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Lenin 150: La centralidad de la hegemonía (III)

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Libertades políticas

El otro elemento nuevo, o mejor dicho, la ausencia conspicua de un elemento familiar, es la desaparición de las libertades políticas como un objetivo imperativo. El tema apenas surge en El Estado y la Revolución.

Lenin elogió la "democracia soviética" principalmente porque alentaba la participación masiva en el trabajo del gobierno, ciertamente no porque extendiese las libertades políticas. Lo que sí encontramos en estas páginas es una negación categórica de cualquier valor de la democracia burguesa: "La libertad en la sociedad capitalista siempre [énfasis agregado] sigue siendo la misma que en las antiguas repúblicas griegas: libertad para los dueños de esclavos". ¿Por qué, entonces, luchar para transformar el Zarismo en una democracia, o para ampliar la democracia donde ya está establecida?

Junto con tales sentimientos hay un claro presagio de las políticas represivas en la guerra civil rusa y posteriores. Cualquier intento de "la nobleza de preservar sus hábitos capitalistas o de los trabajadores que hayan sido completamente corrompidos por el capitalismo" para escapar del control social irá acompañado de "un castigo rápido y severo, [porque] los trabajadores armados son hombres prácticos y no intelectuales sentimentales, y no consentirán que nadie juegue con ellos".

Después de la Revolución de febrero de 1917, los bolcheviques defendieron la consigna "¡Todo el poder para los soviets!" De manera crucial, el objetivo del poder soviético no implicaba ninguna ruptura con el escenario descrito en las Tesis de Octubre de 1915 sobre la revolución democrática en Rusia. En un artículo revelador, 'Una pregunta básica', escrito a fines de abril de 1917, Lenin defiende este punto con su forma enfática habitual:

"¿En manos de quién debería estar 'el vlast político', incluso desde el punto de vista de un vulgar demócrata burgués? ... En manos de la mayoría de la población. ¿Las "masas trabajadoras rusas"... constituyen la mayoría de la población en Rusia? Sin duda lo son, ¡la abrumadora mayoría! ¿Cómo entonces, sin traicionar a la democracia, incluso a la democracia tal como la entiende un Miliukov [líder del partido liberal Kadet], se puede estar en contra de la "conquista del vlast político" por parte de las 'masas trabajadoras rusas'?"

Por lo tanto, la situación posterior a febrero en Rusia no impidió de ninguna manera a Lenin reafirmar la visión expuesta en las Tesis de Octubre de una revolución 'democrática' (el vlast obrero-campesino) en Rusia que fuera la chispa y finalmente se fusionase con una revolución socialista (solo proletaria) europea. El nuevo tema de los pasos hacia el socialismo no cambió los contornos básicos de la narrativa predictiva de Lenin, como se muestra en este pasaje de 'Una pregunta básica':

"Después de tales medidas, serán totalmente posibles nuevos pasos hacia el socialismo en Rusia y, dada la ayuda a los trabajadores de aquí que vendrá de los trabajadores más avanzados y experimentados de Europa occidental, ... la transición genuina de Rusia al socialismo sería inevitable, y el éxito de tal transición estaría asegurado".

Por lo tanto, podemos resumir la perspectiva de Lenin y sus camaradas bolcheviques de la siguiente manera: técnicamente hablando, la revolución de 1917 que creó un vlast (poder popular) obrero-campesino no es una "revolución socialista", como los marxistas entienden el concepto. Pero este hecho es irrelevante, porque los acontecimientos (revolución internacional en el extranjero, pasos hacia el socialismo en casa) rápidamente pondrán a Rusia en el camino de una revolución socialista en toda regla. Por lo tanto, no tenemos que revisar nuestras concepciones anteriores sobre la naturaleza de la revolución socialista.

Ya a fines de 1918, Lenin aún podía creer (como él dijo) que "las cosas han salido tal como dijimos que harían". La revolución alemana de noviembre de 1918 fue vista como el prólogo de una revolución socialista en toda Europa. En Rusia, Lenin pensó que era testigo del comienzo de una ola revolucionaria en las aldeas a partir de los proletarios rurales, que impulsarían la Revolución Rusa más allá de la etapa de la "alianza con todo el campesinado", que era una de las características definitorias de una revolución democrática. Y los pasos hacia el socialismo, tal como se encarnaban en las políticas económicas del estado soviético, aunque ciertamente no definitorias hasta la fecha, se habían empezado a dar y sin duda irían más allá. Esta perspectiva encuentra expresión en La revolución proletaria y el renegado Kautsky, escrito durante la convalecencia de Lenin tras una herida de bala a fines de 1918.

