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Ecuador: 883. Dossier

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AA.VV (*)

Cuando la calle y la protesta se tomaron de la mano

Hugo Palacios

Estos 11 días de paro nos removieron hasta el tuétano. Haber participado del mismo fue un aprendizaje para toda la vida, para todos; bueno, menos para los dulces marchantes de la Shyris.


La palabra pueblo recobró su verdadero sentido, tan denostado por la élite, hasta por la academia. "El pueblo" sonaba hueco, vacío de significado, sobre todo porque los ecuatorianos tuvimos un letargo de casi 15 años de no salir a protestar sostenidamente: desmovilizados; por lo tanto, sin entrenamiento en calle, solo llorando por Facebook o sumándonos a alguna movilización sin mayor trascendencia.

Los denominados millennials no entienden qué significa enfrentarse por horas y durante varios días a las denominadas fuerzas del orden, esos señores uniformados que se mostraron particularmente violentos. A la primera bomba, y a 600 metros de distancia, los chicos y chicas salían disparados como alma que lleva el diablo. Otros, se iban acostumbrando a la bronca y de pronto ya eran parte de la masa, y la rabia también les llegaba: ¡Fuera Lenín, fuera!; ¡que se largue el FMI!; ¡no al paquetazo!; ¡vamos Quito, Quito no se ahueva, carajo! ¿Así que esto significa luchar por el pueblo? ¿Así que esto es ser universitario consiente? ¿Así que los derechos y luchas por medidas sociales y económicas que van en detrimento del pueblo no se consigue con marchas de amor y paz y flores y sin malas palabras? ¿Así que lanzar piedras y armar barricadas es parte del menú?

El paquetazo de Boltaire Moreno y su combo nos estremeció como país. El FMI ordenó y ellos tan solícitos dijeron bueno. Y claro: "son medidas duras, dolorosas pero necesarias". Típicas frases cuando quieren desangrarte. Los estudiantes, sobre todo de la Universidad Central se autoconvocaron y ardió Troya. Por fin, a los años que cientos de mujeres y hombres con mochila al hombro hacían oír su voz; y luego los trabajadores, incluso algunos mejías. Pero faltaban los indígenas, a quienes esas medidas los iban a empobrecer mucho más. ¡Dijeron basta! Y llegaron por miles de todas partes: hombres, mujeres, niños: la comunidad en pleno arribó a la capital para gritarle en la cara al presidente que no quieren su decreto impuesto al apuro, y que lo derogue, o el pueblo sabrá responder en las calles.

Quienes respondieron, incluso antes de que empiece el paro fueron los vendedores informales. Ya tenían lista su mercadería para las marchas: banderas, cornetas plásticas, ponchos impermeables, gorras para el sol, sombrillas para el agua, caumal para la garganta, cigarrillos: cómprese un tabaco y no muera asfixiado, lleve su matabomba, mascarilla y te salvas.

El gobierno, quizás pensó que en dos días la bulla se acababa. Se confió de un pueblo que aparentemente estaba dormido, y que sería un berrinche pasajero que se solucionaba con 300 bombas, un carajazo de la María Paula y la mala cara del Oswaldo Jarrín. Pero no. El movimiento indígena se tomó las calles. Vinieron a darnos peleando y a darnos muriendo, dijo alguien. Y es que, sin ellos, hay que decirlo, no pasábamos de tres días y 500 bombas.

La represión fue brutal. Miles de bombas, cientos de heridos y violencia desatada. La gente comentaba, al igual que los dirigentes indígenas, que este es un gobierno de los ricos: grandes empresarios y la banca lo sostenían, porque al presidente ya no le creía nadie, demostró ser un inepto. Él, y su equipo de gobierno, tenían un único discurso: la culpa de todo es de Correa, frase que de tanto ser repetida solo podía ser susceptible de burla y de memes al infinito. A propósito, los memes aparecían minuto a minuto, deslegitimando con humor la estupidez y la represión del primer mandatario.

