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Hace falta una nueva izquierda

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Por Esteban Valenti (*)

Perdón por la extensión de esta columna, son temas indivisibles.

 

Cuando algo que ocupó un espacio fundamental en la historia se ha desgastado a niveles de la perversión y el fracaso, las preguntas son claras y definitorias ¿Tiene que seguir existiendo o hay que renovarla desde lasraíces? Eso le sucede a la izquierda en el mundo, en América Latina y también en el Uruguay.

Hay algunos ilusos que consideran que en el Uruguay nos venimos salvando y que conquistando - a como dé lugar - un cuarto gobierno del actual Frente Amplio daremos un nuevo impulso y una señal de recuperación y de vitalidad de la izquierda. Es un grave error porque es falso, lo que se ha degradado es el carácter de izquierda del Frente Amplio y eso no se reconquista simplemente enfrentando a las fuerzas de centro y de derecha.

La lista de los fracasos de la izquierda es abrumadora, todos con características diferentes y rasgos comunes. La caída en masa del socialismo real guarecido detrás del muro de Berlín que parecía eterno como la muralla china; Cuba y su crisis perpetua y cada día más grave porque ya afecta el estado de ánimo de su pueblo; Nicaragua; Venezuela; Ecuador, Argentina, Brasil; Chile. A eso agreguemos la realidad en Sudáfrica, donde la ANC se mantiene por estrictas razones raciales, pero es cada día es más corrupta y decadente, o Angola y muchos países africanos que se liberaron del colonialismo con un proyecto nacionalista y avanzado y hoy apenas vegetan en su atraso centenario.

En Asía tenemos cuatro realidades diferentes, China, que le resulta inexplicable y casi un misterio herético a la izquierda tradicional y en especial comunista en todo el mundo porque lo que avanzó a ritmos desconocidos en la historia fue su desarrollo y crecimiento con variadas formas de propiedad, incluyendo en primer lugar la propiedad privada, los cientos de millones de personas que viven mucho mejor que antes, pero el con  mismo sistema sin libertades y partido único de la vieja época. Pero al menos funciona la economía y su impacto en la sociedad.

Vietnam es algo parecido, pragmatismo al cubo, unificación de los dos países, crecimiento y partido único. Y luego viene Corea del Norte, que no crece ni mejora las condiciones de vida de su pueblo y solo se destaca en su industria armamentística, en su imponente ejército y en su dictador entre la parodia y el realismo mágico, jugando una extraña partida con Donald Trump.

En el resto de la enorme Asia, la izquierda existe apenas en algún estado de la India y poco más.

Por otro lado la socialdemocracia, fundamental en todo el proceso de reconstrucción de la post guerra en Europa, que tuvo momentos de gran crecimiento y que afronta ahora una terrible crisis en casi todos los países. Se podrían excluir, Portugal, ahora España...veremos. Mientras la ultra derecha y la derecha se expanden como una mancha amenazadora.

No hablemos del mundo árabe o medio oriental, desde Israel gobernado por la derecha y la extrema derecha religiosa y los que lo rodean que hacen concurso para competir por lo retrogrado y están a veces paralizados en el medioevo.

Ustedes dirán que mi visión es pesimista. Si lo es, porque la realidad es pesimista y las tendencias son todavía más pesimistas. Y se podría decir que es el pesimismo de la razón que arrastra el pesimismo de la voluntad. No se puede construir nada mintiendo y mintiéndose.

Hay fortines de izquierda intelectual, universitaria, cultural que resisten, pero poco más que eso. Observen Italia, Francia y otros países europeos vacíos de impulsos de izquierda. En América Latina el vacío intelectual e ideológico de la izquierda asusta.

Sobre Uruguay no voy a agregar mucho, la llamada izquierda ha quedado atrapada entre un gobierno inoperante y que entregó principios fundamentales, como en el caso de los derechos humanos y se limita a administrar el poco tiempo que le queda de este gobierno y un vacío teórico, ideológico enorme. Que alguien me mencione un libro, una serie o al menos un artículo de alguno de los dirigentes de la izquierda histórica sobre el rumbo necesario, con un análisis crítico básico y me trago todos estos renglones. No hay nada, discursos de ocasión de una superficialidad casi insuperable.

