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75º Aniversario: El fin de la II Guerra Mundial y sus consecuencias (I)

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Por Ernest Mandel (*)

El 75º Aniversario de la derrota del Nazismo y el fin de la II Guerra Mundial en Europa, conmemorado este 8 de mayo, ha carecido de los homenajes y desfiles habituales como consecuencia de la pandemia del Covid-19, a excepción del desfile de la victoria en Minsk. Pero la controversia no ha estado ausente.

La presidencia rotatoria estonia del Consejo de Seguridad convocó a una masiva teleconferencia, en la que intervinieron los representantes de más de 100 estados ese día. En el marco de las tensiones entre la UE y EEUU, por un lado, y Rusia, por el otro, como consecuencia de la expansión de la OTAN, la situación en Ucrania oriental y la incorporación de Crimea a la Federación Rusa tras su ocupación militar, Estonia decidió confrontar la memoria histórica heredada del estalinismo, desde una sesgada óptica liberal conservadora. Una memoria que se considera sagrada en la mayoría de antiguos estados de la URSS tras gigantesco sacrificio de veintidós millones de muertos en la lucha contra el nazismo y la liberación de Europa oriental y central, hasta la batalla de Berlín.

Esta narrativa oficial, que se mantiene en la Federación rusa, Bielorusia y las actuales repúblicas ex-soviéticas de Asia central, cubre con la conmemoración patriótica del gigantesco esfuerzo realizado por el Ejercito y la población soviéticos otros aspectos de esta historia. Empezando por el Pacto Ribbentrop-Mólotov de 1939, que precedió a la invasión y al reparto de Polonia entre el III Reich y la URSS y al desencadenamiento oficial de la II Guerra Mundial en Europa, así como la incorporación posterior en 1940 de los territorios de las tres repúblicas bálticas, Estonia, Letonia y Lituania, que habían sido independientes desde 1921 a la URSS. La invasión nazi de la URSS en 1941 convirtió estos territorios en el Reichskommissariat Ostland. Y la posterior contraofensiva soviética, tras la rendición de la bolsa de Courland, supuso de nuevo su incorporación forzosa a la URSS y la represión de importantes sectores de la población que se habían alineado con el nazismo y participado en los combates en las filas de las SS.

La confrontación por la interpretación de la naturaleza de la II Guerra Mundial sigue estando viva tras la disolución de la URSS en 1991 y se ha agudizado como consecuencia de la crisis política y el conflicto militar en Ucrania. Por eso merece la pena recordar desde un análisis político marxista el contexto y las consecuencias geopolíticas de la derrota del nazismo en Europa. Este texto de Ernest Mandel, uno de los dirigentes del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, escrito en 1986, es uno de los capítulos de su libro El significado de la Segunda Guerra Mundial, que se puede descargar aquí. SP

 

Apenas terminaba la Segunda Guerra Mundial cuando la Guerra Fría comenzó. La evolución de la primera en la segunda se dio rápidamente y sin interrupción; al respecto, muchos historiadores e ideólogos radicales, tanto de derecha como de izquierda, han argumentado que la Segunda Guerra Mundial realmente nunca acabó o, más aún, que la Tercera Guerra Mundial empezó en 1945.

Tales opiniones son, por supuesto, exageradas. La esperanza de Hitler y Tojo de que la alianza militar entre las potencias imperialistas occidentales y la URSS se rompería en el último momento y que un cambio de alianzas sería entonces posible, no cristalizó. La colaboración militar dentro de la alianza continuó hasta la inmediata consecuencia de la rendición de Alemania y Japón. Cualquier tensión desarrollada entre Washington, Londres y Moscú surgió dentro del marco de la alianza y no condujeron a su ruptura. Sólo cuando finalmente el enemigo común fue vencido, la cuestión de quién debería dirigir al mundo vino a dar preponderancia a todas las demás consideraciones.

