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Italia: La hora de la convergencia, el momento de la ofensiva

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Por Biagio Quattrocchi y Francesco Raparelli (*)

El gobierno Conte bis viene en primer lugar de Bruselas, no hay dudas, y expresa una contradicción nada apacible entre las élites económicas italianas. De Bruselas y Berlín dependerá su éxito: revisión del Pacto de Estabilidad; socializaci&o

Pero el reformismo anunciado por Úrsula von der Leyden y Sergio Mattarella será la enésima traición a expensas de los pobres viejos y nuevos, en ausencia de robustas movilizaciones y huelgas europeas.

1. En un texto de transición, pero todavía movido por el deseo de reconstruir  "la historia interna de la clase obrera", Mario Tronti propone una lectura original de las luchas norteamericanas de los años 30 y 40 del siglo pasado. Por un lado, y ya a partir de 1916, registra el uso obrero de la catástrofe bélica: abundantes huelgas que reclaman aumentos salariales, y los obtienen, constelan los EE.UU. durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Pero el fin de la Gran Guerra, después de un ciclo vencedor de luchas, trae consigo derrotas trágicas y, después de 1919, la violencia patronal contra los "rojos" y sindicalistas revolucionarios. Los años 20 -la "edad del jazz" narrada magistralmente por Francis Scott Fitzgerald- fueron signados por una fuerte recuperación de  las ganancias, que "derraman" en la sociedad pacificándola ulteriormente y alimentando la especulación más salvaje

De improviso, 1929, el crash financiero y con él la Gran Depresión. Es en la tentativa de comprender esta última que Tronti sugiere una posición de algún modo contradictoria con lo que ha teorizado previamente: "Es obvio decir que los obreros no quisieron la crisis. Mucho menos obvio, e incluso un poco escandaloso, es sostener que la crisis no fue el producto de las luchas obreras, si no de la pasividad obrera". Indudable un cierto aliento dialéctico. Pocas líneas antes de hecho leemos: "Las luchas obreras son un insustituible instrumento de autoconciencia del capital".

Aun así el movimiento aparece fecundo, y útil para aferrar algunos trazos distintivos de la crisis que explotó en 2008, desde entonces nunca dormida. Sería erróneo afirmar que el movimiento alterglobal y las tantas luchas juveniles del primer decenio del nuevo milenio  no hayan condicionado en modo alguno la iniciativa capitalista. No podemos afirmar ciertamente, sin embargo, que hayan sido las huelgas del trabajo precario las que hayan hecho explotar la burbuja de los mutuos subprime. Precarios y precarias han preferido la fuga  -pensemos en el éxodo de la fuerza de trabajo cualificada del Sur al Norte de Europa-. Sin exagerar con la comparación histórica, podemos afirmar que la crisis (ahora más que nunca) permanente que se ha desenvuelto desde el 2008 ha sido reclamada por un exceso de comando capitalista sobre la sociedad. O también, sin que sean afirmaciones contrastantes: la crisis es una ofensiva capitalista contra el precio de la fuerza de trabajo, en la conciencia de que esta ha conquistado una autonomía irreducible, gobernable sólo por medio del chantaje y el terror.

Retomemos el reconocimiento del siglo veinte norteamericano. Con el 1933 los EE.UU. cambian, toma pié el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, Das Kapital se hace socialista. ¿Es realmente así? No del todo. Es sobre todo el nacimiento del CIO, sindicato combativo que relanza (en parte) la "tradición maldita" del IWW, lo que cambia las cartas en juego en  1935. Mismo año de la famosa Wagner Act, la ley que transforma de modo radical la política del trabajo: gran gobierno y gran sindicato se conectan. Y será después la avalancha de huelgas de 1937 la que abrirá una estación de reformas a favor de la clase obrera, desde la contratación colectiva al WelfareState, que de allí en breve alcanzarán también a la Europa devastada por la guerra.

