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Las mujeres al timón

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 Por Esteban Valenti (*)

El mayor peligro que nos depara el futuro es la apatía.

 Jane Goodall

En estos tiempos de grandes incertidumbres, de peste y de recesión, sabemos donde y cuando comenzó la pandemia pero no sabemos cuándo terminará y en qué condiciones quedará el mundo, introducir nuevos temas parece casi imposible. Pero no son nuevos temas, es la pregunta que crece, contemplando cómo funciona el sistema, como se mueve el mundo actual en el primer quinto del siglo XXI.

La peste, como sucedió en muchas otras épocas puso a la humanidad ante preguntas que parecían imposibles, hoy en día la principal es ¿Cuál debería ser el cambio más urgente y más importante que deberíamos producir los seres humanos?

Responder esta interrogante no puede refugiarse en una cantidad de alternativas, de variantes, de posibilidades que al final no tienen ninguna prioridad y por lo tanto gambetean la respuesta y la responsabilidad.

Algunos gritan al cambio urgente del sistema económico mundial, de todas las instituciones que no son capaces de afrontar las dos grandes amenazas que tiene hoy el planeta, las pestes y el cambio climático, a la que habría que agregarle, las guerras que como furúnculos surgen en diversas geografías.

Otros, ante la urgencia económica reclaman una renta básica universal que además se adelante al gran reto del surgimiento impetuoso y amenazante de la robótica, de la inteligencia artificial y de nuevas tecnologías combinadas y por lo tanto del desempleo.

Hay quienes desempolvan un sistema fiscal mundial, que en su momento se llamó la Tasa Tobín específicamente para las transacciones financieras  y todos tienen fuertes argumentos y razones parciales, pero "el día después" de la peste y los otros días después que vendrán, algunos mucho más abrumadores se definirán por el poder de cada país, de cada grupo social y cultural que tratará de imponer sus intereses y por lo tanto su plataforma, que en la mayoría de los casos será introducir algunos retoques y poco más para que no cambie lo fundamental.

Después de la peste de 1918, con decenas de millones de muertos, la gran depresión del 29, vinieron los años locos y poco después el lento e incontenible proceso hacia la Segunda Guerra Mundial y sus 54 millones de muertos y la mayor destrucción de bienes de toda la historia humana. Antes, poco antes se había producido la revolución de octubre en Rusia. Pero vale recordar que las pestes nunca trajeron revoluciones.

La historia puede no volver a repetirse, pero si hay un animal experto en tropezar dos y tres veces con la misma piedra, ese es el ser humano.

Lo que voy a decir lo he tenido que pensar muchas veces, tragarme muchas cosas, desmentir muchas de las cosas en las que creí durante muchos años y aferrarme a la experiencia cotidiana, personal y colectiva de la que puedo dar testimonio directo. No es una afirmación basada fundamentalmente en la teoría, sino en la vida.

Creo firmemente que la mayor revolución que la humanidad debe procesar en el siglo XXI y que está perfectamente a su alcance, no es la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, es directamente que las mujeres pasen a tener un papel determinante en la conducción del mundo y de nuestros países. ¡Y lo dije!

Hace tiempo que le vengo dando vueltas al tema, rondando alrededor sin meterme  a fondo, sin definir claramente los límites de ese cambio.

Los hombres al timón hemos demostrado nuestra incapacidad de frenar el cambio climático porque siempre encontramos argumentos para anteponer otros intereses a la preservación del planeta, mientras que las mujeres han demostrado que la preservación de la vida está en su ADN. Y de eso estamos hablando, de no anteponer los intereses económicos dominantes a favor de grandes cambios en la forma de producción y de vida, para que el cambio climático - a esta altura indiscutible - no destruya la vida sobre la Tierra.

Las mujeres al comando de los principales organismos internacionales, de una nueva institucionalidad que no sea simplemente el retoque de algunas jerarquías, sino un cambio realmente radical desde el sentido dominante en las mujeres, el sentido de la supervivencia, del equilibrio, de su particular sensibilidad e intuición es la principal revolución de estos tiempos.

¿Hay mujeres que reproducen el pensamiento de los hombres y sus acciones, incluso peor? Es cierto, pero es porque lo que hemos hecho es que para dirigir hay que parecerse siempre a los hombres, hay que emular con ellos y un cambio radical sería precisamente la prevalencia de los principales rasgos femeninos en la conducción del mundo y por lo tanto de los principales países.  Vale la pena recordar esta frase de Simone de Beavoir:" No nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una"

Y los hombres hemos logrado que muchas, demasiadas mujeres se parezcan y copien exactamente nuestras limitaciones e incapacidades.

No hace falta tener una imaginación excepcional para por un instante, por un momento imaginarse las relaciones internacionales, las relaciones sociales y las relaciones humanas dirigidas por las mujeres. Si, esas que tenemos a nuestro lado, o que las tuvimos a nuestro lado, que nos han dado a cada uno de nosotros tantas lecciones de vida.

No se trata de un problema de justicia, eso viene después, sino de necesidad, urgente, apremiante. Algo grande, muy grande tiene que cambiar y las mujeres al poder es un cambio enorme, posiblemente el más grande en toda la historia de la humanidad.

Debe haber pocas cosas que nos hagan picar la cabeza, el alma y la razón como esta posibilidad, porque este mundo que ahora está en plena decadencia, que mira hacia horizontes lleno de incertidumbre y de miedos, y no solo al coronavirus, sino que esa partícula infinitesimal puso de manifiesto como una alud, todas nuestras debilidades y la peor de todas, la incapacidad de reaccionar de manera diferente, ante situaciones cada día más diferentes.

¿Quién puede asegurar con un mínimo de seriedad que cuando pase, cuando pase esta peste habremos aprendido algo y cambiaremos cosas fundamentales? Nadie, al contrario, me atrevo a pronosticar que se harán los máximos esfuerzos para que todo vuelva a los viejos causes, peores inclusive, porque la propia dinámica de los hechos llevará a una mayor concentración de la riqueza, a una disputa feroz por el dominio del mundo y de los mercados y a una carrera armamentista y tecnológica sin alma ni moral.

¿Hay alguna teoría, alguna doctrina, alguna religión, que pueda proponer o garantizar algo diferente? Incluso las más grandes comunidades religiosas están todas dirigidas por hombres, desde siempre. ¿Por qué? Y en algunos casos las mujeres son tratadas como inferiores a los hombres al punto que ni siquiera pueden dar los sacramentos...

¿Es un sueño imposible? Es posible, pero estos son tiempos para arriesgarse y si lo que sin duda ha dominado el mundo en toda su historia han sido los hombres, con muy pocas excepciones, que en realidad reproducían por las mujeres los mismos sistemas y métodos que los hombres, nos ha llevado a esta situación, de progreso, de avance científico y tecnológico, pero de peligros como nunca antes existieron y de injusticias globales que dan vergüenza, ¿por qué no podemos plantearnos en serio un debate no sobre la igualdad de oportunidades que nunca llega, sino sobre un cambio radical, absoluto, global? Las mujeres al poder, porque de lo que podemos estar seguros es que lo que no habrá será apatía.

 (*) Periodista, escritor, director de UYPRESS  y BITACORA. Uruguay


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