¿Cómo y cuando empezó realmente la Guerra Fría? Esta pregunta ha sido discutida abiertamente entre los historiadores en Occidente y, más indirectamente, en el Este de Europa (dada la importancia de la revisión histórica para la burocracia) y el "movimiento comunista mundial".
Algunos autores comunistas y soviéticos señalan el comienzo de la Guerra Fría a partir de la muerte del presidente Roosevelt, perpetuando así el mito de un Roosevelt "amante de la paz", diferente de un Truman "agresivo", mito no basado en hechos de ninguna clase. Otros lo sitúan a partir de la proclamación de la Doctrina Truman o del lanzamiento del Plan Marshall /1. Pero debe hacerse una distinción entre las que fueron dos etapas sucesivas de la Guerra Fría.

Durante la primera etapa, el conflicto estaba en el control político y militar de Europa Oriental. El control ("los gobiernos favorables a la Unión Soviética") había sido garantizado en gran medida a Stalin en las conferencias de Moscú, Quebec y Yalta. Summer Welles, el secretario de Estado de EE UU, escribió algunos meses después de Yalta: "El gobierno soviético está tan legítimamente autorizado a promover un sistema regional en Europa Oriental, compuesto por gobiernos independientes, cooperativos y propicios entre los países adyacentes a Rusia, como EE UU ha contado con la justificación para promover un sistema interamericano de veintiún repúblicas americanas soberanas en el hemisferio occidental" /2. Mientras el arreglo propuesto daba a los imperialistas occidentales, y en primer término a Gran Bretaña, alguna decisión menor en la conformación del destino político, y especialmente económico, de esos países, no implicaba una rápida retirada de las fuerzas de ocupación soviéticas o la "neutralidad" total de la fuerza de ocupación frente a su eventual evolución política /3. Que las potencias que realizaban la ocupación influirían en la política de posguerra de los países ocupados, estaba claro por la forma en que los aliados occidentales manejaron a Italia, de cuyo gobierno la Unión Soviética fue sutilmente excluida. El orden en Europa oriental, como en Italia, en gran medida, reflejó el equilibrio de fueras militares en el continente europeo tal como prevaleció entre octubre de 1944 y febrero de 1945. El fracaso de los aliados occidentales para entrar repentinamente en Alemania desde Italia, su falta de habilidad para cruzar el Rhin rápidamente después de la invasión de Normandía y, sobre todo, los efectos de la contraofensiva alemana de las Ardenas sobre sus objetivos militares -en el momento en que el Ejército Rojo estaba arrasando con los países de Europa oriental- condujeron al "espíritu de Yalta" político.

Sin embargo, en la primavera y a principios del verano de 1945 el equilibrio de fuerzas cambió. El ejército americano estaba ahora invadiendo firmemente el continente europeo y su potencial de fuego (armamento mecanizado e infraestructura industrial) era el más poderoso del mundo. Se daba un consenso creciente entre los líderes de EE UU en relación a que "había llegado el momento de tomar una fuerte actitud americana hacia los soviéticos, en el sentido de que no podían ser perjudicadas nuestras perspectivas aunque Rusia tenga que retrasar o incluso detener su proyecto de guerra en Europa y Asia" /4. En el último verano EE UU había desarrollado la bomba atómica y era capaz -dada la nueva extensión de sus bases militares- de arrojarla en cualquier parte del mundo. La tentación de utilizar esa superioridad para recuperar lo que había sido "garantizado" a Stalin era, ciertamente, muy grande. Que Roosevelt hubiera muerto y Truman ocupara su lugar, marcó algunas pequeñas diferencias: pero el proceso era inevitable. Alentado por Churchill y por su propio personal político y militar, Truman comenzó sus funciones oponiéndose al consenso de Yalta. Harriman, su embajador en Moscú, cuestionó abiertamente el control soviético sobre Rumania y Bulgaria, aunque éste era ejercido en Rumania a través de un rey, que era un jefe de Estado puramente nominal, y había algunas dudas acerca de la lealtad popular búlgara hacia la Unión Soviética /5. En Hungría, en 1945, tuvieron lugar elecciones libres y las perdió el Partido Comunista. Lo mismo sucedió en Austria. En Checoslovaquia también fueron libres, y aunque el PC se convirtió en el partido mas fuerte, no pudo gobernar solo. En todos estos países, con excepción de Bulgaria, los gobiernos de coalición no eran controlados por los comunistas en 1945-46.

