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2019: la izquierda, el centro y la derecha

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Por Esteban Valenti (*)

Si hay un tema que se debate o se arrastra desde hace décadas a nivel mundial, es la existencia o no de las posiciones clásicas en que se definen los individuos y las fuerzas políticas desde la Revolución Francesa. Se han escrito muchos tomos y se han vertido torrentes de opiniones en todos los sentidos posibles.

En Uruguay, voy a reiterar un argumento que he utilizado en varias ocasiones: en todas las encuestas que incluyen una pregunta sobre autodefinición ideológica, los ciudadanos se definen con claridad y en una mayoría abrumadora. Con ese solo dato, alcanza para asumir que existen las diferentes posiciones.

Tan cierto como eso es que las izquierdas para existir necesitan una base conceptual, ideológica, teórica más clara, precisa y elaborada que las otras dos posiciones. No es un símbolo ni de superioridad ni de debilidad, responde a una característica básica, que está en sus diversos ADN. En todos los casos si se quiere poner en discusión al sistema capitalista, a diversos niveles, si se pretende cambiarlo introduciendo cambios de fondo en sus formas de producción, de acumulación y de distribución de la riqueza, hace falta, es imprescindible disponer de una base ideológica mucho más elaborada. La conservación puede dejarse llevar por la marcha del propio sistema y sus ajustes, el centro todavía más, la izquierda, cuando pierde contacto con las elaboraciones teóricas y culturales, pierde su base fundamental de sustentación.

Asumamos que determinadas izquierdas hicieron de un cuerpo cerrado e impenetrable de ideas su identidad inexorable e inmutable, casi al nivel de un dogma que se alimentaba a sí mismo. Yo formé parte de esas izquierdas. Creamos, el más anti izquierdista de los conceptos, el revisionismo, como un pecado mortal.  Cuando en realidad la izquierda debe vivir de revisar en forma permanente sus propias ideas, confrontándolas con la historia, con la práctica política, con la economía y con la cultura y los propios cambios que la izquierda va produciendo y la introducción de nuevas fuerzas productivas como el conocimiento y la tecnología.

El peor y más destructivo de los virus que la derecha logró inocularle a la izquierda a partir de la derrota histórica de la caída del socialismo real, fue precisamente el repliegue ideológico e intelectual y su sustitución por una papilla informe hecha de supuesto realismo y de la política del poder por el poder y casi nada más.

Ese es hoy el panorama mundial de la izquierda, aunque haya diferencia en los diversos países. Obviamente afecta al viejo marxismo-leninismo de manera terminal, pero también golpeó duro a la socialdemocracia en sus cientos de variantes. Pero hay una base todavía muy importante de fuerzas políticas, intelectuales, académicas, culturales que se llaman y se sienten de izquierda.

El otro virus letal que en mucho casos es derivado de nuestra propia debilidad teórico-ideológica es el poder, no solo ni principalmente como la asunción de determinadas posiciones en los estados, en las regiones, provincias o naciones, sino el poder como cobertura ideológica para todo tipo de lavado y de fregado, que penetra hasta el tuétano de una fuerza política y la deforma, la paraliza moralmente, la corroe en sus cuadros y en sus órganos, todos ellos consumidos por el supremo y casi único objetivo de mantenerse o conquistar algo más de poder. Ese virus es el que transforma a la izquierda en derecha, aunque recite los discursos de antaño y jure y perjure que sus prioridades no han cambiado.

Es en las campañas electorales cuando aflora en toda su desnudez pálida y escuálida la enfermedad del poder por encima de todo, alimentada también desde la pobreza del aporte académico, desde la suma de las anécdotas, desde la transformación de la política y la ideología en una técnica de captación de votantes, el famoso marketing. En una técnica.

La cúspide en el Uruguay de esa patología fue el mito, alimentado desde muchos voceros, que todo depende de la conquista del centro, desmintiendo la historia de la izquierda uruguaya, transformando la forja del bloque social y político y yo agregaría, cultural de los cambios, en una disputa a codazos por ocupar las  posiciones de centro.

