servicios. Pero hay alternativa: la ciudad policéntrica.

En el sur de Europa abundan las ideas preconcebidas sobre el 'típico hogar británico': una casa de dos alturas, generalmente adosada, el ladrillo caravista, un gran ventanal. Y seguramente también un pequeño jardín en la entrada, junto al garaje, o un patio trasero más generoso. Efectivamente, dos tercios de la población en Reino Unido vive en casas adosadas o unifamiliares, muchas con jardín, según Eurostat. Es el mayor porcentaje de entre los países europeos más poblados, si bien los apartamentos predominan en grandes ciudades como Londres.

El 'típico hogar español', por el contrario, sería sin duda un piso. El 66% de la población vive en un bloque de apartamentos, siendo el segundo país de la Unión Europea donde es más habitual, tan solo por detrás de Letonia. Y este dato no es en sí mismo ni bueno ni malo, ya que a nadie se le escapa que no es lo mismo un piso de protección oficial construido en los años setenta en un barrio periférico que uno de nueva construcción con terraza y piscina comunitaria. Por otro lado, son muchos los barrios de nuestras ciudades (especialmente en las de mayor tamaño) que sufren un déficit de zonas verdes o de servicios, en este último caso en beneficio de las áreas céntricas y grandes superficies comerciales.

Al igual que sucedió tras las grandes pandemias de la historia, la crisis de la covid-19 puede provocar cambios profundos en la edificación

Esta realidad está, indudablemente, condicionando la cuarentena. La mayor pandemia global en un siglo ha puesto a prueba nuestra capacidad para aguantar largos periodos entre cuatro paredes, y ha obligado a pasear y comprar cerca de casa. Surgen preguntas. ¿Están nuestros pisos -y nuestros barrios- diseñados para que pasemos tiempo en ellos? ¿Cuál es el impacto en la salud?  ¿Somos más vulnerables al confinamiento que nuestros vecinos europeos?

Para Daniel García de Frutos, experto en construcción sostenible y coautor de la primera guía española sobre edificación saludable, es evidente que muchos de nuestros hogares no están preparados y apunta a varias causas, desde el éxodo rural de la segunda mitad del siglo XX, que "forzó la construcción de edificios de forma intensiva" en la periferia de las ciudades, hasta "las tensiones inmobiliarias y elevados precios que no permitían viviendas amplias a unos precios razonables". Y añade un tercer factor clave: debido al clima favorable y las extensas jornadas laborales, "el tiempo que pasamos en el hogar se ve reducido y deriva en una escasa demanda de espacios para descansar, trabajar o hacer deporte".

Espacios convertibles

Pero todo esto podría cambiar tras la pandemia: es previsible que la experiencia del confinamiento genere nuevas demandas en relación al uso y distribución de espacios. Volverán las terrazas y balcones a pisos en los que se había prescindido de ellos para ampliar el salón y se buscará un espacio apropiado para el teletrabajo, si bien la mayor novedad podría ser "la aparición de espacios multifuncionales fácilmente convertibles", apunta García de Frutos. Así, al igual que sucedió tras las grandes pandemias de la historia, la crisis de la covid-19 puede provocar cambios profundos en la edificación, según aseguran desde el estudio de arquitectura Pinearq, como un impulso a la prefabricación y la automatización, así como a los espacios comunales.

En el Reino Unido, las casas adosadas o independientes a menudo cuentan con un patio o jardín privado, y más de la mitad de la población adulta admite dedicar parte de su tiempo a la jardinería, según el informe "Gardens and health" de The King's Fund -un 'think tank' especializado en salud pública-, que destaca el impacto positivo de estos espacios de la casa en la salud mental: reducen la incidencia de la depresión y la ansiedad y por tanto pueden ser un buen aliado en cuarentena, ante el aumento lógico de casos.

Los expertos apuntan a que la falta de acceso a un jardín privado no debería ser excusa para dejar de plantar: "Es cierto que en España predominan los pisos, pero por otro lado existen fantásticos huertos urbanos y jardines comunitarios. Además, en Reino Unido mucha gente vive en apartamentos, y en los balcones posee grandes colecciones de plantas y cultiva frutas y verduras", advierte John Stirland, escritor y consultor en jardinería.

En las grandes ciudades como Londres muchas familias y jóvenes se resignan a alquilar pequeños espacios y disfrutar de los numerosos parques urbanos cuando el caprichoso tiempo británico lo permite, si bien la estructura de la capital inglesa ha facilitado la descentralización de servicios. La ciudad policéntrica ha sido materia de análisis y debate por parte de urbanistas y es lo que se esconde detrás de la propuesta prepandemia de la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo: la "ciudad de los 15 minutos". Una urbe diseñada para que sus habitantes puedan vivir, trabajar y disfrutar del ocio a tan solo un cuarto de hora de casa, preferiblemente a pie o en bici.

