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Bolivia: un “golpe de Estado” con raíces lejanas

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Por Fernando López D'Alesandro (*)

Cuando en 2003 el sindicalismo urbano y campesino se movilizó con la "guerra del gas" hasta la caída de Sánchez de Lozada, algo comenzó a cambiar para siempre en Bolivia.

La sucesión del vicepresidente Carlos Mesa, si bien buscó poner paños tibios a una situación explosiva con una consulta múltiple sobre los problemas del país, no logró sostenerse en el gobierno. El camino estaba abierto para que Evo Morales, dirigente sindical cocalero y líder del Movimiento al Socialismo, ascendiera a la presidencia el 22 de enero de 2006.

Desde el principio, el gobierno de Evo Morales enfrentó un conflicto social múltiple. El amplio abanico de contradicciones abarcaba desde el problema racial, crisis secesionistas en Santa Cruz de la Sierra, presiones sindicales y corporativas e injerencias de los Estados Unidos y del Partido Popular liderado por José María Aznar. Las nacionalizaciones de los recursos naturales bolivianos y la gestión gracias a acuerdos con las transnacionales en condiciones más sensatas que en años anteriores, tensaron aún más la situación. Sin embargo, Evo Morales demostró ser un buen piloto de tormentas.

Con una geopolítica favorable, los respaldos de Chávez, Kirchner, Bachelete y Lula, fundamentalmente, permitieron al gobierno del MAS superar crisis profundas. La reforma de la Constitución y la creación del "Estado Plurinacional" fue su primera meta cumplida, a pesar de las huelgas y los muertos en noviembre de 2007. Pocas semanas después aprobó la "renta dignidad" para los sectores más pobres, financiada con impuestos a los hidrocarburos, lo que desató nuevos enfrentamientos, donde Morales salió de nuevo victorioso. Las presiones de los sectores altos y blancos de Santa Cruz impusieron un plebiscito revocatorio y Evo Morales venció de manera contundente con el 68% de respaldo. Inmediatamente, la derecha en las provincias orientales buscó entonces bloquear las exportaciones de gas. Confiaban en inducir a los gobiernos argentino y brasileño a que presionaran a Morales. La respuesta fue la reunión de presidentes convocada por Michelle Bachelet y el respaldo de toda Latinoamérica -incluido Álvaro Uribe- al presidente Morales. El gobierno del MAS había ganado la partida y el pacto social boliviano iba a ser aceptado, a pesar de las resistencias conservadoras, tanto las racistas como las religiosas. No era para menos; tras la caída de Carlos Mesa, Bolivia era el segundo país más pobre de América, a pesar de que las privatizaciones de Sánchez de Lozada generaron un crecimiento del 5%, pero la quinta parte más pobre del país siguió recibiendo un 4% del ingreso nacional; el quinto más rico, el 55%. Con el 20% de su población desnutrida, los secesionistas y conservadores no tenían muchos argumentos para refutar el discurso de las izquierdas. Y el gobierno de Evo Morales fue socialmente exitoso en poco tiempo. Los indicadores muestran un descenso radical de la pobreza, estabilidad financiera e inflacionaria. En 2019, Bolivia mantenía un crecimiento del 4%. Según CEPAL, el crecimiento del PBI se mantenía fuerte, con algunos problemas para captar inversión extranjera. Pero en realidad el grave problema detectado es la vulnerabilidad social, que prevalece a pesar de las mejoras en el empleo -la desocupación bajó del 9 al 3%- y en el achicamiento de la brecha entre ricos y pobres.

Sus riquezas ayudaron a mejorar la situación de los sectores más sumergidos y a insertarse en la región y en el mundo. Así como la nacionalización petrolera cambió la economía, el hecho de tener las segundas reservas de gas del continente con 1,3 trillones de metros cúbicos, hace de Bolivia un aliado vital para Chile y, en consecuencia, la estabilidad no solo es un tema político. La construcción del gasoducto de tres mil kilómetros al sur de Brasil no puede tener riesgos golpistas o revolucionarios. Pero mirando las tecnologías de futuro, la reserva de litio boliviano para la fabricación de autos eléctricos es clave para la industria automotriz. El Salar de Uyuni es la mayor reserva del mundo. Yacimientos de Litio Bolivianos desdeñó a las grandes transnacionales y se asoció con la alemana ACI, una empresa mediana, sin mucho capital, lo que causó resistencias, tanto locales como externas. El 3 de noviembre, el gobierno de Morales derogó el decreto de asociación, lo que provocó presiones por parte del gobierno de Ángela Merkel. La incidencia del litio en la crisis boliviana está en la bruma de la sospecha.

Evo Morales quiso quedarse. Intentó una reforma constitucional para garantizar su reelección, que fue rechazada por una mayoría contundente. La maniobra, tan ilegal como bochornosa, de forzar una interpretación que lo habilitara, suena a lección aprendida de sus amigos sandinistas. La sociedad toleró una vez la operación; su cuarta reelección era vergonzosa, pero el fraude, o la mera sospecha de su existencia, ofreció los mejores argumentos a la unión religiosa, racial y militar, que no habían coincidido en 13 años. Es probable que Evo Morales quedara entrampado en esa extravagante mixtura ideológica que lo sostuvo tanto tiempo. Cuando asumió la presidencia en 2006, antes se invistió en la Puerta del Sol de Tiahuanaco; primero era cacique, luego presidente de una república demoliberal. Así, la eternidad del cacicazgo se sumó a la cultura radical de izquierda, tan impregnada, del estalinismo, que desdeña las formas y las maneras del pluralismo y la democracia. A la larga la mezcla fue tan crítica como negativa.

Evo Morales hizo mucho por su pueblo, sin duda. Supo manejar su revolución hábilmente entre tormentas y exigencias; pero no entendió el cambio de época que vivimos y que protagonizó. Su cacicazgo de izquierda radical le jugó una mala pasada y cuando pretendió saltarse las formas, ofreció los mejores argumentos a sus enemigos de siempre, que toleraron su gobierno solo como un mal temporal. Cuando pudieron tirarlo, no dudaron.

 

(*) Fernando López D'Alesandro. Historiador e investigador uruguayo.

 

Publicado en revista Búsqueda, Nº2046 - 14 al 20 de Noviembre de 2019


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