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Feminismo y LGBT e I…

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Por Esteban Valenti (*)

Todos sabemos precisa o aproximativamente que es lo que quiere decir feminismo: es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres además de una teoría social y política. (RAE).

Debo admitir que es una definición polémica, mejor dicho que muchos quieren poner en discusión.

El feminismo es uno de los principales movimientos sociales en todo el mundo, que logró avances muy importantes pero que en el plano cultural, en primer lugar y, luego en el de las constituciones, las leyes, las normas laborales, las formas de convivencia tiene todavía un largo camino por recorrer.

El feminismo, es enorme, porque se trata de la causa que expresa a la mitad de la población y porque que sin otro motivo que la injusticia de la fuerza y del poder se le impusieron condiciones de sometimiento, de desigualdad, de desventaja para esa mitad de la población del planeta. Cuanto menor igualdad de derecho tienen las mujeres en una sociedad, más atrasada y subdesarrollada culturalmente y civilizadamente es esta. Y exactamente funciona el razonamiento inverso. Las cifras y todos los datos son abrumadores.

¿Digan, encuentren una sola sociedad avanzada en el terreno político-democrático, social, económico y cultural donde las mujeres no jueguen un papel fundamental, igualitario o próximo a tener las mismas oportunidades y derechos que los hombres? No existen.

Es la dura, firme y clara definición de nuestra historia actual y de su evolución. Incluso naciones extremadamente ricas, producto del mar de petróleo en el que flotan, como las del Golfo Pérsico o la península arábica, en muchos aspectos están cerca del medioevo cultural precisamente por como tratan a sus mujeres.

Se puede decir con total firmeza y defender en cualquier foro, que uno de los indicadores claves para definir el nivel de desarrollo, igualdad, justicia y funcionamiento democrático de una sociedad depende del papel que juegan las mujeres y los hombres en paridad de condiciones en esa sociedad.

Y nadie les regaló nada, lo conquistaron las mujeres, con la participación y apoyo de algunos hombres avanzados a sus tiempos y a los prejuicios  históricos e incluso en la actualidad.

Si hubiera que definir el cambio más profundo que puede conquistar la humanidad en los próximos años, es precisamente la igualdad, concreta, en serio, en la conciencia social de todos los países del mundo, entre las mujeres y los hombres. No es una batalla de las mujeres, es una batalla de los seres humanos para alcanzar el máximo potencial para su desarrollo, dentro de los límites que nos impone el sistema dominante actual. Que no será eterno, como algunos nos quieren hacer creer.

Yo lo he declarado en muchas oportunidades soy un feminista convencido hasta las últimas consecuencias. Y esa definición debería serlo de la mayoría de los seres humanos, sería un formidable cambio cultural y civilizatorio.

Ahora voy a entrar en un tema polémico. La sigla LGTBI a la que se le van agregando letras y por lo tanto palabras en forma permanente no incluye la "F" de feminismo, entre otras cosas porque son dos cosas diferentes. LGBT es la sigla compuesta por las iniciales de las palabras Lesbianas, Gais, ? Bisexuales y Transgénero. En sentido estricto agrupa a las personas con las orientaciones sexuales e identidades de género relativas a esas cuatro palabras, así como las comunidades formadas por ellas. La letra 'i' en LGBTI significa "intersexual".

Pero ahora ya no alcanzan y se ha incorporado el LGBTIQ+ está formado por las siglas de las palabras lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queer . Al final se suele añadir el símbolo + para incluir todos los colectivos que no están representados en las siglas anteriores, quiere decir que seguirá creciendo.

Queer es un término de origen inglés que se define como «extraño» o «poco usual». Se relaciona con una identidad sexual o de género que no corresponde a las ideas establecidas de sexualidad y género y como sabemos que la imaginación humana es infinita, es una sigla que no para de crecer.

El feminismo no tiene porque vincularse necesariamente a ninguna sigla, son los integrantes de esos colectivos con reivindicaciones interminables y en permanente crecimiento que se han subido desesperadamente al carro histórico del feminismo, apoyados por determinados sectores del propio feminismo.

La discriminación de las mujeres, tiene su origen y forma parte de otras discriminaciones en la que los poderosos, políticos, económicos, sociales, militares, religiosos y culturales le impusieron a muchos otros colectivos y sectores sociales, aún con sus especificidades y también con las debilidades que los hombres que han luchado contra el poder establecido tuvimos durante demasiado tiempo, no tiene porque igualarse con las discriminaciones por orientación sexual o de género.

El impacto que el feminismo ha tenido y tiene en el desarrollo de nuestras naciones, de nuestros tiempos, es absolutamente único y aunque se pueda incluir una definición genérica del rechazo contra todas las discriminaciones, partiendo de su propia experiencia como mujeres, no son lo mismo ni deberían confundirse.

Una cosa es el 8 de marzo, por su origen, por su significado histórico y actual y otra es el día del orgullo gay. El feminismo, o todo lo referente a la igualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres a todos los niveles, en particular en el acceso a los mangos de los sartenes del poder, debería enseñarse de manera reforzada, como un elemento de cultura básica a todos los niveles de la educación. No por ello, el tema de LGTBI+ debería ser tratado de la misma manera.

Partamos del principio que si se recorre la historia la presencia de los homosexuales es una constante y con protagonismos muy destacados. La lista de casos sería interminable, eso no implica apoyar ese esfuerzo denodado de los colectivos LGTBI+ por incorporar la orientación sexual de los seres humanos como un tema total y absolutamente social que debe ser ofrecido como una opción para todos por igual. En definitiva utilizar las instituciones de todo tipo, no para evitar la discriminación, que es lo correcto, sino para hacer proselitismo para las diferentes opciones y orientaciones sexuales.

Para ser feminista a nadie se le ocurre hacer propaganda y proselitismo para que los hombres se transformen en mujeres y de esa manera resolver el pleito existente todavía. Sería un absurdo.

Está absolutamente mal obligar a ningún ser humano a vivir dentro de un armario, ocultando su verdadera identidad, pero es también repudiable pretender que los heterosexuales, mujeres y hombres tengamos ahora que ser nosotros los que nos ocultamos en un ropero más grande.

No me gustan las argumentaciones biológicas para enfrentar esta batalla que es cultural, aunque tiene su importancia es una manera de rehuir el debate. No corresponde arrinconar la heterosexualidad, porque sería una injusticia manifiesta y atroz para la inmensa mayoría del género humano y no compensaría las anteriores injusticias.

La izquierda que se refugió - luego de décadas de groseras y primitivas manifestaciones contra la homosexualidad -en una devoción por la causa de los LGTBI+,  lo hace, en primer lugar por tener cola de paja, que siempre es una escapatoria de sus viejos pecados y la falta de un análisis profundo y sincero, y sobre todo porque la pobreza con la que elabora, piensa, critica, propone las causas sociales, contra el sistema la repliegan en esa dimensión más cómoda, donde además se ha llevado sonoros y gruesos golpazos.

Una izquierda que no incorpore, no como propiedad exclusiva, lo que sería una mezquindad, el feminismo entre sus banderas, hace tiempo que se habría extraviado muy feo y muy hondo.

(*) Periodista, escritor, militante político, director de Bitácora y de Uypress. Uruguay.


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