Sin embargo, hubo en Potsdam una presión creciente sobre la Unión Soviética que se inclinaba hacia los gobiernos de coalición "real" en Europa oriental. Churchill, que estaba obsesionado con el peligro del comunismo en Europa y utilizaba cada oportunidad para endurecer la voluntad de los funcionarios de EE UU en sus negociaciones con la Unión Soviética, quedó "completamente fascinado" al conocer el éxito de la explosión de prueba de la bomba atómica /6. Las noticias llegaron a Truman en Potsdam quien, de acuerdo con Churchill, se convirtió en "otro hombre. Puso en su sitio a los rusos y en general dominó la reunión" /7. Desde el momento en que Polonia, por razones geoestratégicas obvias, era el pivote del nuevo orden en Europa oriental, fue escogida como la prueba de si los soviéticos se someterían al mundo dominado por los americanos o si seguirían una estrategia propia y distinta. Para la Unión Soviética, sin embargo, Polonia no era una cuestión negociable. Dado que ahí no tenía tropas, EE UU pudo hacer poco en el caso de Polonia. Grecia iba a demostrar un caso diferente.

Grecia llamó la atención de EE UU después de la decisión del Congreso de suspender el Acuerdo de Préstamo y Arriendo con sus aliados europeos. Gran Bretaña respondió reduciendo su presencia económica y militar en Grecia, en aquel entonces agonizante a causa de la guerra civil. El Ministerio de Hacienda estaba a favor de una retirada de Grecia. "Ni siquiera, si tuviéramos el dinero, estoy de acuerdo en que debemos gastarlo en esta forma... sosteniendo, aun con la ayuda de los americanos, a los estados débiles en el Mediterráneo oriental contra Rusia", escribió el ministro de Hacienda a Attlee en noviembre de 1945 /8. La fracasada Pax Británica proporcionó la oportunidad para que el imperio americano hiciera valer sus derechos: ahora estaba preparado para problemas de esta clase. Dentro del nuevo orden anticomunista, Grecia fue presentada como una cuestión de supervivencia de la nación americana. Forrestal, el secretario de Marina, le dijo a Truman: "Si podemos ganar, deberíamos reconocerla como una lucha fundamental entre nuestro tipo de sociedad y la rusa" /9. Los rusos, opinó, no responderían a nada que no fuera el poder. Marshall, el nuevo secretario de Estado, igualmente argumentó: "No es alarmista decir que estamos enfrentando la primera crisis de una serie que podría extender el dominio soviético a Europa (occidental), el Oriente Próximo y Asia" /10.

El 12 de marzo de 1946 Truman pronunció un discurso ante la sesión plenaria del Congreso en el que, además de solicitar 300 millones de dólares para Grecia y cien millones para Turquía, presentó los acontecimientos en la primera como una lucha global "entre formas de vida alternativas: La política de Estados Unidos debe ser de apoyo al pueblo libre que está resistiendo la subyugación intentada por las minorías armadas o por presiones exteriores" /11. La proclamación de la Doctrina Truman puede ser considerada como el comienzo de la primera fase de la Guerra Fría.

A la presión diplomática-militar después de la guerra, EE UU añadió el chantaje económico. El imperialismo de EE UU surgió de la guerra con una enorme capacidad industrial, agrícola y financiera al mismo tiempo que todos sus competidores potenciales estaban postrados económicamente. Esto era especialmente cierto en el caso de la Unión Soviética. Horowitz cita una notable descripción aparecida en The Observer escrita por el experto ruso Edward Crankshaw: "Viajar tan lentamente por tren sobre las recién abiertas vías férreas desde Moscú hacia la nueva frontera en Brest Litovsk en los días posteriores a la guerra, era una experiencia terrible. En cientos, en miles de millas, no había objeto en pie o viviente a la vista.. Cada pueblo estaba arrasado, cada ciudad. No había graneros; no había maquinaria. No había estaciones ni torres de elevación de agua. No había un solo poste de telégrafo en todo ese vasto campo y las amplias fajas de bosques habían sido cortadas por los guerrilleros a lo largo de la línea como protección contra emboscadas. A todo lo largo de la línea estaban las vías retorcidas, arrancadas por los alemanes, quienes trabajaron con trenes especialmente equipados con garfios conforme se movilizaban hacia el Oeste. En los campos, descuidados, sólo mujeres, niños y ancianos podían verse y éstos sólo utilizaban herramientas de mano" /12.