Y los grandes medios de comunicación, los inefables medios, que apuntalan y sostienen dos años y más al gobierno de Moreno, seguían haciendo su trabajo imparcial, objetivo e independiente: estamos con el gobierno, con la paz, la libertad y en contra de los violentos, sobre todo los correístas, que querían un golpe de estado. El discurso de "los correístas son" se convirtió en el pan nuestro de cada día. Y las grandes empresas de comunicación no decepcionaron... al poder. Se sumaron, como es obvio, medios digitales como La Posta y Los 4 pelagatos, que reproducían el discurso racista del gobierno. Para Teleamazonas, Ecuavisa y demás angelitos de la comunicación social no pasaba nada, solo se dedicaron a pasar su programación cotidiana, breves flashes informativos, verdades a medias del Comercio y el Universo, tuits envenenados y llenos de racismo del socialcristiano camuflado Carlos Vera y otros iluminados de la Academia, mientras Quito y otras ciudades de la serranía se alzaban de forma contundente.

Radio Pichincha -con ciertos afectos por la Revolución Ciudadana- hacía un buen trabajo de difusión y crítica. Se la jugó por contrarrestar el cerco mediático, pero fue sacada del aire. ¿Por qué? Obvio, acusada de ser un medio correísta que incitaba a la violencia. Nebot y la alcaldesa Viteri hicieron declaraciones racistas y cargadas de odio, como que los indígenas mejor se regresen al páramo, que no son dignos de Guayaquil, pero como son socialcristianos o socios del gobierno o jefes de gabinete, imposible tocarlos.

Surgieron múltiples medios alternativos para desbloquear el cerco mediático de las grandes empresas de la comunicación. Gracias a ellos la población tuvo información de primera mano, a la vez que desmentían noticias sesgadas y cuestionaban el trabajo periodístico de quienes, de manera descarada, se alinearon al gobierno de Moreno. Celular en mano compartían lo que los medios oficiales no querían ver. Como parte de la anécdota circuló un audio en donde uno de los supuestos patriarcas del socialismo ecuatoriano, Enrique Ayala Mora, se evidenciaba de cuerpo entero como un canallita de corbata roja. Decenas de periodistas fueron agredidos por la Policía, pero los medios de comunicación sólo se enfrascaron en la agresión, lamentable, por cierto, del periodista "de élite" Freddy Paredes. Como era de teleamazonas y famoso, el resto no importaba. Las ventajas de ser y estar en "el lindo canal".

Verdaderas batallas campales se daban en la capital. Hubo, por supuesto, saqueos, vandalismo y excesos, que, a decir de muchos, provenían de agentes infiltrados del gobierno: una táctica conocida desde siempre. En una insurrección como la que se dio en el país, sin duda se dieron actos cuestionables. Ciudadanos fueron atacados injustamente, otros no entendían semejante bronca, para muchos -de los que pensaban que los alimentos se producen en el subterráneo del Supermaxi- eso no era más que violencia injustificada: pedían paz, trabajo y prosperidad desde la comodidad de sus autos y sus barrios amurallados.

Pero no solo fueron las manifestaciones masivas y las bombas y el miedo. La solidaridad en todas sus formas abrió un camino de esperanza ante tanta represión, dolor y muerte. Por miles, las familias ecuatorianas se volcaron a abrir su corazón, porque sabían que los compañeros indígenas peleaban por una causa justa y se jugaban el pellejo por nosotros: tantos días, fuera de sus tierras, mal comidos, mal dormidos, mal aseados, y tragando gases mañana, tarde y noche. Mujeres indígenas estaban en las calles, siendo parte de las protestas; muchas de ellas liderando a sus comunidades. Y la solidaridad fue un tornado: cientos de voluntarios, vecinas con sus hijos brindando sus manos para cocinar, para cuidar de los niños, para hacerles la estadía un poquito más llevadera. Miles se conmovieron hasta las lágrimas cuando se percataban de todo lo que veían a su alrededor. Y en las calles, el desconocido que te sopla tabaco en la cara o te regala leche o vinagre o bicarbonato. Agua nunca faltó, voluntarios estaban prestos a socorrerte y la Universidad Salesiana, La U Católica, la Politécnica Nacional y la U Central abrieron sus puertas para dar cobijo, comida y abrigo a los luchadores, a las guerreras venidas del campo.

Los estudiantes de medicina nos dieron una lección de solidaridad y valentía, nos emocionaron con su arrojo y organización, cuando armaron cadenas humanas para proteger a los manifestantes, esposas e hijos que se encontraban dentro de las universidades Católica y Salesiana, centros de ayuda humanitaria, y que, sin embargo, fueron agredidos por la Policía.

