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Ágnes Heller (1929-2019): La filósofa política de la vida cotidiana

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Por Donatella Di Cesare y  Ágnes Heller (*)

Murió mientras nadaba en el Lago Balatón, en su querida Hungría.  El final de la vida de Ágnes Heller se vio marcado por la misma naturalidad espontánea y alegre que fue su rasg

Ágnes Heller, una filósofa radical en pos de la aventura de la existencia

Donatella Di Cesare

Esa traumática experiencia le dejó un profundo apego a la vida. Quería vivir cada día al máximo, disfrutando de todas las oportunidades que se le daban, pero sin amedrentarse por la responsabilidad que implicaba. Quizás esa fue la razón por la que su personalidad única como filósofa brillaba a través de cada pequeño gesto, de cada sonrisa, de cada broma y cada respuesta que daba. Su pensamiento era uno con su forma de vida.

Tras su fragilidad exterior, se podía percibir la extraordinaria fortaleza que la llevó a través de un siglo XX extraordinariamente largo, del que casi nada salió impoluto. Tras la Shoah, hubo otro acontecimiento más que nunca olvidaría: la Revolución húngara de 1956. En esa época,  , Heller era ya ayudante György Lukács. Junto a muchos disidentes, se vio sometida a investigaciones, juicios, ostracismos y rehabilitaciones sucesivas. El clima de hostilidad fue creciendo más y más, hasta que después de 1968 y la Primavera de Praga la situación se volvió insostenible. Acusada de revisionismo junto a otros miembros de la "escuela de Budapest", en 1977 tuvo que dejar Hungría definitivamente junto a su marido, Ferenc Fehér, con el que escribió varios libros. Así fue como comenzaron lo que ella llamó con cierta ironía bondadosa sus "años de peregrinaje": primero en  Australia, luego en los EE.UU., donde SE desempeñó durante muchos años EN la antigua cátedra de Hannah Arendt en la prestigiosa New School for Social Research de Nueva York.

Se sentía orgullosa de ser mujer, de sentir y pensar como mujer. Precisamente esa es la razón por la que se mostraba crítica hacia las formas que malentendían la "emancipación",  que se comportaban como si la cuestión estribara en tomar el poder imitando a los hombres. La verdadera liberación, además de una relación distinta con el poder, está todavía por alcanzar. En este contexto, sin embargo, se mostró como crítica consistente del dominio político, señalando que la izquierda no se ha confiado al liderazgo de las mujeres, aunque las primeras mujeres con influencia política fueron quienes actuaban en los movimientos socialistas.  

Esa es la razón por la que resultaba casi un insulto categorizarla -como algunos se han apresurado a hacer-como "estudiante de Lukács". No podía soportar la idea de clasificar esmeradamente el pensamiento de acuerdo con etiquetas, y no se identificaba con muchos de los "ismos" que se le han atribuido. Lo más importante de todo es que nunca quiso ser considerada como una mera "disidente" y nunca permitió que la utilizara el neoliberalismo. Quienes hablan de ella en esos términos cometen hoy una injusticia. Intentó presentar la complejidad de su senda intelectual en su libro, de 2010, Breve historia de mi filosofía, publicada en italiano por Castelvecchi en 2016.

Su relación con el pensamiento de Marx influyó profundamente en su propio pensamiento. El resultado fue la trilogía de obras por la que pronto se hizo conocida: Filosofía radical, Teoría de las necesidades en Marx y Hacia una sociología del conocimiento de la vida cotidiana  En los años 70, Heller, partiendo de los argumentos de Marx en los Manuscritos, identificó las "necesidades radicales": una vida plena de sentido, un trabajo provechoso, el estudio, la necesidad de tiempo libre, que son necesidades que no pueden satisfacerse en una sociedad injusta, precisamente porque apuntan a una liberación radical. Las necesidades alienantes son justo lo contrario, del insaciable consumo de bienes al sutil conformismo, que siempre crea una servidumbre adicional. Así pues, ¿qué clase de "libertad" propone en realidad el neoliberalismo?

