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Bernie Sanders, candidato socialista democrático a la presidencia de EEUU

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Por Harold Meyerson y Bhaskar Sunkara (*)

Los debates televisivos la semana pasada entre los candidatos a las primarias del Partido Demócrata en EEUU han vuelto a demostrar el importante giro producido en el centro de equilibrio de dicho partido. Fue la campaña de Bernie Sanders la que abrió la tendencia, frente a la candidata del

Lo mismo parece ocurrir en la campaña presidencial de 2020, como se ha puesto de manifiesto en el segundo debate, en el que el candidato del establishment JoeBiden fue literalmente triturado por la fiscal Kamala Harris, que cuestionó su historial político en defensa de los derechos de las minorías. Bernie Sanders, una vez más, fue el más decidido defensor de una alternativa socialista democrática para poner fin a la pesadilla de la era Trump.

Bernie, hijo de FDR

Harold Meyerson

En 1916, en medio de la carnicería de la Primera Guerra Mundial, la gran socialista germano-polaca Rosa Luxemburg escribió que la humanidad se enfrentaba a la elección entre socialismo o barbarie.

Hoy mismo, hablando en la Universidad George Washington, Bernie Sanders hizo notar que vivimos en tiempos de creciente autoritarismo, citando  los regímenes de Putin, Xi, Orban, Duterte y Trump como indicios de la creciente amenaza. Su discurso se promocionó como si ofreciera su definición de socialismo, la cual, al modo de Rosa, se declaraba como alternativa a la oligarquía y el autoritarismo.

El socialismo, tal como Sanders procedió a definirlo, es desde luego una alternativa a la oligarquía y el autoritarismo. Lo que su discurso dejaba en el aire era si su socialismo era de hecho socialismo.

En 2015, mientras iba despegando su campaña, Sanders acudió a una universidad diferente del D.C. -Georgetown- para pronunciar lo que entonces se presentó como su definición de socialismo. Ante una multitud de estudiantes universitarios rotundamente entusiastas, desgranó una serie de propuestas socialdemócratas - derecho universal a una atención sanitaria, a la educación universitaria, y cosas semejantes - con referencias constantes al gran líder norteamericano que ciertamente dirigió con éxito la guerra contra la barbarie en los años 40: Franklin Delano Roosevelt [FDR]. Su discurso se centró tanto en FDR que escribí en aquel entonces:

A lo largo de los años 30, los republicanos sostenían que Franklin Roosevelt era en verdad un socialista. Hoy Bernie Sanders declaró que llevaban razón.

Entonces, igual que hoy, Sanders hizo referencia al discurso de Roosevelt del Estado de la Unión de 1944 - el último gran discurso de FDR- en el que propuso éste una Carta de Derechos. Hoy, Sanders propuso formalmente una "Carta de Derechos Económicos del siglo XXI", que incluyera el derecho a un trabajo con salario mínimo, a una  "atención sanitaria de calidad", a "una educación completa", a una "vivienda asequible", a "un medio ambiente limpio" y a "una jubilación segura".

Por si no fuera suficiente citar a Roosevelt, Sanders citó también a Harry Truman, cuyos esfuerzos por crear un programa de Medicare para Todos en los años 40s se vieron desbaratados por los conservadores y la profesión médica. Citó por extenso a Truman, refiriéndose a sus críticos:

Socialismo [decia Truman] es el epíteto lanzado a todos los avances conseguidos por el pueblo en los últimos veinte años. Socialismo llamaban a lo que es Seguridad Social. Socialismo llamaban a sostener los precios agrícolas. Socialismo llamaban a lo que es la garantía de depósitos bancarios. Socialismo es la denominación de todo aquello que ayuda a todo el pueblo.

Tampoco identificaba Sanders simplemente el socialismo con las reformas socialdemócratas del New Deal de Roosevelt y el FairDeal de Truman. Contenía asimismo dos omisiones cruciales.

En primer lugar, aunque Sanders citara a Roosevelt y Truman, tampoco citaba a ningún declarado socialista democrático norteamericano, salvo, de pasada, a Martin Luther King Jr. No hizo mención alguna de su gran héroe, Eugene V. Debs. Nada dijo de Norman Thomas, candidato a la presidencia por el Partido Socialista en las cuatro elecciones de FDR. Nada dijo de Philip Randolph ni de BayardRustin ni de Michael Harrington. No hubo referencias a la línea de Thomas cuando se le preguntó si Roosevelt había llevado en realidad a cabo el programa del Partido Socialista. "Lo llevó a cabo", declaró Thomas, "en una camilla".