La Ministra Romo declaró: no se volverá a repetir. Pero se repitió. Miles de manifestantes fueron emboscados cuando policías y militares les permitieron acercarse a las afueras de la Asamblea; ellos con bandera blanca simulaban paz; pero solo fue hasta que llegaron más municiones: se olvidaron de la tregua y toma tu sábado 12 de Octubre.

Moreno, con sus medidas, encendió la llama del descontento que creció y creció. Las redes sociales, sus mensajes, los videos en vivo, la presencia espontánea del pueblo en los barrios resistiendo y haciendo retroceder a militares y policías, requisándoles las bombas, adueñándose de vehículos militares e incendiándolos, como diciéndoles: esto lo pagamos nosotros y no deben ser usados para reprimirnos. La noche del domingo un cacerolazo impresionante abrigó con su sonido rebelde los barrios de la capital, respondiendo así al toque de queda impuesto al apuro por Moreno. Los analistas más reaccionarios pusieron el grito en el cielo: ¡cómo es justo que éstos bárbaros caoticen la ciudad, la gente de bien qué culpa tiene, pobre Centro Histórico, el patrimonio; uy, los grafitis, perdemos millones! Ningún país civilizado permite esto. La gente de bien se dolía por paredes y piedras y no por las vidas que se segaban. Ese centro Histórico se construyó con el sudor y la sangre de los indígenas, además que fue escenario de levantamientos y rebeliones. Este último acontecimiento social será, también, parte de la memoria histórica y social del país.

Miles de imágenes, hechos dolorosos, anécdotas y emociones varias que nunca desaparecerán de la retina y la memoria de los ecuatorianos, nos enseñó que la historia también la construyen los anónimos y no solo los héroes pintados por la historia oficial. Observábamos, con una mezcla de miedo y algarabía, una ciudad en guerra, calles devastadas cerca al tradicional parque del arbolito; un Presidente que huyó a Guayaquil para sentirse seguro alado de Nebot; carreteras y gobernaciones tomadas en otras ciudades; una Asamblea inepta, ausente, que no pudo y no quiso hacer nada. Estado de excepción, estado de sitio, más represión, más sangre, pero a la gente no le importó: siguió resistiendo y saliendo a las calles para exigir a Moreno que se largue, él y sus medidas económicas. Fuimos testigos, también, de la transformación brutal de María Paula Romo, otrora defensora de derechos humanos, académica, con un discurso progresista, convertida en un verdadero monstruo, al igual que su pana, el Juan Sebastián.

Claro, no podían faltar los oportunismos que querían pescar a río revuelto. El movimiento indígena se expresó claro: Ni Correa, ni Moreno, ni Nebot, ni Lasso. Hace dos años, un poco menos, los dirigentes de la CONAIE apoyaban a Moreno en la Consulta del 7 veces sí. Hoy entendieron -después de algunos muertos, heridos y brutal represión- que con el poder de turno no se negocia como amigos. Es obvio que muchos quisieron capitalizar esta rebelión para su beneficio, siempre lo hacen, pero el movimiento indígena y los miles de apoyos de la gente de Quito, de los universitarios, trabajadores y de los barrios populares, lograron neutralizar a cualquiera que estaba frotándose las manos. Tanto es así, que Nebot, Lasso, Correa, Páez, Montúfar y otros, por hoy, están fuera de juego.

Después de la tremenda paliza que le propinó el movimiento indígena en cadena nacional al señor presidente y su gente cercana -con esos medios que los tildaban de delincuentes- lo obligaron a sentarse a negociar. Sus dirigentes le dieron cátedra de política y de organización, le escupieron en la cara que tenía ministros vagos y que gobernaba con la derecha y el FMI. Moreno no tuvo más remedio que callar, agachar la cabeza, balbucear tres frases y derogar el decreto 883. ¿Qué vendrá después, qué decreto saldrá de las negociaciones? Es incierto. Pero alguien debía pagar por el ridículo que pasaron en vivo y en directo. La cacería de brujas iba a empezar, y claro, no podían ser otros que los aliados de Correa. La venganza sin sentido empezaba y no se sabe hasta cuándo. Y para que no digan que los manifestantes sólo caotizan y ensucian la ciudad, la mañana del lunes 14 de octubre, cientos de quiteños, niños incluidos, se dieron la mano en una gran minga que los hermanó, aún más. Los muertos, heridos y apresados, solo nos convocan a seguir resistiendo y soñando con un mundo mejor. La insurrección de estos días nos abre una puerta de esperanza.