¿Por qué? No es por la burrez, porque hay gente inteligente, pero el cerco y los compromisos del poder impiden o frenan todos los razonamientos críticos o las elaboraciones ideológicas y se han impuesto las payadas ingeniosas y poco más. Lo que hay de elaboración es de afuera de la política, pero es como hablarle a un ombú. No contesta.

Sobre la base de un reconocimiento de esta realidad, aún con sus matices, incluso sus diferencias, el problema es por dónde empezar. Hay que comenzar como siempre por la política. Incluso la teoría, la renovación de las bases intelectuales de la izquierda, partiendo de su rica tradición, de sus aportes impresionantes a las ciencias sociales que hay que rescatar, siempre tendrán una extrema exigencia política. No pueden ser solo parte de una batalla intelectual.

La derecha y la falsa izquierda nos están arrinconando con la política y las bayonetas y no podemos combatir a librazo limpio, hay que hacer política, porque en definitiva las bayonetas son la política a través de otros medios.

Es una tarea titánica, como lo fue al principio y en varios momentos de nuestra historia, pero nunca debimos comenzar de tan abajo, con tanta desilusión y frustración sobre las espaldas y dentro de las cabezas. Sin alma no hay combate, no es solo una lucha de neuronas, de conocimientos, es una lucha de fuerzas sociales, políticas, culturales, ideológicas e incluso militares. No nos hagamos los ángeles.

Renovar la izquierda, darle nuevos impulsos a partir de comprobar críticamente la situación en el mundo y nuestra propia situación crítica, no es pegarle unas pinceladas de nuevos barnices. El mundo ha cambiado y está cambiando todos los días, en su estructura global de poder, en las formas de producción, en las fuerzas políticas en movimiento, en las grandes corrientes culturales y religiosas. No podemos pedir como hizo Mafalda, que paren el mundo para poder bajarnos. La batalla de la renovación la debemos dar en movimiento.

Comenzando por las ideas políticas, por definir cuáles son hoy las fuerzas nacionales e internacionales capaces de enfrentar la arremetida reaccionaria y retrograda, esta especie de contrareforma y de bajo imperio romano juntos, que se percibe en buena parte del mundo, cubierta por las luces de las tecnologías y el despilfarro sin límites.

El mundo ha cambiado y cuando nació la izquierda no estaba en peligro, no flotaba sobre las cabezas de la humanidad un cambio climático que pone en riesgo el destino de los seres vivientes sobre el planeta. Sin una respuesta profunda, combativa ante esta perspectiva aterradora y cierta no hay izquierda, porque no habrá nada.

El cambio climático surge de una gran injusticia de la humanidad. El desarrollo de los países occidentales se consigue con una fuerte industrialización, con el sector del agronegocio, con los pesticidas, con los fertilizantes químicos. Y cuanto más se siga así, más aumentarán las consecuencias negativas, la degradación del medioambiente y el cambio climático.

"África subsahariana, en particular África occidental, figuran entre las regiones más vulnerables a los efectos del cambio climático. En estas regiones, una proporción significativa del PIB y del empleo de las economías nacionales depende de la agricultura. Al mismo tiempo, los pequeños agricultores familiares tienen poco acceso a insumos y tecnologías innovadoras, lo cual limita su capacidad de adaptación a un clima cambiante", detalla un informe de la FAO.

Y África subsahariana es una de las regiones que menos contamina y contribuye al cambio climático. 

