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Los resultados importan

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Por Esteban Valenti (*)

Están culminando tres periodos de gobierno del Frente Amplio, estamos en vísperas de elecciones nacionales y circulan importantes cantidad de mensajes de balance sobre la situación del país, divulgados por tirios y troyanos y todas las más diversas agrupaciones. Algunos datos son precisos, otros incorporan una gran creatividad y otros son directamente un dislate. Sucede con frecuencia en las campañas.

Más allá del proselitismo y de la búsqueda despiadada de votos, sobre todo y, de acuerdo a los expertos, que son muchos y muy sabios, en el centro del espectro político ideológico, la izquierda está obligada por su declara sensibilidad social, por sus proyectos históricos de cambiar las cosas y hacerlas más justas y por su propia identidad, a analizar los resultados con rigor y profundidad. Nunca al golpe del balde.

Para hacer ese análisis hay que tomar puntos de referencia, de comparación, que no siempre es justo que sean como punto de partida el desastre del 2002, pero que tampoco pueden olvidarlo. Creo que el mejor método es la proporción entre el esfuerzo realizado por la sociedad, por el estado y los resultados obtenidos. Y eso implica que hay que tener claras cuáles eran nuestras prioridades en el punto de partida. Sin infantilismos, sin frases hechas y baratas, con sentido de una fuerza de cambio, progresista, de izquierda y con una profunda vocación nacional.

Obviamente la prioridad era sacar el país del pozo en el que había caído tanto en el plano económico, social, productivo,  con todas sus derivaciones. Queríamos iniciar un proceso de cambios estructurales para terminar con el largo periodo de decadencia comenzado en los años cincuenta y sobre todo iniciar un profundo avance en la justicia social, en mejorar radicalmente las oportunidades ante la vida de todos los uruguayos, distribuir mejor la riqueza y encaminarnos a paso firme hacia una nación desarrollada y sostenible. Y en ese proceso mejorar todos los indicadores de la convivencia democrática y de la cultura de la solidaridad, de la fraternidad, en definitiva de la más plena libertad.

Ningún trasnochado pretendía en el mundo actual, rotando en esta globalización, descubrir el más corto camino hacia otro socialismo, realmente liberador, en lo social y también en las formas más liberadoras de con convivencia humana. Veníamos de experiencias muy traumáticas.

No todos teníamos las mismas ideas, ni nos proponíamos los mismos ritmos e idénticos caminos y objetivos, pero coincidíamos en lo fundamental.

También hay que incorporar nuestro rechazo al uso y abuso del Estado para el clientelismo y del sistema bancario público y privado como parasitario distribuidor de la riqueza siempre en las mismas familias y grupos y mucho más - aunque de bajo nivel en relación a nuestros vecinos - queríamos la liquidación de toda forma de corrupción, pública y privada.

Había además una materia pendiente de primera importancia: avanzar, desempantanar la verdad y la justicia sobre los crímenes de la dictadura y sobre la omertá que todos conocíamos a nivel de las FF.AA sobre sus crímenes y construir una sólida base para que nunca más pudiera volver ese horror.

Asumo que es un apretado resumen, pero el objetivo no es principalmente repasar los avances, los retrocesos y las paralizaciones en relación a estos objetivos, sino respeto al esfuerzo realizado.

Nunca en la historia del país se han mejorado de manera más significativa y en tan corto tiempo los salarios públicos y privados. Las cifras son muy claras, y sin embargo no por ello creció, avanzó, mejoró la cultura y el mundo del trabajo y la producción. Al contrario crecieron bulbos enfermos en el ausentismo, en un sindicalismo economicista y abusivo que le ha permitido a muchos - no ha todos - dirigentes sindicales tener privilegios y directamente no trabajar como si ese fuera un derecho divino.

Además las micro, pequeñas y medianas empresas que combinan la inversión con el trabajo de sus trabajadores pero también de sus propietarios, no tuvieron ningún impulso particular. Basta mirar la situación actual.

Ni que hablar que algunos programas fallidos y embrollados afectaron no solo la realidad sino también la imagen de los proyectos cooperativos, las formas sociales de propiedad y producción.

Nunca el país tuvo un aumento de los recursos destinados a la educación pública y a la educación en general, con un incremento tanto del porcentaje del PBI o lo invertido por estudiante en estos años, o invertido en cifras absolutas. Y los resultados no tienen la menor proporción, no hemos transformado la educación pública en la principal política social y de igualdad de oportunidades. Hemos construido edificios por doquier, reducido el número de estudiantes por clase, aumentado salarios e inversiones en todos los rubros, pero no obtuvimos los resultados esperados en absoluto. Datos externos e internos lo prueban.