 

 

Triunfo del Pueblo


 

Francisco Escandón Guevara

Once días de paralizaciones ininterrumpidas fue el telón de fondo de una aguda crisis política en el Ecuador. El torrentoso movimiento social sólo se amansó luego de triunfar, al derogarse el Decreto Ejecutivo 883 que elevaba el precio de los combustibles.

La masividad de las protestas se generalizó en el país hasta constituirse en un verdadero levantamiento popular, que en su esencia rechazó al neoliberalismo y la violencia estatal. Delante del triunfo del pueblo está el movimiento indígena liderado por la CONAIE, son coprotagonistas las organizaciones del FUT y del Frente Popular, así como la valerosa y combativa juventud.

Del lado de los derrotados está el gobierno de Moreno que, por más fantasmas creados en base de una supuesta insostenibilidad de la dolarización, no pudo ratificar el paquetazo. Ni siquiera el brutal estado de emergencia y el toque de queda, que dejan un saldo aproximado de 2500 víctimas, contuvo la ira popular.

También fueron vencidos el criminal Fondo Monetario Internacional, los políticos burgueses que agitaron discursos de odio racista y regionalista, los serviles oligopolios de la comunicación y las Cámaras de la Producción que no lograron imponer las políticas neoliberales.

Capítulo aparte merece el correísmo que languidece luego de fracasar en su intentona golpista, pues la generalidad de los manifestantes lo rechazó. El prófugo y sus seguidores deben enfrentarse a las etapas judiciales finales, en las que no sólo deben ser sentenciados por la corrupción de una década, sino también por su vinculación a las acciones delincuenciales que existieron durante las paralizaciones.

El Ecuador queda fraccionado entre unos pocos y las mayorías. Cada esfuerzo de la oligarquía por desnaturalizar el levantamiento popular, tuvo la respuesta inteligente del pueblo que combinó diferentes formas de lucha. Cada ensayo de la burguesía por posicionar su llamado a la paz, al respeto de la democracia formal, fue superado por los manifestantes que exigieron justicia social.

Nuevamente la historia la han escrito las masas, ellas testimoniaron que sólo su unidad y lucha es camino de victorias. La próxima batalla serán las elecciones del 2021, ya es tiempo de que el pueblo sea gobierno.

https://lalineadefuego.info/2019/10/18/triunfo-del-pueblo-por-francisco-escandon-guevara/

 

Se abre un nuevo ciclo de resistencia popular contra el neoliberalismo

Mario Unda

Hace pocas horas finalizó el diálogo entre el gobierno y el movimiento indígena con el anuncio de que se dejaba sin efecto el decreto 883, emitido el 2 de octubre, para ser reemplazado por un nuevo decreto, que debe ser redactado por representantes del movimiento indígena y del gobierno. En consecuencia, se levantó el paro. Se puede hacer por ahora un primer balance, provisorio, claro.

Vuelve la resistencia popular

La resistencia popular, que había sufrido años de represión y persecuciones bajo la era de Rafael Correa, volvió a instalarse. En los 11 días de paralización se movilizaron diversos sectores sociales: al principio, los transportistas, los indígenas y los obreros. Los transportistas anunciaron un paro que duró dos días y que terminó tras la negociación de un incremento de los pasajes. Pero eso no detuvo la oleada social: el movimiento indígena y el movimiento sindical, que ya venían preparando acciones en contra de las políticas del gobierno, ocuparon la escena, y atrajeron la solidaridad de estudiantes de varias universidades que organizaron brigadas de atención a la salud y el cuidado de albergues, especialmente para mujeres y niños indígenas; luego se activaron grupos feministas y finalmente, los últimos dos días, amplios sectores de las clases populares y medias de la población urbana. Como ya había ocurrido antes, el pueblo se construye en la confluencia de la lucha, un poco de manera organizada, otro poco de manera espontánea. Como toda confluencia de estas características, su futuro está por definirse, y será un elemento central de la realidad en el futuro inmediato.

