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Oligarquía o pueblo

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Por Esteban Valenti (*)

Cada tanto aparece en el debate o en los discursos latinoamericanos, la alternativa del título. Incluso en la reciente campaña electoral uruguaya. Esta dicotomía no es errónea, ambas categorías existen, pero es imprecisa y vaga y no ayuda a una elaboración profunda en el plano político e ideológico.

En el triunfo del Frente Amplio en las elecciones del año 2004 y posteriores, y sobre todo en su acción de gobierno intervinieron obviamente amplios sectores populares, pero también sectores de la oligarquía nacional e internacional, si nos referimos a la definición clásica de ambas categorías. Que alguien me lo desmienta.

No se trata solo de las cifras necesarias para alcanzar las mayorías abrumadoras que obtuvo el FA, sino del amplio espectro de fuerzas sociales que integraron el frente de los cambios, el frente social y político de los cambios nacionales. No fue una casualidad, ni una distracción, fue una acción programática y política pensada y ejecutada, pero con cola de paja, camuflada en vaguedades y con un sustento teórico pobre y limitado.

Para el Uruguay las grandes cadenas agroproductivas, como la carne, los cereales, la forestación, el arroz, la lechería, la olivicultura, la logística, el turismo, la producción de software, la producción de vinos, incluyen pequeños, medianos y grandes productores y capitales. Y tuvieron un fuerte impulso, se beneficiaron y beneficiaron al país en su conjunto. La izquierda hizo bien en comprender como funcionaba el campo y los sectores conexos y en ese aspecto atender a su crecimiento y sobre todo a la introducción del capitalismo en el campo. Fue un factor de desarrollo y crecimiento, no fue constante ni audaz en su ejecución. Y la esperaron en las urnas y en otros escenarios.

¿Por qué los gobiernos del FA pudieron establecer relaciones salariales capitalistas en el campo? Porque salimos de la producción primitiva y de un nivel de desarrollo muy bajo, elemental para las grandes inversiones en los diversos sectores. ¿Se podría haber logrado ese nivel de producción y de aporte a la economía en su conjunto, distribuyendo la tierra en pequeñas parcelas? Jamás. Nos hubiéramos hundido al grito de "A desalambrar". Cuesta reconocerlo, pero es la experiencia en todo el mundo y en el socialismo real fue devastadora. Pregunten en Cuba y en otros países.

 ¿Por qué se frenó el lamentable y destructivo proceso de las crisis de las "carteras pesadas" cada 5 años aproximadamente, tanto en el BROU como en los bancos privados y que siempre pagaba toda la sociedad y nunca los oligarcas parasitarios y era el principal mecanismo de acumulación de la plusvalía en el Uruguay? ¿Por las reformas y el fortalecimiento del sistema bancario? Sí, pero no solo ni principalmente por eso, sino porque se fortalecieron las relaciones capitalistas de producción en todas las cadenas productivas y por ello son más sustentables. No todas por igual.

Las políticas sociales principales, el empleo de calidad y bien remunerado, las inversiones en educación y vivienda, las políticas adecuadas para la integración social y toda la estrategia nacional de desarrollo para un Proyecto Nacional que benefició a las mayorías fue posibles y será posibles si el país progresa, crece y simultáneamente tiene una especial atención hacia el pueblo y su calidad de vida.

¿De dónde vienen las inversiones? Una parte son del Estado, pero en el actual y en el anterior nivel de nuestra economía y de las necesidades de grandes inversiones en capital fijo, en tecnología a todos los niveles, en vínculos con los mercados mundiales, en capacidades de gestión y en infraestructuras especializadas, tiene que intervenir la oligarquía. Sin falta y de las diversas formas, con capital directo o a través de diversos activos financieros. Lo que no nos sirve para nada y quedó demostrado hasta el desastre, es la plaza financiera. Eso es veneno.

¿Eso quiere decir que debemos renunciar a las formas sociales de producción a todos los niveles y reducir todo al Estado y sus particularidades, ventajas y desventajas y al sector privado (ídem). No, lo que hay que avanzar y estudiar y ensayar mucho más son las formas participativas, sociales y cooperativas de producción, que en estos 15 años de gobiernos del FA avanzaron relativamente poco y a veces lo hicieron muy mal, con un alto costo para el estado y muy magros resultados.

