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Uruguay ¿Vivimos en una democracia plena?

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Por Esteban Valenti (*)

Se ha cumplido un nuevo ciclo del funcionamiento democrático e institucional en el Uruguay. Luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio - un partido nacido hace 49 años con una clara definición de izquierda - y ha vuelto al poder una coalición liderada por los dos partidos tradicionales, blancos y colorados.

Se podría decir - y así lo dicen en muchas partes del mundo - que el Uruguay ha completado un ciclo de la más plena democracia representativa, en cierta forma ejemplar comparada con su entorno regional.

Esta afirmación es cierta, es motivo de exaltación y orgullo por parte muchos uruguayos, pero es parcial. Las conclusiones y juicios sobre el funcionamiento de la democracia y la república no pueden surgir solamente de la comparación con el desorden, los excesos y las debilidades ajenas y próximas geográficamente. No seríamos justos con nuestra propia historia y sobre todo con nuestro origen, es decir las ideas artiguistas.

Es que Artigas, en su época, a través de sus pronunciamientos y de sus actos políticos fue sin duda el más avanzado de los caudillos o mejor dicho de los dirigentes independentistas de todo el continente, no solo por la clara influencia del pensamiento de la revolución norteamericana y de la revolución francesa, sino por su propio aporte y su audacia intelectual y política. Artigas combinó de manera inseparable su pensamiento social y económico avanzado, su sentido de justicia con su visión política sobre la república y el protagonismo popular. La historia de nuestro continente, en realidad en sus profundas contradicciones, sus negaciones y claudicaciones, pero más en general en todo el mundo occidental, muestran la justeza de ese enfoque. Un enfoque derrotado y traicionado.

¿Por qué juzgar nuestro nivel de democracia solo y restrictivamente al respeto de una formalidad constitucional con tantos defectos y tantas limitaciones y que se ha demostrado en muchos casos un cepo para el protagonismo ciudadano? ¿En Uruguay hemos evolucionado adecuadamente en el plano del funcionamiento democrático y republicano con un Proyecto Nacional mucho más justo, donde la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres y para todos sus habitantes esté en el centro de sus objetivos históricos y concretos?

No vayamos por las ramas, hablemos claro y duro: desde la caída de la dictadura ha mejorado sin duda el funcionamiento institucional y democrático del Uruguay, pero hay factores totalmente insuficientes a los que no tenemos porque acostumbrarnos y resignarnos. La única reforma, fue una reforma del sistema electoral y sobre las jubilaciones.

¿Hay elecciones libres y limpias? Si, sin duda. ¿Hay libertad de expresión y de asociación? Sí. ¿Funciona plenamente la democracia representativa?, Aquí  la respuesta es más compleja, funciona parcialmente y limitadamente. No hay un protagonismo y control ciudadano institucional adecuado a un proyecto de cambio profundo de la sociedad. Obviamente eso no va a suceder durante este gobierno y el predominio de las fuerzas de centro, centro derecha y derecha. Aunque algunos consideren que estas clasificaciones son obsoletas, son las que expresan en las encuestas a todos los uruguayos y corresponden y quedan probadas a lo largo de los procesos políticos e ideológicos.

Uno de los mayores fracasos de los gobiernos del FA, de la suma de los tres gobiernos, es no haber logrado que la gente, los ciudadanos, los sectores sociales más directamente involucrados en los cambios,  participaran del control, de las reformas del Estado, de la lucha contra la burocracia, enemiga jurada de esos cambios. Al contrario, las manifestaciones más negativas del Estado privilegiado, tuvieron su continuidad a través de actos inmorales, ilegales y de la hipertrofia del número y de las funciones del aparato del Estado.

El otro aspecto crítico fue el crecimiento del desprestigio y el alejamiento de la política de muchos, demasiados ciudadanos de todas las edades y en particular de los jóvenes. No hay mensaje más reaccionario que la anti política.

Las izquierdas en general hicieron, durante la dictadura un duro aprendizaje sobre el valor de la democracia y hemos avanzado en su ejercicio, en particular desde el poder y debemos reconocer que con el aporte de la inmensa mayoría de la izquierda el país ha consolidado sus instituciones y los valores democráticos. Solo en el tema de la Verdad y Justicia y de los desaparecidos hubo conductas contradictorias y a veces retrocesos desde un inicio augural.

El otro debilitamiento de la democracia ha sido el crecimiento del delito, en particular del delito organizado, del tráfico de la droga, de las armas, de las personas, es un debilitamiento de la democracia. No alcanza con mirarlo y analizarlo desde la inseguridad cotidiana de las personas, sino del debilitamiento y el repliegue de las instituciones del Estado.