Confluencias y fragmentaciones del movimiento popular

La confluencia de esta hora presenta ciertas diferencias respecto a las anteriores, que se habían articulado alrededor de un movimiento social: los estudiantes en la década de 1970; el movimiento sindical en los primeros años de la década siguiente; el movimiento indígena entre 1992 y 2002; o la explosión de la clase media urbana en 2005. Ahora, sin embargo, el eje fue una difícil e incompleta confluencia de indígenas y obreros.

Parte de los efectos del ataque del correísmo a los movimientos sociales fue el debilitamiento de las proximidades entre ellos, el afloramiento de suspicacias y el predominio de particularismos. En estos 11 días de lucha se pudo observar igual la tendencia a la aproximación cuanto los límites que ella enfrenta. Por eso el gobierno, aunque fue derrotado, alcanzó a mover fichas, aunque sea y por de pronto para ganar tiempo. Su táctica fue siempre dividir la movilización atendiendo demandas particulares: la subida de pasajes desmovilizó a los transportistas. Luego intentó separar a los indígenas de los obreros: en un momento dado, el gobierno y los medios de comunicación dejaron de referirse a las demandas del movimiento sindical y se concentraron en la oferta de compensaciones para el campo; al principio no obtuvieron resultado, pero finalmente lograron separar a los dos actores centrales del movimiento popular en los diálogos: el domingo se reunieron con los indígenas para tratar el decreto 883 y pospusieron para el martes un posible diálogo con el movimiento sindical, que se dará ya seguramente sin el calor de la movilización popular masiva. Al mismo tiempo, busca separar a los trabajadores públicos del resto del movimiento sindical, anunciando su disposición a revisar las medidas que les afectan particularmente: reducciones salariales y de vacaciones.

El gobierno ha mostrado así su disposición a negociar fragmentos del paquete con el fin de mantener la posibilidad de implementar los núcleos centrales del modelo neoliberal: las privatizaciones y la sobreexplotación del trabajo y de la naturaleza. El tiempo dirá si tiene o no éxito en su empeño. Y el tiempo dirá también si los movimientos populares logran, después de esta intensa jornada, reemprender acercamientos y lazos indispensables para enfrentar los desafíos que vendrán. La construcción de un claro horizonte político y de un programa de acción son indispensables para avanzar en este camino.

Un primer enfrentamiento con las tendencias represivas y antidemocráticas de la burguesía

El gobierno de Moreno, tras un andar vacilante en un inicio, fue convirtiéndose en expresión de la voluntad neoliberal de los grupos monopólicos y del FMI. Esto ocurrió en medio de una serie de episodios de tira y afloja, en que el gobierno cedía cada vez más a los deseos de las cámaras empresariales, pero sin aplicar por completo las medidas solicitadas, de manera que su accionar siempre fue considerado por ellas como insuficiente. La firma de la carta de intención con el FMI selló el desplazamiento del gobierno hacia el neoliberalismo, pero demoró en la aplicación de las medidas exigidas. La misma carta de intención con el FMI explicaba el motivo: el anexo 3 se refería a los riesgos de desatar protestas sociales con las medidas que se implementarían.

Esto permitió el despliegue de dos tendencias: la primera, la rápida solidificación del bloque en el poder, con un discurso único esgrimido por el gobierno y el FMI, los gremios empresariales y sus intelectuales orgánicos, el gobierno norteamericano y la gran prensa, todos apuntando a una rápida implementación de medidas "dolorosas pero necesarias"; eso se tradujo en una intensa campaña a través de los medios de comunicación en el último medio año.

Por otra parte, pareciera que el bloque en el poder llegó a la pronta conclusión de que su programa sólo podría imponerse de manera violenta. A medida que pasaba el tiempo, la virulencia, la inflexibilidad, las amenazas y atemorizamiento ganaron espacio en sus pronunciamientos. El clímax llegó en estos días de conflicto, y desnuda claramente la naturaleza represiva y antidemocrática de la burguesía y del neoliberalismo. No se trató solo de las acusar a los manifestantes de vándalos, delincuentes y terroristas, sino de amenazarlos con aplicarles el código penal inventado por Rafael Correa, que prevé penas de tres años de cárcel por participar en protestas, sino que el ministro de defensa, el exmilitar Oswaldo Jarrín, lanzó una abierta amenaza de reminiscencias fascistoides: habló de utilizar armas letales contra las personas movilizadas y recordó que los militares están preparados para la guerra. A tomo con esto, la Federación Nacional de Cámaras de Industrias del Ecuador circuló un manifiesto en que exige al gobierno "Una acción inmediata de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional para recuperar el orden y la paz social en estricta aplicación del estado de excepción", así como "La judicialización de los autores, cómplices y encubridores , así como de los autores materiales e intelectuales de los delitos que se han cometido, bajo el amparo del Código Orgánico Integral Penal" (https://www.elcomercio.com/actualidad/federacion-industrias-accion-protestas-ecuador.html).

