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El socialismo estadounidense y la «izquierda de lo posible». Entrevista. (Continuación)

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Por Bhaskar Sunkara (*)

 

Lo que estoy tratando de decir es que eventualmente vamos a necesitar un partido a la izquierda del liberalismo. En esta cuestión, al menos en el contexto europeo, yo soy muy tradicional, en el sentido de conservar algunas viejas cosas que ya funcionaron. Creo que Podemos, por ejemplo, es un partido increíblemente poco democrático. En vistas de lo que está sucediendo en Francia y en otros lugares con el llamado retorno del populismo, a mí me gusta una parte de la retórica populista, pero me gustaría aún más que solo fuese eso, retórica; que detrás de los líderes carismáticos todavía haya un proceso de construcción de partido en un sentido más tradicional. Soy más permisivo con las tendencias populistas aquí en eeuu, porque creo que estamos en una situación «prepartidaria» todavía. Es preciso entender esto: la situación política estadounidense es tal que ni siquiera tenemos verdaderos partidos políticos, es decir, no tenemos partidos sostenidos en afiliados. Yo me registré en el Partido Demócrata cuando tenía 18 años y me pasé los siguientes 11 años criticando el Partido Demócrata sin parar. No me expulsaron porque, según la propia lógica institucional de los partidos, legalmente no me pueden expulsar. Es una situación extraña y nos da espacio, por ahora, para organizar a los socialistas alrededor de las primarias, aunque eventualmente tendremos que romper definitivamente con los demócratas en algún momento.

Mencionó la idea de convertir a los liberales al socialismo. Me parece que gran parte de la apuesta de Jacobin es justamente esa: polemizar, de buena fe, con una tradición ajena, el liberalismo, para destruir algunas vacas sagradas de esa misma ideología, como la libre competencia, el individualismo emprendedor y la autosuficiencia, y ciertas versiones de la política de la identidad.

La idea siempre fue dividir el liberalismo en distintos sectores, porque vivimos en un país donde el lenguaje del socialismo está en gran parte ausente. Entonces, cuando hablamos de liberalismo, no estamos interesados en aquellos individuos que tuvieron plena conciencia de una política de izquierda y la rechazaron optando por otra posición. Nos interesa la gente a la que jamás se le presentó una alternativa. De ese segundo grupo, muchos hace poco tiempo se llamaban liberales y votaban a los demócratas -muchos de nuestros liberales en eeuu son en realidad socialdemócratas que carecen de un lenguaje para reconocerse como tales-. Por mi parte, yo pondría el énfasis en aquellos sectores despolitizados, que raras veces votaron y que cuando votan lo hacen por los demócratas. Este grupo ni siquiera se identifica con algo que se podría llamar una ideología liberal. Esta distinción es importante en el contexto estadounidense. Desde la izquierda, tenemos que avanzar con mucha humildad y paciencia cuando presentamos nuestra visión política. No tenemos una historia de éxitos a la que podemos apelar. No hay ningún motivo para que alguien se identifique como socialista en este país: nadie está en un sindicato con una tradición socialista, muy pocos tuvieron un integrante de su familia que militara en un partido socialista, o un abuelo que fuera perseguido por su afiliación socialista. La situación es diferente de la de otros países. Sí creemos que hay una necesidad moral detrás del movimiento socialista, pero esto dista mucho de ser una necesidad práctica en la vida cotidiana de la gente. Nuevamente, por eso necesitamos tener paciencia y humildad. 

Me gustaría cambiar de tema y pasar a la discusión sobre Trump: uno de los argumentos prevalentes dice que su triunfo en las elecciones refleja una derechización de la clase obrera estadounidense, específicamente de la clase obrera blanca. ¿Cómo responde a este discurso? Y, más allá de su veracidad, ¿cómo debería responder la izquierda a la amenaza del populismo de derecha?