Volvamos a nuestros días. La agenda de la nueva Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyden, introduce temas que desde al menos un ventenio, si no más, son programa de los movimientos sociales: salario mínimo y subsidio de desocupación continental, obviamente en un cuadro de socialización de las deudas soberanas, de uniformación de los regímenes fiscales. Sabemos, y lo escribimos ya en el calor de agosto, que el gobierno amarillo-rosado (Movimiento 5 Estrellas-Partido Democrático) recién nacido es un efecto de este "nuevo curso". Sin revisión del Pacto de Estabilidad europeo, para el Sur de Europa y no solo el destino tiene el nombre de Mateo Salvini. Hace pocos días, en Cernobbio, el Presidente de la República Sergio Mattarella, que nunca ha sido comunista, ha dicho que urge tasar cuanto antes a las multinacionales. Europa en la encrucijada, sacudida entre los aranceles de Trump y los populismos autoritarios alimentados por Putin, promueve al menos de palabra un suave reformismo. No se trata de buenas acciones, entendámonos: la locomotora alemana se ha parado, el desequilibrio de la balanza comercial -que ha visto en las exportaciones alemanas el único protagonista en Europa y el mundo- no es más sostenible.

Vamos al grano: ¿consideramos plausible una verdadera estación de reformismo del capital europeo? Sí y no. Sí, porque en ausencia de ello Europa no puede más que fragmentarse bajo el empuje de la barbarie, incluso bélica. No, porque sin una masiva dosis de huelgas del trabajo precario, mal pagado, migrante, informal, etc., nada nos asegura que a las palabras rimbombantes no les sigan truquitos todavía ordoliberales. Es más: si Europa no cambia, y puede cambiar sólo con la presión de las luchas, Salvini y sus colegas continentales conquistarán la mayoría absoluta. Europa en la encrucijada impone a quien no está rendido a la impotencia o al rencor un salto de calidad: ahora más que nunca sirven los movimientos sociales radicales, europeos, ofensivos. Un sindicato continental, capaz de parar el mismo día en diez ciudades de la Unión, podría inaugurar un nuevo ciclo de luchas triunfantes, mientras las tecnocracias prometen políticas expansivas e inversiones, continuando con los recortes de las tasas de interés.

 

2. Recién escribimos: el gobierno amarillo-rosado es el resultado de nuevas instancias reformadoras nacidas del "laboratorio" ordoliberal del continente. Lo que hay que enfocar  es cómo ha sido preparado este rocambolesco pasaje institucional italiano: además que desde Berlín y Bruselas, también por un nuevo consenso interno a las élites y las clases dirigentes italianas. Conte bis es el efecto, entonces, de una rendición de cuentas para nada leve entre "fracciones" de la burguesía, en permanente y convulso conflicto entre ellas.

El frenazo del proyecto soberanista de Salvini, de hecho, indica la derrota política -de todas maneras provisoria- de algunos segmentos del patronato italiano: aquel "capitalismo molecular" del Norte, poco inclinado a la innovación tecnológica y empobrecido por la crisis, que haciendo leva sobre la ahora más que nunca estructural tendencia a la "orientalización" de las cadenas de valor, ha vuelto momentáneamente creíble el manchado y reaccionario sueño de un posicionamiento geopolítico de Italia hacia la Rusia de Vladimir Putin. Además, ensanchando la mirada, no se puede no constatar que la crisis de gobierno ha sido favorecida de otra derrota, sobre el plano social, que atropelló las fuerzas del gobierno amarillo-verde de 5S-Liga: la imposibilidad de realizar aquel diseño inicial neo-corporativo constituido por un nuevo "ensamblaje de sectores", que habría debido subordinar los intereses de los pobres del Meridión (ver el Ingreso de Ciudadanía), a las ambiciones de los pequeños y medianos propietarios del Norte a la búsqueda de nuevos beneficios (ver la Flat Tax).