Las acciones gubernativas iban en la misma dirección: a las pocas horas de iniciadas las protestas se decretó ya el estado de excepción por 60 días (reducido a 30 por una complaciente Corte Constitucional), y le siguieron la militarización y el toque de queda. Que no se trataba únicamente de bravatas lo demuestran las cifras ofrecidas por la defensoría del pueblo: entre el 3 y el 13 de octubre la represión gubernamental causó por lo menos 7 muertos, 1340 heridos y más de 1150 detenidos. Se trata de la mayor violencia ejercida contra la protesta social en los últimos 30 años.

Sin embargo, ni la represión ni la amenaza lograron detener la movilización. La última medida de toque de queda, establecida por las Fuerzas Armadas entre las 3 de la tarde del sábado y las 3 de la tarde del domingo, ni siquiera pudo aplicarse: el "cacerolazo", convertido en verdaderas fiestas populares en los barrios de Quito, impidió de hecho su aplicación. Queda, no obstante, una constatación: la implementación del modelo neoliberal recurrirá a la violencia más brutal para aplicarse y los grupos de poder han desnudado su naturaleza violenta y criminal. Además, esa mentalidad violenta ha comenzado a permear en ciertos grupos de sectores medios.

El populismo y la crisis de la democracia

Dos asuntos más para concluir estas primeras reflexiones. El primero: parece ser que el retorno al neoliberalismo no logrará fácilmente estabilizar su reinado, y la "crisis estructural" del Estado, de la que hablaba en su momento Agustín Cueva (1), vuelve a ponerse frente a nosotros como horizonte ineludible. Si la crisis de los 25 años de la etapa neoliberal anterior nos trajo el populismo correísta, la crisis del populismo nos lanza nuevamente al neoliberalismo; pero esta nueva oleada neoliberal nace ya en crisis: la violencia cada vez más desbocada de las clases dominantes y de su gobiernos son el signo primero; la resistencia social es la respuesta que desde ya se está gestando. El resultado no puede ser otro que democracias frágiles y restringidas.

El segundo: como nos lo mostró esta jornada de lucha intensa, también la construcción del pueblo será un campo de conflicto. Competirá allí la derecha, combinando su violencia reencontrada con intentos de movilizaciones de masas. Competirá allí también el populismo correísta, que demostró en estos días tener aún capacidad de incidencia en sectores urbanos populares, como lo había demostrado hace poco, en las elecciones locales de marzo de este año. Y competirá también el movimiento popular, es decir los movimientos sociales autónomos, probablemente alrededor de los obreros y de los indígenas, que serán puestos en el centro del conflicto por los intentos de implementar el modelo neoliberal. Qué tendencia logre predominar marcará el tono y el color de los tiempos que vendrán -que ya comenzaron a venir.

La derecha y el neoliberalismo han perdido una primera batalla, pero ¿podemos suponer que se van a detener allí? Es improbable. Recién finalizado el diálogo, se abre la disputa por el contenido del nuevo decreto que reemplazará al 883: eso ya nos dirá algo. ¿Se cumplirá el martes el ofrecido diálogo del gobierno con los trabajadores?, ¿qué destino tendrá? ¿Cuáles serán los siguientes movimientos del bloque neoliberal en el poder? ¿Sostendrán a Moreno o preferirán deshacerse de él? ¿Logrará el movimiento popular encontrar y construir los caminos para acercamientos y articulaciones o se extraviará en los límites estrechos de los intereses corporativos? Lo único cierto parece ser que ha comenzado un nuevo ciclo de resistencia popular contra el neoliberalismo. Ha comenzado con una gran fuerza, pero tendrá una labor mucho más esforzada por delante.

