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Elecciones en EE.UU.La batalla por el supermartes.

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Por Marcos Reguera (*)

Todas las claves para resolver el juego de tronos por la nominación demócrata.

Iowa, New Hampshire, Nevada, Carolina del Sur, y tras estos cuatro estados de apertura, el 3 de marzo llega el supermartes, la cita definitiva que suele consolidar a la candidatura favorita de cada partido rumbo a la nominación presidencial. Los demócratas se juegan mucho en este proceso, y no solo la vuelta al poder tras la derrota de Hillary Clinton en 2016, sino también evitar fracasar por segunda vez contra el presidente más odiado por sus votantes y por su partido en toda la historia de la política moderna americana. La convención de Milwaukee será el escenario en el que se elija al candidato demócrata para las presidenciales, y tendrá lugar en el estado de Wisconsin del 13 al 16 de julio. El escenario de la convención está cargado de simbolismo, ya que Wisconsin fue el epicentro del movimiento populista que sacudió la política norteamericana entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En este estado el senador Robert M. La Follete Sr. fundó el partido progresista en 1924, una organización populista aliada con los socialistas que sirvió de referencia para la izquierda americana hasta la llegada del New Deal de Roosevelt, al que influyó notablemente. Por lo tanto, el populismo de izquierdas tiene una larga tradición en este estado, y es una de sus señas de identidad política. 

Un siglo después, en Wisconsin, el partido demócrata vuelve a afrontar con estas primarias un dilema que puede ser decisivo en la redefinición del partido y de la sociedad estadounidense para las próximas décadas. El movimiento político abanderado por Bernie Sanders ha planteado una disyuntiva a los demócratas que ha transformado estas primarias en un plebiscito sobre la etapa centrista y neoliberal inaugurada por los Clinton hace tres décadas, lo que ha dado lugar a que emerjan tres posiciones nítidas sobre el futuro del partido: la conservación del statu quo (Joe Biden y Mike Bloomberg), la renovación y reforma del actual modelo (Pete Buttigieg, Amy Klobuchar y Elizabeth Warren) o la transformación del partido (Sanders). Por este motivo en la actual carrera presidencial está en juego la redefinición o conservación del partido demócrata tal y como lo conocemos en la actualidad, lo que ha dado lugar a una lucha sin cuartel entre su establishment (que pelea por conservar el statu quo) enfrentado a un movimiento de base que pugna por realizar una revolución democrática cuyo objetivo último será sentar las bases para una transformación política más amplia de los Estados Unidos, el equivalente por la izquierda a la revolución protagonizada por Ronald Reagan en los años 80. 

La convención de Milwaukee será el escenario en el que se elija al candidato demócrata para las presidenciales, y tendrá lugar en el estado de Wisconsin del 13 al 16 de julio

A continuación realizaré un repaso sobre los resultados de Iowa, New Hampshire y Nevada para identificar a los ganadores y perdedores de las primarias hasta el momento. Para ello daré unas claves sobre la historia y funcionamiento de las primarias, consideraré las fortalezas y las debilidades de los principales candidatos, y propondré los dos escenarios que a mi juicio son más plausibles de cara al supermartes y que podrían influir sobre la futura convención de Milwaukee.

El origen de las primarias y la importancia de la batalla por el supermartes

Aunque se celebran primarias en el partido demócrata desde 1912 (con la elección del presidente Woodrow Wilson), en sus orígenes estas eran voluntarias y solo un pequeño grupo de estados las realizaban, dando lugar a que la mayor parte de los delegados fueran elegidos a dedo por los jefes de los partidos demócratas de cada estado. El actual sistema tuvo su origen en 1972, año en el que se implementaron las reformas ideadas por la comisión McGovern-Fraser con el objetivo de evitar que se repitiera una situación similar a la acontecida en la convención de Chicago de 1968, en la que las tretas de la dirección demócrata por imponer a su candidato el vicepresidente Hubert Humphrey sobre el ganador de las primarias (el senador izquierdista Eugene McCarthy) dieron lugar a una desmovilización de sus votantes cuya principal consecuencia fue la victoria aplastante de Richard Nixon ese año. El nuevo sistema ideado por la comisión McGovern-Fraser generalizaba el sistema de primarias y caucus que ya existía en algunos estados como requisito para elegir a los delegados de la convención del partido. 