Es la enorme tensión sobre la existencia misma del planeta se concentra con más fuerza hoy en día el centro de la disputa ideológica, entre la acumulación global e insaciable de la riqueza y los miles de millones de seres explotados y despojados de derechos básicos. La posición de Trump sobre este tema, no es un capricho, es la máxima expresión del sentido de la explotación de los seres humanos y de las riquezas naturales, más allá de todas sus consecuencias. La construcción de un enorme movimiento para derrotar esas posiciones, es la tarea principal de esta época y va mucho más allá de la lucha entre la burguesía y el proletariado. Y tiene una relación de acero con las nuevas generaciones que son los que afrontan los peores peligros. Lo que debemos erradicar es la terrible idea de que el capitalismo es también el dueño del medio ambiente.

El capitalismo, en particular el neoliberalismo contiene además de su proyecto de adaptar el Estado a sus más rapaces necesidades, utilizar los recursos naturales de la misma manera, sin ningún límite.

Una izquierda renovada y verdadera en cualquier lugar del planeta no puede colocar entre sus prioridades la lucha frontal contra el cambio climático, no como factor defensivo y de protección sino como resumen de la peor injusticia social actual. Y dormimos en los laureles.

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La relación entre el trabajo como el único factor de creación de riqueza, al menos en su base esencial, y el surgimiento de poderosas fuerzas tecnológicas que lo ponen en discusión y en peligro, tiene directa relación con la organización de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. Hay que animarse a interrogarse si las formas de organización del trabajo no requieren cambios radicales y para ello es necesario cambiar también las formas de distribución de la riqueza de manera más radical todavía. No solo por la histórica bandera de la justicia social, sino por razones de supervivencia. Los robots, el software, las computadoras no consumen, no tienen moral, ni alma. ¿Puede la izquierda obviar esto y buscarle solo una solución legislativa y práctica? ¿Seguiríamos siendo de izquierda?

La crisis del 2009 detonó el carácter absolutamente protector que los grandes capitales financieros le atribuyen al Estado, es decir el dinero de todo. En una reunión de mayo del ECOFIN, el BCE y el FMI, un banquero británico empleó una despiadada expresión para definir los planes de austeridad: 'Es más fácil vender dicho plan diciendo que debe servir para salvar a Grecia, a España y a Portugal, que confesar que debe ante todo salvar y ayudar a los bancos'. Los planes de austeridad presupuestaria puestos en marcha para paliar los déficits públicos son, efectivamente, un ataque de enorme envergadura contra las condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadoras y contra los regímenes de Estado de Bienestar surgidos después de la Segunda Guerra mundial." Y eso se intensificará.

Una nueva izquierda debe considerar la tremenda tensión entre el trabajo y las tecnologías, pero también entre el Estado y la acumulación implacable de la riqueza. Son factores indivisibles.

Cada día es más claro que el trabajo asalariado ya no es garantía de salvarse de la pobreza y mucho menos de mejorar el bienestar personal y familiar. Son millones y creciendo las personas con empleo que son registradas como pobres. Y esto vale para el sur y para el norte.  En el año 2015 la Unión Europea registraba un 13,2 % de trabajadores pobres.

Una respuesta que ha venido creciendo de manera sostenida en el mundo es la Renta Básica (RB), sobre la que se han realizado experimentos nacionales o locales de muy discutible utilidad.

Muchos de esos experimentos no dejan de tener un sesgo preocupante, ya que explícita o tácitamente tienen como pregunta central si las personas (es decir los pobres o los trabajadores) dejarían de trabajar con una RB, y si se trata de un incentivo a la holgazanería. Si bien es cierto que los ricos y mucho más los superricos no trabajan y son holgazanes por naturaleza, en la RB existe esta tensión con la cultura del trabajo y tiene incluso un carácter antropológico

Debemos además considerar que en la historia las grandes transformaciones sociales (y la RB es una de ellas) raramente han sido producto de experimentos previos y consensos ex ante, sino más bien este tipo de transformaciones anticipan al mismo tiempo que crean una nueva estructura social sobre la cual se construyen nuevos pactos y acuerdos generando un nuevo consenso social.