¿Qué alguien me mencione en todo el discurso de la campaña electoral de la fórmula y del Frente Amplio, propuestas, ideas, realmente de izquierda? En la economía, en la distribución de la riqueza, en las políticas sociales, en la lucha contra la inseguridad, en la educación pública, laica y obligatoria, en la cultura, en el mundo del trabajo, en la innovación productiva y tecnológica. Una sola, en serio.

No tienen porque ser ideas geniales, totalmente novedosas, tienen que ser de izquierda. Es imposible combatir una batalla con la derecha y con el centro, copiando y talenteando en su mismo terreno. Y eso sucedió porque en los dos últimos gobiernos del FA faltaron ideas y políticas de izquierda, que no fueran los aventurosos e imposibles proyectos faraónicos, o dejarse llevar por la corriente y que UPM nos salve.

De izquierda fue el Plan Ceibal, que tuvo que imponerse por encima de toda la estructura de gobierno de la educación primaria y secundaria. De izquierda fue la reforma fiscal al inicio, y sus tendencias, las leyes sociales a favor de sectores olvidados en la legislación nacional (peones rurales, domésticas) NO FUERON DE IZQUIERDA LOS PRIVILEGIOS A LOS DIRIGENTES SINDICALES y el deterioro de la cultura del trabajo y el trabajo mismo. Era originalmente de izquierda - pero mal diseñado - el sistema nacional de salud, de izquierda fue el primer plan de emergencia, que debía durar no más de dos años y no transformarse en lo que terminó siendo el MIDES. Una ballena encallada en 18 de Julio, con centenares de programas.

De izquierda fue el rediseño de la política energética, tragada por las necesidades fiscales desbordantes y por el precio fijo del megavatio, que nos ha dejado bastante por arriba de otros productores de energía eólica. De izquierda fue la política de atraer inversiones porque sin ellas ni se crece,  ni se distribuye, ni se avanza en ningún sentido. Con un agujero grande: haberse olvidado de las medianas, pequeñas y micro empresas nacionales en particular las del campo, claves sociales y culturales del bloque de los cambios.

De izquierda fue multiplicar por varias veces el volumen de la producción y en algunos sectores claves construir la infraestructura para su comercio, como la red de puertos. Perdimos 4 años en el desarrollo de carreteras y otras vías de comunicación, mientras delirábamos con proyectos imposibles y carísimos.

De izquierda, profundamente de izquierda fue defender y promover la democracia en Uruguay, consolidarla, ampliar las libertades para todos y para determinados sectores, en especial para las mujeres, aunque todavía estemos lejos de la igualdad.

No fue de izquierda terminar abrazados "inexplicablemente" a regímenes dictatoriales como el de Venezuela y Nicaragua. Eso es directamente la peor derecha, la de las dictaduras corruptas.

De izquierda fue la ley de rotación de suelos y de promoción del riego artificial para ampliar substancialmente la capacidad productiva en el país. Y nuestra sordera a los problemas del campo en el último periodo se pagó muy caro. En la urnas, donde nos esperaron.

De izquierda fue la política de los derechos humanos en el primer gobierno del FA y los resultados se vieron, legalmente, en encontrar desaparecidos, en procesar delincuentes civiles y militares del régimen. Y después se vino la noche y el silencio de la homologación de los tribunales militares del deshonor. Toda la política militar de los dos últimos gobiernos del FA fue de derecha, ni siquiera de centro.

Si la izquierda en el Uruguay quiere salir de la derrota, deberá estudiar mucho, discutir a fondo, no cubrir con silencios zonas enteras de su propias acciones u omisiones, revisar sus posiciones sobre temas como la gestión de las empresas públicas, su permisividad con la mentira y con el peculado y otros delitos contra el erario público y la moral y deberá elaborar paso a paso y en contacto con la realidad social y con la sociedad civil caminos, ideas, proyectos y programas. Si su máxima acción renovadora, es cambiar la edad de algunos dirigentes, picados de los mismos vicios del poder y agazaparse esperando el fracaso del nuevo gobierno, la meta está realmente lejos.

Sobre todo si la meta quiere seguir siendo realmente de izquierda.

(*) Periodista, escritor, militante político, director de Uypress y de Bitácora. Uruguay


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