De esta manera se pretendía terminar con el poder de los líderes estatales, quienes al elegir discrecionalmente a los delegados solían negociar sus votos con los candidatos y con el aparato federal del partido a cambio de puestos en la futura administración. La reforma de la comisión McGovern-Fraser fue un paso importante en, ironías de la historia, la democratización del partido demócrata. Sin embargo, en 1981 la dirección demócrata decidió guardarse un as en la manga para tener la última palabra en la elección de los candidatos y, mediante la Comisión Hunt, introdujo la figura de los superdelegados. Estos son miembros natos en las convenciones, el grupo lo componen los representantes públicos a nivel federal (congresistas y senadores), los gobernadores estatales, los líderes de la convención nacional demócrata (DNC) que dirige el partido a nivel federal, así como las personalidades distinguidas del partido (expresidentes demócratas y otras figuras de gran relevancia para la organización). Todos estos individuos pueden participar en la convención sin necesidad de ser elegidos por las bases y su voto es libre, sin importar los resultados de las primarias. Los superdelegados van a suponer entre un 15% a casi una cuarta parte de los votos totales emitidos en las convenciones, y por medio de esta figura la élite política del partido se asegura de contar con un contrapeso con el que defender el statu quo de las tendencias democratizadoras introducidas por las reformas de la comisión McGovern-Fraser, teniendo de esta manera la última palabra en la elección de los candidatos presidenciales.

Cuando en 1972 se pusieron en marcha las nuevas reglas de juego, el partido demócrata permitió que cada estado eligiera libremente la fecha que más le convenía para celebrar sus primarias. Pero por aquel entonces los líderes estatales no eran por lo general conscientes del gran impacto que iban a tener los primeros estados en votar sobre el resto de las primarias. El estado de Iowa contaba con una larga tradición asamblearia de caucus que se remontaba al siglo XIX, y New Hampshire tenía el sistema de primarias más antiguo y asentado de los Estados Unidos, por lo que ambos se afanaron en abrir el proceso electoral para resaltar su acervo político. En 1984 el orden de votación terminó por asentarse con estos dos estados abriendo la carrera, y en el año 2008 se introdujeron también los Estados de Nevada y Carolina del Sur al inicio de las primarias para compensar el perfil excesivamente blanco y rural de los primeros estados de apertura. 

El supermartes tiene una importancia capital para los candidatos, pues en esta fecha se terminan de hundir las candidaturas menos competitivas quedando solo los finalistas

En el sistema de las primarias el orden de los estados ha acabado cobrando un sentido práctico en la elección del candidato a presidente. Dentro del campo demócrata estos cuatro estados de apertura tienen por objetivo crear expectación alrededor de los candidatos ganadores para, de esta manera, ir cribando a los aspirantes más competitivos de cara al supermartes. El supermartes suele tener lugar entre finales de febrero y principios de marzo, y en él se elige a un tercio de todos los delegados. Por este motivo el supermartes tiende a amplificar la tendencia que se ha generado en los estados de apertura, y es común que la candidatura que acabará ganando las primarias tienda a despegarse de sus competidores en esta fecha. Por este motivo el supermartes tiene una importancia capital para los candidatos, pues en esta fecha se terminan de hundir las candidaturas menos competitivas quedando solo los finalistas. Desde un punto de vista demográfico los estados del supermartes son también particulares, pues en ellos se concentra la mayor parte de los votos de las minorías raciales: en este día votan una buena parte de los estados del Sur (donde reside la mitad de la población afroamericana) así como los dos estados con mayor concentración de población latina (California y Texas) que son además dos de los estados que más delegados aportan a la convención. 

Tras el supermartes se suceden los dos "minimartes" en los que siguen votando muchos estados del Sur así como buena parte del Medio Oeste. Una vez terminadas estas primarias ya se han repartido el 60% de los delegados. En los meses siguientes los estados restantes votan apuntalando las tendencias que empezaron a formarse en los estados de apertura y que quedaron sancionadas con el supermartes.  La única fecha relevante que queda son las primarias atlánticas, un martes de abril en el que votan Pensilvania, Nueva York y muchos otros estados de la Costa Este. En ese día se reparten una cuarta parte de todos los delegados, y suele ser la fecha en que la candidatura ganadora de las primarias asienta su victoria. Pero para llegar a este momento los candidatos presidenciales deben despuntar en el supermartes, y para ganar el supermartes hay que ganar la lucha por el relato del momentum durante las primarias y los caucus de los estados de apertura.