Cuando -retomando a Tronti y otros: pensamos en el seminario del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales de Padua, de diciembre de 1967, después recogido en el volumen titulado Obreros y Estado- , afirmamos que el New Dealrooseveltiano ha sido realizado y profundizado por las las luchas obreras, sostenemos también, inevitablemente, que aquellas mismas luchas cualificaron desde abajo la organización del trabajo fordista. Así como fueron siempre las luchas, en la fase alta del conflicto italiano de los 60 y los 70, las que prepararon el panorama económico y productivo posfordista, con la consiguiente formación de nuevos estratos de la burguesía italiana -que hasta hoy heredamos-. El capitalismo familiar italiano reaccionó a las extraordinarias y potentes luchas sobre el salario y de rechazo al trabajo en dos modos diversos: descentrando y "distritalizando" la producción, con el objetivo de frenar o limitar el conflicto, mientras que las empresas más grandes recuperaban los márgenes de ganancia erosionados por las luchas mediante la financierización. Una tendencia para nada aislada, sino más bien inscrita en el contexto de la globalización y de la acumulación capitalista dominada por la finanza.

Sería superfluo recordar que esta doble tendencia inscrita en el desarrollo italiano se ha consolidado luego gracias a los cambios institucionales europeos, hasta la introducción del euro. Un contexto en el cual -paralelamente-, se constituía el neomercantilismo de Alemania que, además de proveer una balanza comercial siempre positiva, ha consistido en la definición de "un área manufacturera ensanchada", con empresas de varios países en red entre ellas y subalternas a la "locomotora alemana": Austria, Rumania, República Checa, Hungría, Eslovaquia, Lituania, comprendida la Italia del Norte. Mientras las empresas del "centro" siguieron  un sendero signado por la especialización productiva y la innovación tecnológica, las de la "periferia", comprendidas las italianas, vieron reducida su capacidad productiva.

La crisis europea que explota a partir del 2008 -que, como todas las crisis, es siempre momento de "destrucción creativa", para decirlo con las palabras del economista austríaco Joseph Schumpeter-favoreció un ulterior y doble proceso: de un lado, las cadenas de valor a dominancia alemana acentuaron mayormente la exposición hacia el Este, siguiendo la demanda china; del otro, las empresas más estructuradas han seguido la vía abierta por la innovación de Industria 4.0 y el PlatformCapitalism. Ambos procesos no han afectado igualmente a todas las empresas: mientras las del "centro" se han reestructurado, también gracias a la reanudación de los aumentos salariales en Alemania, las de la "periferia" se fueron al piso.

La reciente ralentización de la economía china, la guerra norteamericana de los aranceles (que contribuye a aquella ralentización), el frenazo de la economía alemana, junto al HardBrexit, han terminado por favorecer el nuevo consenso -suscitado- interno a las élites italianas. Para entendernos: los capitalistas del Fórum Ambrosetti y de Cernobbio cambiaron de idea respecto al "Capitán"; aquello, contra amplios estratos de la lumpen burguesía que a su vez han sostenido y seguirán sosteniendo al DJ del Papeete.

3. Antes de pasar el testigo del BCE a Christine Lagarde, Mario Draghi ha relanzado el QuantitativeEasing. A solo diez meses del fin del primero. El BCE adquirirá títulos de Estado sobre el mercado secundario por 20 millardos al mes. Aquello, hasta cuando sea "necesario". Terminará luego sólo cuando el BCE alzará las tasas, es decir una vez que la inflación sea "robusta y suficientemente cercana al 2 %". Una sacudida: el euro será débil frente al dólar fuerte, las exportaciones europeas serán muy favorecidas. Los bancos, luego, tendrán liquidez suficiente para dar crédito a las empresas, que pagarán tasas de interés bajísimas. Así también debería ser para los mutuos y préstamos hipotecarios a las familias. Desciende el spread, con lo que se sigue de ello para países como Italia muy endeudados. En este punto, aclara Draghi, la pelota pasa a manos de las políticas fiscales europeas y de los Estados.

