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La respuesta económica de Europa al coronavirus

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Por Emilio de la Peña

Alemania y Francia van a destinar el equivalente al 4,5 por ciento de su PIB a paliar los efectos de la pandemia. España, el 4 por ciento. Italia y el Reino Unido, en torno al 1,4.

Con la llegada de la pandemia los gobiernos europeos han tenido que hacer frente a la alerta sanitaria, con mejor o peor fortuna. En unas economías que tenían limitado el gasto por orden de la Unión Europea o de los mercados, han tenido que gastar lo que cada uno pudiera. Los gobiernos dicen que lo que hiciera falta, porque queda mucho mejor. Los más necesitados, los que sufren más el ataque del virus, y también los que tienen más dificultades para aumentar ilimitadamente el gasto, miran a la Unión Europea y le exigen un plan común con el que recuperarse económicamente del desastre. Esta, la que imponía reglas y recetas ahora incumplibles, sigue pensando cuánto y cómo. 

¿Cuánto se ha propuesto gastar cada país por su cuenta? El análisis completo de las cifras es complicado, porque no todos están afectados por igual, y no todos son iguales. Es difícilmente comparable la pequeña y pobre Letonia con Alemania, la riquísima Luxemburgo, pero con una población parecida a Cantabria, con España. O Portugal con Italia. Por ello, hacemos un ejercicio de comparación de las cuatro economías más grandes de la Unión e incluimos al recién divorciado Reino Unido, con población y grado de contagio del coronavirus semejante a las otras.

En todos los casos, el esfuerzo económico de cada país va por dos vías. La primera, el gasto incorporado al presupuesto, en general mediante dinero a desembolsar por el Estado para sanidad, para salvaguardar empleos ahora paralizados por la crisis, ya sean de asalariados o autónomos o para ayudar a los más vulnerables. También por el sistema de no cobrar o aplazar parte de los impuestos, para permitir que pequeños negocios cerrados o empresas en graves dificultades, puedan subsistir. La segunda vía es avalar los préstamos que las empresas o autónomos pidan a los bancos. Se entiende, aunque sólo teóricamente, que esos avales dan la seguridad de conseguir créditos y a bajo interés, pues el riesgo del banco es mínimo o inexistente: corre casi todo por cuenta del Estado.

Lo que han hecho cada uno de los países analizados ha sido modificar los presupuestos de este año para contemplar esos nuevos compromisos de gasto. En el caso de España, el presupuesto está prorrogado desde hace dos años y por tanto más tuneado que un 600 de carreras. La fórmula ha sido crear esos compromisos de gasto mediante decretos-leyes. El Programa de Estabilidad enviado a la Comisión Europea detalla cada nueva partida, llamada gasto discrecional. Hemos incluido además los 16.000 millones de euros del Fondo No Reembolsable para las Comunidades Autónomas que no figuraba, al constituirse con posterioridad.

Se compara el gasto de cada país en relación con dos cosas, su Producto Interior Bruto (PIB), es decir, su capacidad económica, y su población. Sólo así es posible sacar conclusiones claras. Los datos están extraídos de las páginas oficiales de los ministerios de Hacienda o Finanzas de cada Estado.

El país que más dinero va a gastar este año es claramente Alemania. Lo es lógicamente en términos absolutos, ya que su población es casi el doble de la española, por ejemplo, y su PIB tres veces mayor. En términos relativos, el gasto es semejante al de Francia. Ambos van a destinar el equivalente al 4,5 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB). Ello supone dedicar 1.800 euros por habitante, en el caso de Alemania, y 1.600 euros en el de Francia. España no se queda demasiado lejos si el dinero se compara con su PIB: supone el 4 por ciento. Es decir, el esfuerzo sobre su capacidad económica no se aleja mucho del de los dos grandes. Pero sí destina bastante menos dinero si este se compara con la población: 1.000 euros por habitante, lo que indica la menor capacidad económica de nuestro país. Traducido en hechos concretos, significa, por ejemplo, que la ayuda que recibe un asalariado, mientras su trabajo está suspendido, es mayor en Alemania que en España, como es mayor su salario en tiempos de normalidad. Y así, el resto de las ayudas.

Eso puede explicar que, mientras en términos de riqueza, la diferencia del gasto frente a la pandemia es pequeña entre ambos países, aplicada al número de ciudadanos es mayor. Tanto Italia como el Reino Unido han acordado destinar bastante menos dinero, al menos hasta ahora. En los dos casos representa en torno al 1,4 por ciento de su PIB. Llama la atención, teniendo en cuenta la virulencia de la pandemia en ambos países: la mayor de Europa en número de fallecidos. Con ello, Italia gastará 414 euros por persona y Gran Bretaña 510 euros.

 

Donde varía más la respuesta al coronavirus es en la segunda vía de apoyo a la economía, el dinero que están dispuestos a avalar para que las pymes, autónomos y empresas en general pidan préstamos y tengan euros suficientes con los que mantener a flote sus negocios, ahora que apenas ingresan. Ese no es dinero gastado, salvo que la empresa que recibió el préstamo no lo devuelva.

En esto España es el país que menos dinero avalará: el equivalente al 8 por ciento de su PIB. Y Alemania el que más, con 600.000 millones de euros, el 17 por ciento. En esta apuesta Francia, Italia y Reino Unido superan también a España. 

Hay algunas aclaraciones que hacer. La primera es que estas cifras no son inamovibles. No solo porque cualquiera de los gobiernos puede decidir más ayudas. Francia ya lo hizo, hasta llegar a la cantidad que aquí se da. Lo determinante es que, en casi todos los casos, lo aprobado son derechos o compromisos con los ciudadanos o las empresas y dependerá de cuántos ciudadanos o empresas las precisen o decidan acogerse a ellas para conocer la cifra final de gasto. 