Nunca el país realizó una reforma de la salud e invirtió tanto dinero en la salud, a través del sistema integrado, de la explosión en el engorde de ASSE que nos cuesta miles de millones de dólares y si bien la cobertura ha crecido de manera importante, la calidad de la atención no ha sido en absoluto proporcional y la cantidad de disputas, de luchas feroces por el poder y de despilfarros ha sido una constante. A pesar del esfuerzo extraordinario de algunos jerarcas en algunos hospitales.

La más dramática desproporción se da en las políticas sociales y de seguridad, que por obvias razones para una fuerza que se define de izquierda están absolutamente conectadas. Aunque la seguridad no sea, ni deba ser el principal objetivo de las políticas sociales. Nunca invertimos ni cerca, en todo lo referente a la seguridad, en la proporción entre habitantes y policías, bien pagos, bien armados, equipados, tecnificados, transportados y muchas otras cosas y la delincuencia y los delitos y su gravedad sigue creciendo. El fracaso es desproporcionadamente evidente.

A nivel de la integración social, datos fundamental de un proyecto progresista, logramos un primer impacto sin duda positivo, frenar el desbarranque en la pobreza y la indigencia, pero del otro lado de una zanja mucho más profunda se nos quedó en todos los aspectos, pero en muchos casos con mayor gravedad cualitativa, una parte importante de la población, en especial niños, jóvenes, adolescentes y madres solteras. La vivienda es la expresión más evidente a pesar de lo mucho que se ha construido.

A nivel de los derechos humanos, hubo un cambio substancial entre el primer gobierno del FA y los dos últimos. No fue por maldad, por perversión, fue un diseño político e ideológico profundamente injusto y equivocado, de tratar de superar el pasado dejando pasar el tiempo y bajando radicalmente el compromiso del Estado y del gobierno con la verdad y la justicia. Y los resultados están a la vista.

La otra gran desproporción tiene que ver con 15 años de gobernar el país y sin embargo en lugar de asistir al crecimiento del espacio de la izquierda, vivimos todo lo contrario, se ha reducido, se ha empobrecido, se ha descalificado y han crecido, tanto el sector de la derecha pura, como un centro amorfo e indefinido, en particular en las jóvenes generaciones. ¿Es una fatalidad, es el desgaste del poder? Aceptar estas simplezas como explicación, es renunciar a todos los objetivos históricos de la izquierda.

Y por último, Montevideo. Hace 30 años que la gobernamos y está muy lejos de ser el tractor, la locomotora de un Proyecto Nacional de vanguardia, de servicios de primera, de una relación sana y bien llevada con sus trabajadores. No es la ciudad del futuro en el presente, sigue siendo sucia y gris.

Proclamamos que la reforma del Estado era la madre de todas las reformas, y era y es una buena definición, porque es una hipertrofia que ha crecido, incluso con decenas de millones de dólares invertidos en el gobierno electrónico y otra en regularizar viejas situaciones funcionales, pero además de crecer en 67 mil nuevos vínculos laborales, el impacto en la eficiencia, el impulso que el Estado y su pesada estructura debía darle al Proyecto nacional, no se produjo, al contrario.

Y en el fondo del pozo aparecieron brotes de corrupción y de despilfarro, que no se arreglan, nunca, en un torneo con los partidos tradicionales para diputarse el primer puesto en ese lamentable torneo al que asiste buena parte del mundo y de la región.

Podríamos agregar que luego de 30 años de gobiernos departamentales, de 15 de gobierno nacional podríamos y deberíamos haber forjado, construido un amplio sector de cuadros políticos y técnicos que fueran la base para mejorar las condiciones de los gobiernos, de la política, de la gestión pública. Estamos a años luz, lo que conocimos muy bien son los vericuetos del poder y sus manejos.

A ello debemos agregar que dentro del FA se ha empobrecido toda la estructura de militancia, de análisis crítico, de producción intelectual e ideal, y de  militancia. La prueba es abrumadora, mirando la campaña electoral.

La disyuntiva es si seguimos precipitándonos por este barranco o tocamos fondo y nos decidimos a aprender, a analizar, a avanzar en ideas y proyectos verdaderamente de izquierda o seguimos prendidos de esta manera al poder con herrumbrados tornillos.

Somos una nación tan joven, que solo podemos mirar con seriedad nuestra propia historia, unos pocos siglos, pero llenos de empujes.

Ya que hablamos tanto de hechos, es bueno recordar una sabia frase de Buda: "Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos".

(*) Periodista, escritor, director de Uypress.net y Bitácora. com.uy. Uruguay


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