Ciudades policéntricas

En realidad, la idea no es nueva en Madrid: "La ciudad policéntrica existía hasta bien entrada la década de los 70. La población no se movía tanto de sus barrios; ahí consumía el ocio y acudía al centro de manera excepcional. Tenías tu cine de barrio, y alguna vez ibas al cine de estreno a la Gran Vía", afirma Agustín Hernández, catedrático de la Universidad Politécnica y experto en urbanismo. Cree que la capital española, ejemplo de urbe monocéntrica, puede "a medio y largo plazo" recuperar los espacios centrales en sus barrios si existe voluntad política, el apoyo de los sectores público y privado y por supuesto, una población que "tiene que construir ese espacio".

Las políticas públicas y la propia lógica del mercado han contribuido a que la vivienda se configure como un producto monofuncional, de alguna manera desconectado de su entorno

Las políticas públicas y la propia lógica del mercado han contribuido a que la vivienda se configure como un producto monofuncional, de alguna manera desconectado de su entorno: "como en un supermercado en el que solo hay vivienda en las estanterías", asegura Hernández. El concepto de vivienda-objeto no parecía un problema en un contexto en el que el uso del coche -para abastecerse o acceder al ocio- se había extendido, pero las nuevas necesidades pueden obligarnos a replantear los esquemas a los que estábamos acostumbrados.

La pandemia actual ha reducido la movilidad a las áreas próximas al hogar, y especialmente en barrios periféricos se ha hecho más patente que nunca la falta de comercios y servicios cercanos, mientras que las zonas céntricas más densamente pobladas echan en falta el espacio suficiente para que viandantes, coches y bicis puedan convivir sin sacrificar la seguridad. "Hemos caído víctimas de nuestra propia ceguera de lo que significa vivir, ya que la vivienda se sitúa en un contexto, un espacio urbano que debería de ser complejo, estar bien comunicado con el resto de la ciudad y tener vocación de disponer de sus propios elementos diferenciales", añade Hernández. En definitiva, barrios donde los vecinos puedan y quieran hacer vida. 

Comunidades cohesionadas

Las políticas urbanas y de vivienda en Reino Unido tampoco están exentas de crítica. "Por desgracia, la salud y el bienestar no siempre se tienen en cuenta durante el desarrollo de viviendas. Sin embargo, como arquitecto me enseñaron a considerar la calidad de un hogar, ya que su diseño puede fomentar o desalentar ciertos comportamientos", asegura Craig Baines, arquitecto de una firma con oficinas en Londres y Gales.

"Una buena promoción de viviendas debe fomentar la interacción social entre vecinos y permitir el desarrollo de comunidades cohesionadas. La mayoría de nuevas viviendas en Reino Unido son construidas por grandes promotoras que generalmente no se preocupan por la calidad del hogar y del entorno, sino por cuántas casas pueden meter en un determinado terreno", añade Baines.

En ese sentido, los bloques de viviendas de las ciudades españolas suelen permitir una mayor interacción social, algo positivo en general y más aún en cuarentena: salir al balcón o a la terraza "puede convertirse en un momento de ocio, aunque sea a distancia y respetando las medidas, puesto que lo importante es la interacción en sí misma. Esto puede paliar el posible impacto del aislamiento relacionado con el confinamiento", afirma Rosa Portero, psicóloga sanitaria en Center Psicología Clínica.

Los beneficios para la salud que ofrece un espacio semi-abierto como un balcón, ignorado durante décadas o relegado al lugar donde se tiende la ropa, son múltiples: "la luz solar directa favorece la producción de serotonina, un neurotransmisor que nos ayuda a regular el sueño y mejora el estado de ánimo", asegura Portero. Asimismo, supone un espacio de desahogo frente a un lugar cerrado y en algunos casos permite el ejercicio físico.

"El hecho de pasar más tiempo fuera de casa (que en países del norte de Europa, por ejemplo) forma parte de nuestra rutina, y esta se ha visto interrumpida de manera abrupta por la situación de confinamiento. Esto podría traducirse en un mayor impacto en la población española", afirma Portero, si bien reconoce que todavía es pronto para conocer los efectos reales del aislamiento a medio y largo plazo.

El confinamiento general ha sido mucho más estricto en España e Italia que en países como Reino Unido o Francia, donde desde el principio se ha permitido a la población dar paseos cerca de casa y realizar ejercicio físico, un factor que puede haber ayudado a mejorar el bienestar. Pese a todo, los expertos recuerdan que, más allá de los evidentes condicionantes físicos, la actitud y la capacidad de adaptación tanto individual como colectiva serán clave para salir del pozo.


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