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¿El Frente Amplio se está radicalizando y girando hacia la izquierda?

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Por Esteban Valenti (*)

Hubo un tiempo, no hace mucho, en que uno de los debates centrales, más importantes y más apasionados y globales en la izquierda era quien era más radical y se situaba precisamente más hacia la izquierda. Muchos puentes y muros corrieron bajo las aguas y las piquetas históricas, políticas y teóricas.

Esos debates tenían que ver con los métodos y por lo tanto la velocidad con la que se podía y se debía conquistar el poder, el uso de la violencia, pero también con aspectos ideológicos y programáticos y quienes teníamos un proyecto de redistribución de la riqueza más radical y estructural. Es decir que iba a las raíces del sistema y las sacudía y las quebraba.

Los resultados electorales de estas internas con las tres principales listas del Frente Amplio, la 609, la 1001 y la 90 (ahora notoriamente dominada por los ortodoxos al punto de provocar un éxodo de importantes dirigentes e intelectuales del Partido Socialista), podría sugerir que estamos ante una radicalización del Frente Amplio.

Si bien es cierto que las elecciones nacionales de octubre no serán en absoluto el calco de estos porcentajes, es más que notorio y constante que los grupos que dominan amplia y abrumadoramente la estructura del FA ocupan posiciones fundamentales: el MPP y sus aliados, el PCU y ahora el PS.

Si quisiéramos sacar conclusiones de la campaña de las elecciones internas, me refiero a los cuatro diferentes candidatos, se puede decir que ni con microscopio lograríamos elaborar una topografía del FA, fue el concurso a quien se parecía más a los otros tres pre candidatos. Los resultados fueron muy malos, porque se ocultaron diferencias que existen en muchos temas y que tienen una larga y rica historia. ¿Qué las ocultó? La "unidad" como panacea para lograr el 4to gobierno del FA.

En la izquierda institucionalizada en el FA, en el Frente actual hay elementos de sobra para analizar esa supuesta radicalización, entre otras cosas, cinco años de gobierno de José Mujica y con una presencia dominante y de "comisarios" del MPP en todas las principales estructuras del gobierno y de las empresas del estado. ¿Hubo algo de radical en esos años?

¿Se produjeron expropiaciones, radicales formas de distribución de la riqueza, cambios culturales e ideológicos con connotaciones políticas en la sociedad uruguaya? No, en absoluto, a menos que cierta lumpenización extendida pueda confundirse con un cambio radical.

Fuera de algunas leyes pendientes para una mínima modernización nacional, como la de la despenalización del aborto, apoyada más allá del FA, algunos derechos para sectores minoritarios y la ley de la marihuana, lo dominante fue la continuidad deformada y cribada de la misma política económica y presupuestal, los proyectos estatales faraónicos en su gran mayoría fracasados (planta regasificadora, puerto de aguas profundas) y la explotación del mineral de hierro por Aratirí y a eso debe sumarse las desorbitantes inversiones de algunas empresas públicas, totalmente a pérdida, en primer lugar por lejos, en ANCAP. Aunque era una visión generalizada y promovida desde la presidencia, como lo declaró explícitamente el propio presidente José Mujica.

Lo que está claro es que no hubo ningún giro a la izquierda, ni radical ni tibio, simplemente un rumbo bastante parecido, mucho menos prolijo y más "comentado" y "conversado" y con resultados malos, que se conocieron sobre todo al finalizar ese segundo gobierno. Pero de radical, nada.

Si salimos de la concreta experiencia histórica de gobierno y vamos a otros planos, como por ejemplo la relación con el movimiento sindical, el aumento de salarios constante de públicos y privados, una relación privilegiada con el PIT CNT y muchas normas para proteger y favorecer la actividad sindical, fueron sin duda una de las características centrales de los gobiernos FA. Con un alto contenido "reformista" que de radical no tiene nada. Es decir medir todo por el nivel salarial y las conquistas económicas.

Lo que nadie puede decir que en estos 15 años de gobiernos del FA se haya fortalecido la cultura del buen trabajo, del compromiso laboral, de la calidad como factor central de la acción del Estado y de muchos sectores privados. Sino todo lo contrario.