España gastará 17.000 millones en ERTEs, la misma cantidad que destina el Estado al pago de los parados durante todo el año

Por ejemplo, en el caso de España, el dinero destinado a pagar a los asalariados acogidos a los ERTEs, cuyo empleo está suspendido y por lo que cobran mientras una prestación, se calcula en 17.000 millones de euros. Si se acogen más de los estimados o el periodo de vigencia de los ERTEs es mayor del previsto, cosa bastante posible, la cantidad de dinero aumentará. Lo mismo sucede con los autónomos que reciban una ayuda por cese de actividad. No son cantidades cerradas, sino estimaciones de gasto. Eso ocurrirá también en otros países. Para calcular la dimensión de las cifras, por ejemplo, los 17.000 millones de prestación a los trabajadores con el trabajo suspendido lo son para un máximo de tres meses. Es una cantidad de dinero semejante al que destina el Estado al pago de los parados durante todo el año. 

Segunda aclaración. En la concesión de avales para créditos no sólo es importante la cifra en miles de millones que cada Gobierno está dispuesto a garantizar. Lo es también el sistema financiero que debe conceder los préstamos. Y no todos los países van a canalizar el crédito de la misma manera. En esto tiene también notable ventaja Alemania, lo que puede explicar la inmensa cantidad de dinero en avales. No tendría mucho sentido establecer una cifra altísima si las estructuras para canalizar el dinero no dan de sí. Alemania, a diferencia de otros países, tiene un sistema bancario bipolar. Una parte es la potente banca privada, semejante a los demás países. Otra la constituye un inmenso entramado de cajas de ahorros locales o regionales, sostenidas con dinero público cuando es necesario, que son las que conceden la gran mayoría de los créditos a empresas, sobre todo pymes, y a familias. Junto a ello, dispone de un potentísimo banco público, KfW (el tercero de todo el país) creado con el Plan Marshall y capaz de llegar a todas las empresas. Sólo esta entidad ha recibido avales del Estado por 100.000 millones para hacer préstamos. En suma, Alemania, que reclamó en el seno de la UE ajustes, privatizaciones de cajas y controles externos para la banca de los otros, fue extremadamente celosa en salvaguardar su sistema financiero público frente a  semejante locura. 

Alemania, que reclamó en la UE privatizaciones de cajas y controles para la banca de los otros, fue muy celosa en salvaguardar su sistema financiero público

Tercera aclaración. Las necesidades de cada país frente a la crisis son diferentes, según las condiciones de su población. Cabría pensar que los países que tienen un porcentaje mayor de población en riesgo de pobreza o exclusión social, o que tienen más dificultades para pagar sus deudas o sus facturas de alquiler, electricidad o gas deberían destinar ahora más recursos por habitante a cubrir estas necesidades. 

Aunque el virus ataca a todos por igual, las consecuencias de confinamiento y parálisis económica son mayores para los que tienen peores condiciones de vida. Sin embargo, en números fríos, como los ofrecidos, ocurre lo contrario. España y en mayor medida Italia tienen más población vulnerable y menos recursos para protegerla. Pero hay que tener en cuenta que el dinero público frente a la pandemia no se reparte por igual a toda la población. Y estos países han tomado medidas y destinado recursos especialmente para estos sectores. En el caso de España, se justificaría la inmediata puesta en marcha de la Renta Básica Universal, no contabilizada lógicamente en las cifras comparadas porque aún no está aprobada. 

Cuarta aclaración. Las dificultades de obtener dinero con el que costear la respuesta a la pandemia son muy diversas. Esos recursos en principio se consiguen mediante impuestos y pidiendo dinero prestado en los mercados de capitales, es decir emitiendo títulos de deuda pública. En cuanto a impuestos, Francia, Italia y Alemania, por este orden, tienen más capacidad de obtener dinero porque sus tributos son mayores. España y Gran Bretaña están en la cola, su recaudación fiscal es baja. 

En cuanto a la posibilidad cubrir los gastos con deuda pública, es mucho mayor en el caso de Alemania, que hará las mayores emisiones desde la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno de Berlín no tiene que pagar ahora intereses si emite un bono a 10 años, al contrario: en la última emisión del 24 de abril los inversores hubieron de pagar un interés al Estado alemán por adquirirlo. España paga últimamente muy poco por un bono igual, pero ese poco supone el 0,80 por ciento. La ventaja alemana es clara, el dinero va preferentemente allí. Italia lo tiene aún peor que España, porque su interés es del 1,8 por ciento. La decisión del Banco Central Europeo de comprar a los bancos cuantos bonos tengan de los estados facilita las cosas, pero no las resuelve. El Reino Unido ha optado por el camino más directo. Pedirá el dinero al Banco de Inglaterra, que no tiene más que fabricarlo. En la UE, el Banco Central Europeo tiene prohibido prestar a los países, por mandato, digamos neoliberal. Puede prestarlo a los bancos, que lo prestan a su vez al resto, obteniendo un interés. 

En conclusión, en cuanto a gasto nuevo frente a la pandemia, España no difiere demasiado de Francia o Alemania y es mayor que Italia o el Reino Unido, si se compara con el PIB de cada uno. Pero el esfuerzo está en relación con la riqueza. Es más débil la capacidad de España de avalar a las pymes y autónomos, en consonancia con el sistema financiero reorganizado en la anterior crisis, de espaldas a la sociedad y al sistema productivo.


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