En segundo lugar, Sanders omitió también sus propias propuestas más socialistas. Su discurso pasó de largo respecto a algunas reformas socialdemócratas innovadoras que tanto Sanders como Elizabeth Warren han defendido en el curso de la campaña, entre ellas dividir las juntas empresariales entre representantes de los accionistas y de los trabajadores. No hizo mención de una versión norteamericana del Plan Meidner,  una propuesta de los 70 que nunca llegó a aplicarse en Suecia y que transferiría gradualmente la propiedad de las grandes empresas a través de pagos anuales de beneficios en forma de acciones a las organizaciones de sus empleados, a sus trabajadores.   

En resumen, el socialismo de Sanders, tal como lo definió, es una ampliación del medio-semi-Estado del Bienestar social para incluir más derechos económicos. Se trata de un esfuerzo por convertirnos en una socialdemocracia más funcional, lo cual, por supuesto, no es poca cosa como propuesta y se trata, juzgando con criterios norteamericanos, de un gran salto adelante. Pero podía haber hecho las mismas propuestas y haberlas etiquetado como liberalismo neo-rooseveltiano sin forzar la exactitud histórica.  

¿En qué se apartaba, entonces, de su discurso de 2015 en Georgetown? Principalmente, en darse cuenta de que el mundo se ha vuelto más peligrosamente autoritario y xenófobo en los años que han mediado, un debate que Sanders puso también bajo una luz neo-rooseveltiana. Dos veces a lo largo de su discurso citó mítines de la época de la Depresión en el Madison Square Garden: el primero, el infame acto pro-nazi de 1939; el segundo, el discurso de FDR la víspera de su elección en 1936- a buen seguro, la pieza oratoria más radical de Roosevelt-en la que FDR hacía resonar los temas antioligárquicos y antiautoritarios que Sanders hace resonar hoy. También este discurso lo citó Sanders por extenso:

Tuvimos que luchar [afirmó Roosevelt] con los viejos enemigos de la paz: los monopolios empresariales y financieros, la especulación, la actividad bancaria temeraria, el antagonismo de clase, el sectarismo, los pingües beneficios de la guerra.   

Habían empezado a considerar el gobierno de los Estados Unidos como mero apéndice de sus propios asuntos. Ahora sabemos que el gobierno del dinero organizado es tan peligroso como el gobierno de un populacho organizado.   

En toda nuestra historia nunca antes se habían mostrado estas fuerzas tan unidas contra un candidato como lo están hoy. Son unánimes en su odio hacia mí....y yo doy por bienvenido ese odio.   

Ninguna línea del discurso de Sanders levantó una espontánea ovación cerrada más resonante que ésa en la que daba por bienvenido su odio. Y no era una línea de Bernie: era de FDR.

La equiparación que hace Sanders del socialismo democrático con las reformas progresistas de un FDR resulta eminentemente comprensible en cierto plano. La Seguridad Social constituye desde luego un programa socialdemócrata, igual que  Medicare; sus limitaciones, como sin duda se da cuenta Sanders, cuando busca apuntalar la primera e universalizar la segunda, se cifran en que no son lo bastante socialdemócratas. Al presentarse como un socialista democrático que trata de completar y poner al día la agenda de FDR, Sanders se coloca a horcajadas en la muy borrosa frontera entre la socialdemocracia y el liberalismo de izquierda norteamericano. Ahí es donde, procedente del campo socialista, se encuentra con Warren, que proviene del campo liberal, y con un número cada vez mayor de conciudadanos norteamericanos.  

The American Prospect, 12 de junio de 2019

Bernie Sanders: Una brillante defensa del socialismo democrático

BhaskarSunkara  

En un discurso pronunciado ayer en la Universidad George Washington, en Washington D.C., el senador de Vermont Bernie Sanders articuló de modo brillante lo que quiere decir cuando se denomina socialista democrático.

Con su característica concisión, censuró la dominación de un "exiguo número de multimillonarios increíblemente opulentos y poderosos" y sostuvo que el futuro pertenece al nacionalismo derechista o al socialismo democrático, que definió como un conjunto fundamentado de derechos económicos y sociales.

Hasta para muchos simpatizantes, la decisión de Sanders de declararse socialista ha resultado siempre objeto de controversia. La etiqueta sorprende a algunos como algo anacrónico. O entraña incluso un riesgo que distrae de una visión progresista ampliamente popular. Los norteamericanos, nos dicen, todavía le tienen miedo a esa palabra con "s" y se imaginan colas del pan y gulags cuando se invoca.

Pero Sanders no está entre los políticos más populares de Norteamérica pese a su pasado y su identidad socialistas, sino debido a ello.