¿Y entonces, donde está la radicalización hacia la izquierda?

No la hubo, ni se la proponen, a menos que el extremo corporativismo sindical, hasta manejar y bloquear nada menos que la educación pública, sea un síntoma de izquierda.

La otra manifestación permanente y agravada de esa supuesta radicalidad es el crecimiento del Estado, de ese Estado que en todos lados, en los pocos países que se llaman socialistas están tratando de redimensionar, mejor dicho de achicar a como dé lugar y de combinarla con la actividad privada, aquí el discurso y la práctica fue Estado, más Estado y más Estado. Y eso ya no es ni una pizca de izquierda, es comodidad burocrática.

El último dato es que a pesar de que el MEF había adoptado la medida de reducir la plantilla de empleados públicos aplicando el 2 x 3, es decir asumir dos nuevos funcionarios por cada tres que se retiraran en el año 2018 volvió a crecer el número de empleos públicos.

En 2017 los vínculos con el Estado crecieron en 3.707, lo cual contrasta con la caída estimada del total de empleo en unas 4.000 personas. Es decir, el sector privado habría perdido el año 2017 unos 7.700 empleos, situación que, atendiendo a las cifras oficiales del INE, notoriamente se agravó en los primeros meses del corriente 2018. Uruguay ocupa el tercer nivel de América del Sur en porcentaje de empleados públicos, ranking que encabezan Venezuela y Argentina. En resumen, hoy tenemos un déficit del 4.8% sobre el PBI que condiciona la economía y la producción nacional.

Y siguen creciendo, ahora, cuando estamos escribiendo esta nota y preparándonos para las elecciones.

Una de las mayores derrotas ideológicas, programáticas y culturales de la izquierda en el mundo, es dejarnos atrapar en que la única contradicción es entre la propiedad privada y la propiedad estatal. Ese duelo lo han manejado mucho mejor y con mejores resultados las fuerzas de la derecha y del neoliberalismo, incluso utilizando el Estado a su servicio cuando fue necesario para salvar sus desastres bancarios y financieros.

¿En estos 5 años, cuánto fortalecimos la economía social en el Uruguay? Casi nada y además desprestigiamos los instrumentos de apoyo a ese sector, con el FONDES del segundo gobierno, que fue escandalosamente un instrumento para salvar empresas fundidas, que después de poco tiempo se devoraron los recursos aportados por el Estado, es decir por todos los uruguayos y se re-fundieron. Además del daño económico, se produjo un daño mucho más grande: el desastre cultural e ideológico, de que los trabajadores no están capacitados para manejar empresas de propiedad social, si no es a costa del despilfarro del dinero público.

Radical, hubiera sido profundizar la reforma fiscal original, que no implicaba solo cambiar la estructura de los impuestos, sino hacerlos evolucionar hasta incorporar importantes descuentos diferenciados en el IRPF y sobre todo mejorando radicalmente la calidad del gasto público en todos los sectores. ¿Lo hicimos? No, seguimos gastando cada día más y con resultados muy magros o discutibles. En la educación, en la salud, en la seguridad.

Radical hubiera sido dar un enorme salto legislativo, en la formación a todos los niveles, en la capacitación permanente, en el uso de las nuevas tecnologías en nuevas y crecientes experiencias cooperativas y de economía social. En políticas integrales y de ayuda a la inserción nacional e internacional y en la gerencia de esas empresas.

Radical hubiera sido asegurar en 15 años la igualdad laboral, profesional y política de las mujeres, no solo porque es una deuda pendiente con las mujeres, sino porque es una revolución pendiente de toda la sociedad.

Radical, hubiera sido una alerta permanente y políticas de protección del medio ambiente a todos los niveles, productivo, de investigación, de educación, de posicionarnos a la vanguardia a nivel mundial en un tema que nos va a vida a todos lo que vive sobre este planeta.

