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Requiem por la izquierda israelĂ­

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Por Meir Margalit (*)

A pesar de que todavía es prematuro estimar el resultado de las elecciones, dado que todo indica que ninguno de los dos bloques rivales están en situación de formar una coalición gubernamental y el 'mercado persa' de compra y venta de parlamentarios está en plena ebullición, a esta altura de los acontecimientos estamos ya en condiciones de extraer algunas conclusiones

A tres días de los comicios, (la segunda convocatoria en lo que va de año), parecería que el reinado de Netanyahu esta llegando a su fin. A estas alturas, su futuro depende del partido de los emigrantes rusos, liderado por Lieberman, una persona sin escrúpulos y replica en miniatura de Putin, quien a falta de otros reparos, dará su apoyo al mejor postor. Pero debemos dejar en claro que aunque Netanyahu se vaya a casa, en lugar del Likud derechista tendremos una formación política casi gemela, con diferencias solo cosméticas.  Las elecciones han demostrado que Israel está dividido en dos bloques: una derecha dura y una derecha que, mientras tanto, ha logrado crear una imagen mas moderada. Pero el Partido Azul y Blanco, bajo la dirección de tres ex-generales, será tan intransigente como el Likud de Netanyahu. La derecha israelí se ha radicalizado debido a la participación en las elecciones del partido ultra derechista y racista que ostenta el tétrico nombre de "Poder Judío". Si bien no ha logrado cruzar el umbral electoral mínimo, y ha quedado fuera del parlamento, su mera presencia a contaminado todo el discurso derechista y arrastrado a toda la derecha hacia posturas mucho mas extremistas que las que sostenían previamente. Gracias a esta extrema derecha, el Likud y la extrema derecha religiosa, parecen "moderados" en comparación.

Estas elecciones no solo han supuesto un giro "a la derecha de la derecha", sino que han puesto de manifiesto algo que  ya presentíamos desde hace tiempo: la izquierda israelí ha concluido su camino histórico. Meretz (Unión Democrática), el único partido que se auto denomina izquierdista, ha logrado 5 escaños, y eso después de fusionarse con el partido del ex-primer ministro Ehud Barak, mientras que el Laborismo, que todavía posee un aura de izquierda a pesar de haber renegado hace mucho de sus raíces socialistas, ha logrado obtener 6 escaños, después de haberse unido a un segundo partido de corte social-demócrata. En síntesis, ambos partidos han logrado sumar tan solo 11 escaños, que representan un 9% del parlamento. Si ha ello agregamos los 4 escaños que ha obtenido el Partido Comunista israelí, que se ha presentado dentro de la Lista Unida árabe, Lista que incluye también a fuerzas islamistas y nacionalistas que no tienen nada de izquierdas, llegamos a la conclusión que todo el bloque que podríamos denominar "izquierda", se reduce a 15 escaños de un total de 120, un 13% del parlamento. El bloque de izquierda, que ha fundado el Estado de Israel con Ben Gurion a la cabeza, ha llegado a su punto más bajo, transformándose en una fuerza irrelevante en la política israelí. La era de los grandes discursos utópicos ha llegado a su fin.

Una agonía paulatina

Este topetazo no ha llegado de improvisto. Se trata de una agonía paulatina que venimos viviendo desde hace mucho años,  crónica de un fracaso anunciado.

Algunos motivos son producto de factores exógenos, que no dependen propiamente de la actitud de la izquierda israelí, como por ejemplo, el estado endémico de inseguridad, que fomenta sensaciones de temor fácilmente manipulables por las derechas para ampliar su base social. Cuando Hamas amenaza desde Gaza, Hizbollah desde Líbano, los iraníes desde Siria, este clima bélico favorece a los "halcones" , y deja poco espacio para posturas moderadas. Por ello, el único rival que ha tenido el Likud de Netanyahu en estas elecciones, el partido "Azul y Blanco", ha sido constituido por tres ex-generales  de renombre y toda la campaña electoral ha girado en derredor de quien está mas capacitado para enfrentar las amenazas que acosan a Israel.  

Pero estos factores exógenos han puesto en evidencia el fiasco de la izquierda israelí. En lugar de presentar un argumento alternativo al discurso militarista de las derechas, ha intentado demostrar que también ella entiende de seguridad, con la presunción de que así atraería más votantes. Cuando el Laborismo utiliza como triquiñuela electoral el hecho de que su líder Amir Peretz fue quien desarrolló el sistema anti-balístico; o cuando el partido izquierdista Meretz conforma un bloque  con quien fuera general, ministro de defensa y primer ministro, EhudBarak, y sitúa en segundo lugar de su lista a otro ex-general, el mensaje que transmiten es que ellos también son competentes en materia de seguridad.    

Con este tipo de argumentos la izquierda ha cavado su propia fosa. Al pretender jugar en el campo de la derecha y de acuerdo con sus reglas, ha cortado con sus propias manos la rama que la sostenía. La izquierda no puede competir con el discurso militarista derechista, porque este será siempre mucho más convincente, impregnado de una saña y odio visceral que la izquierda no logra imitar. Por ello, si el electorado tienen que elegir entre dos posturas militarista, la derechista o la izquierdista, preferirá siempre el original y no la copia.

Debemos reconocer que la izquierda se tiene bien ganado este colapso.  No ha sabido estar a la altura de las circunstancias y presentar un discurso alternativo, pacifista, humanista, que expresase abiertamente que la única forma de evitar las próximas guerras es dialogar con nuestros enemigos y acabar con la ocupación de los Territorios Palestinos. La izquierda israelí ha perdido el rumbo y ha tomado un camino que conduce al precipicio. Y en el horizonte no vemos a ningún dirigente capaz de poner freno a este declive.

 

(*) Meir Margalit. Historiador y urbanista residente en Jerusalén, es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.

Fuente: www.sinpermiso.info, 19 de septiembre 2019


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