La creciente mecanización de los procesos de trabajo y la substitución de muchas tareas por robots. Proliferan estudios que alertan acerca de la creciente y rápida substitución de trabajo humano por robots dotados incluso de inteligencia artificial. Y esto abarca no sólo a los trabajos menos calificados, sino también a muchos trabajos hoy desempeñados por profesionales calificados. Si bien algunos estudios muestran que, conforme a la experiencia histórica, al tiempo que se sustituyen trabajos se crean otras actividades demandantes de empleo, todo indica que el efecto "neto" implicará reducción en las horas de empleo humano demandado. Mucho más en países periféricos como América Latina que no somos productores sino importadores de nuevas tecnologías; en estos casos, ni siquiera hay que tener mucha esperanza acerca de la creación proporcional de nuevos puestos. Estas tendencias en el sistema productivo han estimulado el debate acerca de nuevas formas de garantía de ingreso para toda la población y de remuneración a la fuerza laboral, y la RB aparece como una de las alternativas más plausibles.

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Los cambios demográficos y generacionales que YA se están produciendo, las nuevas generaciones que se diferencian dramáticamente de sus predecesores y adquieren rápidamente sus propios caminos e identidades únicas, requieren nuevas respuestas de parte de sus padres, de sus abuelos, de los que los precedemos. Inexorablemente.

Los miles de millones de niños que son la base de la pobreza y la miseria mundial, que se expresa en particular en las gigantescas mareas migratorias, requieren no solo nuevas sensibilidades, una batalla mucho más feroz contra la resignación, sino que hoy son una de las claves de la identidad de la izquierda. Y lo que tenemos son parches y organismos de Naciones Unidas y algo de cooperación. Y poco más.

La lucha central por atender las enormes masas de niños y niñas que en todo el mundo pero sobre todo en el sur son las principales víctimas de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la incultura y la falta de un futuro, es inseparable y no tendrá posibilidades de avances si no lo unimos a la lucha por los derechos de las mujeres. Sin la igualdad de derechos y posibilidades de la mujeres no hay un futuro diferente para los niños, aunque la responsabilidad debería ser compartida, no hay dudas que la relación madre-hijos, es clave en la batalla por afrontar la batalla por la infancia y las nuevas generaciones.

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Y por último - al menos por ahora - ¿nuestra visión de la democracia se agota en lo que hemos construido hasta ahora y en el gran avance de aceptarla y comprender que no es un instrumento del capitalismo para su perpetuidad, sino algo mucho más complejo y plástico que requiere de nuevas elaboraciones, de nuevos bloques sociales, políticos y culturales para avanzar en forma permanente y para combatir e ir derrotando la corrupción el peor enemigo de la democracia y de la política?

Y que los desafíos planteados anteriormente, medio ambiente-cambio climático; trabajo-nuevas tecnologías y cultura del trabajo; cambios demográficos y mareas migratorias; atención privilegiada a la infancia y nuevos avances en los derechos de las mujeres, son parte esencial del avance de la democracia y la libertad en estos tiempos. No podemos reducirlo a los aspectos institucionales, es una gran batalla política y cultural. 

Una nueva izquierda democrática requiere también de una nueva y más avanzada batalla por la democracia y sus contenidos a nivel nacional y global.

Solo de escribir sobre estos temas agota, agobia, porque requiere de fuerzas políticas, culturales, ideológicas  enormes que deben actuar en medio del diario combate por la vida de la gente, sus necesidades más inmediatas e impostergables. Lo peor que podemos hacer es resignarnos. Hace falta una nueva izquierda, pero no hay ningún fatalismo o predeterminación de que lo lograremos.

Los relojes que se han extraviado en la oscuridad de una época, no los encontraremos bajo un cómodo farol del poder que nos de la pálida ilusión de que avanzamos.

 

(*) Periodista, escritor, militante político, director de UYPRESS y de BITACORA. Uruguay.

PD. En futuras columnas trataremos de abordar la temática de si existe en la historia de las ideas de izquierda, aportes innovadores a esta nueva realidad del siglo XXI.


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