La lucha por el momentum: el enfrentamiento Sanders-Buttigieg y los grandes perdedores en los Estados de apertura

De esta manera volvemos al inicio, a Iowa, New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur. Estos estados no aportan un número significativo de delegados, pues entre los cuatro reparten 155 de los 3.979 delegados con voto vinculante en la convención. Su importancia, sin embargo, radica en que permiten crear lo que en inglés se denomina como el momentum, un relato sobre la emergencia de una candidatura que, al ser percibida como la opción ganadora por los votantes, recibe un impulso cualitativamente distinto al del resto de sus competidores. El relato sobre el momentum tiene menos que ver con las opciones reales de esa candidatura que con un efecto de profecía autocumplida que lo acompaña: la generalización en la creencia sobre la cualidad ganadora de la candidatura tiende a atraer a votantes indecisos y a simpatizantes de competidores similares, y con ellos una mayor atención mediática, más donaciones y más voluntarios para la campaña, reforzando de esta manera su ascenso.

En todo este proceso juegan un papel fundamental los medios de comunicación quienes, a partir de los primeros resultados, se afanan por construir un relato sobre el momentum experimentado por sus candidatos predilectos para catapultarlos en las primarias. Sin embargo, las opciones favoritas de los medios de comunicación en ocasiones pueden no ser las agraciadas por esta percepción generalizada de victoria, y en cambio esta puede recaer en una candidatura que sea percibida por los medios como una amenaza. En estos casos, el relato sobre el momentum torna de ser una celebración en términos positivos para convertirse en una campaña de demonización continua. Este fue el caso de las candidaturas de Trump y Sanders en 2016, y en 2020 el senador por Vermont y sus seguidores están sufriendo una fuerte campaña de desprestigio por parte de los medios de comunicación, de la dirección demócrata y por parte del resto de candidatos. Este relato negativo del momentum sigue siendo, sin embargo, una forma de momentum, y supone una de las formas más efectiva de testar qué candidaturas son percibidas como las más potentes y en ascenso. 

La generalización en la creencia sobre la cualidad ganadora de la candidatura tiende a atraer a votantes indecisos y a simpatizantes de competidores similares, y con ellos una mayor atención mediática

El hecho de que esta campaña se haya planteado mayoritariamente como un "todos contra Bernie" indica que este es el candidato con un momentum más sólido. Esto ha quedado relativamente claro tras su indiscutible victoria en Nevada y con el posterior debate en Carolina del Sur del 25 de febrero, en donde todos los contendientes unieron fuerzas para intentar frenar su ascenso. Pero durante la segunda mitad de febrero esta tendencia ha cambiado hacia un escenario bipolar por la incertidumbre que produce la aparición en campaña de Bloomberg, lo que indica que temen una gran entrada suya en las primarias el supermartes, y revela que las primarias podrán convertirse pronto en un combate entre Sanders y Bloomberg por la nominación, a pesar de los actuales buenos resultados de Buttigieg y la fortaleza que Biden sigue teniendo entre el electorado afroamericano. Esto quedó perfectamente escenificado en el debate televisivo celebrado en Las Vegas el 19 de febrero, que sirvió como fatídico estreno para un Bloomberg que se vio sobrepasado por los ataques de sus rivales entre acusaciones de machismo, racismo, elitismo, por su inmensa fortuna y pasado republicano; críticas a las que el multimillonario no supo cómo responder, y que capitalizó Warren de manera muy efectiva. Otro ejemplo sobre esta percepción del momentum de Sanders y Bloomberg puede apreciarse en los ataques que dedica Donald Trump a ambos candidatos, a los que ha apodado como Crazy Sanders y Little Mike (Bloomberg), lo que revela que en la Casa Blanca les consideran como los adversarios más probables de cara a las elecciones de noviembre.