La primera manera de responder es mirando el aspecto empírico: la base política de Trump es muy similar a la base del populismo de derecha y a los partidos de derecha de todo el mundo. No son los trabajadores de McDonald's, ni necesariamente los banqueros y los ceo. Es más probable que el votante de Trump sea el gerente regional. Es importante tomar en cuenta que eeuu es un país grande, con muchos votantes, y por lo tanto es fácil encontrar a millones de miembros de la clase obrera que votaron a Trump. Con su campaña logró convencer a una porción suficiente de la clase obrera como para dar vuelta las elecciones, en lo que fue un triunfo apretado que dependía de los resultados de unos pocos estados. Pero la mayor parte de la clase obrera votó a Hillary Clinton o se quedó en su casa. Es muy importante no sobredimensionar el componente obrero de Trump. La agenda de Trump es antipopular. Tiene una base estable de alrededor de 40% del país, que es poco. Esto no significa que la aparición de Trump no tenga su lado aterrador. Pero no creo que podamos construir política solo reaccionando contra la derecha. Creo que hay demasiada histeria alrededor del incipiente movimiento fascista en eeuu. Lo que yo veo es un crecimiento del populismo de derecha que se ha dado periódicamente a lo largo de la historia del país, y ahora nuevamente tenemos la tarea histórica de derrotar a ese populismo. Los liberales pecan de ver estos movimientos populistas de derecha como inorgánicos y de sobredimensionar su novedad histórica. ¿En qué sentido serían inorgánicos? Los liberales siempre han sido muy hostiles frente a cualquier tipo de militancia de la derecha. Ellos entienden esa actividad como paranoica, como si fuese expresión de una enfermedad mental. Cualquiera que cuestiona las instituciones republicanas, dicen, debe sufrir una enfermedad mental. Y los liberales también extienden esta lectura patologizante a nosotros, los que estamos en la izquierda. Creo que el Partido Demócrata es demasiado reactivo, demasiado anti-Trump, demasiado enfocado en su personalidad. Esto puede producir una situación en la que Trump pierda en las próximas elecciones, pero el trumpismo no haya sido adecuadamente vencido. Se ha centrado demasiado en los tics de Trump, un enfoque que refleja el rechazo que él genera entre la clase media profesional.

Mi propia experiencia en los medios me pone en constante contacto con personas que comparten una repulsión moral de Trump, que rechazan su personalidad, su evidente racismo y sexismo. Pero para mí es totalmente insuficiente quedarse en ese plano. Creo que nosotros, desde la izquierda, necesitamos decir a los votantes: «Nos preocupa, entendemos tus miedos y penas, y además tenemos algunas ideas para mejorar tu vida». Así no vamos a ganar la mayor parte de la base de Trump, porque la mayoría de quienes lo apoyan no están motivados por dificultades económicas, pero nuestra plataforma podría lograr reducir su apoyo.

Yo creo que la base para un futuro movimiento masivo socialista democrático se compondrá de quienes votaron a Hillary Clinton y de quienes se sienten totalmente alienados de la política. Habrá, también, una pequeña parte de las personas que votaron a Trump. Pero se hace difícil interpelar a este último grupo, o incluso a algunos sectores más de centro, si simplemente aceptamos que 40% de los votantes, o una amplia parte de la población, padece de un trastorno psicológico. Esa me parece una manera muy equivocada de hacer política, y también un análisis incorrecto.

Si miramos a algunas de las figuras más destacadas de los últimos años -estoy pensando en Ocasio-Cortez, proveniente de dsa, o incluso en una demócrata de izquierda como Ilhan Omar-, pareciera que los pilares del consenso liberal del país están siendo fuertemente cuestionados: la política exterior de eeuu es sometida a juicio en cada discurso de Omar, mientras que Ocasio-Cortez está llamando a un Green New Deal [Nuevo Pacto Verde] que no solo significaría una refundación del Estado, sino que cuestiona el dominio irrestricto del capital sobre la sociedad estadounidense. ¿Se siente esperanzado de un posible realineamiento del consenso liberal hacia la izquierda? 