Todas las principales potencias que surgieron de la guerra esperaban la asistencia económica y financiera de EE UU. También la Unión Soviética /13. Pero cada potencia quería un tipo de asistencia que no acarreara una reducción de la independencia y de la autodeterminación de sus políticas, tal como las querían sus clases y castas dirigentes. Pero eso era precisamente lo que Washington no estaba dispuesto a conceder en 1945: la suspensión de la ayuda directa, otorgada vía préstamo y arriendo (Lend-Lease), fue un duro golpe para Churchill, De Gaulle y también para Stalin. La negativa de los préstamos americanos hizo la cuestión de las reparaciones alemanas aún más importante para la burocracia soviética /14.

Las fuerzas armadas soviéticas empezaron a despojar a sus zonas de ocupación de una parte importante de su equipo industrial. Así lo hicieron en Alemania Oriental. También en Manchuria. Cuando emprendieron acciones similares en Rumania, Bulgaria y Hungría, crecieron los conflictos con la burguesía local y las fracciones no-stalinistas del movimiento obrero. Las semillas de la segunda etapa de la Guerra Fría se estaban sembrando.

Pero desde un principio, las cosas no eran tan claras. La cuestión de si la industria pesada del Ruhr debería ser desmantelada o no, estaba sin determinar. Una fracción minoritaria de la burguesía de EE UU, representada por Henry Morgenthau, el secretario del Tesoro, había favorecido esa medida. Sectores secundarios de las burguesías francesa y británica pensaban igual. Incluso dentro del Partido Laborista británico había cierta vacilación /15. De cualquier modo, los movimientos hacia un desmantelamiento del Ruhr comenzaron y llegaron a ser el punto focal del primer despertar de la clase obrera alemana, que se unió en una protesta masiva a través de toda la región contra dichos actos de barbarie. Ya que Stalin esperaba obtener algunas ganancias, presionó intensamente sobre el PCA, tanto en la zona de ocupación Occidental como en la Oriental, para que se opusiera a las huelgas.

En Alemania Occidental comenzó la decadencia ininterrumpida del stalinismo alemán (el PC había disfrutado todavía de sorprendente influencia allí en el período inmediato a la posguerra) /16. En Alemania Oriental, el estalinismo fue la fuente principal de descontento de la clase obrera y neutralizó la aspiración popular a la unidad comunista-socialista, especialmente al implicarse en el esfuerzo de incrementar la producción por la clase obrera con el fin de crear un nuevo fondo de "acumulación socialista primitiva" para la reconstrucción de la industria y el país. Esto conduciría finalmente al levantamiento obrero del 16-17 de junio de 1953 en Alemania Oriental, que forzó al Kremlin a poner fin al saqueo de Europa oriental.

En este contexto /17 hay que mencionar la total e indiscriminada expulsión de once millones de alemanes de Prusia oriental, Pomerania, Silesia, Polonia y Checoslovaquia, un acto indefendible. Esto no fue solamente una respuesta de Stalin, sino de todos los aliados, al irredentismo post-Versalles de las minorías alemanas en Europa oriental, así como una precondición para la adopción de la frontera Oder-Neisse para Polonia.

Cuando el imperialismo americano decidió situarse contra la posición de mantener a Alemania, Japón e Italia en estado de postración económica y se orientó hacia el Plan Marshall y las reformas monetarias de 1948, se hizo inevitable la segunda etapa de la Guerra Fría. Por medio de la operación del Plan Marshall y la Unión de Pagos Europeos junto a éste, los países participantes se integraron en un mercado mundial regido por la ley del dólar americano como medio universal de cambio y pago y por el poder político y militar de EE UU como el arma secular de ese dominio sagrado. Para Stalin la opción era clara. La alternativa para los países bajo el control político y militar del Kremlin era: o que fueran económicamente reabsorbidos por el capitalismo internacional, o que fueran asimilados estructuralmente a la URSS, lo cual exigía la abolición de la propiedad capitalista.