En esto consiste el giro que puede verse tan claramente en la filosofía radical de Heller: resulta inútil pensar en una revolución imaginada como el asalto del Palacio de Invierno y esperar a que cambie tu vida: la forma de vida debe ya cambiar mientras espera la revolución. Debemos salir de este círculo vicioso de que la filosofía no puede y de que no se le permite hacerse consciente de ello. En aquel entonces, no resultaba en absoluto evidente hablar de "formas de vida". Se puede entender por qué Heller se encontraba cómoda entre los intelectuales de la Nueva Izquierda: crítica, radical, verdaderamente libertaria, internacionalista. "Hoy decimos con frecuencia y voluntariamente que se ha derrotado a la Nueva Izquierda", escribió en 2013. "Pero esto no tiene sentido. ¿Cuál es el significado de la 'derrota' que esto implicaría? Si no se han realizado los sueños, eso no indica que la idea de la revolución sea mentira". Hay la esperanza todavía de que sea efectivamente posible alcanzarla.

Nunca rehuía la pelea, ni en la filosofía ni en la política. Tal como escribió en su libro de 1990 Más allá de la justicia: "Pues sí, existe gente recta. ¿Qué es lo que la hace posible?". Esta pregunta le llevó con los años a desarrollar una compleja filosofía moral. El tercer volumen de la serie, enormemente valioso, Etica de la personalidad,  publicado en 1998, lo editó en italiano Mimesis en 2018. De acuerdo con Heller, uno puede escogerse a si mismo gracias al otro: con ello se describe la aventura de la vida de cada persona, entretejida con tantas historias que se reconstruyen cada día. Se podría decir que la vida misma es el hilo conductor que discurre a través de su filosofía radical.

En los últimos años había vuelto a Hungría, donde se convirtió en contundente dirigente de la oposición radical a Viktor Orbán. Escribió artículos, concedió entrevistas, participó en debates y manifestaciones en la calle. Estaba conmocionada por el resurgimiento del antisemitismo, y alarmada por las fuerzas nacionalistas y autoritarias que podrían acabar fracturando el proyecto político y cultural de Europa, en el que nunca dejó de creer.
Donatella di Cesare, profesora de la Universidad de Roma La Sapienza, filósofa, ensayista y columnista, es colaboradora de medios italianos como L´Espresso, el Corriere della Sera e il manifesto. Estudiante en Tübingen y Heidelberg, fue alumna de Hans-Georg Gadamer. Ha publicado numerosos libros sobre temas como la tortura, el terrorismo, la soberanía, el judaísmo y la vocación política de la filosofía.  


Orbán, el Bonaparte del odio. Entrevista

Ágnes Heller

Nos reunimos con la filósofa Ágnes Heller en su apartamento de Pest para hablar con ella acerca de cómo el gobierno húngaro está gestionando la emergencia migratoria. [Recogió en 2015 sus declaraciones el periodista Massimo Congiu para il manifesto].  

¿Cuál es la política de Orban sobre inmigración?