Sí, y para ser honesto esa siempre fue nuestra estrategia. Si ha existido una estrategia compartida entre el movimiento progresista y los socialistas democráticos, fue esa: dividir lo que aparenta ser una sólida coalición del Partido Demócrata. No creemos que todos los votantes del Partido Demócrata realmente apoyen el liberalismo centrista de Clinton. Votaron eso simplemente porque era la mejor alternativa y saben qué tan mala es la derecha estadounidense y qué tan de derecha es el Partido Republicano.

Entonces, buscamos distinguir entre los miembros del Partido Demócrata que apoyan el Estado de Bienestar y el resto del Partido Demócrata y su dirección. Yo creo que esa división es algo que está encarnado y personificado en figuras de dsa como Ocasio-Cortez, Rashid Tlaib e Ilhan Omar, entre otras. Detrás del triunfo electoral de estas figuras, hay una organización que se llama Justice Democrats [Demócratas por la Justicia], un grupo que, sin tener las mismas motivaciones socialistas, utiliza las mismas tácticas que antes usaba dsa: trabajar dentro del Partido Demócrata como una fuerza insurgente. Hoy en día la militancia de dsa está enfocada en otros lugares, fuera del Partido Demócrata, en el activismo de base.

Es emocionante ver cómo esas divisiones propias del partido se han personificado. Creo que aprendimos una gran lección: identificamos nuestra base y propulsamos una acción. Ocasio-Cortez no habría sido elegida sin la iniciativa de grupos como Justice Democrats o dsa. Ahora ella como individuo está radicalizando estas divisiones y polarizando el debate en un sentido que favorece a la izquierda.

¿Qué es, entonces, lo que estamos haciendo en eeuu con este nuevo tipo de político, con los socialistas que fueron elegidos o incluso con la campaña de Sanders? Aquí tengo que confesar que aún no tengo elaborado un marco teórico, aunque estoy tratando de desarrollarlo. Yo provengo de una formación marxista ortodoxa. Pero hay una observación que resulta útil en el plano teórico: Sanders y el movimiento que lo rodea representan una democracia social anclada en la lucha de clases, que es distinta de los antiguos modelos de la socialdemocracia. Mientras que en el periodo de posguerra la socialdemocracia buscaba canalizar la militancia sindical y el movimiento obrero, intentando traducirlos en poder electoral y en un pacto de gobernabilidad basado en el equilibrio de clases, Sanders y Jeremy Corbyn son fuerzas totalmente insurgentes.

En teoría son movimientos moderados. Pero el modo en que buscan conquistar el poder implica un proceso de lucha y polarización. Cuando Sanders habla de los «millonarios y multimillonarios», está invocando la figura del conflicto social como la única manera de que el pueblo trabajador conquiste lo que merece. En ese sentido es importante olvidarse de esa idea de que «Sanders es un mero socialdemócrata», porque incluso si sus ideas no son revolucionarias, él sí es un insurgente.

Es preciso darle impulso a este proceso socialdemócrata, que se despliega según una lógica de lucha de clases, para primero conquistar un sistema pleno de bienestar y después, sin desmovilizar, radicalizar el mismo proceso hacia el socialismo. En realidad, hoy tengo menos certeza que antes sobre los pasos por seguir, pero a la vez tengo más confianza de que de algún modo la historia nos acompaña. Tengo más certeza sobre la necesidad moral del socialismo democrático, pero aún más sobre que la gente tomará conciencia de que la democracia y la política ofrecen soluciones para sus problemas, y que no será seducida por la política de exclusión, odio y barbarie que ofrece la derecha.

 

(*) Bhaskar Sunkara. Director de la revista socialista estadounidense "Jacobin", es militante de los Democratic Socialist of America (DSA).

Fuente: https://nuso.org/articulo/socialismo-estadounidense-sunkara-alexandria-ocasio-jacobin/

Traducción: Agustina Santomaso


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