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Keynes y el día después.

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Por Esteban Valenti (*)

En una reciente conferencia de prensa del presidente Luis Lacalle Pou mencionó un autor que es considerado por la actual ministra de Economía y Finanzas de Uruguay Azucena Arbeleche,  John Maynard Keynes. Y quedó por ahí. En esa misma instancia se informó que el gobierno está ya trabajando para "el día después".

Es un tema fundamental que tiene directa relación con Keynes, uno de los más famosos e influyentes economistas del mundo, pero con otras muchas cosas.

El destacado economista de Cambridge no solo tuvo gran influencia en las políticas posteriores a la gran depresión de 1929 que comenzó en los EE.UU. y se extendió con gravedad variable a todo el mundo, sino que incluso durante la crisis del 2008 fue una de las referencias fundamentales en los debates en los gobiernos y entre los economistas. Tuvo una ventaja importante con sus colegas, además de ser un economista teórico que cambió la consideración de la macroeconomía en el siglo xx, desempeñó también múltiples puestos en el mundo económico, fue profesor en la Universidad de Cambridge, editor del Economic Journal, secretario de la Royal Economic Society, alto funcionario de la Administración británica y negociador internacional en nombre de Inglaterra en diferentes ocasiones. También trabajó en el sector empresarial, en la dirección de inversiones de una compañía de seguros y de asesor financiero del King's College, del Banco de Inglaterra y del propio gobierno británico. Dentro también del mundo de la economía, fue gran aficionado a la historia económica y biógrafo de grandes economistas. Fuera del mundo económico, durante sus estudios en la Universidad de Cambridge se interesó por las matemáticas, estadística, filosofía, literatura y solo finalmente por la economía. Fue también director y principal accionista del Teatro de las Artes de Cambridge y mecenas del grupo de Bloomsbury, coleccionista de pintura moderna y bibliófilo de literatura científica. Esto le permitió tener una visión mucho más universal y menos técnica.

Muchos consideran que la clave económica para salir de la crisis y la recesión que inexorablemente dejará la pandemia del coronavirus es que los gobiernos deben estar dispuestos a pedir más dinero prestado, imprimir más billetes e invertir en obras públicas con el fin de reactivar el crecimiento.

Y no hay duda que ese deberá ser un camino inexorable, pero parcial, no resolverá los problemas muy profundos que dejará la crisis. Lo que está claro es que el liberalismo ortodoxo sería un veneno para la situación mundial y nacional. Pero con Keynes no alcanza, ni económica, ni social, ni políticamente. Y menos como una respuesta civilizatoria.

La lección más importante de Keynes, que consideraba su filosofía como completamente racional y científica, era que había que dejar las ideas heredadas y aplicar un profundo sentido crítico. Si nos aferramos a las panaceas del pasado, nos arriesgamos a perder la civilización que hemos heredado.

No es casual ni solo fruto de sus estudios, Keynes tuvo una influencia determinantes del filósofo de Cambridge George Edward Moore, que pensaba que las únicas cosas que tenían valor en sí mismas eran el amor, la belleza y la búsqueda del conocimiento.

 Keynes se enfrentó a la idolatría del mercado, al que calificó como "el gusano que había estado royendo las entrañas de la civilización moderna... la sobrevaloración del criterio económico".

Identificar los productos que se pueden agregar en un cálculo económico con el bienestar social era para Keynes -el joven y el anciano- un error fundamental. El mercado se hizo para servir a los seres humanos, y no los seres humanos para servir al mercado.

Al mismo tiempo, criticó la fe en la planificación económica centralizada que cautivó a una generación posterior a la suya en Cambridge.

No se puede entender a Keynes solo analizando sus posturas económicas, en otros aspectos, la filosofía temprana de Keynes era peligrosamente ingenua."Éramos como el último de los utópicos", escribió, "que cree en un progreso moral continuo en virtud del cual la raza humana se compone de personas fiables, racionales y decentes influenciadas por la verdad y las normas objetivas... no éramos conscientes de que la civilización era una costra delgada y precaria". Si hay algo que esta peste ha demostrado es lo delgada que es la costra de nuestra actual civilización.

No el ingeniero económico, sino el Keynes escéptico, entendía que los mercados son tan propensos a ataques de locura como cualquier otra institución humana y trató de imaginar una variedad más inteligente del capitalismo.

Desde el punto de vista fundamentalmente económico y social el día después en Uruguay tendrá directa relación con lo que sucederá en el resto del mundo globalizado. Y en ese escenario se perfila una suma de circunstancias, la recesión, con una caída variable, estimada entre las diversas regiones que puede ir del 3% al 8%, en particular en Europa y Estados Unidos. Siempre basados en estimaciones y modelos, porque todavía estamos lejos del fin de la pandemia.