Sanders descubrió su ideología y su voz política en la Liga Socialista de la Juventud (Young People'sSocialist League), sección juvenil del achacoso Partido Socialista de Norteamérica (SocialistParty of America). Cuando Sanders se afilió en los años 60, el partido era una cáscara de lo que había sido a principios del siglo XX, cuando Eugene V. Debs consiguió casi un millón de votos a la presidencia y el Partido tenía cientos de cargos electos.

Incluso en su endeble estado, el socialismo norteamericano fue capaz de nutrir y formar a Sanders. A través del movimiento, llegó a una comprensión del mundo de la que nunca se ha apartado: los ricos no andan errados, tienen intereses creados en la protección de su riqueza y poder, así como en mantener a su merced a otros millones de personas. No podemos simplemente concebir una política mejor...para construir un mundo más justo, nos hace falta arrancar el poder del control de los ricos y democratizarlo. Dotado de esta consciencia, Sanders, entonces estudiante de la Universidad de Chicago, se comprometió con los derechos civiles y las luchas laborales de la época.

Las primeras incursiones de Sanders en la política electoral se dieron todavía en los márgenes de la vida política norteamericana: como candidato al Senado por Vermont en 1972 del partido izquierdista LibertyUnion consiguió sólo el 2.2% de los votos.  

Pero su sencillo mensaje reflejaba la claridad y visión morales del viejo Partido Socialista: Richard Nixon representaba a los "millonarios y multimillonarios", según decía Sanders en aquel entonces, y apoyaba "un mundo en el que el 2% de la población posee más de un tercio de la riqueza personal en Norteamérica".

Estamos habituados a políticos que vacilan, triangulan, "evolucionan". Sanders no ha hecho ninguna de estas cosas: él ha mantenido una asombrosa disciplina en sus mensajes durante medio siglo. Que la desigualdad está socavando la promesa de Norteamérica es lo que ha sostenido siempre, y una coalición de gente trabajadora que se organice contra los millonarios y multimillonarios puede cambiar las cosas para mejor. 

Sanders aún tiene un retrato de Debs en su oficina de Washington D.C., y en los años 80 preparó un álbum de los discursos del legendario orador socialista. Pero la alocución de ayer fue un recordatorio de que, si bien encarna todavía buena parte del viejo espíritu socialista, ha encontrado formas de suavizar sus extremos y hacerlo más accesible a los norteamericanos comunes y corrientes.

En la Universidad George Washington, Sanders volvió a despotricar contra la clase de los multimillonarios y "los guardianes de pingües beneficios con nuestra atención sanitaria, nuestra tecnología, nuestro sistema financiero, nuestro suministro de alimentos y casi todas las demás necesidades vitales básicas". Sólo que, en lugar de citar a su héroe, Debs, recurrió a Franklin Delano Roosevelt, un presidente que se consideraba como salvador liberal del sistema capitalista. Pero en 1944, poco antes de su muerte, Roosevelt presentó un manifiesto de gran alcance al que denominó segunda Carta de Derechos. Los derechos políticos existentes no nos han otorgado de por sí la "igualdad en la búsqueda de la felicidad", sostenía Roosevelt; tenemos que  complementar estos derechos políticos garantizando el acceso a empleo, vivienda, atención sanitaria, educación y demás.

No era socialismo per se, sino un proyecto de seguridad socialdemócrata en los Estados Unidos, algo que desgraciadamente nunca llegó a realizarse.    

Al señalar esta historia, Sanders está indicando que se presenta para conseguir vencer en las primarias demócratas y en las presidenciales. Se propone ser candidato del partido de un poder de gobierno: el partido de Roosevelt, no el partido de Debs.

Pero por debajo de esa indicación hay un llamamiento que nos es familiar. El discurso de Sanders enraizaba el socialismo democrático en suelo norteamericano, en deseos populares de paz y seguridad. Enlazaba su análisis del mundo  - el conflicto entre las fuerzas del populismo de derechas y la izquierda progresista, sin terreno entremedias - con exigencias concretas de medidas políticas como Medicare para Todos, un salario mínimo y vivienda asequible.

Para políticos demócratas como JoeBiden, los problemas sociales son complejos y difíciles de resolver. La mayoría de las veces, no se ve claramente que haya villanos. Tal como declaró Biden no hace mucho: "Los tíos que están en la cumbre no son mala gente". Para Sanders, lo son, y tienen apellidos que no teme pronunciar, como las familias de los Walton y los Trump.

TheGuardian, 13 de junio de 2019

 

(*) Harold Meyerson, columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista TheAtlanticMonthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de DemocraticSocialists of America.

(*) Bhaskar Sunkara. Director de la revista socialista estadounidense "Jacobin", es militante de los DemocraticSocialist of America (DSA).

Fuente: Varias

Traducción: Lucas Antón


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