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Asesinato en Alemania

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Editorial El País de Madrid

La muerte de Walter Lübcke debería servir de aldabonazo sobre la persistencia del terrorismo neonazi en el país germánico y de advertencia en el resto de Europa.

El asesinato de Walter Lübcke, un político democristiano, que la fiscalía atribuye a un militante neonazi, demuestra la gravedad y la extensión de la violencia de ultraderecha en Alemania, un problema que debería preocupar a toda Europa en un momento en el que los discursos que predican el odio envenenan las redes sociales y la esfera pública en general. Aunque la violencia neonazi es una lacra de la que Alemania no ha logrado librarse en las últimas décadas, la situación ha empeorado gravemente desde la crisis de los refugiados de 2015. A los posibles objetivos de estos criminales se ha sumado cualquier político que, en algún momento, haya mostrado solidaridad con las víctimas de guerras que buscan refugio.

 

Lübcke, de 65 años, que pertenecía a la CDU, el partido de la canciller Angela Merkel, y que fue jefe del Gobierno de Hesse (oeste de Alemania), fue hallado el 2 de junio en la terraza de su casa de Wolfhagen-Istha con un disparo en la cabeza. Dado que Lübcke había recibido amenazas por parte de grupos ultraderechistas y que se había mostrado muy activo en la defensa de la obligación moral de acoger a los refugiados, las investigaciones policiales apuntaron rápidamente a neonazis. El 15 de junio fue detenido Stefan E., de 45 años, como principal sospechoso del crimen. El ADN de este individuo, que había mantenido relaciones en el pasado con grupos neonazis, fue encontrado en el lugar de los hechos.

 

El crimen y la posterior detención han conmocionado a Alemania. En el pasado, los servicios secretos fueron incapaces de detectar al grupo terrorista Resistencia Nacionalista, que cometió nueve asesinatos de extranjeros entre 2000 y 2007, que trataron como crímenes separados, sin ninguna conexión política. Esta vez se han mostrado mucho más firmes: la Oficina para la Protección de la Constitución, los servicios secretos interiores, ha cifrado públicamente en 12.700 el número de militantes de extrema derecha dispuestos a recurrir a la violencia.

 

La muerte de Lübcke debería servir de aldabonazo sobre la persistencia del terrorismo neonazi en Alemania y de advertencia en el resto de Europa sobre los motivos por los que sigue creciendo y ha convertido a cualquiera que no piense como ellos en un potencial objetivo. Los discursos que transforman al contrario en un enemigo, que estigmatizan a personas solo por su religión o nacionalidad, que restan importancia a los crímenes del pasado (o los niegan) en nombre de un presunto bien nacional superior son el caldo de cultivo en el que se nutren y multiplican los violentos. Este recrudecimiento del discurso xenófobo coincide con la llegada al Parlamento del partido ultra AFD. Y, desgraciadamente, Alemania no es el único lugar donde crece este lenguaje del odio que corre el peligro de desbordar las palabras.

 

Un neonazi confiesa el asesinato del político de la CDU que defendió abrir las puertas a los refugiados

El neonazi Stephan Ernst (centro), en agosto de 2002 en Kassel (Alemania).

 

Ana Carbajosa

"Las investigaciones no han terminado. Tenemos que seguir trabajando para determinar si Stephan E. tuvo cómplices", ha dicho el ministro de Interior, Horst Seehofer.

Las sospechas más temidas han acabado por cumplirse. Stephan E., que en el pasado mantuvo vínculos con la ultraderecha, ha confesado ser el asesino de un político conservador, conocido por su defensa de los refugiados. Así lo ha confirmado este miércoles el ministro de Interior, Horst Seehofer a la salida de una comisión en el Parlamento en Berlín. "El fiscal general nos ha informado de que el supuesto asesino ha confesado", ha asegurado Seehofer.

El hijo de Walter Lübcke le encontró la noche del 2 de junio con un tiro en la cabeza en la terraza de su casa en Kassel, al oeste de Alemania. 

El asesinato de este político de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de 65 años ha conmocionado a un país, que asiste  según los expertos, a un resurgir de la violencia de extrema derecha con la que convive desde hace décadas. Varios políticos municipales han recibido nuevas amenazas de muerte en los últimos días en los que la violencia ultra se ha situado en primer plano del debate nacional.

Restos de ADN de Stephan E., de 45 años, fueron hallados en la ropa del político asesinado. En su confesión, el sospechoso asegura haber actuado en solitario, pero el ministro de Interior Seehofer ha advertido el miércoles que la investigación no está ni mucho menos cerrada. "Las investigaciones no han terminado. Tenemos que seguir trabajando para determinar si Stephan E. tuvo cómplices", ha manifestado el ministro.

La Fiscalía general seguirá al frente del caso, lo que implica que hay una motivación política en el crimen. En los últimos días, la prensa alemana ha desvelado que el sospechoso ha mantenido relaciones con el entorno neonazi desde hace años.

El asesinato de Lübcke ha intensificado también el debate en Alemania acerca de las consecuencias del discurso antiinmigración de la extrema derecha política, Alternativa por Alemania (AfD). La formación ultra ha logrado entrar en el Parlamento gracias a un discurso excluyente, tras la llegada de más de un millón de demandantes de asilo a Alemania a partir de 2015. Fue ese año, cuando Lübcke durante un debate municipal en Lohfelden, en el Estado de Hesse, defendió la acogida de refugiados. "Hay que defender esos valores y quien no los represente, puede irse del país si no está de acuerdo. Esa es la libertad de cada alemán", dijo entonces el entonces jefe de la CDU en Kassel. En ese encuentro participaron varios ultraderechistas. La edición digital de Der Spiegel, asegura que Stephan E. se encontraba también presente aquel día. A partir de entonces, las amenazas contra el político conservador afloraron en la red y acabaron por consumarse el pasado 2 de junio.


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