El riesgo es demasiado notorio: el acceso al dinero es fácil, pero el dinero continúa sin circular; mejor, a circular siempre por las mismas manos, financiarizándose. Con empresas que deberían invertir en innovación e investigación y que, sobre todo en Italia,  continuarán sin hacerlo. Todavía: ¿pero cuáles serán las familias que se endeudarán para la vivienda, cuando la precariedad del trabajo y la desocupación han fragmentado biografías y afectos? Desde el 2008 que los estímulos financieros no se traducen en políticas efectivamente expansivas, capaces de favorecer el crecimiento de los salarios directos e indirectos (welfare: previsión, salud, educación). ¿Sabrá, el nuevo QE apenas bautizado por Draghi, ir en dirección diversa al precedente? En pequeña parte si, en gran parte no. Porque la moneda por sí sola, si no hay políticas públicas valientes, no "gotea" hacia abajo. ¿Pero no es quizás este el mejor momento para relanzar la palabra de orden: "QuantitativeEasingforthePeople"? Sin dudas: si.

Justo hoy, como frecuentemente ha sucedido en la historia de la lucha de clases, debemos tomar en serio y practicar frombelow los tímidos enunciados reformistas del capitalismo europeo. Comprendido aquel, ya globalizado, de la economía circular y el Green New Deal. Justo hoy, con la fuerza de la experiencia feminista de Ni Una Menos, y las potentes huelgas transnacionales del 8 de marzo, con el ejemplo de los chalecos amarillos franceses, quisiéramos bloques continentales de la producción, de la circulación, del consumo. Pretendiendo un verdadero -y no un miserable- salario mínimo europeo, un ingreso de base garantizado por una fiscalidad única comunitaria, un modelo de desarrollo sostenible. Justo hoy, en combinación con los salvatajes de mar y la reapertura de corredores humanitarios también aéreos, servirían huelgas de la fuerza de trabajo migrante por el salario y por el welfare, antídotos al racismo extendido.

La pregunta a hacerse es obviamente la siguiente: ¿el sindicalismo social, puede conquistar una extensión cuando menos europea? ¿Los movimientos existentes -el feminista, el ecologista, los migrantes en fuga- pueden ser atraídos por una amplia convergencia social, y por conflictos que superen los confines y compartimentos identitarios? Entre aquello que serviría para la transformación radical y la realidad, difícilmente hay coincidencia. Sobre todo en el pleno de un ciclo reaccionario que a nivel global, desde los Estados Unidos a Rusia, de Brasil a la India, no se ha adormecido. Y después de años en que los "pozos" han sido envenenados, con la mutación antropológica que hace de fondo y de base social a la reacción neoliberal y al mismo tiempo soberanista.  Y aun así, no podemos y no debemos ocultarnos  la faz epocal del desafío hasta aquí delineado. Sin organización y sin luchas, ningún reformismo es realmente posible. Y si el reformismo hasta aquí enunciado fallase lastimosamente, la guerra volverá a Europa. Sin embargo, las reformas en cuestión, si bien solo verbales, pueden devenir terreno ofensivo para los movimientos.

Quizás, como en 1929, ha sido la pasividad relativa de la "clase obrera", del trabajo vivo, la que ha favorecido la crisis europea y, sobre todo, el "estancamiento secular" que de ella se sigue. Y es justo ahora, entonces, que en las luchas y los movimientos se precisa preparar la transformación.

 

(*) Biagio Quattrocchi. Doctor en economía por la Universidad de Salerno y activista social.

(*) Francesco Raparelli. Doctor en Filosofía, es activista social en Roma

Fuente: https://www.dinamopress.it/news/lora-della-convergenza-momento-attaccare/

Traducción: Diego Ortolani Delfino


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