Para que una candidatura prospere es vital que esta sea objeto del momentum y controle su relato, pero esto no garantiza por sí solo la victoria en unas primarias. En el año 2016 fue Sanders quien experimentó el momentum sobre Hillary Clinton, pero los mayores recursos económicos de la exsenadora por Nueva York y el apoyo incondicional que esta recibió, tanto por parte de las autoridades demócratas, como por los medios de comunicación la condujeron a dominar el supermartes, consiguiendo una ventaja sobre Sanders que sería fundamental para cimentar su posterior victoria. Sin embargo, debido al momentum de Sanders, Clinton tuvo que pelear hasta el último voto en una contienda que de partida se planteaba como un paseo triunfal para ella. 

En Iowa los beneficiarios del momentum fueron Sanders y Buttigieg, en New Hampshire lo ha sido en menor medida Klobuchar, debido a sus inesperados buenos resultados tras dominar el último debate televisado en este estado. Sin embargo, esta última candidata ha disfrutado de una victoria sobrevenida, y no cuenta con una gran estructura electoral en el resto de los estados, por lo que a mi juicio su ascenso será puramente circunstancial a New Hampshire y a su estado natal de Minnesota, sin que vaya a tener un mayor impacto en el resto de las primarias, por este motivo no consideraré su candidatura para el análisis.

El que por un tiempo hubiera tantos beneficiarios del momentum provocó que este fuera más difuminado y, por lo tanto, menos efectivo. Sin embargo, los caucus de Nevada han cambiado esta tendencia. Nevada es un estado racialmente diverso y urbano, lo que ha favorecido a Sanders, quien ha conseguido casi el 50% de los votos, seguido por Biden con un distante 20% del electorado. Nevada apunta hacia una nueva tendencia en las primarias que rompe con el escenario previo en el que Buttigieg había conseguido robar a Sanders la atención mediática, dando lugar a una situación de impasse en las primarias y generando una cierta sensación agridulce entre los seguidores de Sanders.

A esta situación contribuyó notablemente el desastre en la comunicación y verificación de los resultados de los caucus de Iowa por el fallo de la aplicación electrónica que el partido demócrata eligió utilizar. Las denuncias de irregularidades en los resultados finales y el retraso de varios días en el conteo de unas asambleas cuyos resultados tradicionalmente se conocían tras la celebración de los caucus ha levantado las sospechas de muchos demócratas (principalmente entre los seguidores de Sanders) ante la posibilidad de que el proceso estuviera siendo amañado. Entre los seguidores del senador de Vermont sigue presente el recuerdo de las primarias de 2016, cuando tras un hackeo a la cuenta de correo del Comité Nacional Demócrata (DNC) se hizo patente que las autoridades del partido habían trabajado activamente para frenar la estrella emergente del senador de Vermont. 

Pero su derrota en el año 2016 no se debió exclusivamente a un boicot operado por la élite del partido. Si bien el momentum experimentado por su candidatura fue innegable y llegó a sorprender incluso a sus acérrimos enemigos, la coalición de votantes que articuló en las anteriores primarias no era lo suficientemente amplia para derrotar a una candidata con los recursos y la exposición mediática como Clinton. 

La política estadounidense se caracteriza por la existencia de una amplia pluralidad de grupos con identidades distintivas y problemáticas concretas que dan lugar a demandas específicas: grupos raciales, de género, afectivos-sexuales, de clase, generacionales... que demandan soluciones para sus problemas específicos al margen de las políticas generales. Una "coalición de votantes" es la alianza política que se establece temporalmente entre distintos grupos sociales y demográficos cuando estos se agrupan alrededor de una candidatura o partido común. Estas coaliciones suceden cuando el mensaje de una candidatura logra representarles a todos a pesar de sus especificidades y diferencias. 

La coalición de votantes que Sanders articuló en las anteriores primarias no era lo suficientemente amplia para derrotar a una candidata con los recursos y la exposición mediática como Clinton

Un partido o candidato no pueden centrar su discurso en torno a la identidad y las reivindicaciones de un solo grupo de votantes, por muy relevantes que puedan ser para su base electoral, ya que estarían renunciando al resto de los grupos y regalándoselos a sus adversarios. Por este motivo en la política estadounidense no se puede conquistar el poder si no se construye previamente una coalición de votantes que sea a la vez plural y fiel al candidato. Cuanto más amplia, diversa y fervorosa sea la coalición de votantes, más poderosa será una candidatura, pues en campaña tendrá un mayor poder de movilización, y en las votaciones permitirá al candidato ser más competitivo, pues le será más fácil ganar en una circunscripción si cuenta con muchos perfiles distintos de votantes que le apoyen.