Nota

1) Agustín Cueva (1937-1992), sociólogo e historiador ecuatoriano, fue animador de los debates sobre la "teoría de la dependencia". Obtuvo el Premio Ensayo de Editorial Siglo XXI por su obra El desarrollo del capitalismo en América Latina, en la cual propone, desde una visión marxista, un análisis de la "transición latinoamericana al capitalismo" en el siglo XIX, por la vía "junker", exploró lla formación social "como coexistencia de varios modos de producción", Fue presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología y Jefe de la División de Estudios Superiores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. (Redacción de Correspondencia de Prensa)

Correspondencia de Prensa 14 de octubre de 2019

 

 

 

 

El combustible de la pobreza

 

Nicolás Oliva

Cerca de 300.000 ecuatorianos caerán en la pobreza con la subida del precio de los combustibles decretada por el presidente del país, Lenín Moreno. Así se desprende de una estimación estadística llevada a cabo por el Departamento de Análisis Económico del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). La estimación se basa en el impacto sobre los precios de bienes y servicios del aumento -vía eliminación de subsidios- de un 120% del combustible diésel y de un 30% en la gasolina.

En Ecuador, los combustibles, y muy especialmente el diésel, son parte importante en la matriz productiva, y un incremento de esa magnitud tiene repercusiones sobre el índice general de precios de la economía, tanto por el efecto en los costos como por la especulación. Los bienes transables -como víveres y bienes de primera necesidad- serían los más afectados, por lo que la inflación tendría efectos regresivos especialmente en la población más pobre. La estimación de CELAG Análisis Económico cuantifica el impacto de esta medida en la pobreza.

Impacto en la pobreza

La inflación reduce el ingreso real de los hogares y, por ende, incrementa la pobreza. El estudio de CELAG contempla varios escenarios de pobreza ante diferentes índices de inflación (entre 1% y 10%).

Para estimar el efecto de los precios en la pobreza se utilizó la Encuesta de Empleo y Desempleo de diciembre de 2018 publicada por el Instituto de Estadísticas y Censos de Ecuador. Esta encuesta es la herramienta con la que se elaboran las estadísticas oficiales de pobreza. La línea de pobreza utilizada para esta estimación es de 84.75 dólares per cápita al mes. La encuesta recoge el ingreso total de los hogares a nivel nacional. Con el ingreso del hogar y el índice de precios se calculó un ingreso en términos reales que permite medir el impacto de los precios en el nivel de ingreso real de los hogares y, por ende, en la pobreza.

La simulación sobre la pobreza no incorpora ningún comportamiento en la demanda u otra variable, lo cual la convierte en una estimación de equilibrio parcial. A pesar de ello parece fiable, en la medida en que Ecuador es una economía en recesión y los salarios no crecerán para compensar el efecto inflacionario. Además, lo que la estimación de CELAG Análisis Económico lleva a cabo es una simulación conocida como "del día después", es decir, cuantifica el efecto de corto plazo sin tomar en cuenta los efectos secundarios sobre la demanda agregada, el consumo y en el nivel de crecimiento de la economía que tiene la inflación. Dadas las condiciones recesivas de la economía, la estimación es un piso de lo que realmente puede ocurrir en el mediano plazo.

La pobreza en diciembre alcanzó el 23%. Si la inflación subiese tan sólo un 1%, la pobreza se incrementaría en un 0,3%, lo que representa 53.795 nuevos pobres. En el caso extremo de que la inflación alcance el 10%, 576 mil personas entrarían a la pobreza.

Según las proyecciones, y tomando en cuenta otros análisis, la inflación podría rondar entre el 5% y el 6%, producto de la subida de los combustibles. Bajo ese escenario, la pobreza sería entre un 1,7% y un 2% mayor, lo que significa entre 296 mil y 340 mil personas que entrarían a engrosar la pobreza. El gráfico muestra el impacto en la pobreza que tendrían diversos escenarios de inflación.

 

Esta política generará, en promedio, unos 300.000 nuevos pobres, lo que supone un 2% de la población ecuatoriana. Se han ofrecido bonos sociales para aminorar el efecto perjudicial. No obstante, hay que considerar que cuanto más se deterioran las condiciones macroeconómicas y la economía ingresa en recesión, más aumenta la densidad de personas que se acercan a la línea de pobreza. Eso quiere decir que cada vez hay más gente en riesgo de pobreza y, por lo tanto, ante un shock de precios o de empleo, caerán en pobreza.