Radical hubiera sido luego de que el Plan de Emergencia atacó el impacto necesario e inicial, políticas integrales y coordinadas dirigidas en primer lugar a la infancia, a los adolescentes, a las madres combinando todos los instrumentos del Estado y coordinando a nivel nacional, departamental y de la sociedad civil. Hay enormes reservas solidarias en el Uruguay que se han desperdiciado. Ayudar es la mejor escuela de fraternidad y humanidad.

Radical hubiera sido dedicar  estos 15 años a mejorar los resultados concretos de la educación en general y en particular de la educación pública, logrando que los hijos de los políticos, de los profesionales, de la clase media vuelvan a la educación pública. No en base a medidas administrativas sino a la CALIDAD y al valor de compartir los bancos de escuela y de liceo. Sin educación de calidad, nada es radical, ni es de izquierda.

Radical fue y es el Plan Ceibal y el Ibirapitá, pero que no lograron integrarse plenamente en el funcionamiento del conjunto de la actividad educativo y haber transformado la educación de acuerdo a los nuevos tiempos y no a la nostalgia en LA GRAN HERRAMIENTA de las políticas sociales y de la igualdad de oportunidades y no pasarnos 15 años defendiendo lo indefendible.

Radical hubiera sido y sería que la batalla cultural en la sociedad uruguaya se diera no por el poder y sus alrededores, sino por formas más humanas, más fraternas, menos machistas y patriarcales y más solidarias de convivencia y como forma de involucrar a la gente en los cambios. Los cambios nunca serán para la gente, sino CON la gente.

Radical podría haber sido la reforma de la salud, si desde el principio no hubiera sido una despiadada carrera por el reparto de los recursos y las posiciones de poder y sus costos no hubiera levitado de manera sideral, no por la calidad de sus prestaciones, sino por la desprolijidad de su ejecución. Aunque muchos profesionales pusieron el alma y la cabeza en que el sistema funcionara.

Radical fue la batalla contra el tabaco y los resultados fueron radicales y la masiva y calificada incorporación de las tecnologías de la información en todo el territorio nacional.

Radical fue el cambio de la matriz energética, pero para serlo en forma profunda y estructural tendríamos que utilizar el precio de la energía en un factor de desarrollo, de incorporaciones de empresas que utilicen la energía en forma intensiva y no tener el costo energético más alto de la región, simplemente por razones fiscales.

Y más radical sería haber utilizado el bajo costo de la energía para multiplicar el riego artificial y de esa manera aumentar y calificar la producción agropecuaria.

Radical tendría que haber sido el impacto de 900 millones de dólares invertidos en seguridad, el porcentaje presupuestal más alto de toda nuestra historia, la mayor cantidad de efectivos de seguridad por habitantes y de presos por habitantes y el mayor número de homicidios, hurtos y rapiñas de también de toda nuestra historia. ¿No deberíamos interrogarnos a fondo sobre las causas?

Radical, fue el cambio que se produjo en la cadena logística, con el aumento exponencial del volumen de carga transportada dentro y fuera del país, sabiendo que ese es un proceso permanente y donde hemos acumulado grandes proyectos, muchas obras y momentos de grandes lentitudes e ineficiencias.

Radical hubiera sido concentrar esfuerzos en investigación en ciencia y tecnología y apenas mejoramos la situación, pero dimos un paso que demuestra todo el potencial nacional con ANII.

Radical hubiera sido seguir avanzando a otro ritmo y con otra profundidad en las reformas en el ámbito militar, en particular con romper la cadena de la impunidad. La Verdad y la Justicia se frenó completamente. 

Podríamos seguir, pero insisto, todo no se puede ni se debe, hay que saber elegir. Lo que está claro es que la mayoría abrumadora del actual FA, no implica un avance radical, sino un desbordante entusiasmo por el poder, en su sentido más plano y peor. Y eso de izquierda tiene cada día menos.

Una última reflexión: las elecciones, la continuidad en el poder no se logra jugueteando entre la izquierda y el centro, sino avanzando en serio, en forma permanente y crítica en el Proyecto Nacional, que ha ido languideciendo hasta casi extinguirse y volver a la administración de la decadencia y eso es la negación de la izquierda.

 

(*) Periodista, escritor, militante político, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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