En las primarias de 2016 la coalición de votantes de Sanders era muy fiel, y eso la hizo muy competitiva, pero no era tan diversa como la de Clinton, lo que llevó a que sufriera múltiples derrotas en las circunscripciones donde su base social de apoyo no era tan numerosa. Sin embargo, su mensaje de justicia social tenía el potencial de llegar a más grupos si Sanders y su gente eran capaces de dar continuidad al momentum alcanzado en esas primarias. En este contexto se fundó Our Revolution, una organización que ha tenido por objetivo servir de referencia a los activistas, seguidores y políticos que convergieron en la campaña por las primarias de Sanders. La máxima prioridad de esta organización fue dar voz a estos grupos e individuos, así como gestionar los recursos derivados de la campaña, con el objetivo último de transformar el partido demócrata de cara a las siguientes primarias que se celebran en la actualidad. 

La organización fracasó en el corto plazo con la derrota en 2017 de su candidato para presidir el Comité Nacional Demócrata (Keith Ellison), un puesto que acabó en manos de Tom Pérez, representante del establishment moderado. Sin embargo, con las elecciones de mitad de mandato del año siguiente fueron elegidas multitud de representantes cercanas a esta organización, entre las que ha destacado especialmente Alexandria Ocasio-Cortez (junto a otras tres mujeres jóvenes y no caucásicas que forman lo que Ocasio-Cortez bautizó como "el escuadrón": Ilhan Omar, Ayanna Presley y Rashida Tlaib). La emergencia de Ocasio-Cortez como gran figura pública de referencia dentro del partido es representativa de una gran transformación que estaba aconteciendo dentro del sanderismo: la creciente feminización y diversidad racial de un grupo que en inicio fue predominantemente masculino, joven y blanco. 

Este perfil mayoritario en 2016 condujo a los medios de comunicación institucionales y a la campaña de Clinton a generar la narrativa sobre los "Bernie bros" (los "colegas de Bernie"), es decir, la reducción de todos los seguidores de Sanders a una caricatura que les describía como jóvenes blancos con actitudes intransigentes, sexistas y racistas, una copia izquierdista de los seguidores de Trump. Estos se comportarían como unos trolls fanáticos de internet, unos abusones de Twitter que se dedicarían a acosar a todo aquel que criticase en lo más mínimo a su líder. Esta narrativa ha sido revivida con fuerza durante estas primarias por los medios de comunicación mayoritarios, cuya relación con Sanders es cuanto menos hostil. Warren y Buttigieg la han enarbolado con ahínco, y es popular entre sus seguidores. Aunque en términos generales se trata de una campaña de desprestigio, la narrativa no es del todo imprecisa, pues uno de los efectos colaterales de la alta adhesión que Sanders genera entre sus seguidores, así como por el tono incendiario de sus discursos, es que favorece involuntariamente que aparezca entre algunos de sus seguidores un perfil de carácter intransigente y belicista en sus formas de debatir en las redes sociales. 

Ahora bien, a diferencia de Trump, que ha alentado conscientemente este tipo de perfiles, en Sanders esto ha sido un resultado no buscado de su campaña, producto de la combinación entre su estilo retórico con el tipo de lógicas polarizantes propias de las redes sociales. En términos agregados se trata de una minoría no representativa del conjunto, que por intereses de campaña los medios de comunicación sobrerrepresentan para desprestigiar a la figura de Sanders. Por otra parte, dado que el apoyo a Sanders entre los jóvenes ha sido mayoritario tanto en 2016 como en 2020, y teniendo en cuenta que su coalición de votantes es la más activa en redes sociales como Twitter, pueden encontrarse algunos ejemplos de este estereotipo entre sus seguidores más activos. Sin embargo, toda esta narrativa ha empezado a mostrar sus fisuras como demuestra la polémica de las "#MisfistsBlackGirls". 


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