En 1919, este escenario esperanzador tuvo que descartarse, al menos en el futuro previsible, y se encontraron nuevas razones  para justificar las credenciales socialistas de la revolución bolchevique. Primero, un aliado, el proletariado europeo, no logró llevar a cabo su propia revolución (aunque los bolcheviques atribuyeron a este aliado la prevención de una intervención militar a gran escala en Rusia). En segundo lugar, los bolcheviques se dieron cuenta de que no podían contar con el apoyo efectivo de los proletarios rurales; de hecho, la supervivencia del estado revolucionario dependía de consolidar la alianza con la mayoría de los campesinos. Esta comprensión encontró expresión en la campaña de 1919 para consolidar su alianza con 'el campesinado medio', una categoría discursiva hasta entonces poco utilizada. Esta importante campaña bolchevique ha sido completamente olvidada por los historiadores y reemplazada por el mito de una "guerra bolchevique contra el campesinado".

Finalmente, la lógica original detrás de los pasos hacia el socialismo había sido socavada. En 1917, Lenin argumentó en efecto que los pasos hacia el socialismo debían darse entonces, debido a la crisis económica. Pero, cada vez más, los bolcheviques se pusieron a la defensiva y se vieron obligados a argumentar que los pasos hacia el socialismo no se podían implementar, debido a la crisis económica. A medida que los bolcheviques se esforzaban por superar una serie interminable de crisis, se vieron obligados a un compromiso tras otro, y eran muy conscientes de ello. Este proceso también ha sido oscurecido por un mito de los historiadores: a saber, que durante el llamado "comunismo de guerra", los bolcheviques se embriagaron de "euforia" ante la perspectiva de un salto inmediato al socialismo pleno.

Por lo tanto, los bolcheviques se enfrentaron a un duro desafío en su autodefinición ideológica como una revolución socialista de facto: o permanecer fieles al axioma de la socialdemocracia revolucionaria anterior a la guerra y abandonar su objetivo de una revolución socialista; o abandonar el axioma declarando la compatibilidad de la revolución socialista con una alianza obrero-campesina. Este segundo objetivo equivalía a retener la lógica de la táctica de la hegemonía, el liderazgo proletario de los campesinos, pero ignorando su limitación previa a la revolución democrática. Lenin eligió cada vez más explícitamente este segundo curso y en sus artículos finales de 1923 estableció un escenario para liderar a los campesinos hasta el socialismo.

Rearme político

Una vez más, un mito histórico ha oscurecido un proceso crucial que podemos llamar la narrativa de rearme, para usar un término de Lev Trotsky, uno de sus creadores. Según esta narrativa, la perspectiva de los bolcheviques anterior a 1917 era completamente inadecuada para los desafíos de la situación posterior a febrero, por lo que Lenin tuvo que "rearmar al partido". Lo hizo en sus tesis de abril de 1917, que bautizó a la Revolución rusa en 1917 como "socialista", proporcionando así la base lógica y política necesaria para la victoria de Octubre. Entre una serie de otras inexactitudes, la narrativa de "rearme" niega la continuidad con la perspectiva bolchevique anterior (el vínculo entre las Tesis de Octubre de 1915 y abril de 1917, por así decirlo); afirma falsamente que proclamar la naturaleza socialista de la revolución era un prerequisito lógico y práctico para la victoria de Octubre (los propios escritos de Trotsky de 1917 documentan ampliamente el hecho de que no se proclamó el carácter socialista de la Revolución Rusa); pasa por alto el ajuste posterior a 1919 que combinó la fidelidad continua a la hegemonía con una redefinición a regañadientes de la "revolución socialista".

La evolución real de la visión de Lenin del camino hacia el socialismo se expone con mucha más precisión en un artículo de 1925 de otro importante dirigente bolchevique, Nikolai Bukharin. Bujarin sitúa la táctica de la hegemonía en el centro de todo el enfoque de Lenin. Retrata a Lenin preguntándose constantemente: ¿qué dice el campesino? Y

esto no es un accidente. Por el contrario, esto revela la gran claridad revolucionaria que era típica del líder proletario [vozhd]. [Lenin insiste en que los bolcheviques deben actuar] para que no sean separados de la base campesina, de modo que puedan aplicar medidas graduales para arrastrar a los muzhik detrás de la clase trabajadora.

Bujarin luego describe de manera útil los diversos avatares de la hegemonía en las diferentes etapas de la revolución:

"Antes de la toma del poder, la clase obrera debe contar con el apoyo del campesinado en la lucha contra los capitalistas y los terratenientes.

Después de la toma del poder, el proletariado debe asegurarse por sí mismo el apoyo de una parte considerable del campesinado en la guerra civil, hasta el momento en que la dictadura del proletariado se haya consolidado.

¿Y después de eso? ¿Podemos realmente limitarnos a considerar al campesinado solo como carne de cañón en la lucha contra los capitalistas y los grandes terratenientes? No ... Hay que comprender que el proletariado no tiene otra opción. A medida que construye el socialismo, se ve obligado a arrastrar consigo al campesinado. El proletariado debe aprender como hacerlo, ya que, a menos que lo haga, no podrá mantener su dominación".