No hay absolutamente ninguna relación entre la amplitud, la profundidad que le dedicamos en la izquierda al estudio de las formas de producción sociales y cooperativas, a su potencial pero en particular a sus debilidades y la que le dedicamos a estudiar y a exprimir el Estado y su relación con los privados. Y en este aspecto hemos sido incluso bastante creativos y audaces.

¿Solo creciendo y distribuyendo mejor se llega a altos niveles de justicia social? Se mejora, eso no hay duda, lo registrarán el índice Gini, como lo hace en los países nórdicos de Europa, o los indicadores de la pobreza en nuestros países, que ha vuelto a subir en casi todos lados, pero no avanzaremos hacia sociedades estructuralmente más justas. ¿Algo de esto estuvo presente en el debate electoral? Nada.

Más allá de agitar el fantasma de las nuevas tecnologías, de la robotización, de la inteligencia artificial y la amenaza a los empleos ¿discutimos ideas, propuestas, alternativas, experiencias? Nada de nada.

La renta básica (RB), queramos o no, aparecerá en nuestro horizonte vinculada a factores productivos, económicos, de empleo, de la importancia de la verdadera cultura del trabajo, pero también de su alienación. Hay experiencias nacionales muy complejas, como por ejemplo en Finlandia, pero eso no evitará que tengamos que considerarla en algún momento. Incluso para incorporarla paulatinamente o desecharla. Y eso también tiene que ver con oligarquía y pueblo.

Una referencia al pasado: hubo un tiempo en que la izquierda uruguaya y latinoamericana incorporó como una categoría aparentemente muy audaz el concepto de la burguesía nacional. Ahora ya casi nadie la utiliza. No es solo arcaica, porque la globalización y la presencia transversal de los capitales han cambiado las reglas del juego, sino porque además esa supuesta "audacia" no sirvió para nada.

Luego de 15 años de gobernar el país, la izquierda uruguaya, los que realmente aportaron y se jugaron en la conducción económica y por lo tanto política y social, deberían considerar escribir, dejar testimonio de sus experiencias, analizar éxitos, resultados, errores y debilidades. No se ve nada en ese horizonte. Se vive al día y cabalgando la pobreza de la política de los cargos y poco más.

En medio de una izquierda donde los partidarios de los socialismos en el mundo son cada día más confusos, difusos y en repliegue, no hay nada peor que tratar de refugiarse en frases supuestamente blindadas, hay que revisar todo, volver a las fuentes verdaderas y no a sus deformaciones "ortodoxas" y primitivas, hay que incorporar necesariamente nuevas dimensiones reales y no buscar atajos para evitar los verdaderos retos de la izquierda para construir un mundo más justo, sustentable y pacífico.

No hay que emparchar la pobreza de la elaboración teórica con supuestas "agendas" que lo abarcan todo y el contrario de todo. ¿Acaso los liberales de casi todos los colores no apoyan las agendas?

Las batallas políticas siempre, desde que existen, están asociadas, ancladas a batallas culturales, sobre todo si se quiere cambiar, avanzar, progresar. Se abre un nuevo momento político inédito en Uruguay, volverán a gobernar las fuerzas tradicionales, luego de 15 años de gobiernos de izquierda y sus alrededores. Por como pintan ciertas posiciones, parece que muchos han decidido agazaparse y esperar. Flotaron durante el último gobierno del FA y durante varias intendencias capitalinas y apuestan a la misma hidrodinámica, esperando que los otros naufraguen y dar continuidad a un ciclo de rotaciones.

Eso no es de izquierda, eso es el simple y pobre juego del poder y poco más. Lo que hace falta es crear, idear, elaborar, demostrar que se trabaja asumiendo los riesgos de los nuevos rumbos del cambio desde ahora y no se reduce todo a la disputa a dentelladas de los cargos. La oligarquía se puede permitir el lujo de simplemente dejar correr la historia, está cómoda, las causas populares no. Necesitan alejarse de las simplezas, de las frases hechas y de los personalismos desesperados, acostumbran y liquidan.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y de BITACORA. Uruguay.


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