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El caso contra Obama

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Por Eli Zaretsky (*)

Durante el último debate del Partido Demócrata, CoryBooker, desafiando a JoeBiden, criticó las políticas de deportación de Barack Obama. Previsiblemente, aparecieron de inmediato artículos que defendían a Obama.

Josh Marshall, director de TalkingPoints Memo, se mostró especialmente elocuente. Encuadró su defensa a modo de respuesta a un amigo que repetidamente me recalca el argumento de que la presidencia de Obama fue un desastre y que 'los demócratas no pueden ganar hasta que no reconozcan ese hecho'. No conozco a Marshall, pero comparto el punto de vista de su misterioso amigo.

Los defensores de Obama le juzgan a menudo de acuerdo con criterios imaginarios, flotantes, como lo bueno que era 'consiguiendo que se hicieran cosas'. De acuerdo con esos criterios, afirman, lo hizo 'bastante bien'. Pero habría que juzgar a los presidentes según lo bien que responden a situaciones históricas, no con criterios transhistóricos como cuántas leyes lograron aprobar. Juzgamos a Lincoln por el modo en que se enfrentó a la Guerra Civil y a Roosevelt por cómo se enfrentó a la Depresión. Obama llegó a la presidencia en un momento potencialmente crucial, cuando el orden neoliberal se encontraba completamente desacreditado debido al desastre de Irak y la crisis financiera. En ese contexto, Obama fue objeto de anhelos carismáticos de rara intensidad. Habiendo entendido esto, se presentó  con la promesa de seguir un rumbo completamente nuevo, afirmando que no sólo necesitábamos nuevas medidas políticas sino una mentalidad nueva. Una vez elegido, sin embargo, gobernó sobre la base del 'pragmatismo', de dar 'pequeños pasos' y de un enfoque 'bipartidista'. Al final, no fue Obama sino Trump quien atendió la llamada de un rumbo completamente nuevo, pero siguiendo una vía desastrosa. 

Durante los ocho años de Obama en el cargo, el Partido Demócrata perdió 11 escaños en el Senado, 62 escaños en la Cámara de Representantes, 12 puestos de gobernador  y 958 escaños en las asambleas legislativas de los estados. Todavía más dañino es el historial de juntas escolares, ayuntamientos y comisiones. Aunque Obama se concentró en construir relaciones con los republicanos, hasta el punto incluso de proponer reducciones de subsidios, las energías progresistas se destinaron a proteger su imagen pública. En 2016, la Casa Blanca the Obama White House 'se abstuvo visiblemente', tal como dijo The New York Times, 'de afirmar que el presidente haría campaña por Sanders si llegaba a convertirse en el candidato designado por los demócratas'. En la actual temporada de primarias, Obama hace las veces de de aliado de facto de Biden, aunque Biden no tenga ninguna oportunidad de derrotar a Trump. En ambos casos, preservar el 'legado'de Obama lo anula todo.

Obama consiguió varios logros en política exterior, como el acuerdo nuclear con Irán y la apertura a Cuba, pero no se resaltan frente al trasfondo de su continuado apoyo al mito de que Norteamérica es víctima de agresiones externas. En Afganistán, Obama amplió de modo espectacular una guerra desastrosa, enviando decenas de miles de tropas adicionales, y no simplemente de los cinco a diez mil soldados que había prometido en su campaña. Por contraposición, salió corriendo de Irak, lo que contribuyó al ascenso del Daesh. En otras zonas críticas, Obama fracasó a la hora de frenar a subordinados canallescos, permitiéndole a John Kerry apoyar el golpe de Al Sisi en Egipt y a Victoria Nuland que se entrometiera en Ucrania en 2014. Contrariamente a sus promesas, sus políticas cautelosas y retardatarias no estaban ligadas a ningún cambio de conjunto en el papel global de Norteamérica, que sigue siendo agresiva, unilateral y militarista.  

A menudo se dice que el equipo inspirado por Obama de Timothy Geithner, Ben Bernanke y Lawrence Summers nos salvó de una desastrosa crisis financiera y que en ese sentido superó al New Deal de Roosevelt. Esto es algo completamente falso. Roosevelt aprovechó la ocasión de la Depresión para transformar el país, convirtiendo a los despreciados trabajadores inmigrantes en una próspera clase media sindicada y modernizando la región más pobre del país, el Sur. Por contraposición,    las medidas políticas de Obama incrementaron enormemente la riqueza de la clase rentista (el 1 %), mientras decrecía la de todos los demás. Hasta la  AffordableCareAct [el llamado Obamacare], pese a sus avances, fue demasiado gradual y se apoyó demasiado en el mercado como para empujar al país a la transformación que exigen los tiempos.  

Obama se quejó de la negativa de Mitch McConnell a convocar sesiones sobre la designación de Merrick Garland para substituir al juez Scalia en el Tribunal Supremo, pero eso supuso demasiado poco. Muchos otros presidentes habrían precipitado una crisis constitucional crisis por ese golpe patentemente ilegal. El fracaso de Obama a la hora de hacer más con el fin de poner en tela de juicio a los republicanos del Senado deja una herida sangrante en la historia constitucional.

Obama posee muchos rasgos personales atractivos y no se puede negar la significación simbólica de haber sido elegido como primer presidente negro de los Estados Unidos. Pero nada de eso disculpa la oportunidad perdida que representa su presidencia y la abertura que le dejó a Trump. Tengo que estar de acuerdo con el amigo de Marshall: para seguir adelante, tenemos que considerar el historial de Obama como lo que fue.

 

(*) Eli Zaretsky es profesor de Historia en la New School for Social Research de Nueva York. Entre sus libros se cuentan "Political Freud" y "WhyAmericaNeeds a Left".

Fuente: The London Review of Books, 13 de agosto de 2019

Traducción: Lucas Antón


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