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Portugal: Dos victorias que son derrotas y una derrota que pronto se verĂ¡

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Por Francisco Louça (*)

El Gobierno consiguió dos sabrosas victorias en el debate post Presupuesto.

La primera es la más notoria: la opinión pública se ha acostumbrado a la idea de que no se puede concebir una política fiscal que no esté guiada por el déficit cero o, mejor aún, por un glorioso superávit. Incluso si a veces hay un entusiasmo pícaro en esto, como si Centeno se jactara de todo o fuera siempre una especie de gol de Éder, esta regla se presenta como la obligada obediencia a una doctrina de fe, o incluso como un encantamiento mágico.

Como se puede ver en las encuestas, una confortable mayoría aplaude el resultado, la fe, la magia y todo lo demás. De esta forma, lo que el Gobierno dice, ya sea por convicción recién adquirida, pero ciertamente tan firme como una roca, o por conveniencia frente a una derecha atormentada por la colonización de su visión por parte del PS, es que carece de importancia que los intereses que las finanzas internacionales cobran por las emisiones de la deuda soberana nacional sean negativos o positivos, que no hay otra vida que pagar facturas.

El problema es que esta victoria es una derrota. Al prohibir una política fiscal expansiva, el gobierno abdica, en nombre del corto plazo, de poder utilizar el margen que le dan los intereses negativos para reparar la infraestructura o salvar de la quema a los servicios públicos, aceptando la lógica imperativa de una austeridad eterna o, como dijo el ministro, repitiendo una frase de triste memoria, que no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades (lo que daría lugar a vastas comparaciones entre las posibilidades de quienes son cesados por 150 millones de IVA, mientras conspiran para dar 1.400 millones a Novo Banco). Todo sería un simple juego ideológico si no tuviera consecuencias. Y las hay. La estrategia de superávit en tiempos de intereses negativos simplemente significa que el gobierno prioriza la renta financiera a la constitución del estado social.

La segunda victoria también es notable. Es la fabricación del sentido común, o al menos la trivialización de la expresión de comentaristas y periodistas, que llaman a todo lo que molesta al Gobierno una "coalición negativa". Si se trata de rechazar una propuesta del Gobierno, es una coalición negativa. Si, por otro lado, es un voto del gobierno con la derecha a favor de lo que sea, es una "coalición positiva". Si se trata de aprobar una propuesta concreta de partidos que no son del Gobierno, es inevitablemente una coalición negativa. La expresión solo se define por un criterio, el de la conveniencia del Gobierno: si no le gusta, es negativo; si aplaude, es la vida normal.

Reconozco que es una jugada maestra. Poner a una clase profesional con tanta visibilidad, los periodistas, a reproducir esta censura moralista: ¿cómo se atreven a hacer una coalición negativa contra nuestros estimados líderes? - y a trivializar las palabras que naturalizan la existencia de una parte respetable, el Gobierno, frente a otra que sería la de los trapicheos y cambalaches, es un monumento al ingenio. Así es como se industrializa el clientelismo y el servilismo, repetidos una y otra vez en noticias y artículos, como si la expresión condenatoria fuera tan evidente como decir buenos días.

El problema, nuevamente, es que hay una derrota oculta en esta victoria. Que es engañosa, que crea un triunfalismo innecesario. Los asesores maquiavélicos del gobierno se frotan las manos, piensan que han sometido a su voluntad a la prensa y dan por sentado que siempre harán de coro. Pero todo lo exagerado tiene un precio. Alguien verificará que, de las propuestas presupuestarias del PSD que se aprobaron, el 37.5% lo hicieron con los votos del PS; el mismo porcentaje para el CDS. ¿Son negativas estas coaliciones? Y que los cientos de propuestas del Bloque y del PCP que fueron rechazadas se enfrentaron casi siempre a una mayoría muy cualificada del PS y el PSD. ¿Coaliciones negativas? Así, cuando se repite todo y su opuesto, la expresión se desgasta. El éxito ha inflado su uso y, si alguna vez ha querido decir algo, pierde su naturaleza aterradora con estas repeticiones. Si todo lo que enoja en San Bento (sede del parlamento luso) es una coalición negativa, después de todo, ¿qué importa la indignación? De las 136 propuestas de los partidos de izquierda aprobadas en el Presupuesto, más de un tercio provocarán la ira del Gobierno. Y por más sorprendente que sea, el sol salió al día siguiente y el mundo continúa girando y avanzando.

Ha habido mientras tanto dos victorias que se han convertido en derrotas. Y una derrota como resultado de esas dos victorias. Satisfecho, el Gobierno radicalizó la estrategia de tensión del último año y ahora en la preparación del Presupuesto, procediendo como si tuviera una mayoría absoluta. Para llegar hasta aquí y convencerse a sí mismos, los dirigentes del PS han repetido la convicción de que las elecciones les han dado más poder. Error. Las elecciones les negaron lo que exigían, la mayoría absoluta, pero fue en nombre de ese objetivo que habían aplicado una política de tierra arrasada. Al fracasar, empeoraron. Luego, a pesar del resultado, declararon muerta a la "geringonça" (coalición de izquierdas), que aún se podría haber intentado recuperar. Al llegar al Presupuesto, proclamaron la solemne ideología del excedente (que, de hecho, todo sugiere que ya existe en 2019). Es es un popurrí de la estrategia de la tensión, que fracasó en las urnas y que, sin embargo, se ha ampliado desde entonces.

Es cierto que en la reorganización gubernamental con la partida de Centeno y otros ministros dentro de un par de meses, esta configuración guerrera puede cambiar. Siza Vieira tiene otro perfil, veremos quién estará en su equipo o de otro ministro que ocupe la cartera de Hacienda. El punto es que el Gobierno se ha encadenado a una doctrina económica, la primera victoria, y a una ideología, la segunda victoria, que limitan su acción y alientan a alguien, en la opacidad de San Bento, a seguir prefiriendo una buena guerra a una laboriosa negociación.

 

(*) Francisco Louça. Economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal, es miembro del Consejo de Estado.

Fuente: expresso.pt, 11 de febrero 2020

Traducción: G. Buster


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