Orbán empezó mal, porque, antes incluso de que llegaran los inmigrantes, había repartido vallas publicitarias por la ciudad con mensajes que podían alentar la animadversión contra ellos. Ahora mismo he visto textos que afirman que, de acuerdo con las encuestas de opinión, más del 90% de los húngaros no quieren migrantes, pero eso no es ninguna sorpresa, dado que el gobierno ha hecho todo lo posible por llegar a ese resultado. Puede decir que existe un extendido prejuicio contra esta gente que tiene una mentalidad diferente y cree en otro dios, pero añadiría que un gobierno verdaderamente democrático tiene la obligación de suscitar buenos instintos y demostrar  voluntad de ayudar, no odio. Con estos supuestos, la gente seguirá sintiendo aversión hacia los que vienen de fuera y la conciencia tranquila, diciendo que actuaron de este modo porque el gobierno así lo declaró. La cuestión se gestionó mal desde el principio. No había traductores de árabe, el gobierno llenó las ciudades de estos carteles, y se produjo el caos antes incluso de que empezara la emergencia. No se crearon puntos en los que pudiera inscribirse la gente. Nada se hizo a este respecto, y esto resulta peligroso para Europa. Luego Orbán declaró que quienes llegan aquí no son refugiados sino terroristas o gente que desea nuestras riquezas y nuestros empleos. Lo que puedo decir es que resulta crucial identificar a los migrantes, si no puede cruzar también la frontera gente peligrosa. El país no se organice de acuerdo con este propósito y lo que se ha producido es una situación caótica.

¿Puede contemplarse la política del gobierno de Orbán como un acto demostrativo contra la UE?

Yo diría que esta política tiene dos funciones: por un lado, ha creado un conflicto entre el centro y la periferia de Europa, lo que implica a Eslovaquia y la República Checa, y por otro lado, en términos de política interior, ha lanzado una carrera entre Fidesz y Jobbik a ver quién puede generar más animadversión. Me parece que se trata de una carrera dura, que puede obscurecer cuáles son los verdaderos problemas del país. Si no existiera esta manipulación de la emergencia de los migrantes, la gente se daría cuenta de que las cosas no van bien en Hungría, pero, por el contrario, la campaña sobre esta cuestión ha sido despiadada y se ha distraído la atención que debería dirigirse a los problemas internos. La política de Orbán respecto de Europa puede suponer también que otros países pequeños de la parte central-oriental del continente digan que si Orbán ataca a la UE y no pasa nada, entonces podrían seguir ellos su ejemplo. De heclo, otros países de la región han seguido este camino.

Para después de 1989 la gente esperaba una Europa sin barreras, y hoy estamos asistiendo a la vuelta de las verjas con alambre de espino en las fronteras.

Sí, en aquella época soñábamos con una Europa sin barreras ni fronteras, caracterizada por el libre movimiento de personas y bienes, pero no es eso lo que ha sucedido. Me voy ahora a México a dar una conferencia sobre el tema de la revolución. La pregunta es: ¿han sido traicionadas las revoluciones? Yo digo que sí.     

Cuando hace cuatro años nos vimos y hablamos de Orbán, le describió como alguien que sufría de bonapartismo. ¿Y hoy?

Reitero la idea. Orbán muestra todos los síntomas del bonapartismo. No resulta una definición muy popular en Hungría, donde la gente prefiere aplicar la etiqueta de fascista o nazi. Digo, con todo, que la política del primer ministro húngaro se caracteriza por una actitud bonapartista, pero la gente no me comprende. Pero debo decir que, cuando formulé esta observación en París, todo el mundo la entendió.    

¿Cómo ve usted el fenómeno de la inmigración?

Como filósofa, creo que continuará. Quizás experimente un periodo de ralentización, pero no se detendrá. Las recetas en las que se piensa para que no continúe están destinadas a fracasar. Las comunicaciones globales que se producen por vía digital contribuyen a este fenómeno y no hay vuelta atrás. Un sirio sólo necesita un momento en Internet, en un ordenador o un teléfono móvil, para ver cuánto gana un trabajador en Alemania.  Una de las soluciones que se debaten consiste en enviar al ejército a Siria, pero yo no veo más que una sucesión de tiranos, uno detrás de otro, lo que significa que la situación no cambiaría. Estamos luchando contra mercaderes de seres humanos que tratan de introducir gente en Europa, y se trata de una tarea extremadamente difícil..Durante sesenta años hemos luchado contra los que trafican con drogas y ya hemos visto el resultado. Así que no tendremos éxito con las soluciones que hoy se proponen. Está luego el problema de la coexistencia. Europa se compone de estados nacionales que en la mayoría de los casos se han visto más comprometidos con la asimilación que con la integración. Este enfoque conduce inevitablemente a un choque de ideologías.