No habrá nunca un avance sostenible, permanente y profundo de un Proyecto Nacional de auténticos cambios transformadores, avanzados, de mayor justicia social y de una profundización de la libertad en todos los planos hasta que no logremos que las estructuras se democraticen, hasta que la gente no se sienta protagonista y SEA protagonista. ¿Se logró con la descentralización? Ni siquiera se rozó, al contrario, se creó un escalón más de burocracia y poco más.

¿Se mejoraron los poderes de contralor ciudadano sobre los actos de los gobernantes y en la lucha por la moralidad y la ética? No, se dieron pasos titubeantes y se le pasó la responsabilidad, incluso política a la Justicia.

¿Se le dio más poderes a los ciudadanos para que controlen e influyan en sus representantes e incluso la posibilidad de revocar su mandato por voluntad ciudadana, no cada cinco años, sino cuando los electores lo consideren necesario? No cambió nada.

¿Se reforzó el papel del parlamento frente a los otros poderes del Estado? No, al contrario, se reforzó la mano de yeso ejecutiva y la judialización de la política. Se retrocedió en ese sentido.

¿Se democratizó la cultura y luego, la legislación en serio sobre la libertad de prensa, de expresión frente al dominio creciente de los grandes medios? No hay dudas que existe una libertad de prensa irrestricta, pero si se analiza en profundidad como le llega y como se maneja la información por los ciudadanos, no hubo prácticamente ningún cambio significativo. Y eso no se arregla con leyes masticadas y recontramasticadas, sino con una de las más complejas batallas culturales e ideales sobre el derecho de los ciudadanos a una información de calidad, profesional, plural y MAS DEMOCRÁTICA.

¿Acaso dimos es una batalla democrática en el uso y abuso de las nuevas tecnologías de la información, de Internet y las redes sociales,  su concentración, su manipulación y su profundo impacto en la política?

La reforma del estado, no era, no debía ser, simplemente para ahorrar plata, para mejorar la calidad del gasto, esa es solo una parte, posiblemente la menor,  si se aplica una mirada estratégica y realmente de izquierda moderna y revolucionaria, el fondo es que debíamos avanzar contra una de las fuerzas más conservadoras que ha surgido en la historia, la burocracia.

No solo no avanzamos sino que la reforzamos, le dimos más poder y sobre todo a la elite de la burocracia. Construimos una élite burocrática más poderosa y que se escudó detrás de un supuesto discurso de izquierda, pero con todos los vicios de comodidad, confort y el poder de las elites. Y ese fue uno de los mayores fracasos. Me hace recordar una frase muy pesimista de Franz Kafka "Toda revolución se evapora y deja atrás una estela de burocracia" Esto no es fatal...

Un fracaso que no quedó solamente a nivel del aparato del Estado, sino que lo trasladamos al movimiento social, a los sindicatos con cargos vitalicios o casi, con visiones corporativas pero, también a organizaciones de la sociedad civil, imbricadas con el Estado y con sus vicios.

El futuro de la izquierda en el Uruguay y en el mundo, se juega precisamente en ese terreno, en el de la democracia, de una democracia más profunda, más completa, más ciudadana, más republicana en todo el profundo sentido de la palabra. Los reyes, aunque sean constitucionales, son siempre un mensaje del pasado, del poder hereditario, de los límites para la democracia, como si el jefe del Estado, el monarca existiera en otra dimensión, incluso humana superior. Es un anacronismo.

Esta es una batalla en primer lugar dentro de la propia izquierda, que debe reestudiar sus clásicos y sobre todo a Marx para entender algunos de sus fundamentales mensajes sobre el republicanismo y la democracia, es además una batalla cultural en la sociedad y será también una batalla en las leyes y en la Constitución.

No se trata solo de esperar ferozmente al fracaso de este gobierno para volver a hacer lo  mismo que hacen ellos, con algunos retoques y a repetir errores y sobre todo superficialidades del pasado, sino proponerle al país un nuevo Proyecto Nacional en un nuevo momento mundial, regional y NACIONAL.

Una batalla desde la política en primer lugar, pero apelando a todas las capacidades intelectuales y culturales de la sociedad uruguaya y mirando hacia el mundo. La izquierda debe asumir que su primera responsabilidad con la libertad y la justicia social es revolucionar la democracia.

(*) Periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora. Uruguay.


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