Bujarin a continuación explícita que la fidelidad bolchevique a la hegemonía requería una seria modificación de los axiomas anteriores de la socialdemocracia revolucionaria. Representa ampulosamente a Lenin elevándose majestuosamente por encima de "la visión habitual de la revolución socialista", sin dejar de mencionar que el propio Lenin fue en su día un defensor feroz y tenaz de "la visión habitual" y que su revisión posterior a 1919 se hizo a regañadientes por la presión de las circunstancias. Sin embargo, Bujarin subraya bien los problemas implícitos:

"¿Cuál es el punto de vista común, aprendido en los libros [knizhnyi] de la revolución socialista? Podría formularse de esta manera: si el proletariado es relativamente pequeño, si existe en un país con una abrumadora mayoría de campesinos y, en consecuencia, con una economía basada en la propiedad privada a pequeña escala [melkoe khoziaistvo], entonces este proletariado, si llega al poder, no podrá hacer frente a la magnitud de las tareas, y este proletariado perecerá inevitablemente, de una forma u otra. Este es el punto de vista que emerge de la explicación habitual escolar, aprendida de los libros, de la cuestión de la revolución socialista. Tenemos que decir que esta explicación permanece, ¡ay! - en la mente de un círculo muy amplio de los miembros de nuestro propio partido ...

Lenin no vio al campesinado como un enemigo inevitable cuya intención es aplastar todos nuestros cráneos, sino como un aliado potencial que a veces se quejará y ocasionalmente dará a la clase trabajadora algunos disgustos, pero que potencialmente debe ser atraído a la causa proletaria, para que sea una de las fuerzas componentes en nuestra lucha por un régimen económico proletario".

Otro componente central de la identidad de Lenin antes de la guerra como socialdemócrata revolucionario era la lucha por conquistar las libertades políticas en Rusia. En el poder, Lenin fundó un estado que eliminó toda libertad política, es decir, cualquier actividad individual y grupal sin restricciones dirigida a la participación independiente en la vida política. No solo llevó a cabo (en palabras de El Estado y la Revolución) "la represión por la fuerza, es decir, la exclusión de la democracia, de los explotadores y opresores del pueblo", sino que en la práctica hizo lo mismo para todos los ciudadanos soviéticos: trabajadores, campesinos, e intelectuales incluidos.

En una débil reivindicación de continuidad, se podría argumentar que Lenin luchaba por las libertades políticas solo en el caso de la democracia burguesa, en la que los trabajadores socialistas son una minoría marginada. Un vínculo más relevante emerge cuando consideramos por qué Lenin había puesto tal empeño en la lucha por las libertades políticas: quería poner en práctica el "modelo SPD" de una campaña permanente para difundir el mensaje socialista. En el poder, los bolcheviques se dieron cuenta de que podían orquestar campañas estatales aún más efectivas si usaban su control sobre los recursos coercitivos para eliminar cualquier competencia. El resultado, que podría llamarse "monopolio de campañas estatales", fue una característica clave del socialismo soviético hasta el final.

Mirando hacia atrás, vemos que los ajustes realizados por Lenin a partir de su identidad política original como socialdemócrata revolucionario ayudaron a preservar su fidelidad esencial e inquebrantable a la hegemonía, con palabras de la cita anterior de 1894, la visión del "obrero ruso, situado al frente de todos los elementos democráticos". Un resumen apropiado de esta visión del camino hacia el socialismo se encuentra en las palabras de su viuda, Nadezhda Krupskaya, en el funeral de Lenin en 1924:

"Su labor [a principios de la década de 1890] entre los trabajadores de Piter [San Petersburgo], las conversaciones con ellos, y la escucha atenta de sus discursos, le hicieron comprender a Vladimir Ilich la gran idea de Marx: que la clase obrera es el destacamento avanzado de todos los trabajadores y que todas las masas trabajadoras, todos los oprimidos, la seguirán: esta es su fuerza y la promesa de su victoria. Solo como vozhd [líder] de todos los trabajadores podrá la clase obrera alcanzar la victoria...y este pensamiento, esta idea guió toda su actividad posterior, en cada uno de sus pasos."

 

(*) Lars T. Lih estudió filosofía y ciencias políticas en las universidades de Yale, Oxford y Princeton. Fue profesor en la Universidad de Duke y el Wellesley College y actualmente enseña en la universidad McGill de Montreal, Quebec. Una parte importante de sus artículos pueden consultarse en los archivos de Sin Permiso.

Fuente: https://weeklyworker.co.uk/worker/1298/the-centrality-of-hegemony/

Traducción: G. Buster


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