Volviendo al fenómeno de la inmigración, no puedo decir todavía que estemos siendo testigos de un giro histórico. Sólo más tarde podremos ver si estamos entrando en una nueva fase de nuestra historia. György Lukács dijo una vez que entrar en una nueva era se parece un poco a andar por la calle y tratar de no pisar una mierda. Estoy de acuerdo. Hemos de tener cuidado

Orbán piensa que este flujo constante de inmigración es una amenaza a la cultura europea.

¿Qué cultura? ¿La del fascismo y el nazismo? Quizás la de la Primera Guerra Mundial o la Segunda, la de los seis millones de personas en los campos, no lo sé. ¿O la del bolchevismo? Orbán no puede hacer esta clase de críticas porque no es liberal, él mismo ha declarado ser antiliberal. Pero yo puedo hacer esta crítica porque soy liberal. Hay ciertos valores en Europa que establecen que todo el mundo debería ser libre y puede hacer lo que le plazca. Pero para ser honestos, en nuestro continente el liberalismo no tiene siquiera hondas raíces en los países occidentales, no digamos ya en el Este.

Sin embargo, existe cierta preocupación entre la gente por el fenómeno de la inmigración.

Sí, la gente tiene miedo. El miedo a lo desconocido está en todos nosotros. Pero lo importante es que ese sentimiento no debe convertirse en hostilidad. También podemos ser curiosos. Yo lo soy, por ejemplo, y quiero conocer a los que son distintos. Con frecuencia no pasamos de sentarnos frente a la tele sintiendo pena cuando vemos niños africanos muriéndose de hambre o sirios que viven bajo las bombas. No pasamos de esto, y pensamos que a fin de cuentas ellos están allí y nosotros, aquí. En este caso, sin embargo, este sentimiento de pena es sólo estético y no se transforma en empatía.

¿Dice el gobierno que la prensa internacional ha lanzado una campaña de difamación contra Hungría?

Debo decir que la mayor parte del tiempo los medios informaron correctamente de lo que había sucedido en Hungría durante este periodo, pero no en todos los casos. No todas las corporaciones mediáticas han sido objetivas. Hablaban de Orbán, de las fronteras cerradas, y del alambre de espino, pero no de quienes ayudaron y ayudan todavía a los migrantes ofreciéndoles bebida y alimentos, y organizando otras iniciativas caritativas. El comportamiento de estas personas no es estético sino ético.

Recientemente, Orbán propuso recibir a los migrantes en campos de refugiados en los países vecinos de las zonas en guerra bajo la supervisión de la UE.

Es una propuesta tan ilógica que no vale la pena siquiera pensarla. Aquí en Hungría tenemos aldeas desiertas, casi vacías. Más de medio millón de húngaros se han ido a trabajar al extranjero y la media de edad está aumentando, aumenta constantemente la cifra de gente mayor. Podrían venir diez mil personas a repoblar estas aldeas y hacer trabajos que ya no hacemos. Pero ¿en qué está pensando Orbán?

 

(*) Donatella Di Cesare, profesora de la Universidad de Roma La Sapienza, filósofa, ensayista y columnista, es colaboradora de medios italianos como L´Espresso, el Corriere della Sera e il manifesto. Estudiante en Tübingen y Heidelberg, fue alumna de Hans-Georg Gadamer. Ha publicado numerosos libros sobre temas como la tortura, el terrorismo, la soberanía, el judaísmo y la vocación política de la filosofía.

(*) Ágnes Heller (1929-2019) filósofa y socióloga marxista húngara, discípula de György Lukács, que lega una importante obra escríta y el ejemplo de su compromiso político.

Fuente: Il manifesto, 25 de septiembre 2015 y 22 de julio 2019

Traducción: Lucas Antón


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