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La derrota del laborismo

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Por James Butler  (*)

Pienso en los jóvenes que hicieron campaña - fueron miles - y salieron por vez primera puerta a puerta, con un tiempo frío y horrible, alumbrados por una política que les hablaba a ellos y hablaba para ellos como no lo había hecho ningún partido político antes. Se les dirá que estaban  equivocados al creerlo. No lo estaban.

Pienso en la mujer, cuidadora de su hermano discapacitado, que decía  que su vida llevaba empeorando años y años, que los políticos siempre prometían que mejoraría, y no mejoraba, y ¿cómo iba a confiar en el laborismo? Pienso en el hombre que votó laborista en 2017, pero no iba a votarlo ahora, porque su pareja polaca tenía miedo a seguir viviendo aquí mucho más tiempo. Y en el hombre que decía que, de todos modos, no se puede cambiar nada, porque 'está todo jodidamente amañado, hasta cuando ganas, mira el Brexit'.

No había manera evidente de que el laborismo hubiera ganado estas elecciones. Se ofrecerán las perogrulladas usuales: fue por Corbyn, no, fue por el Brexit, no, fue por el programa, no, fue por la prensa, no, fue por la credibilidad. Todas ellas son ciertas, de diversas maneras, pero, de todas las maneras, sólo parciales: las actitudes respecto a  Corbyn se han endurecido considerablemente desde 2017; el Brexit abrió una larga fractura persistente en la base del voto laborista; la prensa es execrable y todavía es más difícil lidiar con ella en la era digital. El programa fue un audaz intento de habérselas con los problemas del siglo XXI, y muchas de sus medidas políticas son  extraordinariamente populares, pero fue un documento presentado como si fuera para los aliados, más que para un electorado escéptico incómodo con su confianza. Hay otras racionalizaciones consoladoras, también insuficientes: 2019 fue testigo de una vuelta al secular declive de la porción de voto laborista, y  2017 parece un caso aparte; el sistema electoral mayoritario, que había ayudado en el pasado a esconder el desencanto con el Partido, volvió contra él su brutal filo.

Quien sea que afirme que el giro a la izquierda del laborismo fue producto de una devoción por un hombre más propia de una secta, y que desaparecerá con su marcha, no entiende sus orígenes ni sus implicaciones. El partido dispone hoy de una militancia de izquierda para hacer campaña que va en serio con el cambio climático, la propiedad pública y la defensa de la migración; ningún sucesor de Corbyn podrá abstenerse en materia de leyes de bienestar social, o prometer recortes 'más duros y profundos que los de Thatcher'. Mucha gente que se ha opuesto a esas medidas políticas las declarará tóxicas, y será enemiga de una victoria 'desde el centro'. Pero el baldío electoral al que se han visto abocados los partidos declaradamente centristas en estas elecciones sugiere que no fue por ahí por donde se fue el voto laborista perdido. 

Hay muchas lecciones que sacar de estas elecciones para la izquierda laborista: el entusiasmo de cinco semanas no puede substituir decenios de descuido; hacer campaña tiene que ver tanto con escuchar como con listas de medidas políticas; las virtudes políticas convencionales    - presentación, transmisión del mensaje y ataques despiadados a los oponentes -  no se pueden sortear con un exceso de positividad. Pero sin un principio intransigente son estériles. Todas estas preguntas - cómo mezclar movimiento y maquinaria - se le vendrán encima a quienquiera que sea elegido como sucesor de Corbyn, pero son preguntas que debe hacerse el partido mismo.

Y ha de encontrar rápidamente sus respuestas. Boris Johnson está en una posición de fuerza, y necesita oposición desesperadamente, y no solamente en el Parlamento. Su calendario para el Brexit se tambaleará en junio, cuando se vea enfrentado a la cuestión de si ampliar o no el periodo de transición. Querrá sin duda una panoplia de políticas sociales autoritarias de modo estridente para distraernos de ello. Se encamina asimismo a enfrentamientos sobre la independencia escocesa, sobre todo cuando se intensifique el Brexit en la primera parte del próximo año. La derrota habrá dejado al laborismo atontado, afligido y consternado, necesitado de autoexamen y diálogo honesto. Pero debe prepararse para volver a levantarse y luchar.

 

(*) James Butler colaborador de la London Review of Books, es editor de Novara Media, una publicación independiente de izquierdas.

Fuente: The London Review of Books, 16 de diciembre de 2019

Traducción: Lucas Antón


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