Impactos redistributivos

La pobreza no es la única variable afectada por la política de combustibles. Un shock de precios repercute también sobre la equidad de la economía. Hace pocos días circuló un comunicado de la Universidad de las Américas de Quito (UDLA)[1] que, respaldándose en un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)[2], afirma que el "(...) subsidio al diésel beneficia principalmente a la población con más altos ingresos." La UDLA también asegura que el subsidio es regresivo "porque transfiere en mayor proporción recursos fiscales a la población de estratos con mayores ingresos".

Los profesores de la UDLA hacen una interpretación equivocada de la medición de la regresividad, pues interpretan la regresividad de manera absoluta sobre en qué estratos de la población se concentra el subsidio en términos nominales.

Para saber si existe regresividad se debe cuantificar el monto del subsidio respecto al ingreso de cada hogar, es decir, es una cuantificación relativa a la situación del nivel adquisitivo de cada hogar. Si los deciles de menores ingresos se benefician del subsidio en mayor proporción respecto a su ingreso que aquellos hogares de altos ingresos, entonces el subsidio será progresivo a pesar que los ricos disfruten del subsidio en mayores proporciones absolutas (como de hecho lo hacen).

En este sentido el mismo estudio del BID confirma que en caso de liberar los precios el subsidio al diésel, esta medida sería regresiva. Textualmente señala: si se liberaran los precios "los impactos distributivos totales son progresivos para la reforma de los subsidios a la gasolina, esencialmente neutros para la reforma de los subsidios a la electricidad, ligeramente regresivos para el diésel y altamente regresivos para el GLP"(p. 17)".

Por tanto, quitar el subsidio al diésel es regresivo, no progresivo como el comunicado de la Universidad UDLA sugiere.

En cualquier caso, el impacto de regresividad es importante para el diseño de las políticas públicas, mas no es el único criterio que debe valorarse. Era evidente que la medida iba a producir convulsión. No es un efecto menor llevar a 300.000 personas a la pobreza.

Referencias

¿Cuánto nos costaron y a quién benefician los subsidios a los combustibles? Boletín de prensa OEM #3 Quito, 8 de octubre de 2019.

BID, 2019. "¿Pueden las transferencias del gobierno hacer que la reforma de las subsidies energéticos sea socialmente aceptable?: un estudio de caso sobre Ecuador". DOCUMENTO DE TRABAJO DEL BID N ° IDB-WP-1026

https://www.celag.org/ecuador-el-combustible-de-la-pobreza/?utm_source=w...

 

Propuestas hacia un horizonte más democrático

Alberto Acosta y John Cajas-Guijarro

La noche neoliberal que vive el Ecuador cada vez se tiñe de más incertidumbre, volatilidad, violencia y represión. Pero aun así, nuestra sociedad no debe perder el rumbo en la construcción permanente de la democracia tanto política como económica y social en general.

Para construir ese rumbo cada vez más democrático se necesitan alternativas opuestas tanto a las recetas fracasadas del Fondo Monetario Internacional (FMI) como a simples visiones "desarrollistas". En ese sentido, hacemos algunas propuestas que merecen discutirse ampliamente, buscando tanto salidas coyunturales como transformaciones estructurales del país.

Medidas tributarias y fiscales

  • Incrementar drásticamente el impuesto a la renta a las empresas pertenecientes a grandes grupos económicos, así como implementar un impuesto a los oligopolios (sobre todo en sectores estratégicos) y a las ganancias extraordinarias.
  • Eliminar el impuesto a la renta para micro y pequeñas empresas.
  • Incrementar progresivamente el impuesto a la renta de aquellas personas que ganan más que el presidente de la república.
  • Incrementar el impuesto a la salida de divisas sobre importaciones de grandes empresas y sobre flujos de capitales millonarios; en cambio, reducir dicho impuesto sobre importaciones de empresas pequeñas y medianas.
  • Reducir el presupuesto militar y policial, sobre todo por medio de una moratoria en la compra de armamento e instrumental de espionaje y similares.
  • A todo funcionario público con un salario que supere los 3 mil dólares mensuales, pagar ese diferencial salarial con dinero electrónico.
  • Reducir el IVA de 12 a 10% con el fin de fomentar la demanda interna, e incrementar el Impuesto a los Consumos Especiales.


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