A esto se sumará la implosión de la deuda de la financiación basada en el modelo que se desarrolló durante los últimos 20 años, una fractura del euro que resulta de fallas en su diseño y un desplazamiento de poder económico del occidente a los países en rápido desarrollo de Asia y el sudeste asiático. El mundo ha dependido de su crecimiento - y nuestro país también - del extraordinario crecimiento chino. ¿Cómo impactará la crisis en este país?

Lo que hay que considerar es que el problema no será solo una profundización de la recesión, por grave que sea. Están las consecuencias políticas, las reacciones populares y las posibilidades del surgimiento de tendencias de ultra derecha, como sucedió luego de la gran crisis al salir de la Primera Guerra Mundial. Comenzando precisamente por Hungría, donde hoy gobierna un régimen autoritario y racista. Esta perspectiva no está planteada de la misma manera en Uruguay. Mientras en Brasil, por ejemplo, la bronca social y política con Bolsonaro, incluye a sus aliados más directos, esperemos que lo saquen legalmente, porque un sicópata al mando es un peligro complementario a la peste.

El día después dejará una serie de problemas hilvanados y sumados y habrá que elegir caminos creativos y con un profundo sentido humano y sobre todo elegir, no todos se podrán afrontar juntos. Problemas nacionales y posiciones de Uruguay en el debate mundial.

No hay dudas que todos deberemos apoyar al gobierno si este decide endeudarse, emitir, e invertir en una serie estratégica de obras públicas, que ayuden a la reactivación y que beneficien la producción. No hay otro camino y hay que recorrerlo con audacia y gobierno y oposición no podemos pasarnos cuentas menores y recuerdos electorales. Ese era otro mundo, otro país. Con un cuidado especial, habrá que seguir de cerca todo el funcionamiento de los mercados, porque la sobre oferta de bonos y letras a nivel mundial será la fiesta de los especuladores. Está será una batalla que habrá que librar también en los organismos internacionales con una gran audacia. La actual institucionalidad internacional se ha demostrado insuficiente para afrontar este nivel de crisis como la pandemia.

Las políticas sociales intensivas no podrán terminar con el pico de la epidemia, harán falta muchos meses de sensibilidad y llegar a todos, literalmente a todos los más necesitados y con justicia. Se han hecho muchas cosas y habrá que hacer muchas más. Y también impactarán sobre el déficit y habrá que asumirlo entre todos.

El día después, además de enfermos curados y desgraciadamente fallecidos o con secuelas, dejará un tendal de micro, pequeñas, medianas y grandes empresas con diversos tipos de problemas de diferente gravedad. Habrá que invertir para llegar a cierta normalidad, por el empleo, por la economía, por la salubridad espiritual y emocional del país. Se necesita un potente retorno a la inversión, a asumir riesgos y a reactivas los engranajes de toda la economía.

Lo que sería un gravísimo error es exigirle, pedirle a la demanda, a su crecimiento, la clave de la salida de la crisis. Eso no sucederá y los tiempos de duración de la crisis son claves. ¿ Como considerar que todos somos perdedores de la misma manera y que no habrá ganadores? No es cierto, habrá que ser muy agudos en el análisis de las condiciones en las que los diferentes sectores sociales y empresariales y el propio Estado salen de esta crisis. No se trata de un problema ideológico, Keynes no está obviamente en la ideología dominante de los partidos que ganaron las elecciones, pero la gravedad de la situación implica una capacidad de análisis que va mucho más allá, responder a la pregunta ¿Quiénes deberán pagar y en qué proporción los costos de esta salida? Es una obligación.

Si lo único que se pretende es volver al inicio, se estará perdiendo una gran oportunidad y asumiendo un costo altísimo, cuando el país debería emprender reformas en serio. En la educación, en el empleo, en la salud, en el Estado.

Y del lado inexorable del debate y de la acción internacional, hay temas obligatorios. ¿El capital financiero, las grandes transacciones y el sistema bancario y financiero mundial que fueron asistidos masivamente en la crisis del 2008, no deberían realizar un aporte permanente a un gigantesco fondo de crisis del coronavirus? Una especie de Tasa Tobin, sin ataduras filosóficas antiguas, sino mirando hacia el futuro en serio por parte de los principales líderes. ¿Quiénes ganarán nuevamente los bancos, sus dueños y accionistas, las grandes empresas globales o la humanidad? Esa será una medida básica de la capacidad de reacción de nuestra civilización luego de la peste.

Y por último, la pandemia nos dejó instalado como nunca el tema del cambio climático, de cómo retrocedió en pocas semanas la contaminación en todo el mundo y de la necesidad de incluir en el fondo post pandemia, políticas y recursos para realmente disminuir el calentamiento global. Del coronavirus, incluso en su maldita versión Covid-19 hay retorno, del cambio climático, todavía tenemos un margen pequeño, luego no habrá "día después".

 (*) Periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora. Uruguay.


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