La decisión no fue fácil para la burocracia soviética /18. No fue tomada universal ni dogmáticamente. Los casos de Austria y Finlandia /19 indican que una solución de compromiso -gobiernos neutrales y amistosos hacia Moscú, pero manteniendo relaciones capitalistas de propiedad- era posible. Aunque no existe ninguna prueba definida, hay gran cantidad de evidencias circunstanciales que sugieren que a cambio de la neutralidad y la desmilitarización, la burguesía alemana pudo probablemente haber obtenido la reunificación de su país, bajo relaciones de propiedad predominantemente capitalistas, si bien con un gran sector público como en Austria, en 1955.

Los sucesores de Stalin, especialmente Malenkov, parecen haberse movido en esa dirección. Se hicieron propuestas a Kurt Schumacher, el líder de la socialdemocracia alemana, quien probablemente habría surgido como canciller y figura dominante de la Alemania unida, reemplazando a Adenauer y Ulbricht. Pero la hipótesis nunca fue demostrada en la práctica. Dulles, Eden, Bidault y Adenauer la bloquearon con éxito, cada uno por sus propias razones particulares. Así la división de Alemania y de Europa en dos diferentes sistemas socioeconómicos -y más tarde en dos diferentes alianzas militares- se hicieron fijas e institucionalizadas.

En Japón, Truman y MacArthur se movieron en una dirección similar en 1948. Pero allí el estallido de la guerra de Corea fue el punto de cambio decisivo. La industria japonesa se convirtió en la principal base material para la guerra imperialista contra la revolución china. Desde entonces, emprendió el camino del crecimiento económico acelerado, en el cual ha continuado desde entonces.

Es una cuestión interesante estudiar cuando la burocracia soviética optó por crear un glacis de Estados clientes en sus fronteras occidentales, estructuralmente asimiladas a la Unión Soviética -es decir, caracterizadas por el derrocamiento del poder estatal capitalista y las relaciones de propiedad a través de la coacción burocrático-militar ("la revolución desde arriba" con una insignificante revolución popular) /20.

En los primeros dieciocho meses de la guerra alemana-soviética, mientras el Ejército Rojo estaba esencialmente a la defensiva, Stalin no parecía haber tenido ningún plan para la posguerra más allá de intentar asegurar la aprobación de Churchill para las fronteras soviéticas de 1941, es decir, el reconocimiento de lo que se había obtenido mediante el pacto Hitler-Stalin: los estados del Báltico, Ucrania occidental y Bielorusia occidental, así como Besarabia y el norte de Bukovina. Churchill y Eden susurraban y conspiraban, como Roosevelt, bajo la presión del lobby polaco-americano en el Partido Demócrata. Pero en general se inclinaron a aceptar estas propuestas, con la condición de que el gobierno polaco debía ratificarlas.

Después de la victoria de Stalingrado, Stalin empezó a cambiar de orientación. Maisky fue retirado como embajador de Londres y nombrado vicecomisario (más tarde viceministro) de Asuntos Exteriores a cargo de las negociaciones para el estatus de Europa en la posguerra. Su informe se centraba en la cuestión de las reparaciones. Más tarde, Litvinov se unió a él.

En realidad durante 1943, incluyendo la Conferencia de Teherán, y la primera mitad de 1944, las reparaciones y la cuestión alemana estaban en primer plano en las negociaciones diplomáticas y en los conflictos entre los aliados imperialistas occidentales y el Kremlin, mucho más que las cuestiones de Europa oriental o la polaca. La configuración militar que surgía en Europa oriental todavía estaba lejos de aclararse. El segundo frente era ahora una certeza. Los ejércitos aliados avanzaban a través de Italia hacia Europa central. El valor del "botín" alemán y del norte italiano involucrado en estos movimientos -en primer lugar los baluartes industriales del Ruhr, el sur de Alemania, Sajonia, Berlín y Silesia, y los de Milán y Turín- era mucho mayor que Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia, Grecia o incluso Checoslovaquia.


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